Milei, el misántropo admirador de Homo Argentum

Hagan memoria, por favor. Hace unos mil años, en este mismo país, un Presidente convulsionó a dirigentes políticos, artistas, periodistas y cineastas sólo con una acción: proyectó una película mediocre para legisladores adictos, y al día siguiente se la hizo ver al gabinete.

La película llevada a Olivos no era “Las horas más oscuras”, que cuenta las tribulaciones de Winston Churchill a comienzos de la Segunda Guerra Mundial. Es ficción, claro, pero no deja de ser un viaje apasionante al mundo de la toma de decisiones al más alto nivel.

Tampoco “Frost/Nixon. La entrevista del escándalo”, una notable recreación de las tensiones entre el periodista David Frost y Richard Nixon, el presidente del Watergate.

Más pedestre, Su Excelencia Javier Milei eligió “Homo Argentum”. Homo es hombre, obviamente, y la palabra latina argentum significa plata. No biyuya sino el mineral. Y como de ahí viene el nombre de Argentina, el homo argentum sería una especie típica de estas tierras.

Dirigida por Mariano Cohn y Gastón Duprat, que hicieron cosas mejores que ésta, y protagonizada por Guillermo Francella en dieciséis episodios, está lejos de “Los monstruos”, esa maravilla italiana con Ugo Tognazzi y Vittorio Gassman dirigida en 1963 por Dino Risi. También está lejos de “Los nuevos monstruos”, donde Risi estuvo acompañado con Mario Monicelli y Ettore Scola como codirectores y de nuevo Gassman y Tognazzi, aunque con el agregado de Ornella Muti y Alberto Sordi. Obras maestras del humor negro, la sátira social y el humanismo.

Como Francella dijo alguna vez que tenía esperanzas en Milei, y como sostiene que el Estado no debe promover el cine, Su Excelencia se entusiasmó. Quien haya visto “Homo argentum” sabrá que Francella es el actor principal de escenas donde circulan ventajeros, indiferentes, bisexuales, y, para seguir con el latín, garcas.

La película es menos interesante que dos preguntas: ¿qué le vio Milei a “Homo Argentum? ¿Por qué se entusiasmó tanto?

Además de usar el film para adoctrinar a legisladores y funcionarios, Su Excelencia lució eufórico en varios posteos:

*”Homo Argentum: disonancia cognitiva en el corazón woke”.

*(La película) “deja en evidencia muchos de los aspectos de la oscura e hipócrita agenda de los progres caviar (woke)”.

*”Cuanto mayor la cantidad de parásitos mentales dentro de la cabeza del progre, mucho mayor es el odio y los alaridos quejosos de este ejército de zombies (termos cabezas de pulpos) cuya existencia se reduce a ser envidiosos, resentidos, mentirosos, hipócritas y sobre las cosas ignorantes (al menos en economía)”.

*”Les duele mucho la película porque muestra todo lo que son… y más todavía el éxito de una producción sin financiamiento del Estado, que deja en evidencia a muchos del rubro (y aledaños) como fracasados totales y absolutos”.

Así fue como “Homo Argentum” quedó convertida en panfleto y los personajes de Francella se transformaron en bandera. Bizarro.

El análisis más interesante partió del director y guionista Mariano Llinás. Por radio con María O’Donnell, Llinás dijo que los realizadores “tienen un estilo un poco misántropo, y les gusta burlarse del contemporáneo”. En vivo, Claudia Piñeiro buscó la definición y la leyó: “Misántropo es alguien que siente desconfianza, rechazo o apatía hacia personas en general y hacia la humanidad en su conjunto”. Hubo una escena divertida, porque “misántropo” se parece a “filántropo”, pero el valor de la entrevista es la frescura de O’Donnell, la precisión de Llinás y el complemento de Piñeiro.

Otra cosa que apuntó Llinás es que, más allá o más acá del Incaa, en ningún lugar del mundo existe cine sin apoyo de estructuras estatales. Desafió a mirar los auspicios del principio de cualquier película.

La de MIlei sería, en principio, una misantropía respecto de la producción nacional de arte. ¿O es Su Excelencia un misántropo universal y, gracias al Affaire Homo Argentum, ya es tiempo de ponerle ese título que viene haciendo méritos para ganarse?

No es casual que primero Su Excelencia se aplicara a sí mismo el principio de revelación –mostrándose tal cual es– y pocos días después saltara el mayor escándalo de corrupción tras el de $LIBRA: los audios a los que aludió Diego Spagnuolo, ahora exdirector de la Agencia Nacional de Discapacidad, sobre una red de irregularidades que podría involucrar a la hermana presidencial y a su asesor Eduardo “Lule” Menem.

El presunto hecho de corrupción se dio en paralelo al rechazo del Congreso al veto ejercido por Su Excelencia contra la Ley de Emergencia en Discapacidad. Por 172 votos a favor, 73 en contra y dos abstenciones, los diputados acordaron confirmar una norma que actualiza aranceles de prestadores, crea una pensión no contributiva equivalente al 70 por ciento del haber mínimo jubilatorio y regulariza deudas.

El argumento oficial en contra es, como corresponde, el ataque al superávit fiscal. Igual que en el caso de las universidades, también argumentó pensiones truchas. Pero ni la Sigen ni la Auditoría General de la Nación ni el propio Spagnuolo durante su gestión corroboraron con datos la versión del Gobierno según la que hay un millón de falsos discapacitados.

Un informe de la consultora Synopsis publicado en Letra P reveló que el 74,5 por ciento de las personas no está de acuerdo con vetar la ley que declara la emergencia en discapacidad. Solo un 21,3 por ciento apoya el veto. Es decir, menos todavía que el núcleo duro mileísta que oscila entre el 25 y el 30 por ciento. Tampoco vetaría la recomposición de jubilaciones el 68 por ciento, ni serrucharía el presupuesto universitario el 62 por ciento. En cuanto al Garrahan, el 68,5 por ciento no está de acuerdo en liquidar la iniciativa de la Ley de Emergencia Pediátrica.

Salvo en el caso de las jubilaciones, en que Su Excelencia logró apoyo legislativo para el veto, el resto de los temas forma parte de la derrota apabullante que sufrió durante esta semana en el Congreso. Y hay que agregar la marcha atrás votada en Diputados sobre la jibarización del Banco Nacional de Datos Genéticos, el INTI, el INTA y Vialidad Nacional.

El dólar es un serio problema para misántropo. Pero no el único.

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