Milei o el juego de la disociación

Lo que mantiene vivo su caudal de adhesiones, por lo menos hasta ahora, se asocia al Milei que se contrapone, por lo que dice y hace, a lo que se espera del rol institucional que ocupa. Descender al mundo terrenal y chapotear en el “barro de la política” sería suicida. Porque podría “contaminarse”, ser confundido como “uno más de los otros”, lo que significaría poner en riesgo el carácter de excepcionalidad con el que pretende definir la impronta de su figura.

Mientras afloran, cada vez con más claridad, los síntomas del desquicio que están produciendo sus políticas y sus decisiones, combinadas con el vacío de gestión que afecta a buena parte de las instituciones del Estado, parecería que Javier Milei se ve forzado a escenificar la representación de un personaje extravagante. Precisamente por esa condición, al igual que un imán, atrae la atención de quienes no pueden ocultar su sorpresa ante la conducta de un Presidente dispuesto a sobrepasar cualquier límite, vulnerando de manera desafiante todos los códigos que marcan las reglas de convivencia política e institucional que regulan el orden establecido.    

El rechazo a la denostada “casta” y a “los políticos ladrones”, y el mantener viva la ilusión en vastos sectores de la población que los lleva a aferrarse a la esperanza de creer en las promesas sobre el supuesto futuro de prosperidad que nos espera, en tanto y en cuanto persistamos en el camino de “abrazar las ideas de la libertad”, son los dos ejes centrales que ordenan el juego político de Milei.  

Un juego lleno de ambivalencias y, necesariamente, colmado de significantes vacíos: son imprescindibles para que cualquier hecho pueda ser interpretado desde el paradigma simplista y maniqueo con el que Milei explica el curso de los acontecimientos que marcan el derrotero de la Argentina y del mundo. Todo esto alimentado, como se señalaba, por la reiterada generación de hechos controvertidos, polémicos o abiertamente delirantes. El propio Milei busca de ese modo sostener la centralidad y el dominio de la agenda pública, aun al costo de provocar episodios que lo transformen en el blanco de las críticas más descarnadas o lo ubiquen en el terreno del bochorno.

No hace falta reproducir la extensa lista de episodios que jalonaron sus casi seis meses de gobierno. Desde sus dichos calumniosos sobre el Papa Francisco, pasando por sus agresiones a presidentes como los casos de Lula da Silva de Brasil, Gustavo Petro de Colombia o Pedro Sánchez de España, los dichos descalificadores hacia China o, en el terreno doméstico, hasta los ataques frontales y desplantes a legisladores, gobernadores, periodistas, economistas y a quienes se interpongan en su camino, ya sea para rebatirlo, desafiarlo políticamente o contradecirlo.

El sentido común indicaría que la dialéctica confrontativa que tiene a Milei como protagonista lo debería necesariamente desgastar. Pero, bien miradas las cosas, en los hechos sucede lo contrario, con independencia del efecto negativo que su conducta provoque para el país, ya sea en el campo de las relaciones internacionales o en la profundización de las brechas internas que agudizan las múltiples grietas que impiden la unidad nacional.   

La fábrica de enemigos es, al revés de lo que se piensa, la fuente de su poder. Porque su lógica de construcción no responde a los cánones “tradicionales”. Es un poder que se forja, podría decirse, desde “afuera” del orden establecido y al margen de sus instituciones. Más bien lo construye en oposición a su misma existencia. Se alimenta de la explotación del estado de crítica e insatisfacción instalados en amplios sectores de la sociedad para descargar el descontento -y en no pocos casos la bronca incontenible y la violencia– sobre quienes, con razón o sin ella, funcionan en calidad de chivos expiatorios.

Se trata de un tipo de antagonismo que se desarrolla en forma transversal. Las aguas se dividen, como sujetos del conflicto, entre “los representantes” y “los representados”, y Milei lo que hace, agitando la bandera de “Viva la libertad, carajo”, es llamar a la rebelión de “los individuos”, vulnerando los límites que funcionan como reguladores de la convivencia social y que tienen en las instituciones del Estado su máxima expresión. De allí que el tipo de poder que construye Milei tenga un efecto disolvente. No es otra cosa que el reverso del debilitamiento que sufre el orden político-institucional que la propia corriente de la anti-política propicia. 

Salvo el propio Milei, todo aquel que ostente algún poder de representación que lo distinga del común de los mortales es potencialmente objeto de ser incluido en la denostada categoría de “casta”.  Al presentarse como el exponente de una fuerza anti-sistema, Milei se ubica en un plano diferente, aunque paradójicamente lo haga desde su condición de Presidente. 

Concibe el ejercicio del poder como si éste emanara de su propia persona, no de la representación del poder institucional que él encarna por su condición de primer mandatario. 

Sus modos y formas de actuación descolocan a quienes piensan la política (y el poder) siguiendo las reglas que se asientan en el orden político-institucional establecido. Aunque, paradójicamente, el que lleva adelante esta cruzada anti-sistema sea quien personifica la representación más emblemática de la institución estatal, más aún en un país con una marcada tradición presidencialista. 

Milei ejerce la presidencia como si al mismo tiempo no fuese el Presidente. Se presenta ante la ciudadanía disociado. Hay un Milei Presidente, que cumple con algunos ritos formales básicos, propios de su rol. Pero en simultáneo hay un Milei que hace cosas inconcebibles para lo que se supone debe hacer (o no hacer) un Presidente que asume su rol y las consecuencias de sus decisiones. Lo cual explica la esencia de su lógica de “construcción”: lo que mantiene vivo su caudal de adhesiones, por lo menos hasta ahora, se asocia al segundo Milei, al Milei que se contrapone, por lo que dice y hace, a lo que se espera del rol institucional que ocupa. 

A nadie se le escapa que esta disociación no puede sino crear una suerte la esquizofrenia que tiñe las relaciones políticas y envilece la vida institucional del país.  

Mantener suficiente distancia

En ese contexto, no parece casual que Milei se cuide de mantener la distancia necesaria de “los políticos” y de “la casta” en general, con quienes dialoga y negocia a través de terceros, especialmente por medio del ahora jefe de Gabinete Guillermo Francos. Salvo contactos esporádicos, el Presidente se rehúsa a ser inmortalizado en imágenes que lo muestren junto a quienes, conforme a los dictados de su propia necesidad política, puedan ser expuestos como parte de aquello con lo que el Presidente antagoniza, si es que las circunstancias así lo aconsejan.

Todos, potencialmente, son integrantes de la casta y, consecuentemente, objetos de ser estigmatizados como responsables, aun de los efectos provocados por las propias políticas que impulsa el Presidente. No solo los opositores. También los aliados. Porque Milei, en su afán de presentarse como el símbolo excluyente de la anti-casta (o de la anti-política) necesita, por lo menos en esta etapa de su recorrido, concentrar ese “atributo” en su propia persona, nunca compartirlo. 

Descender al mundo terrenal y chapotear en el “barro de la política” sería suicida. Porque podría “contaminarse”, ser confundido como “uno más de los otros”, lo que significaría poner en riesgo el carácter de excepcionalidad con el que pretende definir la impronta de su figura. Una supuesta cualidad que él mismo se encarga de resaltar cada vez que puede, apelando a definiciones grandilocuentes y autoelogios. 

Por demás, ya está demostrado que para Milei no existen aliados permanentes, todo queda sujeto a sus necesidades circunstanciales. No importa, por ejemplo, cuántos esfuerzos hagan los dirigentes del PRO en su intención de colaborar con el gobierno, incluso aportando funcionarios a la gestión. Esto lo sabe muy bien el propio Mauricio Macri, nunca encontrará por parte de Milei la reciprocidad buscada.  Tampoco la encontraron los gobernadores que, ingenuamente y sin comprender la naturaleza política del fenómeno Milei, creyeron poder establecer con él un vínculo basado en el diálogo, la reciprocidad y el establecimiento de acuerdos que le otorgaran un curso previsible a la relación Provincias-Nación. 

No parecería ser casual que las “escenas” que protagoniza Milei, cuando su propósito es mostrar empatía o cercanía con sus interlocutores, no incluyen (por lo menos todavía) a quienes forman la clase dirigente de la Argentina. Ni siquiera a aquellos que manifiestamente actúan en sintonía con sus necesidades. 

Porque, con la sola excepción de su propia figura y de la de “El Jefe”, todos, absolutamente todos, pueden ser acusados de formar parte de la “casta”. 

3 comentarios sobre «Milei o el juego de la disociación»

  1. Excelente artículo. La disociación es la característica de la alienación en la sociedad
    Contemporánea. Milei es una expresión desmesurada de ese trastorno emocional. Su idea de la libertad lleva a la esclavitud. Cómo en la parábola del “amo y el esclavo” de Hegel, Milei es esclavo del personaje que ha creado:
    “El mayor profeta de la libertad en el mundo”.
    La auto-afirmación permanentemente de su
    “Excepcionalidad”, lo mueve a creer que la realidad, el mundo, debe ajustarse a sus ideas y no su conducta a la realidad y a la investidura que tiene. A parir de su ruptura con la realidad, imagina y se ve a sí mimo como el líder de de una cruzada que no existe.
    Su megalomanía lo condena a la disociada mientras, insólitamente, predica una libertad ilusoria.

  2. Excelente artículo. La disociación es la forma distintiva de la alienación en la sociedad contemporánea. Milei predica una libertad que lleva a la esclavitud. Cómo en la alegoría del amo y el esclavo de Hegel, Milei está atrapado en el personaje que el cree ser. Esto lo lleva a creer que el mundo real debe ajustarse a su idea y no lo inverso. La excepcionalidad, que se atribuye a sí mismo, lo convierte en el esclavo de la libertad ilusoria que predica.

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