Milei no es el problema principal

Existe un núcleo duro de convicciones ideológicas que comparten las dirigencias en pugna por el poder en el país. La particularidad actual es que avanza descaradamente en allanar la economía argentina al flujo del capital financiero trasnacional, entrando en conflicto con la propia burguesía local. El carácter criminal de este modelo resulta obvio cuando advertimos que se materializa profundizando la fragmentación social y agudizando la pirámide de ingresos de un modo cada vez más desigual.

Un revelador reportaje que le hicieron Ernesto Tenembaum y María O’Donnell a Jorge Fontevecchia, CEO de la editorial Perfil, invita a pensar sobre la amplitud conceptual que tiene la maltratada batalla cultural en la Argentina de hoy.

Quienes quieran verlo lo encuentran en: https://www.youtube.com/watch?v=brrQN3hnpMc con la aclaración de que no tiene nada de extraordinario sino que es una cabal expresión de las visiones del entrevistado y sus colegas entrevistadores, todos ellos reconocidos profesionales del actual periodismo argentino. 

La muerte de Jorge Lanata vino después y desencadenó una catarata de adhesiones y críticas equivalentes a su gravitación en la comunicación social más notoria de los últimos años. Admirado y denostado con la misma furia, este periodista cuyo vía crucis personal fue en gran medida parte del mito que encarna, recibe la admiración de quienes vieron en sus denuncias sobre la corrupción a un adalid valiente y lo pusieron en el altar del que no bajará fácilmente a pesar de las críticas con que lo atacan kirchneristas y mileístas por igual. Curioso pero no inexplicable.

Ambos hechos (el reportaje a Fontevecchia y la adhesión/pugna por Lanata), pueden analizarse en conjunto, puesto que de lo que se tratará en esta nota es de las concepciones dominantes que circulan en los medios con mayor impacto, dentro de la radio y la televisión que, según miden los expertos, inciden menos que la denominación amplia de “redes sociales”, lo cual es algo que todavía merece discutirse, porque una cosa es la dimensión de la audiencia y otra la influencia que a través de esos diversos medios realmente tiene la manipulación informativa en la construcción de la percepción pública.

Digamos, a modo de frase culterana, que hoy más que nunca está vigente el legado de Marshall McLuhan (1911-1980) y su célebre síntesis sobre la comunicación y, por ende, núcleo de la epistemología contemporánea.“El medio es el mensaje” que tanto nos confrontó en su momento.

En su entrada sobre este insustituible filósofo canadiense, Wikipedia nos regala una verdadera profecía que lanzó: «una vez que hayamos supeditado nuestros sentidos y sistemas nerviosos a la manipulación privada de quienes intentarán beneficiarse a través de nuestros ojos, oídos e impulsos, no nos quedará ningún derecho«. Actualísima, esta sentencia puede leerse hoy como el gran desafío contemporáneo de la libertad. 

MacLuhan merece una relectura desde los saberes del presente. Habrá que ponerlo en la lista de las tareas por hacer, sobre todo habiendo corrido toda el agua que la inundación de los bits trajo a la civilización. Todavía estamos dando batalla en defensa de los medios “fríos” que estimulan la conciencia crítica, facilitan el diálogo y contribuyen a la creatividad interactiva (incluyendo más que nunca la lectura diversa, literatura en prosa y poesía sin descuidar el ensayo como una conversación con sus autores y entre lectores). 

A los medios “calientes” que describió este precursor singular anticipándose a la era de internet, los veía peligrosos por sus efectos unificadores de las audiencias que facilitaba el fomento de la conformidad y la construcción de mensajes que, so pretexto de informar, se convertían en flujos de publicidad o propaganda encubierta. Y esto es de hecho lo que sucedió. 

Temía por los efectos de la televisión e incluía al cine entre esos medios altamente persuasivos y en su mirada negativos. Hoy, con todo lo que apareció después, hasta se nos presenta como una mirada ingenua pero si se sitúa en su época (los sesenta y primeros setenta), resulta muy anticipatorio del embrutecimiento actual aun cuando no previera su escala, que nos tiene a todos muy conectados y completamente aislados al mismo tiempo

Ideología subyacente

Nuestro amigo Ignacio Zuleta recuerda cada vez que viene a cuento que, de las cinco candidaturas presidenciales que en 2023 superaron las PASO (las que lideraban Milei, Massa, Bullrich, Schiaretti y Bergman), las cuatro primeras compartían el mismo programa conservador en materia económica. 

Le asiste la razón, y agregamos por parte nuestra que todos son ajustadores seriales y la diferencia en todo caso está en el grado de impiedad con que están decididos a aplicar esa concepción que deja de lado la expansión y la producción para someterse a los cánones del equilibrio fiscal mediante la contención, siempre fracasada, del gasto público y aumentando invariablemente el endeudamiento externo.  

Como estaría mal visto pronunciarse en contra de la inversión (por algo se la mimetiza con la colocación en valores y no se la ve como algo realmente físico y tecnológico, con asiento en el suelo y dimensión geográfica), se sale del paso dejando en las exclusivas manos de “los privados”, el protagonismo de la vitalidad de la economía. Resultado: retroceso general e incentivo, según el momento, de las áreas que mejor funcionan en el dispositivo global, commodities agrícolas y, ahora, mineras (RIGI). 

Dentro de esa colonización que tiene gravísimas consecuencias cuando permea en los diversos sectores sociales se incorporan los criterios que terminan funcionando como prejuicios oscuros no sometidos a la discusión pública abierta y crítica. 

Lo vemos, por ejemplo, cuando se sostiene que la actividad industrial en la Argentina es prebendaria por definición y los empresarios son una casta que sólo busca obtener y consolidar sus privilegios. 

Lo acaba de decir con todas las letras, al recibir un premio de la Fundación Libertad con sede en Rosario, Federico Sturzenegger, quien detalló suelto de cuerpo que, además de la empresarial, existen las castas sindical y política, definiéndose a sí mismo como el “plomero” que va a destapar las cañerías para que fluya la “libertad”.  Digno de un seminario crítico ese discurso puede verse en: https://www.youtube.com/watch?v=lwgbGq_KD7s no tanto por la sofisticación de los conceptos que expresa sino por justamente por lo contrario, la vulgarización y facilitación de ideas que se presentan como las primeras, básicas e indiscutibles verdades.

Lo que estamos padeciendo no se trata de un sistema de dominación/explotación, hegemonizado por la burguesía al que se encuentra sometido el resto del cuerpo social. Esa misma burguesía está cuestionada por un conjunto de intereses que la consideran un obstáculo para su expansión mundial. 

Las tres castas de Federico (empresarial, sindical y política) constituyen una proporción mayoritaria de la dirigencia en el país y contra eso arremete el esquema libertario con el aplauso y el apoyo material de intereses financieros y monopolistas de escala mundial pero con un fortísimo anclaje local.

Obviamente esta fenomenal intromisión en los asuntos públicos de la Argentina (muy inteligentemente realizada sobre temas y prácticas que claman al cielo su corrección), crea contradicciones y le hace ruido hasta a los grupos locales más concentrados, por caso, la propia Techint que no ha dejado de acompañar y aportar cuadros ejecutivos para la administración de empresas y áreas gubernamentales estratégicas.

Por eso formulamos la hipótesis de que, más allá de las apariencias y no pocas de sus medidas que se presumen desreguladoras y liberadoras, éste es algo más que un Gobierno conservador clásico. 

Sería entonces la cabeza de playa de una fuerza de ocupación (sobre todo en materia cognitiva) que va a terminar de modelar la adaptación de la economía argentina al esquema mundial, y eso explicaría que personalidades como Donald Trump le brinden atención a nuestro pintoresco jefe de Estado aunque la política que él propone para los Estados Unidos sea sustancialmente diferente porque su propósito es reindustrializar la primera potencia del mundo, desafiada fuertemente por China.

El núcleo duro 

Tanto Fontevecchia, como en su momento lo hizo Lanata con su vuelco desde la progresía a la denuncia bienpensante, como una enorme mayoría de voceros y operadores de primer nivel que actúan en los medios y ocupan cargos dirigenciales en las organizaciones representativas, creen en el dios del mercado y no someten esa convicción a la prueba ácida de la realidad histórica, con la fe de los mártires que animaba a los primeros cristianos al comienzo de nuestra era.

El mercado no es ningún dios invisible y por lo tanto no tiene manos, aunque sus cancerberos no trepiden, llegado el caso, en poner orden por la fuerza. Tampoco es un modelo único, porque existen tantos mercados como regiones y países, atravesados por las formas de vida de las diferentes poblaciones a las que, también, se las suele ver como obstáculos para la expansión del comercio mundial y se las remodela para que sus segmentos jerarquizados consuman de acuerdo a sus posibilidades, desde autos hasta zapatillas. 

Hablando de zapatillas, ¿cómo es posible que un modelo de marca muy promocionada a través de los circuitos por los que se difunden los diversos deportes de mayor atracción cueste en la Argentina el doble que un par de magníficos zapatos de cuero de exquisita hechura artesanal que hasta envidia la tradición italiana del calzado? Algo no anda en los precios al consumidor y se riñe con la lógica. Quizás porque los precios no expresan los costos de producción más una “ganancia razonable” sino la posición en el sacrosanto mercado de sus fabricantes. 

Por eso en estos tiempos nada hay hoy menos transparente que el mercado, contra los saberes establecidos a los que queremos ayudar a desenmascarar.

Volviendo al comienzo, tomándolo como una anécdota pero que algo muestra, Fontevecchia les responde a Tenembaum-O’Donnell que para él la economía debe manejarse con criterios de derecha, la política con una visión socialdemócrata y la cultura con mirada progresista. 

No olvidemos que el director de Perfil, en un gesto que lo destaca, se pronunció por el voto a Massa ante el peligro palpable de que ganara Milei, lo que anticipaban desde muchos meses atrás las encuestas más serias de la Argentina.

No había en ello incoherencia alguna: Massa garantizaba la continuidad del enfoque conservador con ropaje populista que administra el Estado con criterios ajustadores nunca confesos mientras se van atendiendo las solicitudes de quienes requieren decisiones favorables para sus negocios. 

Ese núcleo duro es el que hay que desnudar, constituido por convicciones tan sólidas como falsas. La idea de Sturzenegger, tan simple y encantadora, respecto de que desregular es en sí misma la tarea principal del gobernante liberal, no la practica ningún gobierno verdaderamente liberal del mundo. Hay que reconocer, sin embargo, que el verso desregulador es muy exitoso en occidente, esa misma área del mundo a la que Milei quiere liberar de odiosas legislaciones comunistas.

Los chinos por su parte no pierden el tiempo aunque tienen una reconocida paciencia milenaria. Amplían y mejoran la calidad de vida para su población, todavía sometida a restricciones sobre dónde vivir y en qué trabajar, asumen que su demografía presenta problemas de envejecimiento y se lanzan a conquistar el mundo por las nuevas rutas comerciales haciendo el camino inverso de Marco Polo.

Pero por las dudas, en el tránsito, amplían sus fuerzas militares tanto terrestres como marítimas y aéreas. No vaya a ser que los chicos traviesos que suelen intervenir en diversos países cuya lista es inmensa (Irak, Libia, Ucrania, Siria, Líbano y antes Georgia y tantos otros) les organicen conflictos locales que en algún momento escalan a preocupación global y mientras tanto son ámbitos de prueba para las armas que incesantemente innova la industria de la muerte. 

En todos esos escenarios, que son muchísimos más en realidad, operan los mismos mecanismos de guerra híbrida, irrestricta en la medida en que no solo abarca el aspecto militar, y hoy se libra sobre todo en las mentes y los corazones de los pueblos.

En todos los casos, como ocurre con la operación permanente sobre la Argentina (que no es única ni privilegiada ni excluyente), de lo que se trata es de mantener un orden mundial donde los negocios no decaigan nunca, aun cuando haya que fogonearlos con herramientas non sanctas. 

El poder concentrado a escala mundial, que suele entrar en conflicto con las propias poblaciones presuntamente beneficiadas por el progreso, no olvidó leer a Marx y se propuso como prioridad –con enorme éxito– que la tasa en la rentabilidad del capital no decayera nunca. Aunque hay que ayudarla, claro, porque ella solita se lleva muros cada vez más gruesos por delante.

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