Milei ni siquiera entiende qué es el mercado

El consumo y el tamaño del mercado son los verdaderos motores del desarrollo económico global. La perspectiva de los “libertarios a la violeta”, quienes idealizan el predominio del mercado, está sentada en una falsa escuadra. La refutación del Mercosur en nombre del librecambio, por ejemplo, sindica una falta de compromiso con la realidad del proteccionismo mundial exacerbado por Trump. La crisis del gas en Mar del Plata y la paralización de obras públicas en Argentina contradice el discurso oficial sobre la libertad económica y el rol del sector privado. 

La idea de que la lucha de clases es el motor de la historia supone –sin contradicción- una alianza de clases en Argentina para el desarrollo. Se opone a la exacerbación del odio de clases promovida por los libertarios. 

En el capitalismo, a diferencia de otros sistemas, el problema principal es vender en lugar de producir. Por eso se destaca el papel crucial de las cadenas de comercialización y el mercado de consumo masivo, ejemplificado con el éxito de empresas como Amazon y – de cara a Vaca Muerta- la historia del petróleo árabe, donde queda claro que el mercado interno es clave para el desarrollo.

Los más recientes indicios de que los libertarios a la violeta, que encarnan la argamasa del gobierno que encabeza el hermano de la Karina, tienen una aproximación completamente idealizada del predominio del mercado, se observan en el inédito episodio de Mar del Plata, sin suministro de gas en plena ola polar, y en el discurso que el consanguíneo de la rubia pronunció el jueves 3 de junio en el Palacio San Martín, en Buenos Aires, con motivo del cierre de la 66° Cumbre del Mercosur y su despedida como presidente pro tempore del bloque regional, que pasó a manos del presidente de Brasil Luiz Inácio Lula da Silva.

Junto al fervor del gobierno que encabeza el hermano de la Karina por el superávit fiscal, se conjuga la fe en que los privados ocuparían el lugar impropio en obras públicas que estaba ocupando el Estado. La “sabia decisión” fue la de suprimir las obras públicas. En el rubro gas el Gobierno ordenó la paralización y cancelación de algunos proyectos planificados o en marcha. Entre los que cayeron en la volteada se encuentran las plantas de compresión que acompañan a la reversión del Gasoducto Norte, la segunda etapa del ex Gasoducto Néstor Kirchner y la ampliación del Gasoducto de la Costa. Con esa inyección de gas en el sistema que prometían Mar del Plata no se hubiera quedado sin gas y el suministro de GNC no se tendría que haber cortado para industrias y hogares. El mercado ni se enteró de la cita con el gas.

En una economía mundial que anda a las trompadas por el proteccionismo a cara descubierta de Donald Trump, en el discurso de cierre dela Cumbre Mercosur al hermano de la Karina no se le ocurrió mejor idea que la de amenazar con esto: “Emprenderemos el camino de la libertad y lo haremos acompañados o solos”. Es que según su punto de vista: “La barrera que levantamos para protegernos comercialmente terminó excluyéndonos del comercio y de la competencia global y castigando a nuestras poblaciones con peores bienes y servicios a peores precios, lo cual contribuyó a frenar el crecimiento de nuestras economías (…) Necesitamos más comercio, más actividad económica, más inversión y más trabajo. Y por eso necesitamos más libertad también de manera urgente. Nuestra Nación ha decidido dejar atrás décadas de estancamiento y encarar el sendero del progreso”. 

El compromiso con la realidad se ve que no es el fuerte del hermano de la Karina. Y al confrontar lo que del silogismo que manifestó en el discurso (“No puede existir empresa sin mercado y no puede existir trabajador sin empresa”), con la verdad de la milanesa del funcionamiento del capitalismo, si hay algunas dudas, se desipan.

Mistagogos y panjandrums

Los libertarios a la violeta se llenan la boca con el vocablo mercado. Tanto endiosan su funcionamiento como ignoran sus leyes reales. En rigor de verdad, esa conceptualización es muy ideológica y tan escindida y alejada del verdadero funcionamiento de la economía capitalista, que muestra la hilacha de ser una racionalización de la posición de la clase dominante para encumbrarla aún más y evitar que se ponga en duda su poder y el alcance del mismo. 

Karl Marx demostró científicamente que la lucha de clases es el motor de la historia. Es una decisión moral y ética que atañe a los seres humanos elegir en qué bando se posicionan en la disputa entre la minoría que todo lo tienen y la enorme mayoría que es tan pobre que solo tiene –y a Dios gracias que lo tiene- los dos brazos y el cerebro para vender como fuerza de trabajo. 

Para un país como la Argentina, donde el problema clave del desarrollo de las fuerzas productivas, en el mundo tal cual es, no está constituido por los proletarios de las naciones sino por las naciones proletarias versus las burguesas, el interés nacional bien entendido pasa por la alianza de clases. 

¿Es una contradicción en sus términos? De ninguna manera. El estado de naturaleza es una cosa. Lo que se hace frente al estado de naturaleza, es otra. Suele ocurrir mucho más de lo deseable que, a causa de una simplificación inaceptable, se comulgue con el comportamiento dictado por la falsa escuadra de que el estado de naturaleza impide su transformación. Sería como aceptar que la fuerza de gravedad impide volar. Claro que lo impide, si no se recurre a instrumentos que permiten el vuelo.

Si para algunas ópticas muy minoritarias el capitalismo es un infierno, el capitalismo sin plata de los asalariados es el Apocalipsis ahora. Incluso con el frontman de los Doors, el poeta Jim Morrison, entonando como música de fondo: “This is the end/ Beautiful friend/ This is the end/ My only friend, the end” (Este es el final/ Bello amigo/ Este es el final/ Mi único amigo, el final”. “Nada más queda”, redondearía Gustavo Cerati.)

Y para lograr un desarrollo capitalista a marcha forzada, donde no sea un problema comer o pagar la calefacción o la atención médica –como lo es tristemente y en gran forma hoy en la Argentina-, el antagonismo real es contra la pobreza. El propio concepto de “desarrollo capitalista” lo dice. 

El deber de la hora es que el optimismo de la voluntad, guiado por el frío pesimismo de la razón, edifique y consolide esa alianza de clases como fiel expresión política de los intereses de las mayorías nacionales. El pecado libertario de exacerbar el odio de clases, mediante la operación ideológica de endiosar el mercado, dice claramente cuál es el camino de la construcción nacional, del crecimiento económico y la democracia. El verdadero estatuto del mercado así lo confirma.

Dinámica inversa

La «dinámica inversa» del capitalismo viene dada por el consumo y no la producción, como el verdadero impulso del crecimiento económico. Al contrastar con otros sistemas productivos donde es la producción la que impulsa el consumo, se explica el predominio de los mercados de consumo. Los libertarios a la violeta, al atacar ferozmente a los trabajadores argentinos, van contra la dinámica del capitalismo en nombre del “capitalismo”. Gran paradoja, en verdad. 

Todo esto parece bastante absurdo. Admitir que el exceso de consumo improductivo y la baja productividad son factores de desarrollo, amparados por una buena protección comercial -como la que denostó el hermano de la Karina en el Cumbre del Mercosur- es como admitir que la desembocadura de un río determina su fuente. Por cierto, gracias al consumo improductivo y la baja productividad fue como los Estados Unidos a partir de la segunda parte del siglo XIX se fueron convirtiendo en una nación desarrollada. A la postre la más desarrollada del planeta. 

Pero esto es sólo un reflejo de la paradójica realidad objetiva del sistema económico en el que vivimos. Desde hace mucho tiempo se sabe que en el modo de producción capitalista el mundo está patas para arriba, está parado sobre su cabeza. Pero si eso no es una mera metáfora, significa justamente esto: que la desembocadura de un río determina su fuente.

En todos los demás sistemas de producción es al revés. Uno produce primero, según los medios productivos a su disposición; Entonces se consume después de distribuir lo que se ha producido de acuerdo con algún procedimiento de reparto elegido. La tasa de consumo depende del volumen de producción anterior. 

En el sistema de relaciones mercantiles, la dinámica se invierte. Se producen en función de las ventas preestablecidas reales o esperadas. Todas las determinaciones vienen de la desembocadura. En lugar de ser un aumento en la producción el que hace posible el aumento del consumo, es un aumento previo en el consumo el que estimula la producción. La política de los libertarios a la violeta es lo contrario del sexo.

Inversa de la función acumulación-consumo

En una sociedad tribal, la acumulación o inversión (son sinónimos) resultan inversamente proporcionales al consumo improductivo. Esto mantiene el equilibrio, ya que las dos cantidades (consumo versus inversión) son los componentes de una entidad dada, que es el potencial de producción del momento. En una sociedad de libre empresa, la inversión y, en consecuencia, el desarrollo son directamente proporcionales al consumo improductivo, lo que verdaderamente es el mundo parado sobre su cabeza. En todos los demás tipos de sociedad el problema básico es producir; bajo el capitalismo el principal problema es vender. El mito libertario a la violeta es uno muy peligroso.

No está en la fuente, en el sector productor de los medios de producción, en la industria de las máquinas-herramientas y manufacturas de alta tecnología, en el que hoy se encuentran las ramas más dinámicas, a pesar de la tenaz creencia de muchas personas. Es en el otro extremo de la cadena, en las industrias que están lo más cerca posible del consumo más cotidiano que se encuentran los puntos de crecimiento. Para convencerse, basta echar un vistazo a las principales curvas del mercado de valores durante los últimos doce años aproximadamente. 

Ya sea en Nueva York, Londres o París, no son las acciones de las grandes empresas químicas y aún menos las de las industrias metalúrgicas las que están creciendo más rápido, sino las de los productos cosméticos-farmacéuticos, las de las marcas conocidas de alimentos y bebidas, las de los artilugios electrónicos; todos esos pequeños artículos cuyos materiales son un factor insignificante en comparación con su embalaje y presentación, y donde la tecnología no es nada y la publicidad es todo. Y la más grande de todas: Amazon que es una cadena de comercialización. 

Que las otras grandes se llamen tecnológicas no debe confundir que su agosto es el mercado de consumo. Si así no lo fuera Palantir de Peter Thiel sería la reina del mambo y no lo es. De paso cañazo, denunció Robert Reich en The Guardian (30/06/2025) que la empresa comandada por Thiel “representa una grave amenaza para los estadounidenses”. 

Reich, ex secretario de Trabajo de Clinton, informa que “En marzo, Trump firmó una orden ejecutiva (decreto) que exige a todas las agencias y departamentos del gobierno federal compartir datos sobre los estadounidenses. Para lograrlo, Trump eligió a Palantir Technologies (…) Palantir (…). Comercializa una plataforma basada en IA que permite a sus usuarios, entre ellos, militares y fuerzas del orden, analizar datos personales, incluyendo perfiles en redes sociales, información personal y características físicas. Estos se utilizan para identificar y vigilar a las personas”. 

Reich cita a Thiel escribiendo que “La década de 1920 fue la última en la historia estadounidense en la que se podía ser genuinamente optimista en cuanto a la política. Desde 1920, el enorme aumento de beneficiarios de la asistencia social y la extensión del derecho al voto a las mujeres -dos sectores notoriamente difíciles para los libertarios- han convertido la noción de «democracia capitalista» en una contradicción”.Tan podrida tienen sus cabezas tipos como Thiel. No menos sus émulos argentinos, como los libertarios a la violeta. 

Lo cierto es que si consideramos el derrotero de las acciones del sector electrónico un par de décadas atrás, situadas entre las que se denominan “con perspectivas de crecimiento”, se encontraba que no eran las de la electrónica en sentido de fuente, es decir, las de las construcciones de grandes instalaciones eléctricas, las que lideraban el campo, sino que las que avanzaban eran las de las de la desembocadura: transistores, televisores color, etc. Incluso, la producción de computadoras estaba perdiendo terreno. 

Pero, por lo general, al estudiar este último sector se observaba que la lucha de varios años entre varias empresas competidoras –todas corporaciones gigantes-se resuelve siempre a favor y de manera decisiva, no de la empresa más avanzada desde el punto de vista científico y técnico sino de la que estaba más avanzada y mejor equipada que el resto en materia de comercialización.

Había una vez una Vaca Muerta

Lo que sucedió con el gas dispara reflexionar sobre las promesas de prosperidad alrededor de Vaca Muerta. Un poco de historia ajena al respecto. Viene a cuento el caso del petróleo árabe. Particularmente, lo que sucedió antes de que los países productores se reunieran y concertaran dar vuelta la situación por un verdadero golpe de fuerza –el shock del petróleo en los ’70. 

Encontramos que lo que condicionaba su reacción y los obligaba a entregar su petróleo a las corporaciones petroleras y los grandes países occidentales a precios ridículamente bajos no era ni la dominación política (como se pudo ver en las llamadas “crisis del petróleo”, no era muy fuerte), ni la imposibilidad, ni siquiera la dificultad, de tener sus propias refinerías y buques petroleros, sino simplemente la falta de una red de comercialización. 

La ventaja que los países occidentales tenían sobre ellos no era ni el capital, ni conocimientos tecnológicos, ni técnicos capacitados; todos los cuales los árabes tenían, o podían adquirir fácilmente. Lo que no tenían eran, simplemente, estaciones de servicio; es decir, los consumidores.

Y lo mismo se puede observar hoy, cuando se estudia el uso que se hizo de los enormes fondos disponibles para estos países como resultado de los nuevos precios. Los expertos internacionales no llegaban a conciliar los miles de millones de dólares por un lado, y los grandes espacios vacíos con unos cuantos millones de beduinos que los habitaban, por el otro.

Cuando se contabiliza la compra de armamentos, la instalación de varias refinerías y la eventual compra de algunos petroleros gigantes, es decir, los únicos canales de ventas previos existentes (la sed de poder de los príncipes por un lado, las operaciones vinculadas al propio mercado petrolero extranjero, por el otro), se constata que agotaban la capacidad de absorción de estos países, lo que finalmente representaba sólo una pequeña parte de estas enormes sumas. El resto se iba a Suiza y/o Londres lo que agitaba el sistema monetario internacional.

Esto, ciertamente, no se debía a un escenario de dominación política. Es sencillo de arribar a tal convencimiento de momento que se veía a los ministros occidentales corriendo hacia las capitales árabes y juntando orines con la sonrisa puesta en los antesalas de las oficinas de los príncipes. Tampoco se debía a ninguna dificultad relativa a la transferencia de tecnología. Impulsadas por la competencia y actuando separadamente unas de otras, las potencias occidentales les ofrecieron todo tipo de tecnologías y asistencia técnica a precios reducidos. Esto se debía simplemente al hecho puramente económico de que los ingresos internos –remárquese: internos – de estos países era (y son) demasiado bajos y que, por lo tanto, carecían (y carecen) de canales de venta internos previos.

Debido a la escala mínima de su mercado interno quedaron mal parados. Así que algo notable sucede. Siendo demasiado pobres en términos reales para desarrollar sus países a la manera capitalista, están condenados a permanecer subdesarrollados, mientras siguen siendo nominalmente muy ricos en los libros de contabilidad de los bancos y, en bonos, en los diferentes centros financieros extranjeros. Después de haber sido, durante mucho tiempo, demasiado pobres por vender su petróleo a un precio bajo, sucede que cuando finalmente son capaces de enderezar el precio, son demasiado pobres para cobrar realmente este precio.

Este impasse constituye una de las manifestaciones de la contradicción básica del capitalismo entre la producción social y la apropiación privada. Sobre la base de los ingresos de ese entonces de los beduinos, ningún empresario iba a importar nuevos productos a los desiertos árabes o instalar fábricas para fabricarlos. Pero sin nuevos medios de producción los ingresos de los beduinos no pueden ser aumentados.

El drama del sistema capitalista es que sólo puede funcionar tratando estas cantidades como directamente proporcionales entre sí, mientras que esto es objetivamente imposible, ya que son los componentes gemelos de una entidad dada, el ingreso nacional. 

La historia del petróleo de los beduinos sindica bien a las claras qué nos aguarda con el Paraíso minero que prometen los libertarios. Los libertarios a la violeta –la argamasa del gobierno que encabeza el hermano de la Karina- son los que van matar las veces que sean necesaria una Vaca Muerta que no tiene vida para el desarrollo nacional. 

Predominio del mercado 

Éste es el elemento constitutivo del “predominio” del mercado que no se les cae de la boca a los libertarios. Lo definen de forma alienada, extravagante. Propia de una toma de posición en la lucha de clases contraria al interés nacional, que pasa por la integración de clases y sectores en pos del desarrollo. 

No hay que perder de vista que para la época de las “crisis del petróleo” Dinamarca tenía un mercado interno más grande que todos los países árabes del norte de África y Arabia Saudita juntos; que Dinamarca y Suecia tenían en conjunto un mercado interno más amplio que todo el continente africano, salvo Sudáfrica; y si añadimos Noruega, que los tres países escandinavos juntos tenían un mercado mayor que el de todo el continente africano (incluyendo Sudáfrica) y aproximadamente equivalente al de la India; mientras que Alemania y Francia juntas tenían un mercado interno considerablemente más grande que el de todos los países de la Periferia juntos, y los Estados Unidos tres veces más grande que éste.

Ésta es la razón por la que la economía estadounidense dominaba y domina el mundo. Y esto es lo que está representado por nociones vagas como dominación, hegemonía, poder, etcétera. El mercado americano absorbía de cada cosa tanto como todo el resto del mundo capitalista desarrollado y subdesarrollado. Esto es lo que cuenta en un mundo donde son los locales comerciales los que predominan sobre la tecnología.

Esa realidad sigue completamente fuera del radar de la dirigencia que aspira a guiar a su destino de prosperidad a las mayorías nacionales. Sigue muy tomada por el ofertismo y el monetarismo culposo.

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