Cuando APTRA entregó los Martín Fierro 2024 al cine y a las series, en medio de la lucha de los universitarios por financiamiento y aumento de salarios, la película “Puan” de Benjamín Naishtat y María Alché se llevó siete estatuillas, entre ellas, la de Mejor Película. Aquí Naishtat, convertido en uno de los personajes del 21 de octubre, cuenta sus reflexiones a partir de esa noche.
La comedia “Puan” narra la historia de un profesor de Filosofía (Marcelo Subiotto) y de su rivalidad con un colega recién llegado de Europa (Leonardo Sbaraglia). Compiten por la titularidad de una cátedra, vacante tras la muerte del titular. A pesar del tono risueño, la película se convirtió en un símbolo de los tiempos que corren para las universidades nacionales. Así como las universidades, las producciones cinematográficas sufren los ataques de la motosierra. Por eso luego de su discurso de aceptación del premio a Mejor Guión, Naishtat y Alché cedieron sus minutos al decano de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, Ricardo Manetti, quien dijo: “En la UBA, el 60% de los estudiantes forman parte de una primera generación de universitarios. Yo soy también primera generación de universitarios y estoy orgulloso de muchos alumnos y alumnas que hoy están acá recibiendo premios. La universidad no se vende”.
– ¿Qué significado tiene para vos haber situado “Puan” en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, una institución pública que atraviesa una situación crítica respecto del financiamiento?
– El significado es dinámico, se transforma todo el tiempo. La película va empezando a significar nuevas cosas. Hoy tal vez es una especie de pequeño emblema de defensa de un lugar y de un modo de pensar la vida pero cuando la hicimos no era para nada la idea. La realidad se fue configurando tal cual es ahora y la película adquirió otro valor, insospechado en su comienzo. Eso es lo misterioso de la producción de una obra. No sabés bien cómo va a terminar siendo percibida. Nosotros fuimos a todas las universidades que nos invitaron para presentarla y acompañamos la idea de que la película vuelve un poco dentro del sistema de defensa de la universidad que hoy hay que activar.
– En un contexto en el que el cine argentino también se está quedando sin apoyo estatal, ¿cuáles son los efectos que produce en la creación artística y en la posibilidad de contar historias como “Puan”?
– Este año el INCAA estuvo paralizado. Es un año perdido para las pequeñas y medianas producciones de cine en la Argentina que necesitan del INCAA. También han sido meses desperdiciados en lo que hace a su rol como creador del marco para recibir inversiones desde el exterior. No es algo menor. En el caso de “Puan”, fue coproducida internacionalmente en el 85% de su presupuesto. Esto es grave para el cine argentino. Ha bajado muchísimo la producción. Hoy solo hay películas gigantes ciento por ciento producidas por las plataformas, pero que no alcanzan para mantener la industria funcionando. Después hay películas al margen de este sistema, muy independientes que no llegan a circular lo suficiente. De esta forma vamos a tener menos representación en todos los ámbitos internacionales. Se terminará así con uno de los orgullos históricos del cine argentino, el de estar presente desde hace mucho tiempo en todos los festivales más importantes del mundo.
-¿Cómo creés que el arte y la educación pública se nutren mutuamente en el contexto argentino? ¿Cómo puede el cine aportar a la preservación y fortalecimiento de las universidades?
– Creo que hay unas conexiones más o menos explícitas entre el cine y la universidad en la Argentina. La universidad pública es masiva. El cine, por lo menos en sus deseos, también es una disciplina que puede aspirar a lo masivo. Una película la puede ver mucha gente. Creo que son universos complementarios. En la Argentina, vengas de donde vengas, vos podés meterte a estudiar una carrera, que te va a generar curiosidades e intereses, además de la red social que te contenga. La universidad tiene el rol de abrirte la cabeza para entregarte a una existencia un poco más compleja. Y en esa existencia un poco más compleja, seguro vas a tener una curiosidad cultural. Porque, como tenés comer y llenarte la panza, de pronto vas a tener una necesidad también de expansión de tu imaginación, de tu espíritu. Ese alimento lo da la cultura en todas sus variantes: el cine, el teatro que es maravilloso, la buena literatura de este país. La cultura argentina y la universidad son dos herramientas para hacer tu vida un poco mejor, que ser vivida valga un poco más la pena.
-¿Sentís que, como cineasta, tenés una responsabilidad social frente a las crisis social que atraviesa el país? ¿De qué manera intentás reflejar eso en tus películas?
– Sí. Pero ahora está complejo contar historias porque está complejo producir. Creo de todas maneras que ahora y siempre, el cine tiene un rol que jugar en la construcción de un imaginario y ese rol siempre es político. Produce una visión del mundo. Todas las películas, incluso las que jamás se pensarían a sí mismas como políticas, tienen ese componente político que no se puede ignorar. Ahora, los que hacemos cine tenemos el rol de activar, sostener, protagonizar la historia. Hasta donde podamos, pero activarla. No podemos estar al margen de lo que pasa y hacer para evitar ciertas destrucciones. También, mirar hacia las reconstrucciones que permitan la renovación de costas destruidas, que es lo que yo creo que va a hacer falta cuando termine el gobierno de la extrema derecha. De ninguna manera, podemos volver a paradigmas anteriores con personajes anteriores.
Lo cierto es que, en un contexto de igual incertidumbre tanto para las producciones cinematográficas como para la educación pública, Naishtat resalta los símbolos. Según él, de la misma manera que “Puan” pudo ser una forma de discutir sobre la educación pública, el cine argentino en su conjunto puede ser un método de acción.