Toda política busca su autojustificación. Los argumentos del libertarismo (en la práctica conservadores anticuados) son muy pobres y parciales, pero se imponen en el marco de una relación de fuerzas que dispersa al movimiento nacional.
El personaje anda en busca de un autor, así parece la última voltereta de Milei. Luego de una campaña electoral donde prometía eliminar sin contemplaciones todo lo que se identificaba como simbólico de los restos del estado moderno y de bienestar que nuestro país supo tener a medias y, tras un año y medio de gestión con pésimos resultados en materia de empleo y producción, aunque afirmando impertérrito lo contrario, promete ahora actuar con buenos modales, es decir, hacer lo mismo sin insultar a propios y extraños.
El ajuste conservador, perpetuo, que consiste en deprimir los ingresos para “normalizar” la economía, una quimera incumplida e incumplible, encontró sus límites que se expresan en turbulencias incómodas e inesperadas para sus creyentes idealistas.
Ni el superávit es tal (el propio FMI, en nota al pie de su último informe denuncia la contabilidad creativa que consiste en no incluir gastos financieros incurridos por el estado para pagar intereses) ni es cierto que no se emita, porque se hace más que nunca para escándalo de economistas monetaristas otrora afines que ven el mundo a través de esa variable. Emiten justamente para sostener al dispositivo de mayor endeudamiento para respaldar una estabilidad que es precaria y en la que nadie cree, ni ellos mismos.
Se presenta como un éxito el descenso de la inflación que es una medición viciada determinada por el incremento de la deuda social (dañando las jubilaciones y prestaciones subsidiadas del sector pasivo), la baja de los salarios del sector público (con excepción de los cargos más altos) y, entre otras medidas restrictivas, la extinción de la obra pública que, insuficiente y fragmentada como era al menos existía en alguna proporción sin prioridades, todo lo cual configura un combo recesivo que hace caer la demanda y frena los precios que, aun así, crecen no sólo en dólares sino en términos reales.
Una fortísima campaña de agitación tiende a ocultar todo esto y presenta la gestión como un éxito. Y por ahora parece funcionar porque los desheredados no gravitan en la opinión registrada como “pública” (con presunción de “general”) y numerosos sectores medios siguen huyendo del desastre anterior, pensando que “esto es mejor que aquello” cuando en realidad es sólo su continuidad, bandazo mediante.
Por otra parte, salen nuevos escuderos a la palestra, como lo hace un abogado y economista que destaca ser graduado en Harvard, Alberto Ares, presentado como asesor financiero radicado en los EEUU, aparece en La Nación y en videos esforzándose en dar un cierto fundamento conceptual a la política libertaria. Ésta, hasta ahora, se caracterizó por su rutina ajustadora, mil veces fracasada, con el condimento de ser presentado con una fuerte impronta de insultos y agravios que se consideran indispensables para “ir al hueso” de esta revolución retrógrada que pretende consolidar una sociedad desigual en nombre de la libertad. Un contrasentido absoluto pero repetido con convicción religiosa.
Lo curioso, aunque no novedoso, es que todo este desbarajuste se hace en nombre de una cierta institucionalidad porque no es cuestión de regalarle esta coartada a la oposición, la que todavía repta por los caminos de la confusión y el desconcierto, no exenta de parálisis analítica no traumática por la confortable “resistencia” que se ejerce desde los pocos lugares que conserva en la estructura estatal, fundamentalmente bancas legislativas nacionales, y no todos los que allí se acomodan, por cierto.
Sin reparar en que la ausencia de modales es un agravio directo a la institucionalidad, puesto que las instituciones democráticas surgen y se perfeccionan justamente a través del debate, diálogo y acuerdo, se propone que se “respeta la ley” al mismo tiempo que se tensan al máximo las conductas sectarias y la crueldad hacia los débiles. Según algunas encuestas, esto último despierta adhesión en segmentos de la población desclasados o con trabajos basura. Enigma para psicólogos sociales, con el agregado de que incide más en varones jóvenes que en las mujeres de la misma edad. La voz de la cordura tiene rostro de mujer, al parecer.
Que lo anterior era un desastre, no cabe duda para la inmensa mayoría, sobre todo en lo que se refiere al paso por el gobierno de Alberto Fernández. Si vamos más atrás empiezan a mostrarse los alineamientos respectivos, más tibios con Macri o con CFK según las preferencias partidarias, pero lo cierto es que ambos perdieron el favor del electorado y eso no se debió a otra cosa que lo ocurrido durante los respectivos mandatos, largos en el caso del kirchnerismo y breve en el macrismo. El tiempo que llevó a cierta toma de conciencia.
Eran los años de la grieta, donde los protagonistas no se perdonaban nada en el plano público, pero nadie sacaba los pies del plato y el sistema se perpetuaba en condiciones cada vez más difíciles para la mayoría de la población. Lo más grave, por caso, era no asistir a la asunción del nuevo gobernante, casi una inocentada comparando con la catarata de insultos que caracteriza a los groseros, perdón voceros, actuales, ahora al parecer comprometidos con ser menos agresivos. Veremos.
Esto nos lleva a insistir con algo que cada vez más aparece nítido. Aquello de que no se comparten las formas pero se apoya la política de fondo. Forma y fondo tienen un vínculo esencial, no pueden existir una sin la otra, porque un ajuste impiadoso como el actual tiene que hacerse desarmando las resistencias que con toda lógica aparecen cuando en lugar de reformar para mejor las instituciones que se habían desgastado se recurre a la motosierra.
Se enuncia un problema que es real y la solución es liquidar, al menos en los papeles, el organismo que debiera mejorarse. Es verdad que a veces hay que reemplazar estructuras anquilosadas o que han perdido sentido, pero eso ocurre en la menor parte de los casos. No aplica a las universidades ni a los organismos técnicos y cometido específico como INTA o esenciales para abrir puertas al futuro, como el CONICET.
A propósito del CONICET, señalemos que es perverso no abrir convocatorias para las ciencias sociales porque inconfesamente con ello se persigue desalentar estudios que cuestionan, por su propia existencia, la simplificación de los desafíos al conocimiento que supone toda política binaria e inequitativa. Y es además ingenuo, porque supone que las ciencias físico naturales son más neutrales y se ocupan de asuntos menos conflictivos, siendo sustancialmente útiles. Una suma de errores.
La presunta ciencia libertaria no es científica, es sólo un compendio de dogmas inapelables y al mismo tiempo es cambiante y arbitraria, porque responde a las necesidades coyunturales del poder. Nada hay más poco científico que saber la verdad antes de empezar una indagación de la naturaleza o de la sociedad, porque con ello se apagan la luz y libertad necesarias para desentrañar realidades que por definición no son evidentes.
Veamos cinco (hay más) tópicos falaces del libertarismo. La mayoría no son propios ni nuevos, pero se repiten con entusiasmo de creyentes para empobrecimiento del necesario debate.
- El crecimiento se logra con exportaciones.
En primer lugar es un reduccionismo que se utiliza como sinónimo de desarrollo, que es un proceso complejo y abarcador del conjunto social. Y funciona como una especie de mantra (es decir que “puede utilizarse como una herramienta para la autoafirmación y la búsqueda de la paz interior” según la inteligencia artificial de Google) que implica tanto una amputación conceptual, como una simplificación y un error político. Y es al mismo tiempo un ocultamiento de los desafíos principales para alcanzar mejores niveles de vida y cultural para la comunidad nacional, puesto que implica reafirmar y consolidar la sociedad fragmentada que tenemos hoy, con amplios sectores sumergidos.
Cuando se platea en forma excluyente el “modelo exportador” se hace privilegiando determinados sectores sobre otros, quiere decir que se renuncia al despliegue del conjunto de actividades que constituyen una sociedad rica en saberes y dinámica en su creatividad en todas las direcciones. Es un reformismo regresivo que tiene su foco en el pago de las deudas, cuyo incremento es constante, al mismo tiempo que se desentiende de ampliar la ocupación, la producción y el empleo a escala nacional y sus regiones interiores.
Ignorar el mercado interno, base de la integración social, es una visión que achica y primariza la economía argentina. Y desconoce la realidad mundial, caracterizada por la competencia monopólica, donde los países que más exportan en volúmenes y precios son los que tienen economías nacionales más diversificadas y amplias.
Desde el interés de las corporaciones trasnacionales importa mucho promover reformas que especialicen a los países en determinadas ramas y en desmedro de las necesidades de sus poblaciones porque prosperan los negocios globales y las ganancias fluyen sin molestas intervenciones redistribucionistas de los estados nacionales.
- El cepo fiscal y la macro ordenada generan inversiones
Esto ya lo vimos con Macri, que hablaba de una “lluvia de inversiones” apenas volviéramos a la normalidad y el sentido común. No ocurrió porque es una premisa falsa. No vivimos en normalidad, ni el sentido común es compartido, es apenas la expresión de la ideología de cada uno y su ámbito de pertenencia.
Las inversiones crecen cuando hay condiciones favorables de algún tipo, con el requisito de que sean suficientes como para asumir el riesgo de aplicar capital a nuevas actividades productivas. La Argentina se caracteriza por desalentarlas y los regímenes que se diseñan para promoverla no están conectados al conjunto de la economía pues se conciben como nichos de negocios protegidos y no pocas veces diseñados para la exportación con desprecio del mercado interno y el despliegue de cadenas de valor que aumenten progresivamente la actividad económica local.
Es una simplificación costosa la creencia de que no hay inversión (hablamos fundamentalmente de la bruta y fija, que implanta nuevos emprendimientos productivos a lo largo y ancho del territorio) sólo por las trabas burocráticas, que desde luego existen y hay que erradicar. Depende de un abanico de variables: crédito, mano de obra, mercado local e internacional, sistema impositivo, marco cambiario y así sucesivamente.
El Régimen de Incentivos para Grandes Inversiones (RIGI) muestra, por su sola existencia, que esas “grandes” inversiones no ocurren de modo espontáneo. Hasta ahora, parecen más aplicadas a proyectos que por su magnitud quedan fuera de escala para el empresariado local y se registran sobre todo en áreas extractivas, como minería y transporte de gas.
Falta la fijación de prioridades nacionales, en vistas a ampliar la producción total en la Argentina, tanto industrial como agrícola y tecnológica. Sobre todo, ante la evidencia registrada por los censos económicos del achicamiento de la cantidad de empresas y el estancamiento en los volúmenes producidos, más contrastable cuando se compara con el crecimiento de la población.
Las prioridades debieran tener en cuenta de modo especial el efecto multiplicador sobre otras actividades, fortaleciendo las cadenas de valor en el país, para que la acumulación resultante no sea capitalizada en el exterior, como ocurre cuando se promueve la exportación de bienes primarios, sean estos agrícologanaderos o mineros.
- No hay que financiar actividades parásitas
Aquí tenemos un tema muy interesante por la carga ideológica implícita que conlleva una afirmación con la que es difícil expresar desacuerdo. También se dice de “actividades inviables”, cuya determinación suele tener poco rigor a la hora de la demostración numérica.
Con ligereza los voceros libertarios declaran inviables y por lo tanto parásitas actividades que con otro régimen cambiario se vuelven prósperas. Con el dólar aplastado muchísimas ramas industriales de un día para otro se vuelen prósperas. Tal el caso de las textiles en general, hilado, confección y demás. Eso explica también su grado de informalidad porque al cambiar las condiciones aumenta o desaparece muy fluidamente el empleo en esos rubros.
De modo que hay que ser cuidadosos a la hora de determinar qué hay que promover y que hay que reconvertir. Es muy frecuente que quienes opinan desde afuera, con y sin compromiso con intereses concretos a favor y en contra, dispongan alegremente que tal o cual rubro es inviable y hay que dejarlo morir o, con el estilo actual, directamente matarlo.
Para que esta reflexión no sea completamente abstracta habría que pensar en el régimen de promoción que se aplica en Tierra del Fuego. Quienes menos conocen el asunto opinan de modo generalizador con la mayor impunidad. Esto no quiere decir que no constituya un nicho de privilegio que hay que revisar, pero con criterio industrialista no desmantelador, puesto que además de empresarios que se enriquecen hay miles de personas concretas que trabajan allí y es eso o la emigración con el costo social que conlleva.
Al revés de lo que se propone el gobierno, favoreciendo las importaciones para quebrar esos negocios, lo que hay que preguntarse es, a partir de la experiencia adquirida y revisada críticamente que actividades pueden ir sustituyendo el costoso mecanismo actual de ensamblar en lugar de fabricar.
- Los subsidios sociales crean clientelismo y alimentan la ociosidad y pérdida de la cultura del trabajo
El argumento de que los pobres son vagos es viejísimo y tan falso ahora como en el pasado. Si se crean condiciones de labor bien remuneradas sobran siempre los aspirantes al trabajo. No hay una tendencia natural a la vagancia como se nos quiere hacer creer, más bien lo contrario. El subsidio aparece como consecuencia del fracaso de las políticas económicas que producen desocupación masiva y crea situaciones que atentan contra la existencia misma de los seres que legítimamente aspiran a una vida digna mediante su inserción en actividades productivas.
Otra repetición derivada de la anterior e igualmente errada pero no por ello poco extendida, (aunque últimamente sea menos escuchada ante las evidencias), es que en la Argentina es pobre el que quiere, porque sobran oportunidades. Pues no sobran, sino que escasean y eso sí que es irrefutable. Esto explica, entre tantas otras graves consecuencias, incluso humanitarias, que todo el tiempo perdemos mano de obra calificada que ha costado mucho esfuerzo formar.
Pese a la crueldad y el revanchismo contra los pobres que inspira al actual gobierno, expresado en la anulación de numerosas ayudas sociales, no se animaron a eliminar la Asignación Universal por Hijo (AUH) sino que la reforzaron teniendo en cuenta su fuerte impacto en la supervivencia de familias necesitadas y la concurrencia de los chicos a la escuela. Hoy representa 112.9942 pesos por cada hijo menor de 18 años y con ello no se sale de la pobreza pero se evitan las peores consecuencias de la marginalidad social.
- La reforma laboral es imprescindible para lograr productividad y competitividad
No hay duda alguna que a los convenios colectivos de trabajo hay que actualizarlos en forma permanente por los cambios que se van generando en las diversas actividades económicas y la forma en que se desempeñan las tareas de los empleados. Pero otra vez tenemos aquí un ejemplo de la “epistemología negativa” que parece dominar la política argentina y se expresa en actitudes antisindicales que propugnan desmantelar toda la actividad gremial para que baje “el costo laboral” como si esa fuera la única o principal variable a tener en cuenta para la competitividad empresarial. Desamparar al trabajador es una vía criminal.
No hay ejemplos de países prósperos con salarios miserables, salvo en la cabeza de alguien como el presidente del Banco Central que quiere llegar a una “normalidad” como tienen Perú o Paraguay, países hermanos con estructuras sociales muy poco ejemplares, donde se aplican políticas donde pocos ganan mucho y la mayoría sufre o emigra.
Y cerramos con esto: en la ideología libertaria se proponen acciones radicalizadas como aspirando a una cierta “normalidad” que implica privaciones de todo tipo para la mayoría de la población. Respondemos a esa modesta estupidez sugiriéndoles a sus seguidores acríticos que revisen sus presuntas verdades pensando en cuanto mejor haríamos si movilizáramos tanto productiva como solidariamente al conjunto de compatriotas que habitan en este suelo tan bendito como castigado por irresponsables y predadores rapaces.