Un poema de W.H. Auden y un comentario sobre la trascendencia del arte. El asombro que genera su lectura no impide sino más bien obliga a asumir la evidencia sobre la autonomía del arte frente a su coyuntura histórica.
Una causalidad desconocida, con algo de mágico y dudoso, hizo aparecer el libro Poemas de Wystan Hugh Auden (W.H. en la abreviatura de su nombre por el que se lo conoce) traducido por Margarita Ardanaz y publicado por Visor de Poesía, en Madrid, en 1966. Una vez que estuvo a mano, no hubo modo de eludirlo. (Prévert, en cambio, con su célebre Paroles que emergió al mismo tiempo y también en edición bilingüe, sigue cerrado a un costado esperando su momento).
Proceso raro, pero como encendido, y que se abrió por el final quizás guiado por la idea de que en la madurez el poeta inglés nacionalizado norteamericano había dejado atrás todos sus devaneos con la política que lo hicieron mundialmente famoso en la década del treinta y que agotó con su incursión en la Guerra Civil Española con un poema al que luego trató de olvidar: Spain.
Todo lo que se puede decir a modo introductorio sobre Auden está reseñado en la jugosa entrada de la Wikipedia, de modo que no es pertinente repetirlo o refritarlo aquí.
El hallazgo se trata de No habrá paz, que reproducimos más abajo con ruego de lectura reflexiva.
Está clasificado como perteneciente a la etapa de la madurez en la trayectoria del poeta, no tenemos la fecha precisa pero figura en la etapa de la posguerra (1948-1957), en plena etapa de lo que se ha conocido como la sociedad o estado del bienestar (fenómeno acotado al mundo anglosajón y europeo al completarse la reconstrucción del viejo continente y donde las secuelas de la mayor conflagración en la historia mundial y la división del mundo en dos bloques en competencia militar, económica y política se había consolidado ya como coexistencia pacífica obligada por la magnitud y peligrosidad de los arsenales nucleares existentes, capaces de extinguir el enorme proporción la civilización humana en la esfera terrestre). El asombro que genera su lectura no impide sino más bien obliga a asumir la evidencia sobre la autonomía del arte frente a su coyuntura histórica, lo cual no quiere decir que esté fuera de una circunstancia temporal determinada. Ignoramos a qué se refería Auden cuando presenta fuerzas siniestras que no nos dejan de amenazar y que nos identifican como objetivo de su odio. No deja lugar para la indiferencia y mucho menos para la distracción. Lo cierto es que hoy nos habla de realidades bien brutales cuando estamos sometidos a operaciones de instalación de temas e interpretaciones de la realidad que nos condicionan fuertemente la conciencia de los hechos. Aquí va:
NO HABRÁ PAZ
Aunque el tiempo claro y suave
Sonría de nuevo en el condado de tu estima
Y sus colores vuelvan, la tormenta te ha cambiado:
Ya nunca olvidarás,
La oscuridad que borra la esperanza, la tempestad
Profetizando tu caída.
Debes vivir con tu conocimiento.
Detrás, más allá, fuera de ti hay otros,
En ausencias sin luna de las que tú nunca has oído,
Que con seguridad han oído de ti,
Seres de género y número desconocidos:
Y a los que no les gustas.
¿Qué les has hecho a ellos?
¿Nada? Nada no es una respuesta:
Llegarás a creer —¿cómo puedes evitarlo?—
Que tú lo hiciste, que hiciste hacer algo;
Te encontrarás a ti mismo deseando que pudieras hacerlos reír,
Añorarás la amistad con ellos.
No habrá paz.
Responde luchando, entonces, con todo el valor que tienes
Y con cualquier truco poco caballeroso que conozcas,
Libera tu conciencia sobre esto:
Su causa, si tuvieran alguna, no es nada para ellos ahora;
Odian por el hecho de odiar.
W. H. Auden (Traducción de Margarita Ardanaz).