Trump está más rico que nunca y abiertamente quiere hacerse más rico. Los negocios a futuro y la reacción de China a las sanciones.
Este lunes, un grupo de gente muy importante va a pasar mucho, pero mucho frío en las escalinatas del Capitolio. Es la segunda jura de Donald Trump como presidente y los meteorólogos anuncian que va a ser la más fría en cuarenta años, cuando Ronald Reagan y Jimmy Carter tiritaron como héroes. Será un lunes para pegarse a las pantallas y ver si el Donald cumple su promesa de arrancar su Revolución Permanente el primer día. Eso, si no se engripa.
La semana pasada fue tomada por el show de audiencias en el Senado para los aspirantes a ministros, que abundaron en acusaciones, defensas e invocaciones al Señor Altísimo. Fue casi cómico, porque entre más les preguntaban a los candidatos por deslices diversos -acoso sexual, alcoholismo, afición al show de striptease- más aparecía el Señor perdonando… Hubo política, claro, pero ahí todos se pusieron cautos y no dieron detalles.
Lo que sí está quedando claro y en detalle, es que Trump va a hacer negocios jugosos desde la Casa Blanca. Un detalle no muy comentado, es lo bien que le fue al hombre cuando se bajó del sillón: su fortuna creció exponencialmente. Esto abre un tremendo flanco para llegarle al de nuevo presidente, muy sensible a la adulación y a los billetes. Por lo que vale la pena hacer la lista de inversiones -y de flancos- para uso futuro.
En estos cuatro años en el llano, Trump no compró nuevos edificios pero hizo crecer su franchising internacional con contratos en países importantes para la política internacional de EE.UU. En este momento, hay hoteles, clubes de golf y edificios de vivienda que llevan el logo dorado de Trump en Arabia Saudita, los Emiratos, Omán, India, Vietnam, Irlanda, Escocia, Turquía, Corea y Punta del Este.
Ya cuando era presidente, Trump facturó de lo lindo con sus hoteles, especialmente el de Washington DC, que se convirtió en el favorito de las delegaciones extranjeras que querían ser bien recibidas. El mismo gobierno nacional tuvo que ponerle más de una moneda al presidente en sus viajes domésticos, porque el hombre se alojaba en sus propios hoteles y le facturaba las habitaciones de sus acompañantes y custodios, además de la suya propia…
Y no es sólo cosa de facturar estadías, porque varios de los socios de Trump en estos desarrollos internacionales son empresarios poderosos y hasta gobiernos que luego le van a pedir cosas. Un ejemplito: la Trump Tower de Omán es privada, pero la tierra le pertenece al Estado.
Otro currete que ya lo quisiera uno es la nueva criptomoneda Ethereum, inventada por la firma World Liberty Financial. Trump no es dueño de la empresa pero firmó un acuerdo para promoverla, cosa que hace con entusiastas postings en sus redes. La semana pasada, comentó al pasar que no está de acuerdo realmente con regular las cripto, con lo que la Ethereum picó a cien mil dólares la unidad. Trump posteó un “de nada, inversores”.
Estos posteos los hizo en su propia red, Truth Social, manejada por la compañía Trump Media & Technology Group. La empresa todavía no da ganancias, pero se sabe que en el mundo digital eso no es un problema. Es la única firma que el ex y ahora nuevo presidente puso en un fondo fiduciario. Pero el fondo es manejado por sus hijos y el padre ya firmó un contrato de exclusividad descarado: cuando sea presidente, a partir de este lunes, postea primero en Truth Social y sólo después de un rato en X u otras redes. Si querés saber qué hace Trump en tiempo real, ya sabés qué app bajarte.
Lo mismo ocurre con el enorme negocio de merchandising, que explotó a medida que tomaba pique la campaña. La tienda Trump -física en las Trump Towers de Nueva York, digital en cualquier teléfono- vende de remeras a gorras, biblias autografiadas, figuritas electrónicas, libros de fotos del héroe y hasta guitarras eléctricas con la frase MAKE AMERICA GREAT AGAIN pintada en el mástil. Autografiada, la viola cuesta 15.000 dólares.
Pero el mayor negocio a futuro puede ser inmobiliario, el de quedarse con los 2.166.000 kilómetros cuadrados de Groenlandia. El territorio autónomo del Reino de Dinamarca hace rato que le interesa a Trump, que viene hablando de adquirirlo. En términos de ley, no sería un problema porque EE.UU. ya le compró Luisiana y Florida a los españoles, y Alaska a los rusos, en dinero contante y sonante. Tampoco si la toma por la fuerza, que ahí están los estados del medio oeste, tomados a tiros a las Primeras Naciones, la mitad norte de México y una colección de islas de Guam a Puerto Rico. Para algo hay abogados…
El tema es convencer a los daneses, hasta ahora ceñudos. Por eso es llamativo que Trump nomine como embajador en Copenhaguen a Ken Howerg, que ya fue embajador en Suecia en su primer gobierno, es un multimillonario del mundo tech y una de las pocas personas que Elon Musk considera un amigo. Howerg es considerado un hábil negociador y un famoso organizador de fiestas, lo que puede aflojar las caras largas en Dinamarca.
Otra novedad importante es que China rompió su pétreo silencio y tomó varias medidas que se las traen. Por un lado, anunció una investigación a las principales marcas mundiales de microchips, a las que acusó de hacer dumping vendiendo baratos chips de segunda. Esto va directo a las sanciones y controles que ya puso Joe Biden en esa área.
Más sutil pero igualmente peligroso es el caso contra PVH, un gigante minorista que tiene entre otras cosas las marcas Calvin Klein y Tommy Hilfiger. En China, PVH es poderosa en el rubro tiendas de ropa, pero es fundamentalmente una empresa norteamericana. El pecado cometido por la firma fue atender las sanciones a China por el tema de la esclavización de los uyghur, la minoría musulmana que Peking detesta. Las sanciones indican que no se puede comprar o mandar a fabricar nada en la zona de Xinjiang, donde están los “campos de reeducación” de la minoría y las fábricas en las que trabajan.
Pero resulta que sin hacer ruido, China aprobó una ley que hace ilegal obedecer sanciones extranjeras, con lo que PVH tiene un serio problema jurídico, que puede costarle la licencia operativa. Para completar, el gobierno chino anunció que a partir del 24 de enero le pone impuestos especiales a la importación de ciertos plásticos que importa de EE.UU., Europa y Japón.
A la vez, los chinos se mostraron prácticos previendo que a Trump le gusta negociar todo. El lunes no va a estar en Washington el presidente Xi Jinping, invitado especial, pero sí Han Zhung, un figurón poderoso. Habrá qué ver cuánto dura el café que se toman y si esto puede frenar una guerra comercial.