No se trata de criticar las limitaciones de las políticas anteriores para desconocer sus méritos, sino de poner de relieve los aciertos y las insuficiencias con su valor correspondiente para elaborar un programa de mejora integral que vaya más allá de lo transitorio.
Un interesante estudio de opinión publicado por la consultora Zuban Córdoba y Asociados, cuyo director es entrevistado en esta edición de Y Ahora Qué, constata que, hacia noviembre, el 52,7 por ciento de los consultados desaprueba la gestión del Gobierno nacional.
La muestra comprende 1800 casos. En octubre la desaprobación fue mayor, de un 58,2 por ciento. El máximo tras un ascenso continuo desde marzo.
Notablemente, ese resultado convive con la percepción de que las medidas adoptadas por el gobierno de Javier Milei resultan perjudiciales para la población:
- El 48,7 por ciento de los consultados opina que la comunicación presidencial va dirigida a “los mercados y los empresarios”.
- El 56,5 y el 56,8 piensan que disminuyó el acceso a la universidad y la salud públicas, respectivamente.
- El 56,8 por ciento responde que hay menos actividad económica. Cuando se pregunta por los niveles de vida y de ingreso, las respuestas que señalan un empeoramiento ascienden al 61 y al 63,8.
- El 52,6 por ciento dice desconfiar de que Milei mejore la economía del país. El 66,1 niega que su situación económica haya mejorado con el nuevo gobierno, y el 51,1 no cree que el sacrificio hecho valga la pena.
Éstas son las respuestas a las preguntas relacionadas específicamente con la economía. Coinciden con sondeos de otras fuentes, en los cuales se constaba una preocupación creciente entre los participantes sobre sus condiciones de vida. Hay otras que componen el estudio, e indican un desacuerdo predominante con las ideas más contestatarias del Presidente.
Sin embargo, al final se encuentra un dato significativo: el 54,5 por ciento no cree que se avizore una alternativa a este gobierno, frente a un 52,2 de mayo.
Circulo vicioso
A diferencia de lo que postulan las letanías que a veces se utilizan para explicar el ascenso de Javier Milei a la Presidencia, los datos parecen indicar que no hay un corrimiento a la derecha de la sociedad argentina. Se trata, más bien, de un descreimiento de que las fuerzas políticas distintas de La Libertad Avanza tengan algún tipo de propuesta relevante, o la capacidad para ponerlas en práctica.
Y es comprensible, si se tiene en cuenta que, entre los otros grandes actores del arco político, el PRO y una fracción importante del radicalismo devinieron prácticamente en socios a veces descontentos del oficialismo. Por su parte, los referentes de Unión por la Patria lo critican más de lo que se diferencian con propuestas nítidas. Y, al no intentarse profundizar un vínculo fluido con sectores que representen intereses (sindicatos, cámaras empresarias, gobernadores), se pierde la capacidad de movilización que permite organizar una oposición genuina.
No emergen ideas cuya finalidad sea la de alimentar un programa distinto para el país. Al mismo tiempo, esa falta de ideas retroalimenta la debilidad de la acción, porque no se sabe cómo orientarla cuando se presentan oportunidades favorables. Es el círculo vicioso que resulta de pretender conservar las estructuras políticas con los defectos que conformaron el plafón de la crisis del presente.
Más de lo mismo
Evidentemente, la descripta falta de vocación por producir una alternativa penetrante se encuentra en el núcleo de la crisis que atraviesa la dirigencia política, y que el trabajo de campo de Zuban Córdoba exhibe muy bien al poner de relieve que entre los argentinos existe un alto grado de aceptación de un gobierno con el que, en general, no coinciden.
Sin embargo, es pertinente indagar si se trata de un problema relacionado con la coyuntura actual, o es en cambio una manifestación coyuntural de un problema más hondo.
Al fin y al cabo, las dos principales fuerzas alternas al oficialismo, el PRO y Unión por la Patria, son exactamente las mismas que encabezaron la declinación socio-económica experimentada por la población desde 2018.
La falta de ideas responde a una fenomenología más profunda. La superestructura política insiste en mantenerse con las características que la hacen parte de la degradación de la estructura socio-económica, lo que provoca la pérdida de empatía con la población afectada, que cuando opera como electorado, potencial o efectivo, se muestra indiferente. Cuando la oposición se vuelve una variante sin penetración ni cualidades superadoras, nada de lo monstruoso que haga el gobierno la dota de atracción. En todo caso, adquiere la función de una ruta de escape cuando llega el momento del hartazgo.
Hablen de los salarios
Entonces, la pregunta que se introduce es cómo la oposición política puede transformarse en un movimiento de superación. Lo contrario es quedarse como una alternativa que forma parte de una rotación de gobiernos que no modifican sustancialmente las condiciones de funcionamiento de la economía. Se suceden por el agotamiento de las opciones pre-existentes.
El problema remite necesariamente a un análisis crítico sobre las políticas económicas adoptadas en los últimos dos gobiernos, las consecuencias de la que despliega el gobierno actual, y un diagnóstico sobre la economía de carácter general que integre tanto los hechos contingentes como los estructurales.
Es la precondición para revertir la degradación que afecta a la población en el presente y dar paso a un avance de las condiciones de vida en Argentina, necesario para una expansión espiritual de sus habitantes.
Este examen de la economía es un componente nuclear, pero no único, de un movimiento que simultáneamente requiere de posicionamientos políticos para la emergencia de nuevos dirigentes que puedan ser candidatos. También es clave el planteo sobre un tratamiento de condiciones institucionales que permitan dotar al funcionamiento institucional de un equilibrio favorable al progreso de las condiciones socio-económicas.
Conviene notar que las principales definiciones que adopta la oposición en este momento, particularmente en el espacio de Unión por la Patria, eluden el aspecto de cómo fortalecer la economía y la industria y garantizar el aumento de los ingresos de la población, que resultan definitorios de las condiciones críticas actuales.
Hasta ahora, predominó una interpretación simplista. Según ella, en los períodos abarcados por las presidencias de Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner se reanudó un modelo de sustitución de importaciones que conllevó la expansión de ramas en las que se pagan los mejores salarios de la economía. De esa forma se habría llegado a la elevación general de la calidad de vida.
En cierto que las políticas adoptadas en ese período permitieron mejorar la calidad de vida y recomponer los ingresos. Entre 2003 y 2008, el Producto Interno Bruto (PIB) de la Argentina creció en tasas próximas al 9 por ciento anual. En 2006 se superó el PIB por habitante previo a la crisis que se desató entre 1998 y 2001. La población bajo la línea de pobreza descendió del 50 al 20 por ciento entre 2003 y 2015. Y, hasta la crisis de 2008, el poder de compra de los salarios creció persistentemente.
Pero referirse a un fortalecimiento de la estructura industrial es ilusorio. La expansión de la economía mantuvo su dependencia de importaciones de insumos y bienes de capital. Además, entre 2013 y 2015 los déficits del sector energético, la industria automotriz y la actividad en Tierra del Fuego pesaron en los condicionamientos del desempeño económico. Fue en esos años que los saldos comerciales, robustos hasta 2011, se contrajeron, y en 2011 se computó un saldo comercial deficitario (mayor valor de importaciones que de exportaciones).
No se trata de criticar las limitaciones de las políticas anteriores para desconocer sus méritos, sino de poner de relieve los aciertos y las insuficiencias con su valor correspondiente para elaborar un programa de mejora integral que vaya más allá de lo transitorio.
Vale la pena señalar que el gobierno del Frente de Todos no se ocupó de utilizar los medios inmediatos a su alcance para apuntalar la recuperación de los ingresos. Descuidó completamente el impulso a las actividades productivas que hubiesen sido necesarias para realizar una transformación duradera de la economía. Tanto los aspectos del corto como del largo plazo fueron parte de la negligencia que derivó en su fracaso.
En el presente, las mismas personas que antes obraban como autoridades referenciales hacen observaciones sobre la necesidad de mejorar el funcionamiento del Estado y la calidad institucional. Algunas cuestiones son de naturaleza empírica, y por lo tanto plantearlas en forma general carece de sentido. Sería el caso de lo referido a la eficiencia del sector público. Otras, al ponerse en revisión, inmediatamente provocan la pregunta de por qué no se atendieron durante los gobiernos en los que participó el kirchnerismo. También despiertan otro interrogante: cuál es la validez de su planteo si no media ninguna autocrítica. Y eso repercute en el déficit de credibilidad de la oposición para la opinión pública.
Una forma de revertirlo es cambiar el eje discursivo para referirse con mayor fuerza y precisión a los salarios, las cuestiones relacionadas directamente con la economía y la vida de la gente. Es lo que se desprende no sólo de los sondeos de opinión sino también de la recopilación de datos macroeconómicos y estadísticas públicas.