Cuando el aumento general de los precios comenzó a desacelerarse, se registraron avances parciales de los salarios. Vulgarmente, se lo confunde con una recuperación, cuando en realidad se trata de una estabilización en un nivel más bajo que, por caso, el que se observaba antes del cambio de gobierno. Por esta razón, la recesión, por el momento, no es más profunda. Lo cual, como se observa en los hechos, no equivale a revertirla.
Las acciones recientes en la política monetaria del gobierno argentino constituyen una cuestión que debe analizarse con detenimiento, dado que dan cuenta de las dificultades que enfrenta la política económica en general para virar hacia un esquema que permita una expansión sostenida de la actividad económica.
A la vista de los hechos políticos que se suscitaron en estos días, parece ser que la actitud de las autoridades consiste en un desconocimiento pertinaz de este factor que resulta ser crítico, porque define tanto la suerte inmediata de la administración que encabeza la Libertad Avanza como el ahondamiento del estado de enrarecimiento y descontento de la sociedad argentina, producto de su nivel de pobreza cada vez más hondo.
No solamente se trata de un problema del oficialismo en el corto plazo, sino de una dificultad de mediano plazo que recae sobre todo el sistema político, lo cual torna imperativo detenerse a analizar los desenlaces que se precipitan y sus consecuencias.
Recesión por todos lados
Lo primero que contrasta en forma casi desconcertante con las posturas oficiales es la perseverancia de la recesión. Es lo que cabe esperar, dado que algún tipo de estímulo a la demanda es algo frente a lo que este gobierno se muestra completamente hostil. Y la idea de una orientación general de la política económica a recomponerla es inconcebible.
Partiendo de esta característica casi existencial de la administración nacional, haber aseverado la inminencia de una recuperación pronunciada debida al éxito de la política económica, como lo hizo el autoproclamado especialista en modelos de crecimiento con y sin dinero Javier Milei en su cadena nacional del 22 de abril, es una imprudencia propia de quienes no son conscientes de sus limitaciones.
Es el Ministro de Economía Luis Caputo quien insiste en que los datos permiten inferir que la reactivación está pronta a manifestarse. Lo que contradice la lógica, porque si el factor cualitativo de la política económica no se alteró, no tendrían por qué modificarse sus resultados cuantitativos.
Efectivamente, como cabría esperar al mantenerse el apego a la razón, tanto las estadísticas públicas como las privadas corroboran la perseverancia de la recesión en todos sus aspectos:
- Hasta mayo, el Índice de Producción Industrial Manufacturero que publica el INDEC muestra un descenso acumulado contra los primeros cinco meses de 2023 del 15,2%, y una reducción del 14,8% de la producción en comparación con el mismo mes del año anterior. La Utilización de la Capacidad Instalada en la Industria alcanzó un nivel general del 56,8%, cuando en mayo de 2023 llegaba al 67,8%.
- El Estimador Mensual de Actividad Económica mostró un alza en mayo frente a igual mes de 2023, con lo que el descenso acumulado en los cinco primeros meses del año pasó a ser del 2,9%, frente al 4,2% de abril. Pero este ascenso se debe a la diferencia en la actividad agropecuaria, que aumentó un 103% frente al año de la sequía. Si se descuenta este factor, el resto del índice desciende un 5,1%. Que nadie diga que se trata de un principio de recuperación.
- El Informe de Actualidad Industrial difundido por el Centro de Estudios de la Unión Industrial Argentina (CEU) corrobora la disminución de la producción en mayo, con el volumen de despachos de cemento reduciéndose un 27,1%, la producción de autos en un 27,9%, y el patentamiento de maquinaria agrícola en un 22,9% en términos interanuales, según surge de las cámaras empresarias correspondientes.
- Un dato interesante de este último informe es que el Índice de Monitor de Desempeño Industrial, que adelanta la evolución del nivel de actividad en función de las respuestas a una encuesta que realiza el CEU a 1.200 empresas para acompañar este estudio, alcanzó en abril un valor inferior a 50 por octava vez consecutiva. Cuando el índice no supera este número significa que se espera que las empresas contraigan su actividad en los meses siguientes.
- A su vez, la encuesta indica que, de las empresas consultadas para el relevamiento, el 53% redujo su producción frente a igual mes del año anterior, el 60% experimentó caídas en sus ventas, y el 24% redujo su dotación de personal. Este último guarismo es el más alto desde 2021. El 12% de las empresas encuestadas se vio ante dificultades para afrontar pagos por salarios, proveedores, compromisos financieros, tarifas de servicios públicos e impuestos, y la mayor parte considera que en un año empeoraron su situación (58,4%), la de su sector de actividad (77,2%) y la del país (67,2%).
- El Índice de Ventas Minoristas Pymes que publica la Confederación Argentina de la Mediana Empresa (CAME) da cuenta de una caída interanual del 21,9% en junio, medidas a precios constantes. La variación acumulada contra el primer semestre de 2023 es del 17,2%. Los resultados surgen de un relevamiento realizado entre 1.276 comercios. El 57,6% identificó como principal dificultad para su actividad la falta de ventas.
El verdadero alivio
La interrupción de la tendencia descendente del Índice de Precios al Consumidor (IPC), que en junio tuvo una variación mensual del 4,6% frente al 4,2% constatado en mayo, es otro acontecimiento sobre el cual es conveniente reparar. La mayor parte del alza se debe al rubro “Vivienda, agua, electricidad, gas y otros combustibles”, que tuvo un incremento del 14,3%. Es decir, las tarifas de los servicios públicos.
“Alimentos y bebidas no alcohólicas”, que es el de ponderación más alta en el IPC y que suele encabezar los procesos de ascendencia abruptos, tuvo un aumento del 3%. El valor de la Canasta Básica Alimentaria, que se relaciona en tanto mide un concepto similar, mantiene variaciones cada vez menores. En junio fue solamente del 1,6%, frente al 3,7% de mayo. Y la Canasta Básica Total tuvo un alza del 2,6% luego de haberse incrementado un 2,8% en el mes anterior.
La aceleración de junio se debe al aumento de precios específicos, pero se mantiene aquietado el costo de los bienes de subsistencia básicos. Eso permite dimensionar el verdadero alivio de la situación económica. Cuando el aumento general de los precios comenzó a desacelerarse, se registraron avances parciales de los salarios. Vulgarmente, se lo confunde con una recuperación, cuando en realidad se trata de una estabilización en un nivel más bajo que, por caso, el que se observaba antes del cambio de gobierno.
Por esta razón, la recesión, por el momento, no es más profunda. Lo cual, como se observa en los hechos, no equivale a revertirla. Ni quita que en cuanto se propaguen los efectos del desempleo resultante, las propias condiciones económicas alimenten una extensión inercial del proceso.
Fantasías que no son inocuas
Abandonar el terreno recesivo que transita Argentina tiene dos requisitos. La primera es el mencionado impulso a la demanda por medio de la recomposición de los ingresos. La segunda, complemento ineludible de la primera, es modificar las regulaciones cambiarias para adoptar un sistema que permita sostener la acumulación de divisas.
Por la orientación ideológica de este gobierno parece poco realista la mejora en la perspectiva del mercado interno, y la modificación del funcionamiento del mercado cambiario no luce mucho mejor, porque requeriría una devaluación. Y justamente, el gobierno se apoya en la estabilidad cambiaria para evitar que el bajo nivel de actividad económica empeore aún más.
Si este estado de cosas fuese sostenible en el largo plazo, le significaría al gobierno una erosión de su popularidad que posiblemente conduciría a un recambio en las elecciones, y una disminución de su poder político hasta tanto.
Sin embargo, aún una perspectiva tan desalentadora parece optimista. El Banco Central carece de los recursos para mantener la estabilidad cambiaria, y mientras no se disponga a emprender las alteraciones necesarias, se abandona a un duelo con los operadores financieros y el sector agroexportador que no puede ganar, porque para ellos es cuestión de esperar hasta que se agoten los recursos escasos de los que dispone el gobierno, que difícilmente pueda mejorar su posición con las condiciones actuales.
Afrontar el costo político de una nueva devaluación no parece atractivo, sobre todo si se carece de la inventiva para idear una estabilización de la economía que parezca conveniente. El cálculo derrapa hacia una postura vulgar, que niega la necesidad de alterar el curso actual con la ilusión de que controlando el tipo de cambio paralelo y la expansión de la base monetaria es posible anclar las expectativas. De esa forma, nuevas modificaciones en el tipo de cambio oficial, además de dañinas, serían innecesarias.
Haciendo a un lado el hecho de que la base monetaria es incontrolable por su relación endógena con el nivel de precios (más dinero hace falta en la economía cuanto más elevado es el último, y se crea mediante el crédito bancario en sus diversas formas), la verdad es que el tipo de cambio paralelo puede tener una incidencia transitoria en el nivel de precios, por las expectativas y los vaivenes que provoca su movimiento, pero la determinación relevante es la del tipo de cambio oficial, por su peso sobre los insumos importados. Por algo, el IPC muestra alzas más modestas que las del inicio del año.
A sabiendas de esto, es que un control cambiario se instituye con la finalidad de utilizar los dólares disponibles en un contexto crítico para dirigir la utilización de divisas limitadas hacia las importaciones. Intervenir en el mercado del dólar financiero para que disminuyan las cotizaciones de los paralelos es un sinsentido, porque la función del control cambiario es la de evitar tener que intervenir en el mercado cambiario. Y cuando faltan dólares, no es indistinto destinar 1000 millones en un año a importaciones para apuntalar la actividad económica o a detener una especulación que a la larga es irrefrenable. Se puede concluir que las fantasías que orientan el comportamiento oficial no son inocuas.
El acuerdo de la oposición
La pregunta que debería plantearse ante esta desorientación es cómo puede la dirigencia política organizar una salida. Una devaluación nueva es inevitable, en conjunto con el alza de las tasas de interés que determina el Banco Central para alentar la suscripción o compra de activos financieros denominados en pesos, y una compensación de los salarios y las transferencias sociales realizadas desde el sector público.
Lo necesario para llegar a este desenlace no es el endeudamiento externo para “tener dólares”, si no amasar un stock de reservas inicial mediante la contracción económica y la devaluación que, con el cambio inmediato en el control cambiario, permita acumular reservas en el pico del ciclo exportador.
Lo podría haber hecho este gobierno al comenzar el año. En vez de eso, se limitó a provocar el efecto dañino de la devaluación, y desde entonces se muestra remiso al incremento de los salarios, utiliza el Ministerio de Capital Humano para retacear a los sectores más necesitados la asistencia que les corresponde y mantiene una política pertinaz de bajas tasas de interés, a lo que además se añade el hecho de que elimina penalidades a la retención de stocks de granos exportables que posteriormente lesiona a la oferta de divisas.
En un trabajo sobre la sostenibilidad de los planes de estabilización, el economista Rudiger Dornbusch señalaba que “parece haber cierta evidencia de que cuando el desempeño económico se torna desastroso el régimen político vira desde la parálisis hacia un gobierno de unidad nacional que, repentinamente, parece tener la capacidad de realizar una estabilización de la magnitud y la ambición eludida por gobiernos anteriores”.
Si la “magnitud y ambición” del plan consiste en empobrecer aún más a la población argentina, entonces ese gobierno hipotético tenderá a fragmentarse y no perdurará. Pero no se puede dejar de lado que tiene que existir un acuerdo en la dirigencia política para encarar ese plan de estabilización minimizando los costos para la sociedad y asumiendo un rumbo económico inicial relativamente homogéneo.
El diseño de esta agenda tiene que comenzar a figurar entre los planes de la oposición, porque una iniciativa de estas características proveniente de la administración de la Libertad Avanza parece, cuanto menos, difícil de imaginar. Lo ideal sería un acuerdo para alterar las condiciones políticas en favor de ese programa, a falta del cuál será necesario que lo enarbole un sector con posiciones progresistas.
Si nada de esto tiene lugar, el gobierno permanecerá deambulando con sus ilusiones hasta que el contexto macroeconómico empeore, y tanto la población como la dirigencia argentina tendrán que lidiar con los costos de un fracaso que se acumula con los anteriores. Por lo que no hay ninguna buena razón para que la oposición permanezca de brazos cruzados.