La Argentina parece abrazarse con fruición a una “verdad revelada” como única opción de destino en lo universal. En tanto, la Unión Industrial Argentina pide reducción en los impuestos y algunos empresarios industriales están eufóricos con la política económica por la revalorización de sus empresas y pensando posiblemente en venderlas para convertirse en importadores.
La Argentina oscila entre ciclos de “Estado presente” y del más crudo liberalismo con achicamiento del Estado que vuelve a ser “engrandecer la Nación”. El presidente Milei, muchos formadores de opinión y buena parte de los ciudadanos de a pie, según dicen los estudios demoscópicos, han instalado la versión criolla del Fin de la Historia (aquel recordado libro de Francis Fukuyama, que pregonaba como única vía posible de prosperidad la adscripción sin límites a los preceptos del Consenso de Washington, fruto de la caída del comunismo). Fukuyama era en ese momento un intelectual orgánico del Partido Republicano de los Estados Unidos, línea Ronald Reagan. Esta copia vernácula del Fin de la Historia viene a contarnos que el Estado como agente regulador, árbitro o impulsor de determinadas políticas de desarrollo, ya no tiene ningún papel y que lo que acontezca en el futuro es pura iniciativa de los individuos.
Esta idea alcanzó su máxima expresión esta semana que termina, en la que tuvo lugar la 30ª conferencia industrial organizada por la Unión Industrial Argentina. Según trascendidos periodísticos, la Casa Rosada dio la orden de “vaciar el acto industrial” y es un hecho indiscutible que el presidente de la República y su ministro de Economía, el señor Luis Caputo, desistieron del convite de los industriales y mandaron a la conferencia de marras al secretario de Coordinación de la Producción. Es decir, un funcionario de tercera línea en el organigrama del Estado. ¿Ésa es la importancia que le asigna el Gobierno al entramado industrial? Pensemos por un momento en el próximo gobierno que asumirá en los Estados Unidos. ¿Se perdería Donald Trump una conferencia de industriales para bajar línea con su San Benito del American First (América Primero)?
Pero si todavía quedan dudas de qué es lo que piensa filosóficamente el mundo libertario de los industriales, basta con repetir el posteo en la red X que hizo el diputado nacional José Luis Espert, presidente de la Comisión de Presupuesto y Hacienda, y seguro mascarón de proa el año que viene cuando sean las elecciones legislativas por los colores de La Libertad Avanza. El señor Espert ante una demanda de la UIA, en el sentido de bajar impuestos y mejorar la infraestructura antes de abrir la economía, volcó en su perfil de X, ex Twitter, lo siguiente: “Caraduras. Siempre lo mismo. Siempre les falta algo para competir. Pero qué cara de piedra para vendernos cosas caras y de mala calidad durante décadas y décadas de miseria espantosa, les sobra. Váyanse a cagar.” Más allá de lo soez de la terminología tan en boga últimamente, nos preguntamos qué pensarán los fabricantes argentinos de tamaño concepto. Y no es una pregunta baladí. Quien escribe esta columna estuvo en la conferencia industrial conversando con alguno de los presentes y, lejos de encontrar posturas disonantes ante un Presidente de la Nación que los desprecia, detectó adhesiones a la política económica en curso. El responsable de una importante compañía del rubro de la alimentación se manifestaba eufórico porque ahora su empresa se revalorizó en dólares y, ante la pregunta que hice sobre si vendería la empresa, la respuesta fue “es posible”. Esto me recordó a la década del ‘90, cuando el titular de la UIA de entonces vendió su fábrica Terrabusi a la multinacional Nabisco y se puso a importar helados.
Es muy difícil tener recorrido industrial cuando la propia burguesía descree de ello.
Deseos y realidad
Acaba de aparecer una encuesta realizada por el Observatorio Pulsar dependiente de la Universidad de Buenos Aires. El objetivo del estudio era investigar cuáles son las preferencias de los argentinos sobre otros países. La muestra indica que la valoración que tenemos de la Unión Europea y, de España en particular, es de las más altas. El 53% de los compatriotas tiene una imagen buena o muy buena de España como sociedad y es un aspiracional parecerse a ella. Atrás queda USA con 42% de aprobación y curiosamente en tercer lugar aparece China.
España tiene dese 1957, cuando implementó su plan de desarrollo industrial en plena dictadura franquista, una constante interacción entre el Estado inversor en infraestructura y los industriales privados. Recordemos que España recibió de la Unión Europea cinco mil millones de euros anuales a fondo perdido hasta lograr equiparar sus infraestructuras con el resto de sus socios europeos. En la actualidad, su interior rezagado (Andalucía, Extremadura y Castilla-La Mancha) recibe Fondos de Cohesión, bajo un programa oficial de la Unión Europea. Busca invertir en I+D+, sigla que significa Investigación más Desarrollo más Innovación. Además, en la crisis Co-Vid, la Península Ibérica fue sujeto de crédito de fondos europeos por 80.000 millones de euros a fondo perdido.
Si todo eso no es presencia del Estado, por lo menos se le parece bastante. Desde luego, la situación argentina dista de ser homologable al entramado de la Unión Europea y sus países miembros. Pero por lo menos, ya que nos gustaría tanto parecernos según revela este estudio de la UBA, deberíamos tomar nota de lo indispensable que es la cooperación público-privada.
Si tomamos las diez principales economías del mundo, medidas por su PBI, todas tienen una coincidencia, y es que portan una robusta impronta industrial. Es realmente anacrónico militar el anti-industrialismo a las puertas de un mundo que va camino a una profunda guerra comercial.