La tregua en Gaza se sostiene y Trump ordena a la CIA atacar a Maduro, mientras prepara tropas. Rusia se empantana y China se enoja.
Medio millón de personas están caminando por un paisaje de ruinas, algo que no se veía desde la Campaña de Bombardeo Aéreo aliada en la segunda guerra mundial. Antes era Berlín, Hannover o Hamburgo, hoy es la ínfima Franja de Gaza. Que está tan demolida que las fotos parecen en blanco y negro: todo es polvo y hormigón quebrado.
La tregua en el dolido territorio se mantiene, Benjamín Netanyahu, bajo vigilancia trumpiana, liberó a los detenidos palestinos que prometió -muchos evidentemente golpeados y torturados, rengueando y llenos de moretones- y recibió a los cautivos de Hamas que llevaban dos años encadenados bajo tierra. Los ataques israelíes pararon, los tanques se retiraron unos kilómetros.
El brazo militar de los terroristas, las Brigadas Qassam, devolvieron diez cadáveres de secuestrados, pero el miércoles avisaron que no pueden devolver más porque están bajo cientos de toneladas de ruinas y no tienen equipos para excavar. Como esta devolución es parte esencial de la primera etapa del cese el fuego, los terroristas se ocuparon de comunicar que “estamos comprometidos con lo que pactamos y devolvimos a todos los que pudimos”.
No hubo ataques, pero el mismo miércoles el ministro de Defensa Israel Katz anunció que le había ordenado a la IDF preparar un plan “para la derrota total de Hamas” si el grupo no cumple las siguientes etapas, que incluyen entregar las armas.
Difícil que el chancho chifle, diría el paisano, porque la reaparición en público de Hamas fue siniestra. En un video que circuló el jueves, se vio la ejecución de ocho prisioneros palestinos, fusilados en plena calle por milicianos con chaleco antibalas, máscaras y las bandanas verdes de Hamas. Era el comienzo de la campaña para asesinar a cualquiera que potencialmente pueda conformar algo, una organización, un club, una cooperativa, que pueda reemplazar a Hamas al frente de la Franja.
Hamas es una orga, piensa como una orga, actúa como una orga. Quedó diezmada por los israelíes pero se está asegurando de liquidar cualquier oposición interna a futuro.
¿Y Rusia?
Trump le ordenó bastante públicamente a Netanyahu que aceptara su plan de paz y el israelí tuvo que aceptar, porque en buena medida su país es un protectorado norteamericano. El que no recibe órdenes e ignora sugestiones es Vladimir Putin, que tiene un arsenal nuclear y vaya a saber qué kompromat contra el Presidente Naranja. El jueves hablaron largamente por teléfono y la Casa Blanca anunció que “en cosa de dos semanas” se van a ver en Hungría. Y este viernes Volodimir Zelensky fue recibido con banderas y saludos en la oficina oval, para discutir otro posible plan de paz.
Trump está embalado con su Nobel. Ojalá le dure.
El problema acá es que el ucraniano quiere mantener la independencia de su país, algo más crítico que recibir premios. Y Putin no da señal alguna de aflojar, aunque su ofensiva se volvió a empantanar. Ya van tres años de guerra, de realineamientos -Europa remilitarizándose, China acercándose a Rusia, Corea del Norte facturando por tropas y equipos- y una teoría posible es que a nadie termina de convenirle la paz: Rusia ocupada en Ucrania es Rusia incapaz de invadir algo más importante, como un país de la Unión Europea.
Trump, mientras, hace guita vendiéndole y no donándole armas de Kiev, lo que aumenta las benditas exportaciones.
Ahora, Venezuela
Donald Trump anunció a quien quisiera escucharlo que se merece el Nobel de la Paz por lo que hizo en Medio Oriente, y quién sabe se lo den el año que viene. Este año, Oslo se lo dio a la cabeza simbólica de la oposición venezolana y el Presidente Naranja parece haberse inspirado: si el comité del premio está contra Nicolás Maduro, unamos lo útil a lo agradable y ataquemos Venezuela.
Trump usa a Maduro como ejemplo dictatorial, como antes usaba a Hugo Chávez, con el facilismo norteamericano de que cualquiera que se diga socialista es malo por definición. Hasta ahora, se peleaba más con México, por cuestiones comerciales y de inmigración, le untaba el lomo a Javier Milei y se peleaba sin tanta convicción con el Brasil de Lula da Silva. Pero ni siquiera se la tomó con Cuba, que es el default del anticomunismo falluto. Es como si las Américas fueran un patio trasero no muy interesante para su mente distraída.
Pero Venezuela es diferente, para el Hombre de la Oficina Dorada. Primero fueron las lanchas, supuestamente de narcos, que volaron y ya costaron 27 vidas. Ahora, explícita y abiertamente, la instrucción a la CIA de comenzar operaciones en territorio venezolano para desestabilizar al gobierno. La orden incluye tomar “acciones letales”.
Trump había cerrado, a principios de octubre, el diálogo diplomático con Maduro. Era de esperarse, porque el objetivo del “diálogo” era que el presidente venezolano renunciara y se entregara a la justicia norteamericana como un narco confeso. Lo que no cambió es la recompensa de cincuenta millones de dólares al que aporte información accionable probando que Maduro es efectivamente un narco.
Por si no alcanza la CIA, Washington elevó un poco su habitual presencia militar en el Caribe. Ya hay diez mil tropas en Puerto Rico, ocho buques de guerra patrullando y un contingente de Marines practicando desembarcos con vehículos anfibios. Y Venezuela está cómodamente al alcance de la Fuerza Aérea desde sus bases en el sur de EEUU.
Nada de esto es ni remotamente suficiente como para invadir Venezuela, un país armado con equipos rusos modernos. Pero alcanza y sobra para realizar incursiones armadas o bombardeos, como si fuera Irán. El tema es quién va a comandar esta operación, porque el Comando Sur, el que cuida el patio trasero y nos vigila, se quedó sin titular el jueves, cuando anunció su retiro el almirante Alvin Holsey. El almirante es negro, grandote, con cara de pocos amigos y reputadamente un oficial muy serio, que filtró a los amigos que eso de andar volando lanchas no identificadas, tripuladas por civiles acusados por twitter de ser narcos, no es tarea militar.
China se enoja
Allá en el Oriente extremo, se hartaron de la vaguedad de Trump, que un día es amable y el otro agresivo, un día promete sanciones y el otro las descarta. No son sólo los mercados bursátiles los que se espantan: China es una economía planificada y esto de andar a los saltos no es conveniente.
Con lo que esta semana Pekín prohibió la exportación de tierras raras a Estados Unidos, a ver si Trump se enfoca. Evidentemente, los chinos se están cansando de enterarse por los diarios de que el norteamericano de pronto está pensando en aumentarles las tarifas de importación al cien por ciento, a partir de noviembre. No es serio.
China está sancionando compañías norteamericanas y está llegando a niveles sutiles. Por ejemplo, ahora agregó a cinco subsidiarias norteamericanas de una compañía naviera surcoreana, son lo que Seúl quedó pegada. Fue porque Trump, así al pasar, dijo que iba a prohibir las compras de aceites de cocina chinas. El secretario del Tesoro Scott Bessent -que obviamente se ocupa de otras cosas además de nuestro Javiercito- dijo que estudia limitar las actividades de empresas norteamericanas en China, como contramedida.
Todo esto empezó porque el 29 de septiembre el departamento de Comercio norteamericano dijo que iba a expandir la lista de empresas extranjeras que no pueden comprar tecnología de avanzada, incluyendo firmas chinas. Pekín consideraba que estaba en un alto el fuego en la guerra comercial, incluyendo una buena charla por teléfono entre Trump y Xi Jingping apenas días antes del anuncio. La bronca fue evidente.
Crueldades domésticas
Siguen las razzias contra inmigrantes, cada vez más brutas y con ciudadanos arrestados y encarcelados hasta que alguien les alcanza la partida de nacimiento en la prisión. ¿Por qué van presos? Por portación de cara morocha, latina, oriental. La Migra dejó un poco en paz al campo, cuando el lobby agropecuario avisó que si nadie recoge la cosecha los precios van a aumentar, y se mudó a las ciudades. Hay escenas terribles, por ejemplo en supermercados donde entran los agentes, vestidos como para ir a la guerra y enmascarados, y se llevan clientes y empleados.
En Chicago, la tercera mayor ciudad del país y el viejo hogar de Sacco y Vanzetti, los vecinos se organizaron para contraatacar. En los barrios obreros circulan autos listos a tocar y tocar la bocina si ven las camionetas negras de los agentes. Por la calle va y viene gente con silbatos náuticos, de eso ensordecedores, para avisar de las razzias. Donde se bajan los agentes de un vehículo, decenas de vecinos los rodean, les gritan, los filman, los bloquean para que los sin papeles alcancen rajar. Esto es raro en Estados Unidos, casi es solidaridad de clase entre laburantes nacidos y criados, y los que vinieron de afuera.
Pero Trump avanza en estas crueldades. El New York Times consiguió esta semana unos memos que muestran el nuevo plan para cambiar completamente la legislación y la práctica de otorgar estatus de refugiados. Es de un racismo explícito.
El sistema de admisión de refugiados fue creado para darle una mano a gente en situaciones desesperadas o gente que los norteamericanos mismos dejaron en la estacada, como los vietnamitas que trabajaron con ellos durante la guerra. ¿Cómo traerlos? No como inmigrantes, que toma montañas de papeles y una embajada, que ya no existía en Ho Chi Minh City. Se los trajo como refugiados, para que luego se hicieran o no ciudadanos, y la figura se usó para muchísimas nacionalizadas arrasadas por guerras o desastres naturales.
Pero la intención ahora es reservarla para blancos, preferentemente que hablen inglés, como los sudafricanos “perseguidos” que llegaron hace poco, todos Boers. El memo hasta cita a los “perseguidos” en Europa, como los fascistas alemanes de Alternativa por Alemania, que se oponen a las políticas de inmigración. El mismo vicepresidente JD Vance criticó a Berlín por “suprimir” los mensajes del grupo neonazi.
Uno de los memos explica que “el claro avance de la diversidad étnica redujo el nivel de confianza social necesario para el funcionamiento de una polis democrática”, lo que se soluciona admitiendo solamente “refugiados que puedan asimilarse completamente y de modo apropiado, y que compartan los objetivos del presidente”.
Trump suspendió la entrada de refugiados el primerísimo día de su presidencia, y ordenó a sus minions que “estudiaran” si dejarlos entrar beneficiaba o dañaba al país. Esto es, les ordenó darle argumentos contra algo que ya detestaba y tenía decidido. Los memos fueron entregados en abril y en julio, y su aplicación parece inminente.