El Plan Canuto, un paso en la pelea por la provincia de Buenos Aires

La maniobra oficial para conservar ilusiones, fortalecer el núcleo duro libertario y renovar el crédito juvenil que parcialmente jugó con Milei. El objetivo libertario de ganar una elección bonaerense después de cuatro derrotas en 2023. Las (improbables) comparaciones con el territorio porteño. El peso de las ocho secciones electorales. La disputa por la referencia política entre Cristina y Kicillof.

La realidad, que como se sabe es la única verdad según Hegel, Frigerio y Perón, revelará con el tiempo cuántos argentinos de buen pasar meten la mano en el colchón y compran un auto usado con sus dólares. También, claro, pueden viajar al exterior sin usar la tarjeta de crédito, o sea que el Plan Canuto de Caputo quizás devenga abstracto. Lo cierto es que Su Excelencia el Presidente Javier Milei dio el visto bueno para los anuncios después de comerle votantes porteños al PRO y con vistas a seguir con el mismo menú el 7 de septiembre en la provincia de Buenos Aires.

En la programación de las dos alas bonaerenses del mileísmo –el armador Sebastián Pareja de la mano de Karina, el diputado provincial Agustín Romo sostenido por Santiago Caputo– comerse al PRO en cualquiera de sus preparaciones sería el antipasto ideal antes de ganarle al peronismo. O a los peronismos, vaya uno a saber.

Más allá de cuántos dólares se incorporen de verdad al circuito monetario, el Plan Canuto parece orientado a lo siguiente:

*Consolidar el núcleo duro ideológico de La Libertad Avanza.

*Adosarle a ese núcleo duro ideológico una fracción que se convierta en núcleo duro económico.

*El sector a consolidar está más bien ligado al voto joven o adolescente, acomodado o desacomodado.

*El segundo sector es el de la clase media y la clase alta. Esos cinco millones que representan poco más del diez por ciento de la población, vacacionan en el exterior, no dejaron de comer afuera y a veces o siempre, según el lugar en la pirámide de ingresos, ahorran.

*En el camino, estimular la imaginación de los que están más cerca de esos cinco millones y se autoperciben con un futuro mejor del que tienen hoy.

*Al mismo tiempo, mantener los negocios de la crema que está en la punta de esa pirámide y, con intención o sin ella, favorecer el lavado de dinero en todas sus formas. Ya se sabe que no hay cuevas especializadas por rubro. El dinero negro se mezcla y, una vez reciclado, sigue a Lavoisier: nada se pierde, todo se transforma.

Un ultraliberal como Roberto Cachanosky, a quien Su Excelencia cortejó y luego desechó, le dijo al canal de economía de Perfil, que en su interpretación el Gobierno “está recurriendo a que desahorre la gente para que le mueva la economía”. Y aclaró que en realidad no se trata de ahorro sino de atesoramiento, una decisión que no hace circular los dólares. A la vez, aclaró que no hay zanahoria real para usar los dólares y explicó que las medidas no crearán condiciones para el desarrollo: “Lo que tiene que haber acá es un proceso de inversiones, de creación de puestos de trabajo, de mejora del salario real, y ahí la economía se mueve”.

Cachanosky, hasta donde se sabe, no se define como hegeliano. Tampoco hizo como Rogelio Frigerio, que tomó una frase de Hegel sobre la verdad y la realidad para un documento multipartidario. Ni bendijo ese documento como Juan Perón. Es uno de los liberales que Jesús Huerta de Soto, el ídolo de Su Excelencia, condenaría por su cercanía al Maligno.

Para las Fuerzas del Cielo, liquidar a los Cachanosky es parte de su objetivo de polarización extrema contra lo que definen como kirchnerismo. Al revés de Patricia Bullrich en su campaña presidencial, o del propio Mauricio Macri, Su Excelencia se cuida de no criticar abiertamente al peronismo. Ni siquiera menciona la palabra. No dice, como Macri, que todos los males de la Argentina empezaron hace 80 años, es decir el 17 de octubre de 1945, sino hace más de 100, cuando asumió la presidencia el primer populista del siglo XX, el maligno Hipólito Yrigoyen.

Parte de sus votantes en la provincia de Buenos Aires, que tendrá elecciones provinciales para Legislatura y concejos deliberantes el 7 de septiembre, los recogió en 2023 Su Excelencia entre debutantes de 16 y jóvenes de hasta 35. Muchos de ellos, hijos o nietos de votantes peronistas con foto de Eva sobre la heladera.

La extrema derecha argentina confía en que, como en Europa, el voto haya perdido identidad familiar. En parte por las frustraciones generadas por la falta de crecimiento desde hace ya más de diez años, período que incluye una parte del segundo gobierno de CFK, el gobierno de Macri y el período Fernández-Fernández. Pero en parte la ilusión libertaria es un ritmo de aceleración social e inmediatez capaz de licuar toda identidad, toda memoria. Todo ADN electoral.

Es posible que este segundo fenómeno ocurra. El problema es que esa condición cada vez más líquida de las adhesiones políticas también puede afectar ahora a LLA. En primer lugar, porque así son las cosas en estos tiempos aquí y en todo el mundo. Si no que le pregunten a Jair Bolsonaro o al primer Donald Trump, que no fueron reelectos. En segundo lugar, porque los libertarios gobiernan. En tercer lugar, porque una parte cada vez mayor de los votantes pro-Milei de 2023 no llega a fin de mes o cambió de escuela. Y el cambio no es el remanido “saqué a los nenes de la escuela privada y fui a la pública” sino más terrenal: “saqué a los nenes de la escuela pública del centro de Lanús, o de Lomas de Zamora, o de Florencio Varela, y los mando a escuelas también públicas pero de menor nivel porque están más cerca y ya no hay plata para colectivo”.

Hay un cuarto factor que no suele tenerse en cuenta en los análisis sobre la provincia de Buenos Aires. En 2023 la derecha y la ultraderecha perdieron cuatro elecciones: a gobernador (porque ni Néstor Grindetti ni Carolina Píparo alcanzaron a Axel Kicillof), las PASO, la primera vuelta de las generales y el balotaje. En la Provincia no se impuso Javier Milei sino Unión por la Patria con Sergio Massa. El mismo que, según el periodista Pablo Ibáñez, ya le confirmó a CFK que irá como primer candidato a diputado provincial por la primera sección electoral, la que rodea a la CABA por el norte. Cristina, como se presume hasta ahora por boca de la secretaria general del Partido Justicialista y senadora bonaerense, Teresa García, iría de candidata por la Tercera Sección, la que incluye entre otros distritos La Matanza, Lomas, Almirante Brown, Avellaneda, Quilmes y Ensenada.

La inscripción de alianzas cierra el 9 de julio y la inscripción de candidaturas el 19 de julio. Aún no está definido cómo irán el peronismo y sus aliados. ¿En lista única? ¿Alguno por fuera del PJ como Antonio Cafiero hace 20 años o la propia CFK en 2017?

El cristinismo aprovechó estos días para curarse en salud. El argumento es que las elecciones en CABA habrían demostrado que la provincialización no le sirve al peronismo, porque las elecciones son sí o sí nacionales. La propia Teresa García tuiteó un elogio al gobernador de Santiago del Estero, Gerardo Zamora, porque decidió convocar a elecciones provinciales en fecha concurrente con las nacionales, el 26 de octubre. Tuiteros maledicentes aprovecharon para recordarle a la senadora que, por ejemplo, los diputados santiagueños que le responden a Zamora no dieron quorum para el tratamiento de un nuevo régimen jubilatorio. Delicias de la interna.

Ariel Sujarchuk, intendente de Escobar y hombre más cercano a Máximo que a Kicillof, dijo que él “no daría por cerrado el calendario electoral de la Provincia”. ¿Una forma de presionar para que se levante la convocatoria no concurrente?

“Curarse en salud” para el sector más afín a Cristina y a Máximo Kirchner, sendos presidentes del PJ nacional y del PJ bonaerense, tiene un significado doble. Por un lado, machacar con que el desdoblamiento fue sólo una decisión política de Kicillof. Y es verdad, a tal punto que lo resolvió por decreto apelando a sus atribuciones constitucionales. Por otro lado, que si por alguna circunstancia se produce una derrota el 7 de septiembre la culpa habrá sido del gobernador. Parece un argumento de vuelo corto si los principales candidatos llegan a ser, al final, Cristina y Massa.

El kicillofismo dijo en público, a través de declaraciones de Carlos Bianco, ministro de Gobierno, en diálogo con María O’Donnel y luego con Nicolás Lantos, que “políticamente no estamos bien” en la interna. “Habrá que construir esa unidad que hoy no está sucediendo”, agregó. Y dijo que “Cristina en la Tercera Sección es una gran candidata”. También que todos los espacios tienen que estar bien representados.

Ante la consulta de este medio, un dirigente axelista dijo que “el peor escenario es el de 2023, cuando el sector de Máximo armó las listas provinciales sin considerar el peso político de Kicillof, porque no lo veían más allá de la gestión”.

Sea cual sea la postura de cada sector, no parece realista asimilar la situación política y electoral en la provincia de Buenos Aires con la de la ciudad de Buenos Aires.

El 7 de septiembre habrá votación en ocho secciones electorales, no en una sola como en CABA. Eso quiere decir que habrá ocho cabezas de lista para las postulaciones a la Cámara de Diputados, más cabezas de lista en las secciones donde se renueven senadores, más cabezas de lista en cada concejo deliberante de los 135 distritos.

Es un mito que las elecciones las ganen los intendentes de manera exclusiva. Y también es irreal que no traccionen. Más aún cuando las relaciones entre consejos deliberantes y jefes municipales están siempre al borde de un sistema parlamentario con voto de desconfianza, en una visión elegante, o cerca del abismo del golpe institucional si se pierde la mayoría en el concejo, en una visión más pedestre.

Otro punto de comparación con las elecciones de CABA es la supuesta provincialización o nacionalización de las campañas.

La realidad es que las elecciones bonaerenses nunca fueron sólo provinciales. Siempre hubo un mix con el componente nacional. Especialmente en el Gran Buenos Aires. Sea cual sea la opinión sobre el desdoblamiento decretado por Kicillof, favorable o desfavorable, los argumentos del gobernador nunca apuntaron a una ilusoria provincialización. Pero al mismo tiempo los funcionarios y los dirigentes que los apoyan en el territorio están convencidos de que las políticas públicas provinciales, contracíclicas respecto del huracán desatado por Su Excelencia, son defendibles en elecciones. Más todavía: el gobernador acostumbra presentarse, a veces con más fuerza discursiva sintética y otras con menos, como el polo opuesto a Su Excelencia.

En el fondo, naturalmente, está la lucha política por quién será, de aquí a 2027, no el candidato o la candidata a la Presidencia por el peronismo y aliados sino la referencia peronista principal en la Provincia. Si Kicillof o Cristina. Las jefaturas, sobre todo cuando por el peso electoral bonaerense tienen alcance nacional, se disputan. Es natural. Se ganan o se pierden. Política pura. ¿Acaso está mal? ¿O sólo puede hacer política Su Excelencia?

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