Mientras el mundo entero está atento al viaje de Pietro Parolin en la montaña rusa de los papables y los tapados le hacen cuernitos, el Gobierno de Su Excelencia agregó un tercer país a su alineamiento automático. Según avisó el Presidente Javier Milei de entrada, el alineamiento sería con los Estados Unidos e Israel. Pero sin declaración oficial acaba de sumarse un tercero: nada menos que el Reino Unido. Y nada menos que de la mano de la ministra de Seguridad Nacional, Patricia Bullrich.
Bullrich visitó Londres y se reunió allí con la ministra de Interior, Yvette Cooper, y con el ministro de Seguridad Dan Jarvis. Así lo informó su propio ministerio el martes 28 de abril.
El título del comunicado de prensa es tan rimbombante como contradictorio: “Acuerdos sobre la lucha contra la Ciberseguridad y contra el Crimen Organizado en la renovación del Memorándum de Entendimiento entre el Ministerio de Seguridad Nacional de Argentina y el Reino Unido”.
La parte contradictoria es evidente. Los países no suelen combatir la ciberseguridad sino los ciberataques que provocan. Es decir, la ciberinseguridad.
El punto es que, aunque el consenso democrático argentino indica que la recuperación efectiva de la soberanía sobre las Malvinas debe hacerse sólo por medios diplomáticos, la diplomacia no excluye fijar cuáles son las hipótesis de conflicto del país. Adivinanza: ¿qué Estado está fortaleciendo su presencia militar en el Atlántico Sur? ¿Qué Estado lo está haciendo en territorio usurpado a la Argentina?
Chile no es hipótesis de conflicto. Tampoco lo son Bolivia, Paraguay y Brasil. Pero sí el Reino Unido. Una ocupación es más que una amenaza potencial: es su concreción, dotada además de continuidad en el tiempo.
Una Argentina ciberinsegura
Los ciberataques, o los escenarios de ciberconflictos, no son sólo un tema de ciencia ficción o el núcleo dramático de una miniserie. Incluso Su Excelencia recurrió a la ciberseguridad en su momento para explicar por qué necesitaba fondos extraordinarios por unos cien millones de dólares para la Secretaría de Inteligencia de Estado.
Un acuerdo de colaboración en materia de ciberseguridad entre países implica intercambio de tecnología e información clasificada.
Si el acuerdo es con el Reino Unido, se explica por qué el título del comunicado oficial habla de la “lucha contra la Ciberseguridad”: después de cada intercambio la Argentina será cada vez más ciberinsegura frente al Reino Unido. Un sincericidio.
Una llamada de atención: la agenda de la ministra incluyó conversaciones sobre el régimen penal juvenil. Una obsesión de Su Excelencia y equipo es bajar la punibilidad de los actuales 16 años hacia una edad más temprana.
Otro de los contactos fue con Jonathan Powell, un peso pesado del laborismo que hoy es el consejero de seguridad nacional del primer ministro Keir Starmer y fue el jefe de gabinete de Tony Blair durante los años de gobierno del New Labour.
Para tener una idea de su dimensión, últimamente participó de las reuniones para llegar a un arreglo entre Ucrania y Rusia y en 1997 fue uno de los negociadores para la devolución de la soberanía sobre Hong Kong de Gran Bretaña a China. También jugó un papel clave en el Acuerdo del Viernes Santo, base del fin de la violencia en Irlanda del Norte. Powell protagonizó un hecho más reciente: la devolución de las islas Chagos a Mauricio, promesa mediante de permanencia allí de la base norteamericana.
Nadie sensato puede esperar que, a cambio del ciberintercambio con los británicos, Starmer anunciará el reinicio de tratativas entre la Argentina y el Reino Unido tal cual lo estipulan las Naciones Unidas desde 1965. En cambio era lógico suponer que la palabra “Malvinas” aparecería en algún párrafo del cibercomunicado. Nada de eso. Evidentemente la línea del Gobierno es la de Su Excelencia, quien ya se manifestó convencido de que los isleños querrán obtener el pasaporte argentino cuando la Argentina sea una potencia. Un modo de reconocer, de facto, el derecho a la autodeterminación que no corresponde a la Cuestión Malvinas, porque se trata de una situación colonial.
Malvinas, afuera
Tampoco figura en el comunicado del Ministerio de Seguridad Nacional ninguna mención al último recambio de tropas en las Malvinas. Por primera vez desde el conflicto bélico el Reino Unido desplegó una unidad de los Regimientos Reales de Fusileros Gurkas, los guerreros de elite de origen nepalí que combatieron en Malvinas en 1982 y fueron parte de los pelotones ingleses en Irak y Afganistán.
Los antecedentes son significativos. En 1814 el principado de Gorkha fue derrotado por los invasores ingleses, y a partir de entonces los gurkas sirvieron a la Compañía Británica de las Indias Orientales, el instrumento de la colonización.
El Comando Sur
La visita de la ministra de Seguridad Nacional a Londres fue simultánea con la llegada a la Argentina del jefe del Comando Sur de las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos, el almirante Alvin Holsey.
El Comando Sur es la herramienta para intervenir en los asuntos militares de lo que en el vocabulario de Washington se llama Hemisferio Occidental, o sea América latina.
Su página oficial informa que el Comando Sur “incrementará la cooperación y el intercambio de información con aliados y socios para comprender y neutralizar las amenazas de las organizaciones del crimen transnacional, las organizaciones extremistas violentas y los actores estatales malignos de la región y de fuera de la región”. Luego precisa nombres y temas: “República Popular China, Rusia, Irán, organizaciones del crimen transnacional, organizaciones extremistas violentas, ciberespacio, malestar social, migración y desastres naturales”.
Antes de llegar a Buenos Aires, el 1° de abril último el almirante Holsey testificó delante de la Comisión de Fuerzas Armadas de la cámara baja de su país.
“Durante la última década, los Estados Unidos se concentraron predominantemente en la zona Indo-Pacífica, mientras que China utilizó un enfoque global”, dijo Holsey. Y definió a América latina y el Caribe como “una región ubicada en la línea del frente de una decisiva y urgente definición del futuro de nuestro mundo”.
Para que quede más claro: “Mientras los Estados Unidos miran hacia el Lejano Oriente, China se orienta a tierras fértiles de nuestro sur. La región es el hogar de recursos naturales abundantes, incluyendo el 20 por ciento de las reservas de petróleo del mundo, el 25 por ciento de los metales estratégicos, el 30 por ciento de los bosques, el 31 por ciento de las áreas de pesca y el 32 por ciento de los recursos de agua potable y renovable”. Más aún: “La mitad de las reservas mundiales de litio están en la Argentina, Bolivia y Chile”.
En cuanto a Rusia, “sus actividades malignas en el Hemisferio Occidental tienen consecuencias sobre la seguridad global”, porque desafían el liderazgo y la influencia de los Estados Unidos. Otra actividad rusa sería, según Holsey, “la ciberpenetración paraestatal”, que habría llegado a límites más profundos de los imaginados.
Luego están los carteles de la droga, con una creciente especialización en el fentanilo. Y figura, naturalmente, la “inmigración ilegal”, que Holsey no sólo atribuye al crimen organizado sino también “a la falta de comida, el deseo de la reunificación familiar y condiciones socieconómicas de pobreza”.
Disgusto militar
Una de las formas de cooperación mencionadas por el jefe del Comando Sur se da a través del Cuerpo de Ingenieros del Ejército de los Estados Unidos. Es el mismo que empezó a operar en la Hidrovía con permiso de Su Excelencia y sin permiso, ni siquiera solicitado, del Congreso argentino.
Su Excelencia recibió a Holsey en la Casa Rosada, y el almirante fue hasta la base que la Armada construye en Ushuaia tal cual lo había hecho su antecesora en el cargo, la generala Laura Richardson.
Según trascendidos que circularon extraoficialmente en las comisiones de Defensa de ambas cámaras, los militares argentinos no están nada entusiasmados con el monitoreo norteamericano. También están disgustados con la Operación Roca que montó el ministro de Defensa Luis Petri en el noroeste. El martes 6 de mayo es el día indicado para que lleguen a Tartagal efectivos del Ejército con el supuesto propósito de servir de apoyo en el combate contra el narcotráfico.
El disgusto militar tiene raíces históricas nacionales: después de la experiencia de la dictadura, peronistas y radicales edificar una estructura jurídica sólida con las leyes de Seguridad Interior y de Defensa nacional, que establecen campos tan nítidamente separados de incumbencia como ocurre al interior de los Estados Unidos, donde las fuerzas armadas no cumplen ninguna función doméstica.
El ejemplo a no imitar es el de México, que con el presidente Felipe Calderón involucró a los militares en la lucha contra el narco y sólo obtuvo más violencia, más muertes y desapariciones y la penetración del crimen organizado en las estructuras castrenses.
Ajeno a los antecedentes nacionales y regionales, Petri luce tan feliz como el gobernador de Salta, Gustavo Sáenz, que declaró estar conforme con el amparo legal de un decreto, el 1112 de 2024, emitido con la firma de Su Excelencia y de Petri. Ese decreto critica otro, el 727 de 2006, emitido por el Presidente Néstor Kirchner, porque “limita el accionar de las Fuerzas Armadas a las agresiones de origen externo que provengan solamente del uso de la fuerza armada de un estado extranjero en contra del país”. El 727 tuvo, según el 1112, “un sesgo ideológico contrario a la defensa de los intereses vitales de la República Argentina”. La secuencia lógica de Milei y Petri es que las agresiones no provienen sólo de Estados sino de bandas, y que además esas agresiones pueden darse “en el ámbito aeroespacial, ciberespacial y electromagnético, las que deberán ser enfrentadas por las Fuerzas Armadas”. Por eso, el decreto 1112 considera formalmente agresiones las que puedan provenir no sólo de Fuerzas Armadas extranjeras sino también de “organismos paraestatales extranjeros, de organizaciones terroristas u otras organizaciones transnacionales”, que así pasan a ser objeto de la atención de las Fuerzas Armadas argentinas.
Su Excelencia no sólo agrede. Intenta construir, paso a paso, una Argentina posdemocrática.
