El peronismo, aún con el lastre de sus errores históricos contemporáneos, la ineficacia de algunos gobiernos, los egos fracturados de su dirigencia, la deriva conurbanista que debilita su esencia como Movimiento Nacional y la falta de un liderazgo unificado y sólido, sigue siendo, hoy, el único espacio político con la capacidad orgánica, la raigambre doctrinaria y la fuerza necesaria para articular una oposición coherente frente al proyecto libertario/ultra liberal de Milei. Dice Nemirovsci, el primer presidente del bloque de diputados oficialistas en tiempos de Néstor Kirchner: “Somos lo que somos, y no podemos inventarnos mayorías antes de ser genuinos representantes de ese valor cuantitativo”. Y pide evitar que “el debate, equivocadamente, se centre en buscar “quien tiene mas lealtad” a tal o cual nombre propio o asignar infalibilidades (ahora cuando ni el Papa goza de estas condiciones) a dirigentes importantes”.
Con todas sus imperfecciones, pero tambien con sus virtudes (que posee y bastantes) el peronismo encarna la alternativa viable para quienes defienden un proyecto de país inclusivo, en contraposición al ajuste salvaje y el intento de restauración conservadora.
Para decirlo en términos poéticos, el peronismo debe encarnar la trinchera invisible de los humildes, pero no solo en ese espacio vulnerado debe explorar su mejora de representación, sino encarnar la voz de las demandas de sectores medios que se van empobreciendo y de quienes fuera del marco de la economía tienen contradicciones con el gobierno mileista en virtud de no compartir su antirepubicanismo, sus vulgaridades y su violencia institucional.
Claro, que eso no se garantiza con discursos llenos de nada ni gritos destemplados ni mucho menos con dirigencias gastadas y, en algunos casos, en claro funcionalismo al gobierno nacional. Hay que recomponer la vinculación entre una doctrina que es casi un programa emancipador de gobierno, la fuerza histórica de una tradición política y la necesaria actualización en clave de modernidad del discurso y de garantía ética de conductas.
Existen, raíces firmes en el subsuelo de nuestro pais que solo precisan el riego de nuevas aguas, para volver a darle valor a la defensa de la justicia social, la independencia económica y la soberanía política. Esta triada ideológica no es vieja, aunque podríamos decir con cierto humor “lo viejo funciona Juan”, por el contrario, posee la vigencia de una actualidad que precisa la concreción de eso tres objetivos.
El peronismo, en su rol de oposición al gobierno de Javier Milei, reivindica su capacidad para defender los derechos sociales, el empleo y la justicia distributiva frente a un modelo neoliberal que profundiza las desigualdades.
Su tradición política, basada en el diálogo entre sectores populares, sindicales y empresariales, lo posiciona como un contrapeso necesario ante la desregulación extrema y el ajuste fiscal que afecta a las mayorías.
La experiencia peronista en la gestión pública garantiza una alternativa programática viable, orientada a proteger el mercado interno y la industria nacional, en contraste con la apertura económica indiscriminada. Esto como punto de partida para generar nuevas formas de inclusión en la economía y el comercio global y en el mercado de la América cercana. Hoy no se resuelve la macro, apuntando a la micro, solo con crecimiento en función del producido nacional, pero se hace improbable cualquier desarrollo con la destrucción de empresas argentinas, Pymes y comercio minorista. Defender este espacio de la economía real y avanzar sobre el modelo productivo del siglo 21 que es el digital, la tecnología de punta y la investigación científica vinculada a las posiciones industriales. Las llamadas startups (empresas emergentes, que buscan crecer rápidamente, generalmente con el uso de tecnología y con un modelo de negocio escalable) no tienen por qué ser patrimonio exclusivo de California o Sillicon Valley y ni siquiera de nuestra CABA, en cualquier lugar del interior, hay que apostar a la estimulación desde la escuela y los gobiernos provinciales a la creación de incubadoras tecnológicas y al financiamiento de proyectos sostenidos en el universo digital. Este no es un trabajo de economía sino desde una mirada política, por lo que solo tiene aproximaciones a lo que debe ser un programa sostenido de crecimiento, desarrollo, distribución y acumulación de recursos públicos.
Los valores del modelo institucional peronista tienen más importancia como precepto de doctrina y solidez ideológica que por lo que puede haber sido un cúmulo de falencias o gestiones fallidas en gobiernos propios.
Al articular demandas sociales históricas —como pensiones dignas, salarios justos y acceso a la salud—, el peronismo encarna una resistencia organizada frente a un proyecto político que desmantela el Estado de bienestar. Aclaramos que hoy sería imposible repetir las formas que adquirió en la mitad del siglo pasado, en Argentina, el Estado de bienestar. No existen las condiciones infraestructurales que permitan modelar institucionalmente similitudes con lo que había en esos tiempos. Ni los grandes establecimientos fabriles, sobre todo alimentarios y textiles con su marea humana de trabajadores formales y bien pago ni las condiciones políticas que lo hicieron posible. Pero eso no significa que abonemos el relato liberal sobre la imposibilidad permanente de que se construya, en cualquier lugar del mundo, un sistema de convivencia comunitaria que recoja las mejores experiencias de los Estados de bienestar. No debemos renunciar a ese objetivo. La “cancelación” erudita, académica y política de esta forma de gobierno, corre por cuenta de amanuenses intelectuales de las fortunas globales, en general reaccionarias y conservadoras.
La todavía masividad de pertenencia del peronismo, debe demostrar que, más allá de críticas internas, sigue siendo la fuerza política mejor estructurada para ofrecer una alternativa de gobierno frente a la hegemonía libertaria. Y esto no impide reconocer que hoy es necesario, evitar la fragmentación que debilita nuestra capacidad de enfrentar a Milei, desde una fuerza cohesionada.
Los nuevos liderazgos, es cierto que no se imponen desde la formalidad, pero si pueden existir mecanismo internos partidarios y resortes de institucionalidad que ayuden a impulsarlos. Las legitimaciones de conducciones partidarias, la selección de candidaturas mediante participación masiva, la incorporación al discurso de los temas que hacen un mejor diálogo con las juventudes, son necesarias aperturas a la búsqueda de renovación y superación del desgaste político.
Nos agrade o no, hay una historia y existe una consolidación social y cultural negativa, que afecta nombres propios de nuestro espacio y provocan rechazo en sectores necesarios para la suma en la lucha contra el libertarismo, la realidad es que limita la capacidad de sumar ante la derecha.
Los nuevos desafíos: ambiente, género, IA, mundo cuántico, desempleo, sustitución robótica de tareas laborales, ubicación en el mundo no pueden responderse desde épicas del pasado, requieren la frescura de nuevas, útiles y cumplibles propuestas.
Es cierto que el peronismo puede ser la oposición más fuerte a Milei, pero sin unidad y renovación no cumplirá bien ese mandato. La responsabilidad es colectiva. Y como tal deben abrirse canales de participación hacia las periferias, tanto geográficas como sociales. El centralismo asfixiante que ejerce el gobierno sobre las provincias, tiene tambien un correlato en el peronismo donde la prioridad casi en exclusiva sobre el conurbano bonaerense, hace perder de vista a cientos de excelentes dirigentes del interior y sobre todo el sentir mismo de ser un Movimiento Nacional.
Las etapas deben ser consideradas en su real dimensión y no hay que comerse el postre antes que la cena. Hoy el tiempo marca la necesidad de una estructuración cierta y seria de un frente político, cultural, social y electoral en clave anti libertario.
Debemos ser impulsares de un bloque cohesionado que manteniendo y no negando sus diferencias prioricen la defensa de los pactos democráticos de la sociedad, frente a un proyecto claramente regresivo como es el de Milei/Caputo/Sturzenegger.
La defensa del momento democrático no deber excluir en ese programa mínimo de acción y coincidencias el valor de la justicia social, el respeto a los derechos humanos y la integración de las demandas de los movimientos sociales y de los sindicatos. Cuya existencia, más allá de circunstanciales conducciones políticas es un dato de absoluta necesariedad.
Tenemos hoy que darle importancia a esos conceptos, que enmarcan el uso de la lengua, como son lo diacrónico y lo sincrónico y otorgarles categoría política.
Tenemos una sincronía que puede mostrar diferencias, pero tenemos una diacronía que habla de las coincidencias históricas, y esto debe valer tanto para adentro del peronismo como para el afuera. Y nosotros, somos quienes debemos saber a qué le otorgamos mayor importancia.
La batalle debe reconocer tres terrenos en donde ejerzamos fuerza y presencia.
La batalla cultural, que tanto le gusta a Milei y se siente un cruzado de la misma. Ahí debemos concurrir, a discutir esa hegemonía cultural provisoria que hoy les otorga cierta ponderación social y disputar el sentido común neoliberal con otra narrativa que muestra mejores soluciones y que desmonte el relato libertario rescatando la memoria de luchas populares y de verdaderas épicas compartidas por millones.
Y, por supuesto, utilizar las herramientas que hoy definen parte de la política. Con tiza y con carbón solo terminaremos con las manos manchadas, pero si hay que hacerlo, pues nos ensuciaremos los dedos, pero sin dejar de tomar como principal lo que es la comunicación contrahegemónica que no es el título de algun manual de auto ayuda política, sino es algo concreto y pasa por desarrollar una red de medios alternativos y redes sociales que expongan los costos sociales del ajuste, combinando pedagogía política y viralización de contenidos. Y para esto, hay que enseñar y aprender. A cualquier edad. La tecnología no es para los jóvenes solamente, es un instrumento de socialización común. Y hoy es una herramienta para disputar poder simbólico.
La movilización social, que debe impulsar en marcos de paz y sin violencia la presencia de millones de argentinos en todo el pais reclamando por lo que les falta: remedios, comida, trabajo, respeto, educación, viviendas. Esto requiere de una buena organización territorial, hoy desaparecida “mágicamente” desde el momento en que algunas organizaciones sociales dejaron de manejar fondos públicos. Pero tambien en este terreno se precisa de sindicato fuertes y de presencias barriales del común de la gente. Los cuatro de copas, que en el peronismo son millones y no quieren seguir dependiendo de los nombres propios más famosos.
La importancia de esta etapa requiere que el peronismo autoevalúe sus límites y fije sus posibilidades e intente rearmarse como herramienta de transformación. Ayer éramos los disruptivos y el alojamiento masivo de juventudes, rebeldías y luchas emocionantes y hoy somos parte de cierto conservadorismo político.
Y el tercer lugar del combate político es el campo electoral donde en octubre debemos enviar al Congreso, más senadores y diputados que Milei y sus aliados.
No hay una elección general unificada. No se ilusione nadie con supuestas “madres de las batallas” ni con que los millones de votos obtenidos en Bs.As. definen la elección. Se juegan 24 senadurías fuera de Bs As y casi cien diputados en los 23 distritos que no son el territorio bonaerense.
Entonces, cada provincia, cada peronismo local debe hacer su aporte intentando ganar la elección que le corresponde.
El malogro, la frustación de muchos años, incluidos gobiernos peronistas, buscaron salida en una experiencia desconocida pero atractiva en sus formas y disruptiva en los estilos clásicos.
Esa acumulación de malestares, trajo a Milei. Pero hoy Milei no es ese relato afortunado que le hizo ganar la elección. Hoy es desempleo, crueldad, hambre, fatiga social, entrega patrimonial de la Argentina, persecución a opositores, represión. Hoy es lo peor que ha ocurrido en los últimos 42 años. Lo peor. Sin duda a afirmarlo con toda la contundencia necesaria. Milei es lo peor.
Entonces debemos actuar sobre esta realidad. Sufrida por tantos, pero no asumida por todos. De ahí las encuestas que hablan de un 65 % de la población que está mal y de un 50% de potenciales votos para Milei.
El campo político se ha convertido en un ecosistema que requiere comprensiones distintas a las que ayer (últimos 30 años) teníamos. Nuestro formateo como cuadros peronistas debe modificar sus algoritmos y ponerlos a tono con la realidad epocal, y ofrecer unidad a los disgregados, pero desde razonables convocatorias.
El peronismo debe presentarse, claramente, como la antítesis política del proyecto neoliberal de Milei. Aún en un contexto de debilidad organizacional, con una conducción nacional casi indiferente al interior del pais y sin legitimación de haber sido elegida por los afiliados, aún con desprendimientos políticos y legislativos casi a diario, el peronismo debe ejercer su flexibilidad para sintetizar demandas populares en clave contrahegemónica. Milei, más temprano que tarde, profundizará la crisis social y el peronismo debe mostrar capacidad de ser reactivador de las bases materiales que históricamente lo legitimaron como un movimiento reparados y emancipador.
Asistimos a una riesgosa forma de ver la actividad política que pasa, sobre todo en la provincia de Buenos Aires por evitar la discusión sobre rumbos estratégicos, movimientos tácticos y análisis de relación de fuerza y se reemplaza esto por ciertas emocionalidades que son válidas en la faz íntima de cada uno, pero nocivas cuando se colocan en el podio de importancia del peronismo, como es valorizar lealtades en términos de culto a la personalidad (uno de los vicios deformantes de todo proyecto político) y de reduccionismo de la identidad peronista a los nombres propios en valor de lealtades personales. Ese conflicto de nominalidades quita del tablero importante la discusión de fondo y se queda enredado entre nostalgias y parálisis de acciones externas.
Desde esos lugares no se va a detener el proyecto devastador de la Nación que lleva adelante Milei.
La fragmentación interna del peronismo, aunque limita su eficacia inmediata, no anula su ventaja estructural ya que, menos para aun importante, sostiene su inserción en el tejido social a través de sindicatos, movimientos territoriales y estructuras partidarias locales. Frente a un gobierno que polariza y excluye, el peronismo conserva la posibilidad de presentarse como espacio de contención, incluso sin un liderazgo central fuerte. Su desafío es trascender las pugnas faccionales y construir una narrativa que una la crítica al ajuste con una alternativa creíble.
La derrota de Milei no será solo electoral, sino cultural: el peronismo debe demostrar que su practicidad puede ofrecer estabilidad sin renunciar a la redistribución, al respeto por la democracia y a la búsqueda de la Justicia Social.
El peronismo, debe ser una red viva de singularidades que se unen en la búsqueda de una pluralidad conveniente y positiva. Y que se juntan para resistir mejor la homogenización del capital, el irrespeto del gobierno y los ajustes que le hacen perder calidad de vida. Y cuando se juntan, que sean multitudes. Que sean muchas y muchos.
El pueblo, término complicado para definir desde la sociología, y con mejor conceptualización desde lo político que desde lo científico, es una potencia constituyente y que en su forma de multitud (mayorías, muchos) excede formas comunes de soberanía moderna.
Las multitudes, razón de ser de la política no solo son una expresión de un conjunto físico, sino que tambien se manifiestan en otros modos, como la abstención electoral. En las últimas seis elecciones que hubo, casi un 45% no fue a votar, o sea, que “una multitud no fue a votar”.
Esos pueblos, esas multitudes deben interpelar al gobierno, pelearle las narraciones y el sentido común. Y, deben fracturar la lógica de los libertarios. Derrotarlos, en las calles, en lo cultural y como hermosa frutilla del postre, ganarle las elecciones.
En ese antagonismo con el modelo liberal/libertario los pueblos, las multitudes encuentran su construcción democrática. En esa trinchera del enfrentamiento con los que dañan la Nación, millones de argentinos perfilan su principal rostro, fortalecen las mejores prácticas políticas.
Y en esa lucha, los que quieran que canten una marcha que habla de “ese gran argentino” pero tambien que sumen los que quieran cantar por que se pongan “de pie los esclavos sin pan” y que se agreguen los que prefieren “que se rompa y no se doble”. Lo importante en esta etapa no es quien canta más fuerte para tapar otras voces, sino que todos juntos lleven el palo que sostiene la única bandera que es la de la recuperación nacional y la defensa de la calidad de vida de los argentinos.
En este conflicto, desconfiemos de las vanguardias, hay una inteligencia más colectiva que debemos aprovechar, hay horizontes de victoria cuando los “muchos” van armando sus formas de dar pelea. La puesta en marcha de una idea emancipadora que pase, como primer escalón, por la derrota cultural y electoral de los reaccionarios mileistas, va a ser como un rizoma político que se expandirá por todo el pais y por todas las tradiciones políticas nacionales y con vocación popular.
Hay que impedir que se reinvente la Argentina en función de rumbos extranjeros, prácticas ajenas a nuestra idiosincrasia y valores que chocan con el alma nacional.
Y todo está por hacerse. Pero sin renegar de experiencias históricas que tienen valor.
Somos lo que somos, y no podemos inventarnos mayorías antes de ser genuinos representantes de ese valor cuantitativo.
Pero evitemos que el debate, equivocadamente, se centre en buscar “quien tiene mas lealtad” a tal o cual nombre propio o asignar infalibilidades (ahora cuando ni el Papa goza de estas condiciones) a dirigentes importantes.
La fidelidad es útil cuando es masiva, multitudinaria, muchedumbrosa y se potencia en acciones políticas no en “círculos cerrados” y coros sectarios que aletargan rezos en el altar de una, dos o tres personas.
Así, que vamos a ir a pelearle a ese falso estruendo de promesas incumplidas y darle contenido al desencanto de los sueños rotos, donde el proyecto libertario se revela como un espejismo: seductor en su retórica, pero estéril en su práctica. Milei, cual profeta de un evangelio mercantilista, confunde libertad con desposesión y rebeldía con irresponsabilidad. Su discurso, armado de lugares comunes y falacias, no resiste el escrutinio de la historia ni el rigor de la ética colectiva.
Este gobierno nacional, mediocre pero radical en su dogmatismo, olvida que las sociedades no son mercados, sino tramas de dignidad y derechos. Ante su utopía regresiva, solo queda reivindicar la política como espacio de lo común: ese territorio donde la justicia no es una mercancía, sino un horizonte irrenunciable.
La crítica, pues, no es solo palabra: es acto de resistencia.
Y la resistencia no es un término para dejarlo en la gloria de lo pasado, sino una actitud valiente, cívica y responsable para el hoy.
Muy buena descripción del estado actual del peronismo, y sobre todo, propuestas para recomponer es afuera política y ponerla en valor para enfrentar a Milei. Muy buen trabajo De Osvaldo Nemirovci.
Vi…hace poco corazón delator…la película sin reminiscencias de gran Poe. Pero extraordinaria producción me pareció.
Bien ., después de tantos años…y a pesar de los errores de infabilidad que usted cita acertadamente…! ( siempre míos seguramente) . Mi corazon me delata ante tanta y tan marcada mediocridad …estoy confiado en su candidatura…! No se si nosotros seremos tan buenos….pero los que se visualizan son tan pero tan malos…! Leconfio a mi gastado corazón.