Pesca: la dialéctica nación-provincias

Los intereses pesqueros de las provincias son interferidos por la administración central cuando deberían buscarse políticas armónicas entre las diversas jurisdicciones, con responsabilidades concurrentes para administrar recursos que son disputados por flotas pesqueras ilegales que depredan especies valiosas.

El mar argentino no está inexplotado. Lo hacen centenares de barcos de diversas banderas (chinos, españoles, taiwaneses y otras flotas predadoras) que atrapan especies migratorias fuera de las doscientas millas marítimas (una milla náutica equivale a 1,852 km) depredando un recurso clave para la alimentación y desarrollo de la población de nuestro país. 

A veces, los más piratas apagan sus instrumentos satelitales para no ser detectados y se meten en la Zona Económica Exclusiva de la Argentina siguiendo los cardúmenes de esas valiosas especies. Usan técnicas de captura que degradan el fondo marino y devuelven al mar los peces y moluscos que no son preferenciales para ese barco o esa compañía. No los devuelven vivos, se entiende, y también hay otro tipo de desechos aprovechables que tampoco se utilizan como recurso económico cuando de ellos se puede obtener harina y aceite de pescado, que van a parar al mar, contaminándolo. 

Es la novela de la depredación que vive en el mar un país que ha perdido el rumbo. Su conducción ha caído en manos de un sector que atiende sus propios intereses a costa del conjunto de la sociedad, cada vez más empobrecida. Esto viene desde antes del actual gobierno y explica en alguna medida como llegó Milei a la presidencia, con los riesgos consiguientes.

No es sólo Milei y su grupo, que piensan y proponen “soluciones” aún más desnacionalizadoras. Viene de antes, y es algo que hay que poner a la luz y resolver con transparencia y promoción de la inversión local, ampliando la producción para el mercado interno y la exportación. Nada que ver con la mirada extranjerizadora del núcleo libertario, que acertó en denunciar a la “casta” y se comporta igual o peor que ella al despreciar las actividades existentes y pretender allanarlas brutalmente al pescador/predador extranjero, que no procesa en tierra sus capturas ni contrata mano de obra argentina.

La pesca local captura la mitad de toneladas que constituye el potencial de extracción del mar argentino. Como se dijo, son especies que se migran, con zonas de reproducción y otras áreas de madurez de los peces y moluscos (calamares, por ejemplo) y crustáceos (langostinos). La delimitación administrativa del mar, con líneas imaginarias, poco tienen que ver con la diversidad y la biología del mar y mucho con la soberanía, allanada por los predadores internacionales. 

Estos y otros jugosos datos se incluyen en el libro de César Lerena “El saqueo. La apropiación de la nación de los recursos pesqueros de Buenos Aires”, cuya lectura recomendamos. Se trata de un trabajo erudito, con sólida base jurídica que muestra las grietas por donde se maneja (mal) el tema pesquero en la Argentina. El libro puede obtenerse en la versión digital en forma gratuita solicitándolo a www.cesarlerena.com.ar

La denuncia es muy seria puesto que Lerena acusa al gobierno central (él dice “la nación”, pero no es la Nación Argentina la que actúa allí, puesto que ella es la depredada en cada una de sus provincias ribereñas) de favorecer la apropiación de recursos de modo dañino para nuestro país, fuese por fallas en la legislación o por acuerdos internacionales ruinosos para los intereses nacionales.

El gobierno actual vio frenada su intención de desmantelar la legislación del sector pesquero existente, pero eso no quiere decir que haya revisado sus intenciones. Básicamente intentó hacer lo mismo que la administración británica en las islas Malvinas, lucrar con licencias de pesca sin atención ni prioridad para la preservación del recurso natural y su explotación sustentable

Los grandes caladeros mundiales ya han sido largamente saqueados y agotados por estas flotas predadoras. Mientras las dejaron, los de sus propios países, y luego las costas del Pacífico en América del Sur y las africanas a continuación. 

El Atlántico Sur sigue siendo un espacio fértil por la combinación de corrientes marinas que favorecen, por la abundancia de nutrientes, la permanente reconstrucción de las cadenas tróficas de las diversas especies que habitan el mar, en interacción fecunda entre sí. Pero aun así, todo tiene un límite y los recursos se agotarán de continuar el saqueo actual

Pescar de modo sustentable requiere conocer en detalle y de modo siempre actualizado el comportamiento biológico de los recursos que prosperan en las aguas oceánicas, que si bien sigue patrones generales de comportamiento y reproducción, no es exactamente igual en cada ciclo. De allí que el auxilio científico-técnico para evaluar el recurso deba ser permanente y estar a cargo de una agencia independiente de los intereses en juego.

Eso explica las cuotas de pesca que se asignan a cada buque, teniendo en cuenta los datos del monitoreo y otros parámetros para autorizar cada campaña. Se requiere regulación fundada en el conocimiento del recurso y el propio interés nacional, puesto que se trata de alimentos que, siendo valiosos para una buena nutrición, todavía son consumidos insuficientemente por la población argentina: 4,9 kg. por habitante y por año contra 8,6 en los EEUU. Pero varía si la comparación la hacemos con los grandes consumidores mundiales las diferencias son enormes (Portugal: 56,8 kg. por habitante; Japón, 53,68; España 45,6 y Noruega, gran consumidora de salmón y arenque, con variaciones de las diversas fuentes pero dentro del rango de los 50 kg. por habitante y por año). Señalemos aquí como curiosidad que Alemania consume apenas 13,4 kg. anuales per cápita. El promedio latinoamericano es de 11 kg. por habitante y por año, el mundial es de 20 kg. mientras en la Unión Europea en su conjunto consume 22, con notables diferencias entre países.

Como información complementaria debemos indicar que según César Lerena el 49% del pescado y asociados (mariscos, fundamentalmente crustáceos y moluscos) que se consume a nivel mundial proviene de la acuicultura, lo cual constituye sin dudas el futuro de la actividad productora de estos frutos del mar, sobre todo a medida que van desapareciendo –por sobrepesca– los grandes caladeros como nuestro Atlántico Sur, ribera americana, uno de los últimos sitios de fecunda vida oceánica. 

A todos los efectos pesqueros, en nuestras aguas y sus vecindades España funciona como una aliada del Reino Unido aun después de la salida de este último de la Unión Europea. La madre patria tiene doscientos treinta buques pesqueros que pescan en aguas internacionales sobre una flota mucho mayor de 9.000 embarcaciones de pesca.

El dato de cuántos buques-factoría (que procesan a bordo el pescado y lo congelan en cajas listas para ir al consumo) operan habitualmente en el Atlántico Sur es todavía un enigma. Un despacho de la agencia Net News del 15 de marzo del 2021 (https://netnews.com.ar/nota/2870-La-Pesca-Ilegal-en-el-Atlantico-Sur–de-los-Recursos-Migratorios-Argentinos—), cuyo autor es el propio Lerena, habla de 8 buques factoría abastecidos de combustible por petroleros que les permiten permanecer durante meses en la zona más apreciada para extraer calamar, el Agujero Azul, frente a las costas de Chubut, sobre un total de 470 pesqueros en ese mismo sector oceánico. En total es presumible que casi un millar de pesqueros ilegales, con enorme capacidad de captura, operen frente a las costas argentinas.

La actividad pesquera es ampliamente subsidiada por la Unión Europea, incluso para incursionar en mares lejanos. Esto explica, en parte, la presión de pesca que establecen sus naves en nuestro mar y adyacencias, sectores en los cuales también transitan los cardúmenes de las distintas especies que viven y se reproducen en el Atlántico Sur. Hay que sumarles los chinos, tanto continentales como taiwaneses, sin olvidar a los coreanos del sur. No son los únicos, pues rusos, portugueses y polacos también tienen pesqueros en la región atlántica austral.

No puede sorprendernos, entonces, que la pesca más allá de la milla 200, cuente con la complicidad descarada de la potencia ocupante de las islas Malvinas, cuya proyección sobre los recursos es netamente extractiva, a pesar de las declaraciones políticamente correctas de preocupación ambiental que tanto embellecen las poses a mostrar en las reuniones internacionales. Hipocresía a escala mundial. Son lobos con piel de cordero, como lo prueba la facilidad con que se impulsa la pesca depredadora en el entorno oceánico de las islas y la presencia de una dotación militar que duplica la población civil, en cuya composición tiende a primar en los últimos años el trabajador emigrante desde otros sitios con problemas de supervivencia por sobre la vieja población británica, que era originalmente en gran medida escocesa. Típica morfología social/laboral de enclaves extractivos. 

La cuestión es que no tenemos cómo impedirlo habida cuenta de la carencia de buques adecuados para la tarea de “correr” a los predadores. Una manifiesta impotencia. Veamos el contraste: para sus 11.400 km de litoral marítimo (dos veces y medio que el nuestro, de 4.800 km) los EEUU cuentan con más de doscientos navíos patrulleros con 1.600 embarcaciones de apoyo, lo mismo que otros dos centenares de helicópteros y aviones. Nosotros hacemos vuelos nocturnos y sacamos fotografías que muestran esas ciudades flotantes que pescan impunemente… y en esta gestión gubernamental tal vez ni siquiera haga eso.

Entre los peces que se extraen del mar argentino, por su valor comercial en las cadenas establecidas actualmente, destaca la merluza hubbsi (Merluccius hubbsi) como la más capturada, seguida de la variedad merluza de cola (Macruronus magellanicus) y por el abadejo, la anchoíta, el lenguado, la pescadilla y la caballa, entre otras. Langostinos (Pleoticus muelleri) y calamares (illex argentinus) completan la selección buscada en forma preferencial por los pescadores, tanto locales como intrusos. Podría decirse que son pocas especies para un mar tan rico en peces, más de cien variedades registradas como pobladoras de nuestras aguas oceánicas. 

En esa diversidad está también el problema que mencionamos más arriba: el descarte de las especies no buscadas (¡30% de las capturas!) que vuelven al mar como despojos contaminantes cuando tendrían destino productivo con otro esquema de recolección y selección. Lo mismo pasa con los residuos. Lerena señala que, de acuerdo a la FAO, de una tonelada de éstos puede obtenerse 225 kg. de harina y 50 kg. de aceite, insumos básicos para la acuicultura. 

Las especies más buscadas

Como se dijo, en primer término la merluza hubbsi, también llamada merluza argentina,con gran presencia en las costas nacionales y del Uruguay, que es una subespecie emparentada con la merluza austral y tiene un rango de distribución más amplio a lo largo de todos los mares que rodean al continente antártico, con eje en Nueva Zelanda y que aparece en nuestras aguas oceánicas del sur. 

De la hubbsi se pescan en nuestro mar territorial entre 300 y 400 mil toneladas anuales, sin computar las capturas de los barcos extranjeros no acreditados por la autoridad argentina. De la merluza de cola, que no es su pariente biológico, se pescan unas cien mil toneladas por año, con variaciones marcadas, ( ver, si interesara esta especie en particular https://www.inidep.edu.ar/wordpress/?page_id=4365 ) lo que suele ocurrir con todos los productos de la pesca, debido a variaciones ambientales o condiciones económicas. 

Ejemplo de ello es la famosa merluza negra (Dissostichus eleginoides), plato afamado de los restaurantes, de la que se pescan cantidades muy menores en comparación con las mencionadas anteriormente, y disminuyó su captura entre 2001, con 6,4 miles de toneladas a 1,4 en 2006, últimas cifras comparativas a las que accedimos y ya lejanas en el tiempo. Según informa una página especializada en esta especie ( https://merluzanegraargentina.org/ ) su captura, que requiere artes pesqueras específicas, en los últimos años se ha estabilizado en 3,7 miles de toneladas anuales con buenos precios y alta demanda internacional. 

Para cerrar el enunciado de especies volvemos el desastre del descarte. Al país le importan todos sus recursos, al predador sólo la especie valiosa que viene a pescar en las mayores cantidades posibles sin ningún vínculo con la preservación de los recursos y lo intereses nutricionales del pueblo argentino. Enumeremos las otras que se registran, sin olvidar que son más de un centenar las especies marítimas: polaca, corvina blanca, raya, pescadilla, vieira (callos), tiburón, notothenia, pez palo, savarín, besugo, pargo, mero, pez angel, bacalao austral, salmón de mar, granadero, pez gallo, rubio, granadero, palometa, centolla y centollón, pampanito, castañeta y chernia, entro otros peces, crustáceos y moluscos. 

La nación es una, constituida de provincias

El reclamo del que nos hemos ocupado tiene plena legitimidad. Así como debe exigirlo la provincia de Buenos Aires, pueden hacerlo las restantes provincias patagónicas (Río Negro, Chubut, Santa Cruz y Tierra del Fuego, cuya jurisdicción abarca los espacios insulares del mar argentino austral). El problema está centrado en la mala administración del poder central, históricamente cruzado de intereses no siempre evidentes ni nacionales.

Las incongruencias de la legislación están condensadas con toda precisión en el libro de Lerena que comentamos, incluyendo las incoherencias en los datos que publica la Subsecretaría de Pesca de la administración central. No hay riesgo de una desviación “provincialista”, aislacionista, puesto que la cuestión es nacional, pero se ejerce (debe hacerlo) en concordancia con las provincias concernidas. Atinadamente con ello, Lerena describe la insuficiente representación provincial en el Consejo Federal Pesquero.

Nación y provincias deben construir una unidad con responsabilidades concurrentes. La Constitución Nacional establece que las provincias ejercen todos los poderes que no hayan delegado explícitamente a la nación y ésta, a su vez, asume (debe hacerlo) las funciones de defensa del recurso pesquero (hoy ausente) y la necesaria coordinación en todo el espacio oceánico donde anida un enorme potencial del que se apropian flotas extranjeras, sobre una planificación técnicamente sólida hecha por expertos. Tarea pendiente, que para realizarse empieza por la toma de conciencia y las acciones de entidades sectoriales que afortunadamente parecen dispuestas a dar esta batalla que también es cultural. 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *