Dice el autor que aquí concluye su intervención en la polémica sobre las retenciones con Enrique Martínez que lleva varias ediciones de Y ahora qué. Está por verse.
Enrique Martínez publicó una respuesta a mis observaciones sobre su análisis de las retenciones, a la que creo que es útil contestar. Así los lectores de ¿Y ahora qué? podrán extraer sus conclusiones sobre una cuestión que debe estar presente en los debates venideros. Tengamos en cuenta que hace a como restablecer la capacidad de compra de la población, y que atañe a un conjunto de bienes particularmente importante: los alimentos.
Lo que sigue no tiene la finalidad de convencer ni a Enrique, ni a los lectores, sino de aclarar argumentos para ambos con el fin de reflexionar.
Hay un malentendido en torno a uno de mis señalamientos. Cuando me referí a la dificultad para recaudar las retenciones, sostuve que es una contingencia inherente a todo impuesto. Las diferencias son de grado. Puede haberlos más o menos difíciles de recaudar, pero desde esa perspectiva cualquier impuesto se recauda.
En sí misma, es una cuestión secundaria dentro de la polémica. Pero es útil traerla a colación para remarcar que no quise sugerir que Enrique pretenda desatender el tema. Registré que en su primer artículo sostuvo que se tiene que diseñar otra estructura impositiva para la producción de alimentos.
Justamente pienso que, en este caso, por su finalidad es lógico que el impuesto se dirija a la exportación de alimentos, y no creo que se lo pueda reemplazar. Por eso digo que las retenciones son imprescindibles. Funcionan como desincentivo en el arbitraje que dirige la venta al mercado externo en vez del interno.
En síntesis, lo que se examina no es si se trata del dilema retenciones o nada. Es si las retenciones son un mal impuesto o hay otro mejor. Mi posición es que no existe ninguna de las dos cosas.
Por lo demás, como ya sostuve, en la medida en que exista el diferencial de precios entre el mercado interno y el externo, la cuestión no se modifica por las estructuras de producción y comercialización.
Enrique concluye su análisis llamando la atención sobre posibilidades de mejora en la industria láctea, en los frigoríficos, en la producción de cerdo y en la comercialización de pollos. Con excepción de la última, sus argumentos versan sobre un apoyo a pequeños productores.
Mi posición sobre lo último, que ya enuncié en la respuesta original, es que si el mercado interno se expanda, también lo harán los productores de alimentos. Los que hoy son pequeños mañana pueden ser grandes, y comportarse como tales.
Ante el contexto objetivo, el orgullo de alimentar a sus compatriotas es contingente. La política actúa sobre estructuras objetivas, no sobre motivaciones subjetivas.
Por eso, parece acertado remarcar que las retenciones no son un placebo sino un mecanismo para resolver un problema. Y seguramente coincidiríamos en que, para arribar a una sociedad vivible, es ineludible que sus integrantes no se encuentren con dificultades generalizadas para comer.