Hay que tener en cuenta que, así como la reacción antiperonista utilizó las contradicciones de la economía internacional a su favor para consolidar la degradación de la economía, el campo popular puede utilizarlas para acelerar el crecimiento y la mejora de los ingresos de las mayorías.
Cuando se conocieron los nuevos préstamos concedidos al Gobierno que encabeza Javier Milei, tuvo lugar una analogía con el “blindaje”, un conjunto de créditos que obtuvo José Luis Machinea en su tiempo como ministro de Economía de Fernando de La Rúa. La comparación fue puesta en circulación, inicialmente, por Cristina Kirchner en X y luego retomada por otros análisis.
Razón no les falta. Como recordó CFK, el blindaje consistió en un préstamo de 39.700 millones de dólares. El FMI hizo una contribución de 13.700 millones, el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo aportaron cada uno 2.500 millones, el Gobierno de España (interesado en resguardar operaciones de sus empresas nacionales en el país) otorgó 1.000 millones, y el resto provino de diversas fuentes del sector privado.
Es decir que hay una similitud tanto por el volumen del endeudamiento como por sus fuentes de financiamiento.
También por el espíritu de la operación. El blindaje tenía la finalidad de salvar la convertibilidad. Y el préstamo actual tiene la de salvar la política económica libertaria.
Sin embargo, en lo que respecta a las implicancias del préstamo, del endeudamiento externo en general, o las consecuencias sobre la economía argentina, las cosas son un poco menos claras.
En principio, se suele señalar que el préstamo posterga el hecho de que la Argentina se encuentre ante una escasez de divisas para afrontar sus usos corrientes, cosa que traería aparejada una devaluación. Pero que tampoco los nuevos fondos garantizan solvencia en torno al sector externo.
El investigador de CIFRA Pablo Manzanelli señaló correctamente, en una nota publicada en El Cohete a la Luna, que se trata de un intento de sostener la burbuja financiera, agotada por la caída de las reservas internacionales del Banco Central en enero a pesar de los ingresos obtenidos por el superávit comercial y el blanqueo.
Añade que los propios vencimientos con el FMI de este año, de 3.107 millones de dólares, más los que corresponden a otros acreedores, de 16.984 millones, resultan en que la meta de acumulación de reservas acordada con el Fondo, de 8.900 millones para el final del año, sea inverosímil.
Los vencimientos que no corresponden al FMI obedecen a la deuda del Gobierno Nacional y Provincial, los BOPREAL y las Obligaciones Negociables emitidas por empresas. Otro informe de CIFRA ubica la emisión de los últimos títulos en un nivel más alto que el de los años de la Administración Cambiemos.
Para evaluar el efecto del “neo-blindaje” deben tenerse en cuenta dos cosas.
Una, que no sería la primera vez que las metas de un acuerdo con el FMI no se cumplan. Es lo que suele ocurrir, entre otras cosas porque si los fondos son necesarios para intervenir en el mercado cambiario y “estabilizar” la economía, entonces, lógicamente, no se acumulan.
A juzgar por la conducta histórica del FMI, no parece ser algo contra lo que pueda oponerse, independientemente de las quejas de los funcionarios que integraron sus distintas gestiones y acabaron aprobando los acuerdos que luego no se respetaron.
La segunda cuestión es que, en la medida en la cual la “burbuja financiera” le resulte al Gobierno un obstáculo, puede buscar reestructurar o reprogramar los vencimientos más impactantes. O vetar el acceso al mercado de cambios de aquellos que no son del sector público, como es el caso de las ONs.
Es más probable que el Gobierno se vea en esas urgencias a medida que se agote la estabilidad financiera. Sucedería cuando el stock de reservas internacionales se diluya y emerjan los incentivos para presionar contra el dólar, a sabiendas de que al Gobierno le interesa resguardar la estabilidad del tipo de cambio.
Si ya se adoptó un régimen cambiario sin control de capitales, y se tiende a elevar la tasa de interés para fomentar el posicionamiento en pesos, ¿por qué ocurriría eso? Por la sencilla razón de que el Gobierno se obsesiona con la estabilidad de precios. Por eso evitó una devaluación directa y fijó una banda cambiaria tan amplia.
La tensión de combatir movimientos especulativos de capitales para preservar la estabilidad interna es una característica normal de las economías ante el movimiento internacional de capitales, más recurrente en los países subdesarrollados con fragilidad en sus balanzas de pagos, pero también presente en los países desarrollados.
Se trata de una contradicción de la economía internacional que, en el caso de la dirigencia política argentina, tendió a quedar resuelta en función de preservar relaciones entre los precios y los ingresos adversas a los asalariados.
El patrón de conducta que se consolidó durante la dictadura de 1976-1983, cuando tuvo lugar la desarticulación de la industria, y se hizo persistente en los gobiernos que se sucedieron hasta la crisis de 2001.
Recién en el interregno kirchnerista los salarios volvieron a acercarse a sus máximos históricos. Y desde 2018, ya durante el gobierno de Mauricio Macri, esa tendencia se revirtió. La participación en los salarios sobre el producto nacional, de por sí más reducido por los años de recesión, cayó. Es decir que los trabajadores adquieren una fracción más pequeña de una producción reducida, y la política económica retoma su cauce predominante desde 1976.
El neo-blindaje, o la continuidad de la burbuja, no son, en última instancia, fines en sí mismos. Son instrumentos de la política propios de la reacción histórica contra el peronismo, que en su máxima realización conlleva un cambio en la estructura social argentina, con una inserción más favorable para los trabajadores.
La alternativa, entonces, es conservar una capacidad de compra históricamente baja para la conciencia de la población argentina. Según lo que habiliten los límites más allá de los cuales peligra la estabilidad política, se puede avanzar en el retroceso o prevenir un mayor deterioro para obtener legitimidad sin propiciar un avance. El Gobierno actual obró en sus inicios ahondando lo primero, y desde entonces se ocupa de lo segundo.
Comprenderlo es útil para tener en claro que la crítica a la cuestión financiera es estéril si no se contempla su vínculo necesario con el estado de los ingresos. Su agotamiento, proviene de que, por su propia configuración, la política misma del Gobierno lleva a la “quema” de dólares, ya que se trata bajo cualquier circunstancia de sostener el tipo de cambio como ancla de los precios. En consecuencia, fomenta el ataque a las reservas.
La estabilidad cambiaria debe ser una meta de cualquier gobierno, pero cuando los ingresos se mantienen en alza, y la estructura productiva es lo suficientemente fuerte como para sostener la actividad económica sin generar una presión por el flujo de importaciones, los márgenes para evitar la fragilidad financiera son mayores. E incluso, para que una devaluación no sea traumática.
Son problemas que podrían contemplarse en el debate sobre la política económica actual y sus alternativas.
También vale tener en cuenta que, así como la reacción anti-peronista utilizó las contradicciones de la economía internacional a su favor para consolidar la degradación de la economía, el campo popular puede utilizarlas para acelerar el crecimiento y la mejora de los ingresos de las mayorías. En ningún lugar está escrito que sea imposible apoyarse en las burbujas financieras para fines nobles.