Milei le da una concesión a Macri y el peronismo define posiciones. El expresidente pasa a controlar el área de Energía. ¿Pago por el apoyo a los vetos? La deriva autoritaria. La disputa de poder en el peronismo. Por qué el centro es el justicialismo del Gran Buenos Aires. La actitud de CFK. Qué buscó Kicillof en Berisso.
Su Excelencia no las tiene todas consigo. Entrega áreas de su Gobierno, sobre todo Energía, a Mauricio Macri. Nadie seriamente puede hacer futurología, una disciplina sin sentido, pero sí trazar posibles explicaciones. Explicación uno: fue parte de la negociación por el apoyo macrista al veto ultraliberal contra la universidad pública y contra la ciencia. Explicación dos: son puras efectividades conducentes, diría Don Hipólito. Explicación tres: es una forma para ambos sectores, la ultraderecha y la derecha, de ir dirimiendo espacios con vistas al paisaje electoral de 2025. Explicación cuatro: las tres anteriores a la vez.
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Lo cierto es que mientras construye apoyos para una política duradera de vetos, Su Excelencia protagoniza una deriva autoritaria. Lo hace en sus discursos, como queda claro por el nivel inédito de insultos a políticos, periodistas, encuestadores, economistas y presidentes extranjeros. Y lo hace, sobre todo, en la recurrencia a los decretos de necesidad y urgencia, en los que ni siquiera explica ni la necesidad ni la urgencia de cada decisión. No se trata de una formalidad: es un requisito constitucional que suele explicar con insistencia el especialista Raúl Gustavo Ferreyra. La jugada que viene en este proceso de deriva autoritaria es la intención de recurrir al veto de los vetos: si el Congreso llega a cambiar la ley de 2006 que regula los decretos de necesidad y urgencia, y si sanciona un recorte de las facultades del Poder Ejecutivo, Su Excelencia ya dejó trascender que también vetará esa ley. Como decían los padres en una época, y la referencia incluye a un tal Súlim Granovsky en discusiones con su hijo adolescente a comienzos de los ‘70, el Presidente tal vez esté tirando demasiado de la cuerdita.
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Y mientras tanto, en Ciudad Gótica, el peronismo se pelea. Difícil saber si se pelea como los gatos, que al decir de Perón cuando sacuden una bolsa no se atacan sino que se reproducen, o de una manera dañina a largo plazo. De todos modos, un paneo ciertamente impresionista permite verificar varios estados de ánimo y situaciones a la vez:
*Satisfacción en Axel Kicillof y en quienes lo apoyaron en el acto del peronismo bonaerense de Berisso por el 17 de octubre.
*Un recelo convertido en ira lisa y llana por parte de Cristina Fernández de Kirchner, que al momento de la escritura de estas líneas ya había hablado de la existencia de Judas (o sea la traición) y Poncio Pilatos (el lavado de manos) como si se tratara de la vida y la muerte y alguien fuese Cristo.
*Hay un sector de la militancia peronista en estado de incertidumbre, angustia y desconcierto por la falta de conducción.
*Hay otro sector, quizás más realista, que sostiene que la falta de conducción, e incluso de liderazgo único, no comenzó ahora sino que lleva tiempo, y que ese tiempo incluye por lo menos el gobierno de Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner cuando, más allá de argumentos y razones, CFK designó candidato a AF y llenó importantes casilleros de la administración con gente propia pero no pudo, no quiso o no supo, diría Raúl Alfonsín, cambiar el rumbo del gobierno. Si es que estaba claro el rumbo alternativo, naturalmente, tema del que se ocupa a fondo esta edición de Y ahora qué.
Puestas ya las cartas sobre la mesa y terminado el Olimpo, porque la derrota nacional de 2023 frente a Su Excelencia puso a todos los peronistas en igualdad de condiciones, parece claro que el fondo de la disputa política es el liderazgo del peronismo del Gran Buenos Aires. No es poco. Todavía en los partidos que rodean a la Ciudad Autónoma de Buenos Aires se sigue concentrando la mayoría de los votos al justicialismo. Lo prueba el hecho de que el 56 por ciento de Javier Milei en el balotaje nacional tuvo una excepción bonaerense, porque allí él perdió con Sergio Massa. Lo prueba otro hecho que tiene derivaciones actuales, y es el triunfo de Kicillof en su reelección como gobernador en medio de la ola mileísta. Tiene derivaciones actuales porque, aunque parezca obvio recordarlo, Kicillof es el peronista de mayor representatividad institucional hoy en la Argentina.
Rodeado de intendentes y de dirigentes sindicales de la CGT y de las dos CTA, en Berisso Kicillof rescató la movilización fundante del peronismo, que eso fue el 17 de octubre de 1945, y en especial una frase de Juan Perón cerca de la medianoche, tras ser liberado y llegar hasta el palco. “Trabajadores, únanse y sean más hermanos que nunca”, dijo Perón a la multitud en Plaza de Mayo. “Sobre la hermandad de los que trabajan ha de levantarse nuestra hermosa patria, en la unidad de todos los argentinos”. Citó otra frase más: “La ambición de mi vida es que todos los trabajadores sean un poquito más felices”. Esa última la parafraseaba Néstor Kirchner, por supuesto que a su modo. “La Argentina va a estar bien cuando la gente tenga trabajo y el fin de semana pueda hacerse el asadito sin pensar en nosotros”, les decía a sus funcionarios.
Kicillof también insistió en la necesidad de mostrar una actitud social de escucha por parte del peronismo y en convertir a la provincia de Buenos Aires en un escudo frente al gobierno de Javier Milei. Rescató el período de Cristina Presidenta entre “los días más felices”, que habrían sido peronistas. Citó otra frase típica de Kirchner, cuando se refería a que cada uno tiene una verdad relativa y que siempre hace falta “una síntesis superadora”. En un lenguaje más llano que el habitual en los actos, más parecido al que usa en las visitas a ciudades y pueblos de la Provincia, opuso lo que definió como “timba” y “libertad para los millonarios” a la suerte de los trabajadores. Incluyó entre los que sufren un daño por parte de Su Excelencia a las pymes, los productores del campo y de la industria, los universitarios, los docentes y los jubilados.
Le escapó a la definición sobre la presidencia del Partido Justicialista, pero aclaró que “nunca me van a ver buscando divisiones”.
Las fichas en el peronismo están en juego.
Lula acostumbra decir que la política no es un pacto de silencio y que la democracia es movimiento perpetuo.
“Me preocupa lo que pasa, pero al mismo tiempo siento como una vibra que antes no sentía”, fue el comentario recogido el jueves de una militante kirchnerista más cercana a CFK que al resto del peronismo.
El discurso de Kicillof en Berisso estuvo precedido por el de Fabián Cagliardi, el intendente anfitrión. Y antes del discurso sonó Wos, con una canción probablemente elegida pensando en Su Excelencia: “Que se mejoren”.
Parece que Lula algo sabe de política.