Quizás el Presidente se enoje, pero quienes integramos este nuevo medio digital somos gente rara. Con seguridad no respondemos al selecto estereotipo de lo que él llama “gente de bien”. No creemos que haga falta un mesías capaz de salvar a la Argentina de 108 años de decadencia. Son los 108 que Javier Milei marca porque en 1916 asumió Hipólito Yrigoyen. Fue el momento en que, en su visión, empezó el declive que él vino a remontar. El voto secreto y obligatorio, la ciudadanización de sectores medios, la Reforma Universitaria y la creación de YPF configuran, para la extrema derecha ultraneoliberal, el principio del fin.
El pecado original se iría agravando con la integración de los trabajadores, con el voto femenino, con las distintas etapas en las que cobró impulso la industrialización para otorgarle un basamento real al progreso social, con el Juicio a las Juntas y los juicios de los últimos años por crímenes de lesa humanidad, con la irrupción del movimiento que reivindicó la igualdad de las mujeres frente a los hombres y con el crecimiento de la conciencia social por la preservación del medio ambiente.
También el pecado creció, para esa postura mesiánica, cada vez que se recuperaba la autoestima nacional y, a través de la unidad, se superaban las divisiones de las fuerzas sociales y políticas que representan a las mayorías. Así se conformaron amplios movimientos policlasistas que aglutinaron a trabajadores, empresarios nacionales, movimientos sociales, científicos, hombres y mujeres de la cultura e impulsores de los derechos de las nuevas minorías, entre tantos otros.
¿Experiencias socialistas? ¿Colectivistas? Simplemente experiencias nacionales con base en la lucha por el desarrollo y el progreso, en la justicia social y en una mirada integral de los derechos humanos.
¿Cómo retomar sin repetir? ¿Cuál es la mejor manera de leer el mundo existente en constante transición y de diseñar la integración social y económica deseable para el pueblo argentino? ¿De qué manera aprender sin dejar de lado la acción necesaria? ¿Qué camino tomar para la historización de nuestros éxitos, que los tuvimos, y de nuestros fracasos, que están a la vista? ¿Hay que esperar o hay que actuar? Y si se trata de actuar, ¿con qué rumbo? ¿O acaso es inevitable estimular una inflación cercana a la híper para licuar ingresos y pulverizar empresas antes de llegar a la dolarización o a una miseria estable, como si, además, en esas variantes estuviera el paraíso? Y las redes, ¿son monopolio de La Libertad Avanza, carajo? ¿O tal vez el campo nacional cuenta con todos los recursos para sobreponerse y triunfar en ese territorio tan decisivo hoy para la lucha política?
Por eso esta revista se llama “¿Y ahora qué?”. El futuro es, por definición, incierto, y la suma de voluntad, rigor en los datos, apertura mental, riqueza en los análisis, trabajo en red y curiosidad sin límites parece una fórmula posible para avanzar.
Por eso, también, este proyecto editorial está en plena construcción.
Las puertas están abiertas.