Las retenciones son imprescindibles (una discusión con Enrique Martínez)

El incremento de los precios de los alimentos fue uno de los factores que explica el deterioro de los salarios entre 2018 y 2023. Los impuestos a la exportación son importantes porque si existe un diferencial de precios para aprovechar mediante la exportación, lo racional es sacarle ventaja, con independencia de la cadena de valor. Enrique Martínez escribió una nota en la que, entre otros temas, analizaba las retenciones. Guido Aschieri pidió contestarle y aquí está su respuesta: la polémica siempre es bienvenida.

La nota de Enrique Martínez para la edición del 31 de enero de Y Ahora Qué tenía entre sus argumentos principales que la baja temporal de las retenciones, determinada por el Gobierno hasta junio, es un indicio preocupante de la desorientación que prima en la política económica. 

El incremento de los precios de los alimentos, alentado por la disminución de las retenciones posterior a 2015, fue uno de los factores principales del alza de los precios internos que tuvo lugar entre 2018 y 2023. Y por ende, del deterioro de los salarios.

Más allá de que como manera de alentar las exportaciones en las actuales condiciones macroeconómicas se trate de un mecanismo poco efectivo, la gravedad del hecho radica en que, si la baja se hace permanente, se empeora el conjunto de precios relativos. En síntesis, los alimentos se vuelven más caros. Si emergen fragilidades macroeconómicas (por ejemplo, una mayor volatilidad en el tipo de cambio), el encarecimiento se exacerba.

Martínez respondió que el problema no consiste en la baja de las retenciones de por sí, si no en el vínculo entre el abastecimiento interno y externo, que sugiere resolver con cadenas de valor cuya producción se oriente al mercado interno.

El mismo autor publicó otra nota en el mismo número en la que sostiene que las retenciones son inherentemente inequitativas. Enumeró las siguientes razones (que aquí se reproducen según el texto original):

  • No tiene en cuenta el peso diferente de los gastos fijos en una explotación, que es mayor en las explotaciones más pequeñas
  • No tiene en cuenta la importancia del flete a puerto en los costos, castigando así a quienes producen tierra adentro
  • No diferencia entre producción en campo propio o campo arrendado; entre uso de contratista o equipo propio
  • Al ser aplicado sobre el valor de exportación, abre al exportador varios caminos para evadirlo, sin que eso beneficie obviamente ni al ente recaudador ni a los restantes eslabones de la cadena. La triangulación en las ventas externas; la subfacturación y las ventas intra-corporación son solo algunas de las maneras más evidentes.
  • Establece una grosera segregación entre actores. Los que tienen mayores necesidades de caja venden al siguiente eslabón apenas cosechan; los grandes acopiadores exportadores acumulan volúmenes cada vez mayores, convirtiéndose en factor de presión sobre la paridad cambiaria a lo largo de todo el ciclo subsiguiente.

Lo que Martínez enumera como consecuencias necesarias de las retenciones son, desde el punto de vista de quién escribe estas líneas, contingentes. Algunas de esas eventualidades ni siquiera se le pueden atribuir a las retenciones. Hasta pueden presentarse en su ausencia.

Lo primero que debe notarse es que las tres primeras razones se vinculan a los precios de venta, y como éstos cubren, de una forma u otra, los costos. Más, las retenciones no son un simple impuesto sobre un tipo de venta particular, intercambiable con otros. Son impuestos que se aplican sobre la exportación, y lo que se castiga es darle prioridad cuando los precios internacionales la vuelven más atractiva que la venta al exterior, comparada con la del mercado interno.

Es decir que lo que se castiga es la prioridad de la exportación, independientemente de las condiciones de producción de cada caso. Hecha esta salvedad, el impuesto se puede diseñar para que, en los casos en los que la exportación sea una salida para excedentes que el mercado interno no absorbe, se contemplen las diferencias en las condiciones de cada establecimiento.

La evasión impositiva es una contingencia inherente a todo impuesto, pero desde ese punto de vista es más conveniente tener un impuesto para recaudar, así sea de manera imperfecta, que no tener ninguno. Y la “segregación entre actores” o el “factor de presión” dependen de condiciones estructurales y coyunturas macroeconómicas cuya determinación es ajena a las retenciones.

Lo anterior responde a las críticas sobre las retenciones como impuesto. Pero no contestan si su utilización es necesaria, lo que requiere preguntarse dos cosas: si impulsan la igualdad y el desarrollo argentinos, y si son reemplazables por una alternativa más eficiente con la cual se superpone.

Nos parece que, por una parte, al contribuir a asegurar el abastecimiento interno de alimentos para la población nacional, las retenciones cumplen el primer rol. 

En relación a  lo segundo, la propuesta de Martínez de buscar una alternativa en las cadenas de valor es impracticable. El abastecimiento no responde a la estructura de producción o comercialización. Cualquiera sea su forma, mientras exista un diferencial de precios para aprovechar mediante la exportación, lo racional es sacarle ventaja. 

Por eso los impuestos a la exportación son una herramienta necesaria en los países importadores de commodities. La falta de claridad en torno a esto impide aceptarlo y diseñar un plan de acción, que no se limita a la política económica. También es necesario prepararse para sortear los conflictos políticos que produce la adopción de un esquema de retenciones más nítido que el actual, para no arriesgarse a derrotas políticas como la de la Resolución 125 en 2008.

Su importancia se puede apreciar echando un vistazo a la evolución del consumo de las tres principales carnes que se consumen en 2015, 2023 y 2024. 

En 2015, el consumo por habitante de carne bovina era de 58,16 kg, y las exportaciones totalizaban el 7,29 por ciento de la producción. En 2023 el consumo fue de 52,24 kg, y las exportaciones, que crecieron notablemente, representaban el 25,9 por ciento de la producción. En 2024, el consumo cayó a 47,67 kg, y las exportaciones escalaron al 29,4 por ciento de la producción.

El consumo de carne aviar se mantuvo en condiciones similares durante los tres años. El de carne porcina se incrementó sustantivamente entre 2015 y 2023, pero en 2024 el incremento de la producción lo absorbieron las exportaciones.

Podría pensarse que la carne de cerdo reemplazó a la bovina, pero aun así en 2023 el consumo de las tres carnes juntas fue levemente inferior al de 2015, y en 2024 fue sustantivamente menor. 

Lo anterior se puede explicar de dos maneras, y cuál es la más plausible es objeto de debate: o los argentinos cambiaron de gustos y se inclinan hacia una dieta vegetariana, o pueden comprar menos carne porque son más pobres y la carne es más cara.

3 comentarios sobre «Las retenciones son imprescindibles (una discusión con Enrique Martínez)»

  1. Muy bueno debatir estos temas que circulan en automatico por la economia y el perlodismo. Agregare al gunas ideas en la semana proxima.

  2. Muy buena la nota con un final con respuesta cantada. En el párrafo 7 hay una palabra : #que# que no debe estar, cambia el sentido de lo que propone expresar. Me parece.

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