Incluso llegado el caso de prescindir de Milei, el verdadero peligro es que sigan aplicándose políticas antipopulares y antinacionales con otros protagonistas. Así lo dejó en claro públicamente Emilio Monzó, el rey de la rosca. Pero han sucedido varias cosas que cambian el panorama inmediato de la política argentina. La importancia de la respuesta democrática y la necesidad de que la dirigencia esté a la altura de los desafíos más esenciales que se plantean. El caso Mar del Plata.
Al momento de aparición de esta nueva edición habrán pasado cinco días y miles de interpretaciones sobre lo ocurrido en las elecciones desdobladas en la Provincia de Buenos Aires ya han sido vertidas. Cabe, sin embargo, hacer una reflexión sobre la probable dinámica en la relación de fuerzas a partir del hecho electoral.
En primer lugar, la pérdida de la apariencia de invulnerabilidad del gobierno que hizo de la provocación y cinismo contra los débiles su principal bandera de operaciones, permite suponer que intentarán recuperarla, aunque no hay indicios al respecto, más bien al contrario al crear una “mesa política” donde no hay nada nuevo a la vista.
Esta gente encontró un límite neto. No se puede, por caso y sin consecuencias, desproteger a los discapacitados y al mismo tiempo robarles recursos mediante coimas escandalosas. Y ello sumado a la caída en las jubilaciones y pensiones, el desfinanciamiento a las universidades y, el colmo, tratar de desmantelar el Garraham, hospital de alta complejidad para dolencias graves en la niñez, un verdadero símbolo de lo que puede hacerse en materia sanitaria.
O sea, todas motivaciones entendibles para castigar con el voto combinadas con el acierto táctico de adelantar las elecciones provinciales en el distrito más poblado del país. Y no porque se discutieran cuestiones locales, como temía CFK, sino justamente porque se plantearon como adhesión o rechazo de la política aplicada desde el gobierno central, que no es nacional en cuanto a su gestión ni inspiración.
No hay lectura local posible y esto lo entienden por la fuerza de los hechos hasta los seguidores más enajenados del grupo gobernante que se caracteriza por su cinismo y crueldad. Se votó a favor o en contra de Milei, con el añadido de malos candidatos por parte de la fuerza desintegradora.
Lo que tiene sí de particular es que la provincia de Buenos Aires se caracteriza por una configuración socioeconómica muy amplia y diversa constituyendo, por un lado, conglomerados golpeados directamente por la desindustrialización impuesta por un modelo de ajuste perpetuo y dólar atrasado que favorece importaciones contra la producción local y, por otro, un interior que combina producción agrícola e industrias complementarias en todo el territorio. En ambos circuitos el pronunciamiento contra la actual gestión central fue explícito, con números mucho más holgados para las zonas en proceso de desmantelamiento productivo y consiguiente aumento de la pobreza y la precariedad. Esta vez, los pobres no votaron contra sí mismos.
Decir, como dijo Milei en un discurso esquizofrénico, que ganaron los aparatos políticos, cuando es evidente que estos fracasan cuando las gestiones gubernamentales de cualquier signo incrementan los padecimientos populares, es una manera de confundir y distorsionar el resultado del comicio.
Y para peor dicha esa falsedad, insistir en que va a redoblar la apuesta. Parece suicida, y de algún modo lo es, aunque tiene una cierta lógica, pues apunta a convocar a todo el no peronismo para las elecciones de legisladores nacionales. Y decimos no peronismo porque abarca tanto el antiperonismo irreductible como la gran porción de ciudadanos que votan de acuerdo a lo que ven y sienten aún sin observar disciplinadamente sus convicciones partidarias.
Ahí está el eje de la cuestión y lo que parece estúpido se vuelve algo más comprensible: de lo que se trata es de la continuidad del modelo de ajuste perpetuo, incluso llegado el caso de prescindir de Milei. Ese es el verdadero peligro, que sigan aplicándose políticas antipopulares y antinacionales con otros protagonistas. Así lo dejó en claro Emilio Monzó, el legitimador de la rosca política, en un reportaje que le hizo Carlos Pagni en su programa Odisea Argentina el lunes pasado donde expresó su visión conservadora más prolija que las groserías habituales.
Ahí está la madre del borrego. Si es un acierto convocar a todos y recurrir a los argumentos más sensibles para darle un cachetazo a los ajustadores seriales, tan ignorantes como desaprensivos, es también una omisión grave no proponer un programa alternativo de carácter nacional.
Es perfectamente posible que un segmento de muchísimo poder económico (donde hasta donde podrían no estar los bancos que se adaptan a todo para seguir ganando dinero sin arriesgar) se haya cansado de Milei después de apoyarlo enfáticamente en su victoria contra Mazza en el año 23. Se entiende porque el mero ajuste sólo socializa y amplia costos sin ofrecer alternativas de nuevos y mejores negocios como no sean los específicamente financieros y de importación.
Pero ese sector que tiene sus instalaciones en el país, aunque se haya ido diversificando en el exterior también padece el achique del mercado interno y ve fuertemente dificultada su proyección exportadora con un dólar muy atrasado. Por eso se oye decir con mucha frecuencia que Milei hizo “lo que había que hacer” y puede ser que especulen con la instalación de un nuevo periodo donde la caída salarial, (o sea la tarea sucia), establezca condiciones para un aumento de la rentabilidad empresarial que por ahora no se advierte. Este enfoque lleva también en su seno contradicciones insuperables, pero no por ello deja de ser el texto de base con que una cierta burguesía se maneja por ahora.
En cualquier caso, sigue siendo dominante en la mayor parte de los análisis con amplia difusión el enfoque conservador que considera que los negocios prosperan cuando se establecen condiciones de mercado adecuadas sin siquiera plantearse que en los países subdesarrollados la propia morfología socioeconómica desalienta la ampliación de la base productiva local y para corregirlo se requiere una fuerte planificación que integre tanto la economía como la sociedad.
En el curso de dos meses, sin arrepentimiento ni autocrítica alguna por parte de los voceros pro establishment, se pasó de anunciar que el gobierno arrasaría en estas elecciones al “empate técnico” que terminó en una derrota inocultable. No obstante lo cual el eje estaba puesto en que “aún tienen tiempo para cambiar”. Es notable la ceguera que produce el alineamiento ideológico automático.
Ceguera o compromiso es en cualquier caso lamentable y significa una violación muy importante del deber ético de informar con objetividad que debe caracterizar a la tarea periodística. Allí la crisis del dispositivo de comunicación es proporcional a la confusión general, que no es sólo resultado de la inercia y el fracaso recurrente sino también cuidadosamente inducida mediante la manipulación informativa.
Los electorados hacen lo que pueden frente a opciones de hierro donde se los intenta encorsetar y a veces, como en esta ocasión, logran zamarrear la estantería.
Digámoslo de un modo incisivo, para promover debates necesarios: el domingo pasado se votó contra Milei, pero sin cuestionar el eje o modelo de su política, teniendo en cuenta la amplia adhesión que tiene en la dirigencia el modelo ajustador. Hay que festejar, claro, y al mismo tiempo ponerse a trabajar para unir lo que está disperso, en las fuerzas sociales y en la conciencia.
El riesgo del ombliguismo (retardatario y nostálgico de realidades perimidas) está a la vuelta de la esquina. Es peligrosísimo dejarse llevar por la presunción de una vuelta al pasado porque todo lo ocurrido y sufrido ha aumentado la gravedad estructural de la situación. Más que nunca se requiere la formulación de un programa de integración social y económica en un marco expansivo de la producción y la cultura.
Además, falta octubre. La gravitación cuantitativa de la provincia de Buenos Aires hace funcionar esta elección reciente como una muestra muy amplia y tentadora de extrapolación automática a todo el electorado argentino. Pero tenemos un país diverso y expresiones políticas que responden a condiciones políticas muy particulares provincia por provincia y cientos de municipios. El argumento repetido de que “los intendentes ya sacaron lo suyo y no van a jugar en la general” es bastante irreal. Más bien expresión de deseos.
Hay muchos indicios de reacomodamientos por parte de los que fueron en procesión mendicante a Milei y recibieron el trato que merecían. Pero todo el mundo va a intentar salvar la ropa y habrá mucha rosca non sancta dando vueltas.
El acierto de Kicillof y su equipo consistió en nacionalizar una elección provincial, incluso asumiendo oportunamente la debilidad partidaria del oficialismo. Una combinación feliz que superó la denostación sistemática que se proyecta desde los medios nacionales que llamaron “el tren fantasma” a la composición del escenario que rodeó a Kicillof la noche del triunfo. Así viene todo y como siempre, mezcladito.
Recuento globular en Mar del Plata
Como la semana pasada hicimos mención de la audaz apuesta asumido por Gustavo Pulti en esa ciudad al presentarse con lista corta en un municipio muy disputado, el más importante de la quinta sección electoral, agreguemos ahora algunas reflexiones a posteriori para completar con un caso de sumo interés estas disquisiciones.
La expresión “recuento globular” fue exitosamente instalada desde la revista Qué en 1957 al analizar el resultado electoral en las constituyentes que convocó el gobierno de facto cuyo resultado daba un porcentaje importante de votos en blanco (el peronismo proscripto sin candidatos, que llegó al 24,31%), mientras la primera minoría fue para la UCRP (radicalismo del pueblo, que obtuvo 75 bancas con el 32,15% de los votos) y segunda minoría para la UCRI (radicales intransigentes con 28,20% pero obtuvo 77 bancas por ganar en más provincias).
Concurrieron a ese comicio una multitud de partidos políticos de todo pelaje. Para quien quiera ahondar sobre ese momento atípico de la historia argentina del siglo pasado, la Wiki da algunas pautas sin adentrarse demasiado en los contenidos.
El recuento globular que propuso Qué consistía en sumar los votos en blanco con los intransigentes, lo que superaba ampliamente la mitad del electorado, ya de por sí bastante disperso porque no faltaron en esa compulsa candidatos neoperonistas con diversa denominación y muchísimas expresiones provinciales y/o tradicionales, desde conservadores, demoprogresistas, socialistas hasta democristianos, entre otros.
Esa inteligente sumatoria abrió la puerta al entendimiento que terminaría en el denostado “pacto” entre Perón y Frigerio, en cuya negociación Ramón Prieto tuvo un desempeño clave, a partir del cual el líder justicialista recomendó a sus seguidores votar por Frondizi. Lo original no era el cálculo, bastante evidente, sino poner en primer plano que existían compatibilidades programáticas entre fuerzas que se encontraban divididas y que, reunidas, tenían enorme potencial transformador. Para lo cual había que despojarse de toda clase de prejuicios e ir al meollo de lo que necesitaba la Argentina. Y sigue haciéndolo.
Con ese antecedente importante, aunque irrepetible porque entre otras cosas el peronismo no pudo entonces tener sus propios candidatos y era por lo tanto una solución posible pero imperfecta, podemos mirar los resultados de Mar del Plata y hacer algunas conjeturas para completar este comentario ex post de lo ocurrido y ex ante de aquello que, por el trabajo militante, puede ocurrir.
En Mar del Plata los porcentajes, de los cuatro primeros en votos, se distribuyeron así: La Libertad Avanza 38,20%, obteniendo 5 bancas de concejales, Fuerza Patria 20,31 con 3 concejales, Acción Marplatense 19,10 con dos concejales mientras Nuevos Aires con 14,59% alcanza también dos bancas. La curiosidad matemática de la representación proporcional exhibe que Acción Marplatense y Nuevos Aires, con una diferencia de cuatro puntos porcentuales obtienen cada uno dos bancas mientras que Fuerza Patria, con dos puntos arriba de Acción Marplatense, consigue tres.
Particularidades parecidas se repiten a lo largo y lo ancho de toda la provincia, inclusive dentro de las únicas dos secciones electorales, sobre ocho, que ganó el oficialismo violeta.
Nos interesa en particular no sólo por nuestra simpatía y amistad con Pulti sino fundamentalmente porque los resultados muestran que la unidad de las fuerzas comprometidas con la promoción de la población desfavorecida tiene muchas más razones para avanzar con la unidad que con la dispersión. Allí es donde la responsabilidad hacia el futuro no está en los electores sino en los dirigentes.
Lo que viene es materia de reflexión, revisión autocrítica, avances en el diálogo y construcción en común. Y esto genuinamente se puede lograr en base un programa verdaderamente transformador a proponer a la ciudadanía antes que la puja entre egos y caciques por los cargos.
Si algo está claro, y es la lección que deja la provincia de Buenos Aires en esta ocasión es que con el ajuste nada mejora, ni siquiera las finanzas públicas con “contabilidades creativas”, y se hace obvia la necesidad de proponerle a los argentinos una senda de desarrollo con sólidas bases expansivas y generosas ofertas de trabajo, educación y cultura.