Alejandro Rúa: No sólo hay que ser imparcial sino dar pruebas de imparcialidad

El fallo de la Corte contra Cristina “vulnera la credibilidad de la Justicia” y “la apariencia de imparcialidad” que debe asumir ante la sociedad. La Justicia se puso “de un lado de la grieta”, afirma el penalista Alejandro Rúa. 

La enorme movilización a Plaza de Mayo en apoyo a Cristina Fernández, así como las múltiples concentraciones en la puerta del edificio donde reside la expresidenta, evidenciaron que “la Justicia no fue rigurosa porque dividió a la opinión pública y metió en la grieta a un Poder Judicial que debía evitar que una mitad de la sociedad pensara una cosa diferente a la otra”, afirmó a Y ahora qué? Alejandro Rúa, abogado penalista y ex defensor de Cristina en la causa del Memorando de entendimiento con Irán.

Rúa, también, recordó un principio que la Corte incumplió: la “apariencia de imparcialidad que puso en juego la confianza que los tribunales deben inspirar a los ciudadanos en una sociedad democrática”, un concepto jurídico definido por el Tribunal Europeo de Derechos Humanos y adoptado (y olvidado) por la justicia argentina. El Poder Judicial, falló indirectamente en su contra y quedó expuesto “de un lado de la grieta”, consideró Rúa.

–Me preguntaba si ante los hechos que definieron la sentencia de Cristina no estamos ante una justicia de baja intensidad, y una política poco representativa de un sector de la sociedad.

–En este caso veo una deficiencia muy grande del Poder Judicial de cumplir su función, que es -para un juez o un tribunal- llevar adelante un proceso de la manera más rigurosa en cuanto al protocolo que debe aplicar, que es el Código de procedimientos, y con la mayor imparcialidad, objetividad, posibilidad de deliberación entre las partes y confronte ante la sociedad que observa ese comportamiento. Si cumple ese protocolo y esas garantías, el juez debería lograr la autoridad para decir que esto ocurrió así y que tal persona es responsable o no. Y para que la sociedad -que es la que sostiene a ese Poder Judicial tan costoso, que tiene tantos privilegios y toda una estructura que se rodea de privilegios precisamente para cumpla su función en condiciones de independencia e imparcialidad- no quede partida como nos pasa, en una mitad que piensa una cosa y la otra mitad otra. Los privilegios otorgados al Poder Judicial, como por ejemplo la exención de pagar Ganancias o cargos de por vida, son para que cumplan esa función con independencia e imparcialidad, para que puedan decidir los hechos y ocuparse de temas que la sociedad no puede resolver.

–Si es por el efecto producido con este fallo, parece que la Justicia no logró ese cometido.

–No, y ése es el gran defecto que tuvo a lo largo de todo este proceso que confirmó la Corte, que tampoco logró solucionarlo. Hay un aspecto a analizar acerca de la imparcialidad que es muy interesante en este contexto. Me refiero a la imparcialidad como garantía del proceso para las partes, porque el juez debe garantizar que las partes tengan una igualdad de trato y de posibilidades. Al interior del proceso, el juez debe ser independiente de los intereses de las dos partes, la acusadora y la defensora. Pero la imparcialidad tiene otro aspecto que es para la sociedad, y se trata de la apariencia de imparcialidad. Es un concepto jurídico definido con mucha precisión hace más de 60 años por el Tribunal Europeo de Derechos Humanos en el caso “Piersack vs. Bélgica” y dice que “no basta que el juez actúe imparcialmente, sino que es preciso que no exista apariencia de falta de imparcialidad”, porque “lo que está en juego es la confianza que los tribunales deben inspirar a los ciudadanos en una sociedad democrática”. Aunque el caso se originó en Europa, los principios sobre imparcialidad judicial y derecho a un juicio justo son universales e incorporados por la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) en sus decisiones, también con impacto en la jurisprudencia de nuestra Corte Suprema y los tribunales locales. La apariencia de imparcialidad es trascendente, porque lo que está en juego es la confianza de los ciudadanos en una sociedad democrática, la confianza en los tribunales y los que vayan a decir con su sentencia.

–Se trata de la percepción que tiene la gente de esa Justicia.

–Por ejemplo. Quizá un juez se comportó en el proceso de una manera imparcial, pero puede ocurrir que lo que mostró a la sociedad es otra cosa, y eso que expuso, después, mina la posibilidad de que la sociedad tenga confianza en lo que dice. Y eso ocurrió en el caso de Cristina Fernández. Este concepto de imparcialidad está planteado en la justicia argentina porque es una jurisprudencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos que adoptó la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Y esa jurisprudencia gotea a todas las instancias locales. 

–¿Cómo observa que en este caso se haya vulnerado esa apariencia de imparcialidad?

–Estuvo vulnerado en todas las instancias. Entre los que instruyeron la causa tenés al juez y uno de los fiscales involucrados en el episodio de Lago Escondido. No estuvo este Mahiques en ese vuelo, pero estuvieron familiares. En el juicio tenés al juez y al fiscal del (equipo de fútbol) Liverpool. Lo que digo es que en la instrucción se sospecha de parcialidad expuesta de interés con el Grupo Clarín. Después, tenés que lo que se hace en la instrucción se juzga en un juicio en el que hay un fiscal y al juez (los famosos del equipo del Liverpool) que jugaban al fútbol integrando un equipo mayormente de dirigentes macristas en la quinta Los Abrojos. Y cuando eso se ventila en el juicio, y debe ser motivo de recusaciones y de apartamientos, quien controla eso es el Tribunal de Casación donde están Hornos y a Borinsky, dos jueces cuestionados por visitas a la Casa Rosada y a la Quinta de Olivos, y la permanente recurrencia en el pádel y lo que fuera. Es decir que en todos los procesos del trámite hubo gestos a la sociedad dados por los propios jueces y fiscales intervinientes que se mostraban ausentes de independencia. 

–¿Y qué ocurrió con las recusaciones?

–Fueron recusados, pero muchas veces ellos mismos no las aceptaron o muchas veces sus colegas no las aceptan. Pero esto todo es motivo de recursos hasta llegar a la Corte. Las dificultades que tiene un Poder Judicial que no se da cuenta el agravio que eso genera en la confianza de la sociedad en sus fallos e insiste en quedarse en los lugares donde su presencia perjudica la confianza de esa sociedad en la resolución de esos casos, por más que haya reclamos de las partes para que no suceda, se mantienen. Por eso se esperaba que la Corte pudiera decir algo al respecto, porque este era uno de los reclamos de las partes sobre la afectación a lo largo del trámite de la imparcialidad. Pero la Corte resolvió no tratar los recursos, cuestionó el modo en que se formularon, pero no entró en el caso. La grave consecuencia de este proceder del Poder Judicial en todas las instancias es que, precisamente, una parte de la sociedad dice que hay culpables y que el juicio estuvo bien porque son ladrones, y otro número equivalente de la sociedad dice que todo es una injusticia y que existe persecución y desconfía en lo que se resolvió. Unos creen más, otros menos, pero el Poder Judicial, voluntariamente y por sus propios actos, no se cuidó de mostrar las apariencias. Porque otra discusión es que los jueces se pregunten: ¿qué hice yo? Porque usted no me puede probar que Macri me ordenó o qué hablé en esas reuniones. Y eso también es verdad, pero el hecho de visitar a Macri una vez por mes, jugar al pádel y mostrarse cercano a él e integrar la Corte de los de los que están cercanos a Macri, termina siendo un posicionamiento que debilita la confianza pública respecto a que el juicio no estuviese teñido por ese vínculo con Macri, más allá de que el ex presidente haya ordenado o no haya ordenado nada, haya instruido a los jueces, o no lo haya hecho, haya hablado o no haya hablado del caso con esos funcionarios de la Justicia. Recordemos que éste fue un caso iniciado y promovido por el gobierno de Macri, la denuncia de Iguacel en Vialidad; la participación de Laura Alonso en la Oficina Anticorrupción, la de Mariano Federici en la UIF, es decir, todos órganos del gobierno macrista acusando funcionarios o exfuncionarios kirchneristas. En este contexto, claramente de intereses de la política, vemos alineados a jueces y fiscales permanentemente con uno de los bandos interesados en la resolución del caso. Esto lo vimos todos públicamente y es lo que genera que, si la Corte decide no atenderlo, el efecto de desatención a la apariencia de imparcialidad genera estas consecuencias en la sociedad porque, precisamente, el Poder Judicial se retrajo voluntariamente de cumplir la función que tiene en la sociedad, que es definir los hechos después de haberse comportado con independencia e imparcialidad. Si el Poder Judicial no hace esto, los resultados están a la vista en la opinión pública. No tuvo  un comportamiento que evite la sospecha de que hay un interés distinto al que tiene que cumplir en la sociedad como juez.

–Es un daño que, a priori, parece irreparable.

–Efectivamente, es el gran problema del fallo de la Corte. Había alguna expectativa de que la Corte advirtiera que los jueces no habían cumplido bien su función, pero el modo en el que esta instancia aborda la problemática tuvo dos consecuencias graves. Por un lado, que el Poder Judicial no ha podido cumplir su función de darle a la sociedad una respuesta confiable para terminar con la discusión. Y, por otro lado, hacia el interior del Poder Judicial, también le muestra a la sociedad que no hay problema en que algunos suban tranquilos al avión de Clarín, o que los jueces vayan a jugar al pádel o a la Quinta de Olivos cuando, después, tienen que resolver cuestiones que le interesan a la Casa de Gobierno. Esta última parece ser una consecuencia todavía más dramática que la primera, porque la primera se refiere a un caso concreto en el que nunca se sabrá cómo fueron las cosas, sobre todo ante la gravedad de las acusaciones y la contundencia probatoria que alegan los acusadores. Es decir que, si uno tiene toneladas de pruebas, ¿para qué necesita tener un juez entongado? Y para la acusación también. Esas artimañas de compartir equipos de fútbol con los jueces y vincularse de esta forma, frente a los ojos de la sociedad, mina el trabajo que tienen que hacer porque el caso no se resolvió. Y también marca una crisis sobre cómo debe ser un juez. 

–Pero, además, ¿no pusieron en crisis al sistema judicial argentino?

–Y sí, porque lo que terminaron diciendo es que así también se puede funcionar. Un aspecto esencial del Poder Judicial es que debería mostrarse ante la sociedad como independiente e imparcial. Y aquí, en las distintas instancias, la sospecha de falta de imparcialidad ha sido provocada por el propio accionar judicial al ver quién subió a ese avión, quién va a jugar al pádel o quién va a la quinta Los Abrojos. No es que se los ha involucrado en una operación, sino que voluntariamente asumieron ese lugar impropio de un juez. 

–En definitiva, hubo un fallo que no impartió justicia.

–Y sí, porque la justicia es la resolución de un caso de una manera independiente e imparcial para que la sociedad deje de discutir sobre el caso. Y acá no ocurrió. Advierto que, desde el inicio, este caso es parte de la grieta antikirchnerismo-kirchnerismo o peronismo. Las acusaciones vienen de los funcionarios que entonces eran oposición, del macrismo, motorizadas por los órganos de difusión y de comunicación que multiplicaban sus denuncias, mayormente instalados en la cabeza del Grupo Clarín. Sí que tengo macrismo y Clarín de un lado, acusando, y funcionarios del kirchnerismo defendiéndose. El único y mayor resguardo que tienen que tener los jueces es no estar en esa grieta, pero precisamente lo único que han hecho es estar ahí, ponerse de un lado porque te subiste al avión de Clarín, fuiste a visitarlo a Macri a la Casa Rosada, fuiste a jugar a la quinta Los Abrojos. Y ojo que acá no hay una equivalencia porque nadie fue a jugar pádel con Cristina o se subieron a su avión. Todos, en todas las instancias, se mostraron de un lado de la grieta, cayeron ahí desembozadamente y no cumplieron su función de tranquilizar a la sociedad.

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