“Izquierdas y derechas han intentado refundar sus países al llegar al poder. La diferencia de Milei es que asoció a la derecha con lo cool y el significante de la libertad, aunque a la primera crisis fuerte, como la del KarinaGate y las escuchas, intentó suprimir la libertad de expresión”, dijo el experto en comunicación política Gonzalo Sarasqueta.
Desde España, Gonzalo Sarasqueta explicó las múltiples tramas que se ponen en juego en la manera de hacer política de La Libertad Avanza (LLA), remanidas con un modelo convencional, y puso en vilo a toda la clase política que recién con el escándalo de las coimas en la Agencia Nacional de Discapacidad (ANDis) y las recientes filtraciones de las escuchas telefónicas parece retomar la iniciativa desde el Congreso de la Nación.
“El gobierno de Milei está diseñado para estar a la ofensiva, y entonces no sabe qué hacer ni qué decir con los escándalos que le explotaron en las manos. El caso de las coimas, a nivel comunicacional, les dio en la línea de flotación, y por eso lucen desorientados.”, explicó Sarasqueta, que en octubre próximo presentará en Buenos Aires su libro ‘Las otras verdades. Siete relatos sobre la amistad política’ (Editorial Biblios).
–¿Sobre qué elementos se basa la narrativa mileista?
–En dos pilares: la normalización de la economía y la lucha contra la casta. Y lo que estamos viendo, ahora, con este tema del 3% (de coima) está resquebrajando el contrato afectivo que Milei mantenía con una parte de la sociedad cuando decía que era uno más, que era distinto, un hombre destinado a salvar a la Argentina, que no robaría plata o que no habría yates ni bolsones. Y lo que estamos viendo ahora es una línea de continuidad con la praxis de la política argentina. No hay una ruptura, y entonces lo que cruje es ese contrato afectivo que tenía Milei. Lo que falta ver es si el caso de las coimas está encapsulado en la ANDis o si en vez de ser un caso es un estilo, como lo fue en el menemismo. Falta saber si donde alumbremos en la Administración Pública encontraremos este modus operandi de cobro por coimas. Esto, a Milei comunicacionalmente lo hiere mucho, y hay que sumar el otro pilar, que es el de la normalización económica. No hace falta ser economista para ver que esto está afectando la continuidad en el mediano y largo plazo del proyecto porque todos sabemos que la subida del dólar impacta en la inflación, el principal caballito de batalla del Gobierno. Estos dos pilares, la lucha contra la casta y el combate de la inflación, están conectados por un hilo rojo que va de las coimas a la estabilidad económica.
—Hay que ver, más allá del análisis teórico, si esto impacta en el elector, porque aún persiste la duda.
–Totalmente. La ventaja que tiene el Gobierno nacional es que la oposición no está vertebrada. Es lo mismo que había cuando llegó Milei. Si queremos hacer una lectura más de largo aliento, pero hacia atrás, el menemismo y el kirchnerismo también fueron gobiernos que tuvieron casos de corrupción -hasta con evidencias visuales- y así y todo fueron experiencias de poder largas porque la corrupción nunca estuvo en el podio de lo que más le preocupa al ciudadano argentino. Y vuelvo al tema del hilo rojo, justamente están recortando el gasto público en temas tan sensibles como la discapacidad, y, por otro lado, se están llevando una coima de esa misma área. Nos preguntamos: ¿cómo, no era que no había plata para las personas con discapacidad? Esa correlación evidentemente está, pero no sabemos cómo se traducirá en votos. ¿Impactará en la votación? ¿En la de septiembre, en la de octubre? No lo sabemos. Y tampoco sabemos si el tema ANDis es un caso aislado de corrupción o un estilo. Este es el gran interrogante, incluso para este domingo en las elecciones bonaerenses.
–Y hay otro tema que ahora se agrega, inédito en esta etapa, que es el ataque a la libertad de expresión, un elemento que hasta ahora no habían utilizado bajo su concepto de libertad.
–Sí. Ya entramos en un terreno de oxímoron, ¿no? Porque un gobierno en el que su eslogan de campaña fue la libertad, y en la primera situación de crisis severa pretenden coartar la libertad de expresión… yo diría que más que paradójico es satírico. También habla del estilo comunicacional del Gobierno que es a todo o nada. Siempre atacando. Pero esa brutalidad, ese ataque constante, ese lenguaje hiperbólico en una crisis es al revés de lo que se requiere porque la comunicación de crisis necesita del control de daños. En una crisis no se soluciona el daño, se mitiga, se controla. Para cuidar la esencia tengo que entregar, por ejemplo, a ciertos actores para no entregar a los protagonistas. Tengo que entregar ciertas áreas para quedarme con las que me importan. Bueno, esa lectura más quirúrgica, el Gobierno no la tuvo ni cuando estaba en situaciones ventajosas, y está demostrando claramente que ahora tampoco la tiene. Así es que aparecen estos disparates de intentar solucionar una interna del Gobierno con filtraciones, que más que solucionar el problema, lo agravan.
–Usted habló de brutalismo comunicacional. ¿Cree que este estilo es parte del brutalismo comunicacional del Gobierno? ¿Cómo llegan a este modo de comunicar, que parece una tendencia de las derechas en el mundo?
–Mario Riorda tiene una nota en Anfibia que es muy buena sobre el brutalismo comunicacional, que yo lo extiendo a diversos liderazgos que van desde Donald Trump, o Bukele a Viktor Orban sustentados en un lenguaje hiperbólico y en el absolutismo moral. Todo debate público es una línea entre los enviados del bien y los enviados del mal, pero lo cierto es que no todo se moraliza, no todo es una cuestión de bien o mal, no todo es un Armagedón. En el caso del Gobierno es una estética. Y esto lo conecta mucho con el menemismo, que es una estética exagerada, disruptiva, excesiva. De todo a lo máximo, como por ejemplo la representación visual del Gobierno, que vino con la motosierra, la campera con cuello alto, todo despeinado, los cachetes rojos de enojo… siempre con una estética muy disruptiva. No es una estética moderada o tranquila, sino muy disruptiva y -obviamente- no utilizan un lenguaje democrático, sino que hablan del otro como adversario y con lenguaje bélico. El otro es un enemigo y hay que eliminarlo simbólicamente. Esas cuatro características, lenguaje hiperbólico, el absolutismo moral, la estética disruptiva y el lenguaje, o la designación de enemigos propio de una guerra, son las cuatro características de este brutalismo comunicacional.
–Sin hacer comparaciones, son parte de los recursos utilizados por Joseph Goebbels para comunicar el nazismo.
–Hay líneas en común de una política comunicacional que vienen desde la derecha, desde un pueblo insatisfecho, con ausencia de líderes fuertes y el requerimiento de que surjan como un reconocimiento del quiebre de los sistemas políticos anteriores. Pero también podría decir que hubo populismos de izquierda, como el caso Hugo Chávez, que jugaron con el pueblo herido.
–Claro, porque en última instancia es un recurso, una herramienta.
–Por eso, hay experiencias de derecha y de izquierda que han utilizado al pueblo herido y la imagen de un Mesías fuerte que viene a redimirlo. Evo Morales, Rafael Correa o Hugo Chávez también utilizaron esa técnica de volver a fundar un país. En Argentina, el diferencial de Milei es que asoció la derecha con lo cool. En Milei vemos una rebeldía asociada a la derecha con una estética diferente y con un nivel discursivo y un significante como la libertad, que volvió a ponerlo de moda junto a la palabra mercado, cuando en años anteriores era una mala palabra. Recordemos que el Estado era como el Santo Grial. Ni Macri se animó a desafiar el significante Estado. Bueno, Milei se animó, y hay que ponerlo en un contexto de época en la que la pandemia fue un acelerador de muchos cambios que ya se venían produciendo en Occidente. Recordemos a la economía de las plataformas en las que un pibe de Glovo pedalea y le pide al Estado que no lo joda con impuestos ni sindicalistas ni sindicatos, sino que lo dejen pedalear y ganar su plata. Milei supo aprovechar las elecciones presidenciales y logró introducir este discurso libertario anarcocapitalista y conectar más que nada con los centennials y millennials. Creo que ahí sí hubo una habilidad comunicacional de su parte. Y hay que reconocerle, también, la continuidad en sus formas. Primero lo llevaban a Intratables como una caricatura, pero mantuvo el mismo discurso hasta hace unos días. Era un loco en el desierto, y ahora es una moda. Pero esa continuidad, que a veces uno lo veía como caricatura en esos programas televisivos en el 2017 o 2018, el ciudadano también lo tradujo en coherencia.
–Usted habló, también, de tres campos de acción en la campaña política: el mediático, el territorial y el que se disputa en las redes. Y decía que hay que ganar en los tres, pero que, si no se gana en las redes, todo el resto parece que se cae. ¿No faltaría mencionar un plan de acción, un programa, o eso ya no importa en una campaña comunicacional?
–No digo que no importa el programa y que lo que más importa son las redes, sino que hay un ciudadano cada vez más conectado. Hay estudios que indican que el promedio mundial es de seis horas por día. Argentina está entre los cinco países que más tiempo pasa conectado, entre 7 y 8 horas. Lo que digo es que ese triángulo es la comunicación política, y hay que conectar los tres vértices, lo que se hace en el territorio hay que reflejarlo en las redes, y lo que se hace en las redes hay que reflejarlo en los medios. Así que los tres vértices tienen que estar en constante diálogo. Y el programa es fundamental, pero no está planteado. Un liderazgo, claramente, tiene que tener un plan de acción, es fundamental junto a una comunicación política eficaz. Hay que saber combinar el aspecto emocional y el aspecto racional. Y dentro del aspecto racional, claramente está el programa electoral.
–¿Qué importa más hoy en una campaña, el insulto o la propuesta?
–Estamos en una época donde la ira está ordenando el espacio público. Y no solo en Argentina sino en todos lados donde haya perdedores de la globalización que están quedando afuera del sistema. Ahí se está acumulando mucha bronca, sumado esto a los casos de corrupción. El problema de esta bronca es si tenés líderes que la representan y tratan de solucionarla o solo la representan y se quedan cómodos alimentándola. ¿Cómo se pasa de la bronca a la solución? ¿Cómo se pasa de la bronca a la esperanza?
—¿Y cómo está representado esto en los gobiernos de derecha?
–Una de las habilidades comunicacionales que tienen estos gobiernos es la localización del enemigo, que va acompañado de una simplificación. Por ejemplo, no todos los gazatíes son Hamás, en el caso de Israel; o los inmigrantes, en el caso de Trump o de Orbán; o no todos los políticos son casta, en el caso de Milei. Va variando la figura del enemigo, pero estos líderes van por la simplificación a través de la exageración, y así construyen a los supuestos culpables de la desgracia.
–Usted mencionó la incorporación de la inteligencia artificial en las campañas, y explicó que esa herramienta profundiza el discurso violento. ¿Por qué lo plantea en esos términos?
–La inteligencia artificial es una herramienta, y puede ser una amenaza o una oportunidad. Lo que estamos viendo en muchos casos es que se está utilizando para generar videos y fotos falsas que suelen generar más rechazo social, más bronca pública y más indignación con la política. Hoy en día se está utilizando como una herramienta de ataque. En la política aún no estamos viendo la parte positiva de su utilización. Y, como campaña negativa, la mayoría de sus recursos, materiales o simbólicos, están dirigidos a erosionar la reputación del otro.
Comunicación, crisis y elecciones
–¿Cómo está administrando el Gobierno este sacudón provocado por fuego amigo con los presuntos hechos de corrupción en la ANDis y la filtración de las escuchas telefónicas?
–No lo está haciendo bien, y más allá del resultado electoral, devienen en la percepción de un gobierno más débil. También quisiera ver cómo se lleva con esa debilidad y su capacidad de reponerse. La primera respuesta es que hay una fractura hacia adentro. Cuando hay filtraciones y graban a una de las personas más importantes, la primera respuesta es suprimir una libertad. Y eso es muy preocupante. Sabemos por innumerables experiencias, en los campos de la corrupción como el de economía, que las urnas no van a solucionar todos los problemas, empezando por la economía y la corrupción. Por eso me parece peligrosa la apuesta del Gobierno de ir a todo o nada para las legislativas de octubre creyendo que podrán reforzar el músculo legislativo y hacer las reformas estructurales que creen necesarias. Todo eso lleva tiempo y debate legislativo, y el reloj ya está corriendo para las elecciones presidenciales. El primer material empírico que tengo es preguntarme cómo va a reaccionar el Gobierno frente a una eventual derrota electoral. Y creo que reaccionarán de manera no democrática. Si lo primero que hicieron ante lo ocurrido con las escuchas a Karina Milei es suprimir la libertad de expresión, no imagino qué podrán hacer ante una eventual derrota electoral, que -claramente- es una de las mayores debilidades en política.
–¿Qué visualiza para después de octubre entonces?
–La comunicación puede reforzar una buena gestión, pero no salva una mala gestión. El contrato afectivo de Milei -con la ciudadanía- decía que no era como los políticos, y había una parte más racional en la que pedía que hicieran un esfuerzo: – bancame el recorte del gasto público y el equilibrio fiscal que eso generará empleo, ingreso de dólares, inversiones. Esa expectativa también formaba parte del contrato, pero -ya a medio término- el ciudadano va cambiando sus expectativas. Si cumpliste con la inflación, después te van a pedir empleo. Bueno, después de octubre viene eso. ¿Acomodaste las cuentas? Si las acomodaste, ahora te toca generar riqueza. Que esto es en lo que históricamente los planes de ajuste fallan. Ahí tenés un problema histórico en Argentina que es la confianza. Nadie va a ir a invertir teniendo un horizonte de una presidencial a dos años dando muestras de que, en Argentina, sigue cambiando constantemente la seguridad jurídica, que hay casos de corrupción, inestabilidad o fracturas internas en el Gobierno. ¿Quién va a ir a sembrar capital con este panorama? Dicho de otro modo, después de octubre el tema de la inflación ya no debería ser una demanda sino un derecho adquirido de la gente, que podría decir: – bueno, listo, esto ya está perfecto, ahora lo siguiente. Y lo siguiente es trabajo.