Shila Vilker: “La procesadora de Twitter licúa capital político”

Incluso durante meses de inflación “con números aterradores”, la consultora observa que “Milei tiene todavía las expectativas sanas, intactas”, porque “logró cohesionar y aglutinar a ese electorado con una comunicación provocadora, centrada en develar lo conocido como si fuera la comprobación de una creencia previa”.

La concepción instrumental de la polarización se enfoca en el cambio de preferencias políticas. La polarización afectiva, en cambio, pone el énfasis en la intensidad de nuestros afectos, conexiones, espacios. En un entorno de polarización extrema, los votantes perciben al otro como extraño, distante, extremo, dado que el espacio político se expande e intensifica. Es aquí donde Javier Milei exhibe uno de sus principales activos: haber simplificado el espectro político argentino y reducirlo a un tablero de dos espacios, explica la analista de opinión pública Shila Vilker. El mandatario libertario preserva una aprobación del 50 por ciento de votantes reacios a mudar su voto si la alternativa sigue siendo peronista. En el otro extremo, la oposición, atrapada en la híper-fragmentación y una  actitud reactiva, abona al mantenimiento del capital político libertario, concluye la directora de la consultora Tres Punto Zero en esta nutrida charla con Y ahora qué.

– El triunfo de Javier Milei en el balotaje del 2023 requiere complejizar la tradicional clasificación de las identidades político-partidarias. ¿Es posible entender la preferencia por Milei como una suerte de “apartidismo”, un votante que apoya una propuesta anti-sistema?  

– La conformación del universo de los “independientes”, los que no reconocen simpatía hacia ningún espacio político, es un fenómeno que se ve hace tiempo. Allí siempre hubo un gran coto de caza para el espacio de Juntos por el Cambio (JxC). En el último tiempo, una cantidad importante de ese universo adquirió una identidad libertaria. La suma del universo de JxC –que oscilaba entre el 22 y el 24% y subía un poco en período electoral– y del universo libertario llega casi al 40%. 

– ¿Ese 40% se empieza a constituir como un núcleo mileísta, pasando de un voto de rechazo apartidista a una identidad política positiva, de apoyo? 

– Es un activo de Milei, que ha logrado convertir la sensibilidad de quienes estaban de espaldas a la política en identidad política. De esos 40 puntos, hay un 10% que surge de una adecuación de simpatizantes del Pro y un 30% restante proveniente de la activación de una identidad mileísta. 

– ¿Son votantes que eran independientes y ahora se politizaron? 

– El principal cambio hay que mirarlo en el universo juvenil. El nuevo advenimiento al mapa político es el joven con identidad, que coexiste con una licuación del universo político clásico: por un lado, el mundo pamperonista se licúa –siempre tuvo un apoyo de alrededor de 37 o 38 puntos y hoy está en 30 a 32%- y, por otro, el mundo Pro es fagocitado por la oferta libertaria. Esta evolución, donde dos se licúan y uno crece con mucha fuerza, redunda en un aplanamiento de los “impolíticos”. Por eso, en lugar de tres, hoy hay dos identidades que reaccionan casi en consonancia a los distintos estímulos propuestos por el gobierno o por la oposición. 

– En el contexto de las elecciones, mencionó que el capital antipolítico que tenía Milei podría condicionarlo. 

– Sí. Yo me preguntaba en qué medida es posible gobernar con un capital antipolítico. Ahora tengo dudas sobre lo que dije. Aparentemente lo está resolviendo bien, porque está conformando una adhesión tremendamente política aunque en clave antipolítica. Creo que el concepto “antipolítica” empieza a quedar chico. Es más un sentimiento “anti-establishment” dirigido a políticos, periodistas, empresarios; una insatisfacción rabiosa con las instituciones. Se están dando fenómenos extraños: hay votantes que le reconocen a Milei poca capacidad para el diálogo, un carácter intolerante y, al mismo tiempo, lo ven como un líder democrático. 

– Frente a estas paradojas, surge la pregunta sobre el concepto de democracia que tiene en su cabeza un segmento importante de la población argentina. 

– Volviendo a la hipótesis que mencioné en el marco de las elecciones, uno imaginaba que cualquier presidente en ejercicio tuviera una gestión más cercana a lo conocido. Milei transgrede todos los límites imaginados: lo que es fácil de hacer en campaña sigue siendo la dinámica en el ejercicio del poder. La pregunta es cuánto dura, si emerge una demanda por la gestión o por la mejora concreta de la vida cotidiana. 

– En sus estudios más recientes muestra que Milei conserva un capital nada desdeñable para un período de tres meses en la gestión. Las preferencias se dividen entre una mitad que aprueba su política y otra mitad que rechaza sus acciones. ¿Cómo se están movimiento estas dos inclinaciones?  

– Hacemos un monitoreo casi semanal a nivel nacional. Allí  vemos que hubo un arrepentimiento casi automático de entre 7 y 10% de su electorado. Después de eso, Milei logró mantener y aglutinar. Nosotros no vemos una caída en la adhesión fuera de ese 10% que perdió a poco de asumir. La gran pregunta es cómo logra sostener la adhesión con un ajuste tan brutal, tan rabioso, tan dañino. Porque las personas que lo apoyan admiten que se sienten afectadas en primera persona, no es que el ajuste pasa inadvertido para el votante de Milei o el de Bullrich. Los que votaron por Milei en las elecciones generales, ese núcleo duro de 30%, evalúan la situación mejor que el resto. En ellos vemos un rasgo negador, casi defensivo. Eso no resulta curioso, también lo vemos en el votante peronista, cuando el Peronismo está en ejercicio del poder. 

– ¿Cómo logrará mantener el apoyo? ¿A qué responde esa negación?

– Yo miraría menos las decisiones actuales de Milei y más las expectativas de los votantes. Milei tiene todavía las expectativas sanas, intactas. Logró cohesionar y aglutinar a ese electorado con una comunicación provocadora, centrada en develar lo conocido; como si fuera la comprobación de una creencia previa. Pero estamos viendo cosas muy locas. 

– ¿Cómo cuáles?

– Por ejemplo, meses de inflación con números realmente aterradores. Sin embargo, la inflación no aparece como el principal problema nacional en las encuestas más recientes. En cambio, sí crecen la corrupción y la pobreza. La preocupación por la pobreza la empuja el mundo pamperonista y el votante de Massa, que es bastante heterogéneo: tiene atributos cohesionables aunque, al mismo tiempo, presenta grandes dificultades para cohesionarlo. Entre los votantes de Massa, cuando describen la escena actual, hay mucha concordancia, se completan las frases, se dan manija, se quieren ir a comer un asado. Cuando la pregunta es sobre cómo sigue el Peronismo, hay enormes discrepancias. 

– ¿Por qué cae la inflación en las encuestas y cede su lugar de “Problema más Importante” (PMI) a la corrupción y la pobreza? 

– En medio de una política de shock, es muy difícil identificar cuál es el principal problema. Esto también es un problema de la oposición. Hoy la agenda la lidera Milei, haciendo todos los días una propuesta nueva, con temas para generar conversación y producir noticias. En frente, una oposición que responde casi mecánica y defensivamente. Allí hay una dificultad tanto para transmitir una crítica como una idea. Donde sea vemos dispersión en las respuestas, un exceso de información donde cada uno responde cualquier cosa. 

– La percepción social del principal problema que enfrenta un país está asociado a la atribución de responsabilidades. Frente a la caída de la inflación y el ascenso de la corrupción, ¿cómo se distribuye la responsabilización entre el gobierno anterior y el actual? 

– Lo que yo me pregunto es cuándo irrumpe el principio de realidad. Esto es, cuándo uno dice: “quiero estar mejor, necesito poder pagar la luz, comer. ¡Basta de decirle ‘no’ a mi hijo!” Es difícil responder eso. En los últimos estudios clasificamos a los electores de Milei de segunda vuelta en tres categorías. Los arrepentidos alcanzan unos 5 o 6 puntos, esos ya se fueron. El otro segmento que se mantiene, de alrededor de 50 puntos, se subdivide en dos grupos. El primero se compone de los antiperonistas, que critican a Milei pero, cuando se les propone repetir las elecciones, dicen que volverían a votar a Milei frente a Massa. Están dominados por un antiperonismo tan intenso, que aún en la crítica adhieren a la LLA. El segundo es el núcleo duro, de alrededor de 37 o 38 puntos. Este universo responde como un mileísta de ley frente a cualquier estímulo. En paralelo a esto vemos señales de desgaste en personas que quieren acompañar a este gobierno pero no saben si podrán aguantar. Creo que el gobierno debe estar mirando esto para ver si afloja un poco con el ajuste. 

– En estos grupos, el término “ajuste” dejó de tener una connotación negativa. ¿Cómo se conjuga esta nueva concepción y la capacidad de aguantar este nivel de ajuste? 

– Sí, el ajuste dejó de ser mala palabra. Hasta los votantes de Massa coinciden con el ajuste, con que “algo había que hacer”. El votante de Massa discute el foco, el ámbito, el sujeto del ajuste, la velocidad. Hay recortes que duelen más, por ejemplo el que impacta sobre los hijos. Ahora bien, cuando se producen eventos muy disruptivos, imaginamos que habrá impacto en el apoyo a Milei. Pero se mantiene en los mismos valores. En definitiva, nada de lo que hace el gobierno lo hace crecer, pero nada lo hace bajar. 

– ¿Tampoco cayó cuando se supo que, vía decreto, había aumentado su salario en casi un 50%, aunque después haya derogado esa norma? 

– Nosotros no lo vimos, Milei sigue estando en los mismos valores. Tiene un núcleo que lo sostiene. Es probable que, tal como pasó con la foto de Olivos con Alberto Fernández, ocurra algo que lo haga caer. Tuvo al comienzo una caída de 5 o 7 puntos, no lo descarto. Pero por ahora, el gobierno se sostiene sobre la expectativa. Y además, no cae porque mantiene activos que funcionan como fenómenos aglutinantes. 

– ¿Cuáles son esos activos?

– La dificultad de la oposición para liderar la agenda y aglutinar se suma a que la dinámica conversacional es bastante desordenada. Al mismo tiempo, se instaló la idea de que siempre estuvimos mal, que todos los gobiernos se metieron con los jubilados y los salarios. Los votantes de LLA le reconocen a este gobierno que “al menos se mete con la política”. Un poco más complejo es ver cómo se digiere el ajuste. Algunos dicen: “Aunque a mí me toca el ajuste, si afectan a la política está bien”. Y otros miran al vecino. “El vecino está peor que yo. Entonces aguantamos un poco”. Este es un comportamiento generalizado; las juventudes tienen una respuesta muy distinta. 

– ¿Cómo es esa idiosincrasia juvenil?

– Ese universo tiene una sensibilidad menos humanista. Los jóvenes son más reactivos, más impiadosos, tienen menos sentido del otro y del futuro. Cuando hicimos las investigaciones electorales nos encontramos con la demanda de una nueva hegemonía, un cambio para encontrar un nuevo orden, una nueva estabilidad. Esa demanda hoy se ve con una claridad total. Hay gente que está dispuesta a acompañar y aguantar el ajuste porque espera un nuevo orden. 

– Frente a esta demanda social de un cambio de hegemonía, ¿cómo se (re)ubican los liderazgos y, particularmente, cómo se recomponen los espacios políticos? 

– Por empezar, una estrategia eficaz del gobierno es haber configurado un tablero de dos, eso significa simplificar un escenario político que es mucho más complejo. En ese tablero, todos los espacios opositores atraviesan una gran fragmentación, dado que no hay voces que tiendan a ordenar internamente. Ese es otro activo de Milei. Esa híper-fragmentación va de la mano de la gran dificultad para proponer ideas alternativas y establecer vínculos con el electorado. El de Milei es un gobierno con tres instrumentos: la motosierra, la licuadora y la procesadora de Twitter. Este tanque digital es muy dañino y el gobierno lo sabe. En nuestras mediciones, comprobamos que algunas de las figuras que pasaron por la procesadora de Twitter sufrieron un impacto. La procesadora de Twitter licúa capital político.

Un comentario sobre «Shila Vilker: “La procesadora de Twitter licúa capital político”»

  1. Caer 10 puntos en poco tiempo no es poco.
    Pienso que la masacre social que producen las medidas va a modificar la percepción de los argentinos al no poder acceder a las mínimas condiciones de subsistencis.

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