El Presidente no se pone de acuerdo consigo mismo. Inventa una cronología donde a veces la decadencia comenzó hace 40 años y a veces hace 100. Y los enemigos son “socialistoides” a los que no identifica. La narrativa no es puro discurso ni es el origen de la acción. Acompaña la desargentinización de la Argentina, el acoso de la historia democrática simbolizado en la puesta en peligro del Archivo Nacional de la Memoria y un regreso militar a la seguridad interna que ni los propios militares están buscando. El minué y las dagas con la vice.
Así es la presentación: “En esta columna, que envió a La Nación, el Presidente explica su visión del rumbo de la economía y la perspectiva de cómo debe seguir el proceso de reformas que encaró su gobierno”. Luego viene una carita, la de Javier Milei, y una larga nota donde Su Excelencia dice que el 2025 “será el inicio de la reconstrucción de la Argentina para que luego de 40 años volvamos a estar al tope del mundo”.
Su Excelencia acostumbra jugar con la cronología. Los 40 años remiten a enero de 1985. ¿De repente Milei, que dijo aborrecer a Raúl Alfonsín, se propuso levantar al primer presidente de la democracia retornada? ¿Será el prólogo del homenaje a los dos hechos más importantes del ’85, como el Juicio a las Juntas y el acuerdo de Foz de Iguazú entre Alfonsín y el presidente brasileño José Sarney? ¿O es, por extensión y redondeo, una condena histórica a todo el período democrático, iniciado hace poco más de 40 años? Y si no es condena, ¿será desprecio? ¿Desprecio y condena por una transición que arrancó luego del fin de la dictadura de Jorge Rafael Videla, Roberto Viola, Leopoldo Galtieri y Reynaldo Benito Antonio Bignone?
Habrá que esperar la próxima columna de Su Excelencia para responder a esas preguntas. Las respuestas serán útiles para comprender la narrativa libertaria, es decir el acompañamiento discursivo de la realidad ultraliberal y ultraconservadora que comenzó con la violación constitucional concretada en el decreto de necesidad y urgencia 70 de 2023. La idea de inconstitucionalidad del 70/2023, verdadero corazón político y administrativo de Su Excelencia, está tomada de dos expertos como Andrés Gil Domínguez y Raúl Gustavo Ferreyra, ambos entrevistados en el primer año de esta revista.
En el próximo número, ¿Y ahora qué? analizará en detalle las cifras económicas desparramadas por Su Excelencia y la profusión de citas a santos (Robert Lucas) y demonios (John Maynard Keynes).
Mientras tanto, la narrativa utilizada como máscara de la desargentinización de la Argentina se entrevera en una cronología que muestra a Su Excelencia enredado en sus propias fechas.
Si por un lado habría que volver 40 años para atrás, y superar las rémoras de esta señora de las cuatro décadas que es la democracia argentina, Su Excelencia señala que se propone “sacar al país del pozo en el que nos ha metido el populismo socialistoide que ha imperado durante el último siglo”.
Ya no serían 40 años de decadencia. Serían 100. Si no se trata de una licencia poética de Su Excelencia, la hecatombe socialistoide habría comenzado en 1925, durante el gobierno radical de Marcelo Torcuato de Alvear, iniciado en 1922 tras el primer mandato de Hipólito Yrigoyen. Alvear terminó su período en 1928, cuando otra vez fue electo Yrigoyen, derrocado a su vez dos años más tarde por el golpe de 1930.
Entre los socialistoides quizás figuren para Su Excelencia Juan Domingo Perón (1946-1955), Raúl Alfonsín (1983-1989), Néstor Kirchner (2003-2007), Cristina Fernández de Kirchner (2007-2011 y 2011-2015) y Alberto Fernández (2019-2023). ¿También Arturo Frondizi, que gobernó entre 1958 y 1962, cuando lo tumbó un golpe militar? ¿Y Arturo Illia, derrocado en 1966 luego de sólo tres años de gobierno?
En estos 100 años, además, integran la lista algunos presidentes de facto y otros elegidos por el voto popular. Ejemplos:
*El general José Félix Uriburu, socialistoide que simpatizaba con la empresa comunista norteamericana Standard Oil.
*El ingeniero militar Agustín Pedro Justo, acompañado del populista Federico Pinedo Abuelo.
*El general Pedro Eugenio Aramburu y el almirante Isaac Rojas, que modernizaron la inteligencia militar de acuerdo con las reglas de la guerra fría y la concepción del enemigo interno.
*Los generales Juan Carlos Onganía, Roberto Marcelo Levingston y Alejandro Agustín Lanusse, gobernantes de un período marcado en los primeros años por el ministro de Economía Adalbert Krieger Vasena.
*Los ya nombrados Videla, Viola, Galtieri y Bignone, a quienes asistieron socialistoides como José Alfredo Martínez de Hoz y Roberto Alemann. Todos ellos, militares y civiles, con colaboración de la Iglesia salvo excepciones, y con el activismo de los capellanes militares como cruzados que santificaban la tortura, fueron los protagonistas de la gran masacre de la Argentina.
*Carlos Menem, un socialistoide de diez años de gestión a quien Su Excelencia reivindica pese a que cada vez lo relega a un segundo lugar (el primero ya saben a quién le pertenece).
*El populista socialistoide Fernando de la Rúa, un entusiasta del déficit cero a tono con las ideas del actual gobierno.
*Y el socialistoide Mauricio Macri, que cuando heredó la fortuna de su padre la convirtió en una serie de cooperativas familiares.
La laxitud cronológica de Su Excelencia tiene su sentido.
Por un lado, el mito de la Argentina que fue grande y sólo volverá a ser grande ahora, con el Presidente redentor, es necesario para Javier Milei como lo fueron a lo largo de la historia el mito de la Alemania vejada, el de la Italia humillada o el de los Estados Unidos dominado por una casta izquierdista que integraron, entre otros, connotados marxistas como Bill Clinton y James Carter.
Por otro lado, las palabras siempre construyen sentido y a la vez embarullan la realidad.
Y sobre todo, queda claro dónde está el Mal.
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No conviene despreciar el minué entre Su Excelencia y su vice, Victoria Villarruel. Hay baile (poco, cada vez menos) y hay dagas escondidas a la espera de cómo le vaya a cada quien en el baile de los próximos años. Las contradicciones públicas están claras. Villarruel no tuvo inconvenientes en decir que ella no hubiera autorizado que un gendarme argentino fuese a Venezuela. Lilia Lemoine, la vocera genuina de Su Excelencia, repite al menos una vez por semana que Villarruel no es propia tropa.
Cuando la vice se enrola en el negacionismo o en la reivindicación de represores, Su Excelencia replica que ésa no es su agenda.
Cuando la vice calla y se dedica a otros menesteres, Su Excelencia embiste contra el Archivo Nacional de la Memoria. Los despidos de empleados estatales, para colmo mediante el uso de la Policía Federal, fuerza a la que la ministra Patricia Bullrich insiste en usar sólo para el choque, son una desgracia en sí mismos. Pero además, se trata de un organismo creado por el decreto 1259/2003 del Presidente Kirchner con estos fundamentos:
*Las violaciones graves de los derechos humanos “alcanzaron carácter masivo y sistemático durante las dictaduras militares de seguridad nacional, e inusitada gravedad durante el régimen de terrorismo de Estado instaurado el 24 de marzo de 1976”.
*La respuesta fue una demanda de “verdad, justicia y reparación”.
*El Estado tiene el deber de garantizar “los derechos a la verdad, la justicia y la reparación, rehabilitar a las víctimas y asegurar los beneficios del Estado democrático de derecho para las generaciones actuales y futuras”.
*La base normativa tiene jerarquía constitucional.
*Hay antecedentes valiosos como la Comisión Provincial de la Memoria bonaerense, creada en 2000.
*El Archivo Nacional de la Memoria deberá “obtener, analizar, clasificar, duplicar, digitalizar y archivar informaciones, testimonios y documentos sobre el quebrantamiento de los derechos humanos y las libertades fundamentales en que esté comprometida la responsabilidad del Estado argentino y sobre la respuesta social e institucional ante esas violaciones”.
*El material “testimonial, documental e informativo” es declarado “intangible”.
*Uno de los objetivos es que el Archivo sea instrumento de verdad, justicia y reparación, y a la vez una herramienta para fomentar el estudio y la investigación.
*Otra meta es “crear un poderoso instrumento pedagógico para hacer realidad el imperativo de NUNCA MÁS”.
*El ANM centralizará archivos como los de la Comisión Nacional sobre Desaparición de Personas, la Conadep.
*Todos los organismos del Estado nacional, incluyendo las Fuerzas Armadas y de seguridad, deberán enviar “informaciones, testimonios y documentos relacionados con la materia”.
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Cuando Su Excelencia dice que la de Villarruel no es su agenda, tal vez esté disputando protagonismo, oportunidad y conveniencia. Sobre todo porque al mismo tiempo, y tal como informó este medio, el ministro de Defensa Luis Petri, aspirante a gobernador de Mendoza para suceder a Alfredo Cornejo, disfraza de calor humano, compartiendo el 31 de diciembre con oficiales y oficialas, su objetivo de involucrar a las Fuerzas Armadas en la seguridad interna. Un eventual paso atrás en la historia que esos oficiales y oficialas serían los primeros en sufrir en carne propia.
Muy claro Granovsky en desocultar las falsedades y simplificaciones de la línea argumental del verso libertario.
Queda claro también el miniué con la Vice por los tiempos y la forma de ir desandando lo hecho por la democracia en sustantivar los derechos humanos y sus instituciones.
Pero el dato que asusta de la nota de Milei es la decisión de publicarla en La Nación. El diario no es un correo, publicarla es una decisión editorial. Deja al descubierto complicidad y ausencia de conciencia en la burguesía. Es desolador