Soñar con anclas

La fijación del tipo de cambio es necesaria en el largo plazo para la recomposición de los ingresos y la estabilidad de precios. Pero nada indica que la cuestión cambiaria no pueda empeorar, incluso con intervenciones efectivas en el corto plazo.

“Es invierno en el hemisferio sur, pero así y todo los argentinos confluyen en las playas de Río de Janeiro, lo que evidencia un problema para el Presidente Javier Milei y su cruzada para hacer grande a la Argentina de nuevo”. Así es el párrafo con el que Michael Stott inicia una columna en el Financial Times, titulada “la apuesta riesgosa de Milei a un peso potente”.

La columna indica que la utilización del tipo de cambio como ancla de la estabilidad de precios es una debilidad de la política económica desplegada por el gobierno de Milei. Stott basa su idea en argumentos y análisis comunes que vale la pena resumir para tomar nota de la percepción que predomina en el análisis económico internacional:

– Por el dólar barato, viajó al exterior un 68 por ciento más de argentinos en los primeros cuatro meses de 2025 que en el mismo período de 2024. Eso produjo un agigantamiento del déficit de cuenta corriente.

-El Gobierno se encuentra frente al dilema de reducir la inflación e impulsar el crecimiento, o acumular reservas y estabilizar el tipo de cambio. Por no impulsar al alza el tipo de cambio, el Gobierno evitó comprar dólares para acumular reservas, faltando al acuerdo con el FMI.

-A pesar de que los empresarios apoyan a Milei, no invierten. El peso fuerte les ocasiona problemas para llevar adelante sus negocios, y la falta de apoyos políticos firmes impide los logros de carácter económico.

El artículo de Stott se inscribe dentro de las convenciones del análisis sobre el ciclo político de la economía. Es una literatura que inició William Nordhaus en un  trabajo publicado en 1975. Su tesis es que los Gobiernos impulsan el nivel de empleo antes de las elecciones para ganar la simpatía de los votantes, y luego desaceleran la economía para corregir distorsiones.

En 1997, Ernesto Stein y Jorge Streb adaptaron el análisis de Nordhaus a las economías en las cuales el principal problema en períodos electorales es la inflación antes que el desempleo. Sostuvieron que los Gobiernos exacerban anclas de las que luego deben desistir. El tipo de cambio es la principal.

El espíritu del ciclo político de la economía tiene un arraigo particular en el pensamiento del establishment argentino. Jorge Liotti lo recoge en su libro La Última Encrucijada. Allí es muy recurrente la opinión de los consultados de que la población argentina pretende acceder a un bienestar que excede las posibilidades de la economía argentina. Eso conduciría a la imposibilidad de consensuar un modelo de desarrollo estable y produciría crisis alimentadas por respuestas “populistas”. La idea se sintetiza en una expresión de Juan Carlos Torre: la “pulsión igualitaria”.

El libro de Liotti recoge una interpretación sobre el desenlace del Gobierno de Cambiemos basada en esa premisa. Como Mauricio Macri carecía de apoyo para llevar adelante las reformas necesarias, buscó mantener un equilibrio con las distorsiones existentes hasta que estalló la crisis de 2018. Eso llevó a los integrantes de esa administración (empezando por el ex Presidente) a adoptar en los últimos años un laxo discurso rectificador: “habría que haber ido a fondo”.

Tal interpretación sobre la realidad argentina es genérica y rígida. Soslaya los efectos de las políticas económicas, y diluye el programa de desarrollo a una noción tan vaga que le quita significado alguno. Simplemente es la antinomia del desorden provocado por la supuesta pulsión igualitaria.

En el caso de Cambiemos, la crisis fue provocada por el enorme volumen de endeudamiento externo. Que, por su parte, no se dirigió a ningún tipo de impulso al crecimiento. La economía, hasta 2017, permaneció estancada, con cambios menores que se vinculaban más a la apertura de importaciones que a cualquier cosa semejante a la inversión o al desarrollo.

Con Milei ocurre algo similar. El evento del turismo en parte obedece al tipo de cambio, pero también a la falta de política de aliento al turismo en el interior, o al desaliento al del exterior mediante medidas específicas.

Visto con detenimiento, la fijación del tipo de cambio es necesaria en el largo plazo para la recomposición de los ingresos y la estabilidad de precios, cosa que el análisis convencional suele desconocer a pesar de ser obvia. 

De alguna forma, que ante cada crisis política se insista en categorías como el tipo de cambio y la pulsión igualitaria es un método que adoptan los intelectuales que forman parte de la dirigencia política para disculparse por sus fracasos. Sugieren que el problema no es que no hayan estado a la altura o que su ideario sea reaccionario y conservador de un estado de cosas disfuncional, sino que la Argentina es un país demasiado difícil. No conciben algo tan sencillo como que el conjunto de la población pretenda tener una capacidad de compra regular asegurada.

La particularidad que tiene el experimento mileista es que se aferra al tipo de cambio para conservar los ingresos en su estado actual, insuficiente para las necesidades de la población argentina. Aun así, la administración del tipo de cambio, primero con controles y luego con las bandas, nunca pisó suelo firme. Siempre requirió un insumo de reservas que impide acumularlas.

Esta semana se comenzó a evidenciar la fragilidad de un esquema de bandas tan laxo. El Gobierno realizó un canje de letras de financiamiento emitidas por el Banco Central, y llevó adelante una licitación de títulos públicos con una tasa de interés mensual del 3,3 por ciento.

Hasta el año anterior, las tasas de interés estuvieron por debajo de la inflación, pero predominantemente por encima de los movimientos del tipo de cambio financiero, con el que se realizaban los movimientos de capitales. El aumento de la tasa en esta ocasión permitió que se desacelerase el tipo de cambio, pero sigue más cerca de la banda alta que hace un mes.

Nada indica que la cuestión cambiaria no pueda empeorar, aun con intervenciones que en el corto plazo sean efectivas. En ese escenario, el problema no será la pulsión igualitaria ni el ciclo político de la economía, que ciertamente preocupan poco a Milei. Simplemente, las condiciones de vida eran y son malas, y empeorarán por políticas que no conducen a ningún destino favorable.

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