Los cardenales ungieron un norteamericano pro inmigrantes, lo último que quería Washington. Las órdenes presidenciales, los sudafricanos blancos y la guerra entre India y Pakistán.
El mismo día en que Gran Bretaña fue al pie y firmó un difuso tratado de comercio con Estados Unidos, el Vaticano mandó la señal alta y clara de nombrar un Papa norteamericano y afín a Francisco, bilingüe en castellano, que para los MAGA es apenas el dialecto de los ilegales. Los viejos andan con un déja vu de feo pronóstico, recordando cuando el mismo Vaticano puso un polaco al frente para acelerar la decadencia del bloque soviético. El cónclave que Jorge Bergoglio creó es el más internacional, el más tercermundista jamás visto, y ahora se notó.
Es demasiado pedir leerle la mente al flamante pontífice, pero en su discurso inaugural tiró señales para propios y ajenos. Que la Iglesia va a recibir a todos con los brazos abiertos fue una frase para los conservadores mufados por tanto bendecir gays y aguantar divorciados. Que lleva a Chiclayo en el corazón fue un tirito a los antiinmigración, que detestan a la gente marrón. Leo XIV hasta tuvo el detalle de no hablar en inglés, sólo en italiano, castellano y latín, pero no va a necesitar traductor para cantarle las que quiera a sus compatriotas en el poder. JD Vance, vicepresidente y católico, queda con las barbas en remojo.
No fue el único sapo para Donald Trump esta semana. Su Reserva Federal se negó a bajar las tasas de interés como él quería, y agregó que la recesión y el desempleo son inminentes, aunque todavía no se noten. La Unión Europea, que se toma su tiempo para estas cosas, finalmente expuso sus planes de tarifas que van directo a empresas con buenos lobbies, como la Boeing, y al agro, que está empezando a desesperarse con el desorden económico. Resulta que un buen porcentaje de la carne que se consume en Europa es norteamericana y ahora puede dejar de serlo. De paso, los europeos se van a sacar de encima los odiados granos transgénicos y las comidas-chatarra que vienen en esas cajas de colores. De hecho, una estrategia antiamericana contra firmas como McDonalds o Kellogg’s es simplemente caerles con el código alimenticio, aunque sean legalmente empresas europeas.
Hay que ver qué van a decir estas megaempresas multinacionales cuando empiecen a perder mercados y dinero por culpa del Donald… Ni hablar de Hollywood, que se quedó alelada con la idea de cobrarle impuestos de importación a toda película producida en el extranjero, aunque sea norteamericana. La pérdida de mercados internacionales puede ser masiva y fatal para una industria que hace rato gana más afuera que adentro.
Mientras Europa se llena de grupos y apps para evitar comprar productos importados de EE.UU. o fabricados localmente por firmas de ese origen, Canadá eligió un nuevo premier, Mark Carney, más que nada porque se presentó como el anti-Trump. Canadá está que trina porque el Donald sigue repitiendo que deberían transformarse en otro estado en su Unión, una mera provincia. Carney fue a la Casa Blanca y aprovechó esta rara costumbre nueva de Trump de transmitir en vivo sus reuniones con mandatarios extranjeros para decirle en la cara que Canadá “no está en venta, y nunca va a estarlo”. Trump miró al piso, se sonrió y dijo “nunca digas nunca”…
Por decreto
En lo que estuvo activo, el Donald, fue en su batalla cultural, que cómodamente puede hacer por decreto. Este viernes, echó a Carla Hayden, la primera mujer Bibliotecaria del Congreso, y la primera afroamericana. Pese al nombre, la Biblioteca pertenece al gobierno nacional y funciona efectivamente como la biblioteca nacional de Estados Unidos. Como la nuestra, fue creada con las bibliotecas personales de los miembros de la primera asamblea legislativa, y de ahí le quedó en nombre. El puesto es de larga duración: en más de doscientos años hubo apenas catorce bibliotecarios. Hayden fue nombrada por Barack Obama en 2016, y su expulsión forma parte de la ola de censura de libros que ya se vio en las academias militares y otros organismos controlados por la presidencia. Habrá que ver a quién nombran en su reemplazo.
En la misma línea, pero pequeñito y miserable, fue el corte de fondos del ya moribundo ministerio de Educación a los programas educativos de la televisión pública, PBS. Es el canal que nos dio a los Muppet y lleva generaciones creando dibus y shows para peques. Pero Trump detesta los medios públicos y en el nuevo presupuesto les elimina el presupuesto a la televisión y las radios del Estado.
Otra iniciativa de esas que no se notan fue liquidar la doctrina legal de la responsabilidad por impactos diferentes, un tecnicismo que te obliga a revisar si una ley, de cualquier nivel, afecta a minorías o grupos discretos de un modo particular. Por ejemplo, a nivel municipal, una ordenanza que obligue a mantener los frentes con un alto standard puede ser una manera de hacerle la vida más complicada a un barrio pobre, de modo que los residentes tengan que mudarse y se gentrifique la zona. La doctrina servía para que los fiscales locales pudieran demandar a las autoridades, algo ahora prohibido por orden superior.
También en el frente legal, Trump tuvo una alegría con otro de sus decretos. Bien de arranque, el Donald había prohibido que cualquier persona trans sirviera en las fuerzas armadas, cualquiera sea su género electivo. Norteamericanamente, esto había generado todo tipo de demandas judiciales y amparos, lo que había dejado el decreto en un limbo complicado. Esta semana, la Corte Suprema le permitió al presidente expulsar a ese personal militar, mientras la cuestión de fondo se resuelve. Además de una alegría personal, éste es el tipo de gestos políticos que le ganan votos a Trump y no le cuestan mucho.
Lo mismo que el anuncio de que la semana próxima llega el primer lote de “refugiados” sudafricanos blancos, cien afrikaners supuestamente discriminados por el gobierno negro. Esto es una iniquidad por partida doble: por un lado, los cien blancos fueron seleccionados y vetados en apenas tres meses, mientras otros refugiados de guerras y masacres tipo Afganistán o Sudán tienen que esperar dos años; por el otro, es uno de esos falsos espejos que le gustan a la derecha racista, tipo ¿vieron que también hay racismo negro? La base sobre la que se armó la operación es trucha a nivel menemismo, con el invento de que los chacareros blancos están bajo ataque por el color de su piel y por la falta de reforma agraria en Sudáfrica.
Pero nada sostiene esa afirmación y cada estadística sobre el crimen, pública o privada, indica que blancos y negros son víctimas por igual. La diferencia es que Elon Musk, confidente y asesor de Trump, es sudafricano, blanco y afrikaner por parte de madre. Lo que se dice, un lobby de lujo para un grupito humano que sigue enojado por perder los privilegios económicos del Apartheid a fines de los noventa.
El Kashmir
Mientras se entretiene con etas cosas, Trump no parece muy inclinado a cumplir algunos de los deberes de quien se hace llamar El Hombre Más Poderoso del Mundo. India y Pakistán se están bombardeando de nuevo, a dos semanas del horrible atentado contra un grupo de turistas en Kashmir, la provincia norteña que se disputan desde la misma creación de esos países. Ya hubo varias guerras parciales, fronterizas, por esas tierras, e incontables refriegas entre tropas que se miran y abren fuego por encima de los mojones. La diferencia es que ahora las dos partes son potencias nucleares.
Kashmir es una belleza alpina, una cuña en el macizo central de Asia que se levanta hasta el Everest. Cuando no hay cañonazos, los indios se dan el gusto de esquiar, tomar chocolate caliente y pasear en valles cubiertos de pinos y flanqueados por picos nevados. Kashmir quedó ahí después de la Partición de la India británica, el Raj, de la que resultaron la República de la India, Pakistán y Bangladesh. La India imperial se dividió por imperfectas líneas religiosas entre musulmanes e hindis, lo que causó sangrientas expulsiones de poblaciones y millones de muertos. Kashmir fue un empate, ocupado por India y reclamado por Pakistán.
Lo que nunca le dio mayores ventajas a los kashmiri, gobernados manu militari por décadas. El actual premier Narendra Modi, un nacionalista hindi de los duros, reprimió fuerte y aisló el Kashmir -les cortó internet por un año entero- hasta que se quedó tranquilo que le había quebrado la espalda a los musulmanes locales y los muchos hindis que también se le oponen. El turismo volvió, la cosa se empezaba a normalizar, hasta el feroz ataque a un tour que dejó 24 muertos. Modi acusó a Pakistán, que dijo que no tenía nada que ver pero fue bombardeada igual.
Así empezó la serie de ataques aéreos y con drones que puede escalar en una guerra si no hay mediaciones externas. Los chinos tienen hace años el mercado de armas paquistaní, mientras que Estados Unidos le vende a la India, una curiosa reversión de la situación geopolítica en la que los indios usaban armas soviéticas o chinas, y los paquistaníes armas occidentales. Ninguno de los bloques parece particularmente activo en frenar este conflicto, una confesión de impotencia o de desinterés.
Y Rusia esta semana conmemoró los ochenta años del fin de la Segunda Guerra Mundial con un espectacular desfile militar en la Plaza Roja. El logo del festejo era la famosa foto de los soldados colgando la bandera soviética en el Reichstag de Berlín.