Trump arrancó un nuevo orden mundial (de aranceles)

Arrancan las tarifas, India despechada y un nuevo y grave avance contra los derechos civiles y sindicales. Y en la cuestión de las migraciones, cuando un indocumentado se niega a dejar el país, sea que tenga orden de deportación o lo hayan pescado en la calle, le sacan los hijos. La oferta es o irse con tus chicos o ir preso hasta que te echemos, pero sin tus chicos. Si la familia acepta irse, se puede ir. Completa.

Este jueves 7 de agosto de 2025 empezó en serio un nuevo orden mundial, la frasecita del primer George Bush que ahora resucitaron en Estados Unidos. Es que arrancaron las tarifas globales para todo lo que llegue a esas costas ávidas de consumo y casi todo el planeta ya sabe la que le tocó, con algunas excepciones todavía negociables. A los argentinos nos tocó un diez por ciento, a los brasileños un cincuenta por ciento, a los chinos nadie termina de entender si lo mismo o mucho más, y ahí está la India, haciendo de novia despechada por el flamante ataque del Hombre Naranja.

Es una muestra formidable del poder económico de EEUU, que en el fondo se salió con la suya.

Claro que esto recién empieza y ahora hay que ver los costos. Las barreras arancelarias de Donald Trump son un proteccionismo clásico, años treinta, pero en el siglo 21. Una cosa que cambió es que ningún norteamericano, al contrario de hace un siglo, va a aceptar que los precios suban a cambio de reindustrializar el país. Ya en junio se empezó a notar, con los electrodomésticos, la indumentaria y los muebles más caros. No extraña que estos tres ítems sean los primeros en aumentar porque gracias a la mano de obra esclava en terceros países eran absurdamente baratos. ¿Oyeron hablar de la ropa descartable?

Otra cosa que cambió, y mucho, es que la producción de casi todo depende hoy de una cadena de proveedores global, como nos desayunamos durante la pandemia. Así como un auto brasileño está lleno de partes argentinas, y viceversa, ya no te puede quedar en claro de dónde es realmente un celular o una computadora. Reflejando esto, Trump esta semana agregó un aparente galerazo, el de prohibir pronto la importación de semiconductores para que se produzcan en casa. Ahí se hunde Taiwán, pero el presidente quiere esa industria estratégica de vuelta.

La cosa es que reindustrializar Estados Unidos va a ser difícil, caro y tardador, y hay que ver si la industria nacional puede competir con la extranjera. Trump dijo una y mil veces que ya tiene diez trillones -millones de millones- de dólares en promesas de inversión de naciones y compañías extranjeras y nacionales. Es una muestra del estilo trumpiano, del toma y daca como política exterior. Por ejemplo, Corea iba a recibir un 25 por ciento de impuesto de importación hasta que prometió invertir 350.000 millones en la economía norteamericana, y comprar 100.000 millones en gas. Su tarifa bajó al quince por ciento.

Japón, que ahora exporta más capitales que objetos, prometió otros 550.000 millones y la Unión Europea sus 600.000. Lo extraño del asunto es que cuando se mira la letra chica, la parte del león de estas inversiones es financiera y no productiva. Y tampoco se entiende por qué los funcionarios de Trump repiten como un mantra que el noventa por ciento de las ganancias de estas inversiones van a ir al pueblo.

Aun así, con estos límites y peros, la historia que cuenta Trump es demasiado buena para ser cierta. Para tener una idea, hay que recordar que las cifras oficiales de inversiones directas en Estados Unidos para el año pasado fueron de 151.000 millones. Este es un número que no incluye aplicaciones directas financieras sino fondos para crear, expandir o comprar empresas reales. Otra cosa rara es que las promesas de inversión tienen una rara simetría. Por ejemplo, los europeos prometieron 600.000 millones, que es casi exactamente lo que le vendieron a Estados Unidos el año pasado. Y finalmente, nadie se molestó en detallar la escala de tiempo, esto es cuándo llega esa plata.

Los expertos en economía real señalaron un matiz que pasó bastante desapercibido. Estados Unidos siempre fue un imán de inversiones para el mundo, desde las AFJP hasta el que fuga capitales y se compra un piso en Miami. La muestra de poder de Trump tiene un lado tercermundista, porque obligarte a invertir a cambio de acceso a tu mercado es cosa de un mercado emergente, no de uno maduro. Y los mercados emergentes pagan más por todo, igual que sus consumidores.

Mientras, el otro objetivo de la revolución tarifaria era bajarle el copete a China, una economía muy exportadora y por tanto expuesta a estas cosas. Pues resulta que los chinos están exportando más que antes, sólo que a otros mercados. Las ventas externas subieron el mes pasado un 7,2 por ciento, mientras que las importaciones subieron un 4,1, un buen resultado. Y China todavía vende a Estados Unidos el triple de lo que le compra, aunque el volumen bajó casi un cuarto en el segundo trimestre. Parte del truco fue aprovechar las buenas redes creadas en África para montar de apuro una cadena de maquilladoras y terminadoras que reexportan al ahora mañero mercado americano.

¿Qué puede mostrar Trump como ganancia? Los 152.000 millones de dólares extra que proyecta recaudar la Aduana este año. Es un dinero interesante, hasta en Estados Unidos, pero nadie se cree que compense la distorsión de mercados y los recortes presupuestarios.

Guerra a la India

Este miércoles, Trump se la declaró a su hasta ahora amistoso Narendra Modi, el premier indio. Modi fue el primer extranjero que lo visitó en la Casa Blanca, a días de su asunción, y todo indicaba que India se consolidaba como una alternativa a China. Pero esta semana, el Presidente Naranja le encajó un 25 por ciento de base y otro 25 por ciento por comprarle petróleo y armas a Rusia. Ahí se caen los 130.000 millones de dólares de intercambio con Estados Unidos.

De pronto, India está en la misma categoría de enemigo que Brasil o Sudáfrica. Trump hasta dijo que a partir de ahora, la economía india estaba “muerta”. Los asiáticos exportan joyas y otros insumos, pero también autopartes, productos eléctricos y farmacéuticos, de los que ya son proveedores importantes para la industria americana. La pandemia mostró la madurez de esa industria y las crecientes tensiones con China motivaron cada vez más inversiones norteamericanas en India. La idea era competirle a los chinos en sus propios términos.

¿Qué le van a decir los inversores a Trump, ahora que van a perder todo ese dineral?

Un té con Putin

Este jueves, la Bolsa de Moscú fue una fiesta, con alzas del cinco por ciento en un día. Fue porque el Kremlin anunció que “en los próximos días” el presidente Vladimir Putin se iba a ver con su par norteamericano, talvez en Bahrein. Rusia, pese a tanta sanción, no recibió tarifas de enemigo, en parte porque prácticamente no le vende nada a Estados Unidos, con lo que el tema excluyente de la reunión es la guerra en Ucrania.

Trump viene dando bandazos con el tema. Primero humilló en televisión al ucraniano Volodimir Zelensky, después le vendió sistemas antiaéreos a los europeos para que se los revendan o regalen, después amenazó con supertarifas y sanciones a los que le compren petróleo a Rusia, arrancando con India. Y ahora armó la reunión.

El norteamericano está atrapado entre su fascinación por el ruso -y tal vez por información que tenga Putin, y Trump quiere mantener secreta- y su bronca por no poder parar la guerra. Lo que el Kremlin quiere es muy claro, lograr que el ego del norteamericano, que quiere un Nobel de la Paz, le haga aflojar con las condiciones. Y no es cosa de kilómetros cuadrados de territorio sino algo que Washington y sólo Washington puede proveer: que Ucrania no entre a la OTAN y la alianza pare de expandirse en lo que fue territorio soviético. El resto, tener un gobierno más amigo en Kiev, es algo que Moscú puede arreglar más tarde.

Y mientras todo esto se hablaba, Benjamín Netanyahu sonreía por los interminables gestos de la derecha MAGA a su favor, como para compensar alguna crítica presidencial. El primer ministro dijo que iba a autorizar que volvieran a llevar alimentos a Gaza, pero para los negocios. En EEUU respondieron con un anuncio de más puestos de reparto de esa rara y cuestionada Fundación que ahora tiene el monopolio de la ayuda humanitaria en la Franja. La madrugada del viernes, el gabinete de ultraderechistas en Jerusalén le dio luz verde al plan de Netanyahu de ocupar el último pedacito de Gaza que el ejército no controla. Ciudad Gaza, una pila de escombros bombardeada constantemente desde el aire, es sede de un interminable campamento de refugiados y de lo que queda del último par de hospitales abiertos.

El premier ni se conmovió con los reclamos de las familias de los rehenes que falta liberar y que deben estar en esa parte de la Franja. Las familias temen, y con razones, que una gran operación militar le cueste la vida a sus hijos y hermanos. Netanyahu, que es zorro, sí hizo una finta para los que le señalaban que si uno ocupa Gaza, si se apropia de ella, tiene que gobernarla y reconstruirla, tarea de billonarios. El premier dijo que no, que no van a quedarse, sino “crear las condiciones para un futuro gobierno civil palestino sin Hamás”.

Mientras, ya empezaron las expulsiones masivas del millón de miserables que malviven en la ciudad.

Crueldades domésticas

Ya se dijo que la inflación está despuntando en Estados Unidos gracias a las tarifas. Hay que agregar que la creación de empleo decayó, aunque todavía no se está perdiendo. Es una herencia del gobierno de Joe Biden, que no habrá controlado bien los precios, pero creó muchísimo trabajo y hasta vio una mejora en los salarios. Trump detestaba el tema y lo sigue detestando. Con lo que se cargó a la ignota directora de la Oficina de Estadísticas del Trabajo, Erika McEntarfer, a la que acusó de mentirosa y de dibujarle los números en contra, porque las estadísticas de este mes no fueron buenas.

Esto nunca ocurrió y para entender el choque que fue para muchísima gente hay que explicar un poco todo este tema de números en aquel norte. Al contrario que la mayoría de los países, Estados Unidos invirtió mucho en crear instituciones que cuenten, consulten, encuesten y digieran los números. Es una característica nacional, la de disponer de cifras a un nivel de detalle llamativo, de alta calidad y sobre todo asunto que importe. Hasta los políticos las usan en los debates, tirándose números por la cabeza para reforzar posiciones.

Los MAGA también lo hicieron, en el primer gobierno de Trump y en este semestre largo que llevan de vuelta. Todo el mundo felicitaba al Líder Naranja por su gran performance y él mismo citaba las cifras de empleo para mostrar los primeros frutos de las tarifas. El vicepresidente J.D. Vance fue el último en hacerlo, apenas la semana pasada, cuando citó a la Oficina para indicar que crecía el empleo entre norteamericanos nacidos y criados: ¿vieron que había que echar a los indocumentados? Pero el primer día de agosto la Oficina publicó un informe de empleo deslucido, en el que la creación de puestos perdía fuerza. Y su directora fue rajada de inmediato, bajo la acusación de dibujar los números. Claro que no hay pruebas ni intento de buscarlas -Trump dijo que “pienso que las dibuja”- pero en la América de hoy eso no importa.

Más serio todavía es el avance del plan para liquidar las protecciones legales y sindicales de los empleados públicos, los únicos en el país que tenían algo parecido a un contrato de trabajo como los nuestros. Los MAGA preparan la eliminación de los contratos colectivos y la baja radical de las indemnizaciones, y no lo hicieron todavía porque prometieron en sede judicial esperar a que se resuelva una demanda de los sindicatos.

Pero prepararon el ensayo general en el departamento de Veteranos, una entidad muy grande que le da salud y servicios a los muchos, muchos que sirvieron en las guerras imperiales. El departamento avisó que el blanco son sus 400.000 trabajadores, que fueron insultados colectivamente con el equivalente de “ñoquis” y acusados de chantajistas por estar afiliados. El mismo titular del ente, Doug Collins, explicó que la Federación de Trabajadores del Estado se dedica a sabotear a los veteranos y a proteger “a los malos empleados”.

Otro gesto cruel de la semana lo reveló el New York Times, que se acordó últimamente de qué es el periodismo investigativo. El diario encontró nueve casos y escuchó de muchos más de una táctica nueva que está usando Migraciones. Cuando un indocumentado se niega a dejar el país, sea que tenga orden de deportación o lo hayan pescado en la calle, le sacan los hijos. La oferta es o irse con tus chicos o ir preso hasta que te echemos, pero sin tus chicos. Si la familia acepta irse, se puede ir completa, aunque los chicos sean norteamericanos, detalle que a nadie parece importarle.

Es el tipo de horrores que a los MAGA les gusta inventar y hacer saber, para desanimar a futuros inmigrantes.

Ni votar te dejan

Se acaban de cumplir sesenta años de la Ley del Derecho a Votar que firmó Lyndon Johnson en 1965, apurado por los activistas de derechos civiles, como muestra maravillosamente la película Selma. El Sur nunca se la perdonó y nunca dio por perdida la batalla, y estas décadas son una historia de limar como sea el derecho a votar de los negros.

El primer día de este movido agosto, pleno verano en el norte, la Corte Suprema dio una señal de que está dispuesta a cargarse el acceso a las urnas de la minoría. El caso se llama Luisiana contra Callais, que fue visto por los supremos en marzo y todavía no resuelto. La tercera parte de los que viven en Luisiana son negros, pero había apenas una circunscripción donde esa minoría tiene chance de definir una elección. Hubo varios casos judiciales reclamando por esto, todos basados en la segunda sección de la Ley y diciendo que como mínimo, Luisiana tiene que tener dos circunscripciones con mayoría negra.

La justicia federal les dio la razón y Luisiana ya creó un distrito más, pero esto fue judicializado por un grupo que se define como “no afroamericano” y dijo que la decisión era racismo anti blanco.

Este es el caso que la Corte reabrió, lo que deja de mal humor a los activistas. Es que los actuales supremos vienen afirmando que Estados Unidos es post racial y las condiciones económicas -la clase- de las personas no es relevante a la ley. Y el caso de los “no afroamericanos” está enteramente basado en la noción de igualdad abstracta entre los ciudadanos.

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