Trump recargado: un fallo en la Matrix

La ceremonia de asunción de Donald Trump a la presidencia de los Estados Unidos ofreció lo mismo que hace cuatro años, pero corregido y aumentado. Hasta prometió una sociedad daltónica, una forma de decir que eliminará toda forma de discriminación positiva en favor de cualquier grupo de personas en inferioridad originaria de condiciones.

Finalmente el gran día llegó para Donald Trump: el lunes 20 de enero asumió el cargo de 47º presidente de los Estados Unidos de América, luego del hiato que le había impuesto Joe Biden, quien lo derrotara en las urnas (inhibiendo su reelección) y ocupara por cuatro años el Despacho Oval en la Casa Blanca. En Norteamérica cada período presidencial dura cuatro años, pero todos los mandatarios apuestan a una extensión (triunfo en las urnas mediante) por cuatro años más. Y no son numerosos los presidentes estadounidenses que ven frustradas, luego de un primer mandato, sus aspiraciones de conservar el empleo por un segundo período sin solución de continuidad.

Al final del siglo XVIII, cuando arrancaba toda esta historia en los EE.UU., no pudo repetir el presidente John Adams, quien fuera superado en las urnas nada menos que por Thomas Jefferson. Siguieron a Jefferson (mandato y reelección sucesiva cumplidos) Madison y Monroe (ambos James, con iguales performances que Jefferson) hasta que el hijo de Adams (John Quincy) en 1825 logró alcanzar la presidencia y reivindicar la memoria de su progenitor, aún sin omitir los aspectos más ásperos de sus políticas. Pero tampoco este Adams pudo mantenerse en el poder por un segundo período consecutivo, y el obstáculo se llamó Andrew Jackson, a quien había derrotado para llegar pero no pudo derrotar en las urnas para seguir cuatro años adicionales.

Otros que debieron conformarse con un período sin extensión fueron Martin Van Buren, allá por el Pánico de 1837, y Grover Cleveland, quien ocupó la presidencia en 1885. Luego de obtener en las elecciones de 1888 la mayoría de votos emitidos para el segundo período consecutivo, Cleveland fue derrotado en el colegio electoral por Benjamin Harrison: amargas sorpresas que depara en ciertas circunstancias el trámite de las elecciones indirectas.

Pero Grover Cleveland no se resignó y apeló el dictamen del sistema como corresponde, esto es: volviendo a candidatearse. Lo hizo no como el Trump de hace cuatro años, cuando inspirara la toma del Capitolio, sino como el Trump modelo 2024, algo más manso y tranquilo, siquiera en apariencia. Así que Cleveland apostó de nuevo y ganó las presidenciales de 1892 justo a tiempo para pilotear la nave del Estado durante el Pánico de 1893, una depresión económica y crisis financiera de grandes proporciones.

En el medio, como una suerte de separador, quedó la presidencia de Benjamin Harrison por un período que no pudo prolongarse cuatro años adicionales ya que Cleveland le devolvió la gentileza y lo corrió del escenario, precisamente porque había sido Harrison quien a él en su momento le quitara la posibilidad de proseguir sus cuatro años adicionales y consecutivos.

El siglo XX en los EE.UU. fue pródigo en períodos iniciales que no lograron acceder, por la vía electoral, al segundo y consecutivo. Sirven de ejemplos William Taft (1909/1913) y Herbert Hoover (1929-1933), este último elegido por la Providencia para lidiar con el Crack de Wall Street y la Gran Depresión, circunstancias harto sombrías que prolongarían sus efectos mucho más allá del final de su primer período, y cuando otros ocuparan el Despacho Oval de la Casa Blanca.

También hubo rarezas de origen que serían corregidas por las elecciones pertinentes, como en el caso de Gerald Ford, el hombre que nunca fue votado para vicepresidente o presidente, pero llegó a los dos cargos por aplicación de la 25º Enmienda, el protocolo para cubrir las más altas responsabilidades por acefalía. Gerald Ford subió un peldaño decisivo cuando el vice de Nixon debió renunciar para atender sus causas por corrupción, y muy poco después pegó el salto al estrellato cuando, ya ocupando la vicepresidencia, su superior inmediato el presidente Nixon voló por los aires a raíz del escándalo Watergate. Pero en 1976 no superó la prueba de las urnas, cayendo frente al demócrata Jimmy Carter, quien a su vez sería derrotado electoralmente por Ronald Reagan cuatro años más tarde.

Queda claro entonces que los presidentes norteamericanos ocupan una posición con poca estabilidad, relativamente peligrosa (cuatro mandatarios fueron asesinados estando en ejercicio) y difícil, ya que deben encarar un muy denso abanico de intereses y problemas que van desde la traición hacia todo y en todas las escalas imaginables, hasta las crisis en cuantos frentes y niveles (político, cultural, social y económico) sean concebibles.

Entre 1989 y 1993 estuvo a cargo de la Casa Blanca el coloquialmente llamado Bush padre, o sea, George Herbert Walker Bush, quien perdió su reelección frente al demócrata Bill Clinton en 1992. Bush padre fue despojado transitoriamente del raro privilegio de ser el último sin reelección consecutiva por Donald Trump, cuando éste resultó derrotado por Joe Biden.

Pero ahora, con la vuelta triunfal de Trump, también las cosas regresan a su cauce y queda Joe Biden como último presidente norteamericano que no pudo ganar la reelección consecutiva. Un doble estigma.

El que baila con un sable

La ceremonia de asunción de Trump por segunda vez fue deslumbrante, muy costosa, calculada, ensayada y realizada hasta en sus más pequeños detalles, incluyendo algunos gestos “fuera” de protocolo, besitos en el aire y una especie de danza del sable que hizo el flamante presidente al ritmo de YMCA. Danza que para numerosos observadores motivó la evocación de la compuesta por Aram Khachaturian para el cuarto movimiento del ballet Gayaneh.

Respecto del discurso inaugural, en algunos pasajes desbordantes de optimismo se refirió al “comienzo de una nueva y emocionante era de éxito nacional”. Pero inmediatamente después, como quien se corrige sobre la marcha, también dijo: “Mientras nos reunimos hoy, nuestro gobierno se enfrenta a una crisis de confianza. Durante muchos años, un establishment radical y corrupto ha extraído poder y riqueza de nuestros ciudadanos, mientras los pilares de nuestra sociedad yacían rotos y aparentemente en completo deterioro”.

Una vez definida “la casta”, o “esa casta” en particular, Trump prosiguió criticando a la Administración saliente por inútil, en primer término, y por desamparar “a nuestros magníficos ciudadanos estadounidenses respetuosos de la ley”, en segundo término, mientras “proporciona santuario y protección a peligrosos delincuentes, muchos de ellos procedentes de prisiones e instituciones psiquiátricas que han entrado ilegalmente en nuestro país desde todo el mundo”.

Así fueron varios los lineamientos destacables en este primer discurso en la toma de posesión como presidente reelecto. De nuevo apuntando a la gestión de Biden, además de lo señalado, dijo (como si continuara en campaña) que “tenemos un gobierno que ha dado financiación ilimitada a la defensa de las fronteras extranjeras, pero se niega a defender las fronteras estadounidenses o, lo que es más importante, a su propia gente”. 

En otro pasaje aseguró que “mi reciente elección tiene el mandato de revertir completa y totalmente una horrible traición, y todas estas muchas traiciones que han tenido lugar, y devolver al pueblo su fe, su riqueza, su democracia y, de hecho, su libertad”. Y como no podían faltar alusiones a sus experiencias místicas recientes, presentadas por Trump incurriendo en cierta megalomanía y con estudiada humildad, agregó: “Quienes desean detener nuestra causa han intentado arrebatarme la libertad y, de hecho, la vida. Hace sólo unos meses, en un hermoso campo de Pensilvania, la bala de un asesino me atravesó la oreja. Pero sentí entonces, y creo aún más ahora, que mi vida fue salvada por una razón. Fui salvado por Dios para hacer a América grande de nuevo. Muchas gracias. Muchísimas gracias”.

Trump aseguró que la nación “se está unificando rápidamente detrás de nuestro programa”, por el apoyo creciente de “jóvenes y mayores, hombres y mujeres, afroamericanos, hispanoamericanos, asiáticoamericanos, urbanos, suburbanos, rurales y, lo que es muy importante, tuvimos una poderosa victoria en los siete estados indecisos, y el voto popular lo ganamos por millones de personas”.

Sobre la base del proceso de unificación nacional en curso, seguidamente Trump anunció sus primeras medidas de gobierno, destacándose la declaración de una “emergencia nacional en nuestra frontera sur”. Allí detendrá inmediatamente toda entrada ilegal y comenzará el proceso de devolver a “millones y millones” de extranjeros “criminales” a los lugares de donde vinieron.

Y concluyó: “Restauraremos mi política de permanecer en México. Pondré fin a la práctica de captura y liberación. Y enviaré tropas a la frontera sur para repeler la desastrosa invasión de nuestro país”. En esa línea, agregó que había firmado ya las órdenes por las cuales los cárteles serían considerados organizaciones terroristas extranjeras, e invocando la Ley de Enemigos Extranjeros de 1798 “ordenaré a nuestro gobierno que utilice todo el inmenso poder de las fuerzas del orden federales y estatales para eliminar la presencia de todas las bandas y redes criminales extranjeras que traen delitos devastadores a suelo estadounidense, incluidas nuestras ciudades y centros urbanos”.

Dando un paso más en lo que aquí se denomina “batalla cultural”, Trump anunció que en el curso de la semana pondría fin a la política gubernamental de tratar de imponer socialmente la raza y el género en todos los aspectos de la vida pública y privada”. También sentenció: “Forjaremos una sociedad daltónica y basada en el mérito. A partir de hoy, la política oficial del gobierno de Estados Unidos será que sólo hay dos géneros: masculino y femenino”. Y en otro orden, aseguró que en el curso de la semana reincorporará a todos los militares expulsados injustamente por oponerse al mandato de la vacuna COVID, con el pago íntegro de sus salarios atrasados.

Respecto a sus primeras medidas económicas, entre otras, anunció la finalización del Green New Deal: el mandato de los vehículos eléctricos y la reactivación de la industria automovilística, de manera que los estadounidenses puedan nuevamente comprar el coche que elijan. Habló de comenzar la revisión del sistema comercial para proteger a los trabajadores y las familias estadounidenses: “En lugar de gravar a nuestros ciudadanos para enriquecer a otros países, arancelaremos y gravaremos a los países extranjeros para enriquecer a nuestros ciudadanos”.

Es anecdótico que haya señalado que “perseguiremos nuestro destino manifiesto hacia las estrellas, lanzando astronautas estadounidenses para plantar las barras y estrellas en el planeta Marte”. Sirvió para que la prensa destacara el presunto regocijo de Elon Musk, ubicado siempre muy cerca del flamante head of state. Pero no es anecdótico que Trump hablara de la inflación, según él causada por el gasto excesivo y la escalada de los precios de la energía, motivo por el cual declararía en lo inmediato “una emergencia energética nacional”.

En ese sentido, aseveró: “Estados Unidos volverá a ser una nación manufacturera, y tenemos algo que ninguna otra nación manufacturera tendrá jamás, la mayor cantidad de petróleo y gas de cualquier país de la Tierra y vamos a usarlo, y ellos lo usarán. Bajaremos los precios, volveremos a llenar nuestras reservas estratégicas hasta arriba y exportaremos energía estadounidense a todo el mundo. Volveremos a ser una nación rica y es ese oro líquido bajo nuestros pies el que nos ayudará a conseguirlo”.

Como era previsible, apenas se apagaron los ecos de la ceremonia de asunción quedó claro que la declaración de la emergencia energética era un dato irreversible, y que la orden drill,  baby, drill (perforá, pibe, perforá) incluida en el discurso implicaría, como efectivamente sucedió, una reacción de los mercados y las caídas tanto del crudo como del gas. Visto el asunto desde la perspectiva nacional, desde los números que expresan la balanza comercial energética, el Estado nacional argentino debería tomar cartas en el asunto, sobre todo porque también están en juego Vaca Muerta y el flujo de inversiones. Pero es pedirle peras al olmo.

Un comentario sobre «Trump recargado: un fallo en la Matrix»

  1. Como siempre el análisis es tremendamente profundo. Un oasis en el pensamiento desértico de los medios. Gracias y chapeau

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