El primer trimestre declinó el PIB norteamericano. En los 100 primeros días de Trump cayeron la bolsa, los bonos y el dólar. La deuda de la periferia sentirá el impacto. Los librecambistas culpan al proteccionismo de Trump, pero proponen seguir con el mismo estado de cosas que llevó a esta situación. Los norteamericanos le están retaceando el apoyo al POTUS 47. El comportamiento en las urnas de los distintos electorados del mundo sugiere que pegarse a Trump no rinde. Aguardando que esto también lesione al oficialismo libertario, los opositores culpan históricamente de nuestro subdesarrollo al lugar que nos tocó en la división internacional del trabajo. Es un diagnóstico engañoso y amañado, cómodo para esquivarle a las responsabilidades políticas
El POTUS 47 (President Of The United States número 47) Donald Trump se hace llamar “el hombre de los aranceles” (“I am a Tariff Man”). Tomó el mote del POTUS 25 William McKinley, quien fue el que originalmente se autodenominó así y ocupó la primera magistratura entre 1897 y el 1 de septiembre de 1901, cuando murió víctima de un atentado. Lo sucedió su vicepresidente Theodore Roosevelt, tan proteccionista como su fallido antecesor. Trump, además de tomar prestado el mote del POTUS 25, evocó a McKinley en su discurso inaugural de enero último y lo caracterizó como un «gran presidente» que «enriqueció enormemente a nuestro país mediante aranceles».
Es de sospechar que en la coyuntura los librecambistas menos tímidos se van a agarrar fuerte de que el miércoles 30 de abril el Departamento de Análisis Económico (Bureau of Economic Analysis: BOE) –organismo del gobierno norteamericano- dio a conocer que la economía estadounidense se contrajo a una tasa anualizada del 0,3 por ciento en el primer trimestre del año. La declinación puede ser apreciada como una fuerte caída respecto al +2,4 por ciento del trimestre anterior. Esta es la primera caída trimestral del PIB real desde el primer trimestre de 2022, y estuvo por debajo de las expectativas de +0,2 por ciento.
EL BOE dice que la caída del PIB trimestral (enero, febrero y marzo) anualizada, se debe al ajuste del gasto público que hizo Elon Musk al frente del DOGE (Department of Government Efficiency: Departamento de Eficiencia Gubernamental). Por ahora hay que aguardar el qué onda de los aranceles aduaneros recíprocos con la evolución del PIB. Al fin y al cabo el “día de la liberación” fue el 2 de abril. En enero, mes importante en esta medición, se registró un abrupto freno del consumo. El POTUS 47 asumió el 20 de enero su segundo mandato.
Es tan verdad que una golondrina no hace verano como que un trimestre no marca tendencia, aunque se lo anualice, lo que supone –de forma heroica- que en los otros tres trimestres el PIB va a caer a la misma tasa. Además, los datos de marzo sobre gasto en servicios, comercio e inventarios se los estima porque no están disponibles. De ahí que el BOE aclare taxativamente que el informe se denomina estimación «avanzada» y se puntualiza que se actualizará con datos más completos. Los datos estimados pero aún no cotejados para su eventual corrección indican que los aumentos de las ventas minoristas y mayoristas en marzo fueron muy importantes.
Los consumidores y las empresas se estaban cubriendo de las subidas potenciales de precios por los aranceles. Esa acción que sube el PIB, se contrabalanceó por el alza –más que proporcional- de las importaciones, que resta del PIB. El martes el Departamento del Censo de Estados Unidos (US Census Bureau) informó que el déficit comercial de bienes alcanzó un nivel récord en marzo.
Por prematuro que resulta sospechar que se van oteando en el horizonte los primeros atisbos de los más negros nubarrones del porvenir, no faltan las proyecciones que auguran una segura recesión en marcha. Pero, de momento, no son tomadas muy en cuenta por los opositores a Trump más serios. Por el contrario, susurran que el PIB podría crecer –lo que no es políticamente muy correcto que digamos, más bien lo contrario- si el consumo personal y la inversión fija avanzan más que las exportaciones netas e inventarios y no se recorta más el gasto público.
Hechos bolsa
El martes 29 de abril acontecieron los primeros 100 días de este segundo mandato de Tump. Los 100 días son un indicador que desde hace años de los años se toma como fecha para ensayar un primer –nonato- balance de la gestión. Trump rompió un récord en sus primeros 100 días en el cargo, al firmar 137 órdenes ejecutivas (decretos), más del triple de las 41 que firmó Joe Biden durante el mismo período, superando con creces el ritmo de su primer mandato en 2017. En cierto sentido las órdenes ejecutivas son frágiles. El POTUS 47 firmó 26 órdenes ejecutivas nuevas y revocó 78 de las de Biden. Evadió así a los contrapesos, o mejor dicho: pretende evadir, a las eventuales objeciones del Congreso y la Corte Suprema. Con los naipes del PIB y las órdenes ejecutivas, los partidarios del POTUS 47 dirán que se ha emprendido la marcha por el buen camino y a lo guapo.
A estos tirios los troyanos les enrostraran que durante los primeros 100 días de este segundo mandato, el S&P 500 –el índice bursátil más representativo de la economía yanqui, que sigue la cotización de sus 500 empresas más grandes de oferta pública, las que explican el 80 por ciento de toda la capitalización bursátil norteamericana- ha caído alrededor de un 8 por ciento.
Este es el peor desempeño bursátil en los primeros 100 días de una presidencia desde el presidente Gerald Ford en 1974, cuando el S&P 500 declinó 11,8 por ciento. Claro que Ford cargaba con el fardo de la renuncia de Nixon –del cual era su vicepresidente- por Watergate. Encima, la crisis del petróleo ponía las cosas de mal en peor por aquellos años. Y ahora se venía de una racha alcista en las presidencias previas. En los primeros 100 días del POTUS 46, Joe Biden, el S&P 500 avanzó 8,5 por ciento, una marca no batida por ningún POTUS desde que empezó a rodar el S&P 500 allá por 1957. En los primeros 100 días de Trump como POTUS 45, el S&P 500 subió 5 por ciento.
Y la mano bursátil y financiera viene de incertidumbre y comportamientos infrecuentes en grado sumo. Normalmente, si bajan los bonos (que son especies de renta fija) es como respuesta a una suba en las acciones (renta variable) y el dólar tiende a apreciarse porque los fondos globales se van hacia Estados Unidos por una perspectiva alcista de la tasa de interés implícita en la caída del precio de los bonos. Hacia finales de los 100 días, bajó todo.
Una fragmento de la explicación es que de los 29 billones de dólares de bonos del Tesoro, una cuarta parte está en manos extranjeras. Japón con apenitas poco más de 1 billón de dólares (14,9 por ciento del total de bonos) está vendiendo bonos para hacerse de dólares que necesitan sus empresas para recomprar acciones y no se les caiga al piso el patrimonio por su enganche con las exportaciones a los Estados Unidos que están de salida. China con tenencia del 10,5 por ciento de los Treasurys -como se denominan los bonos del gobierno norteamericano- o sea 761.000 millones de dólares e Inglaterra con el 10,2 por ciento del total (740.000 millones de dólares) ocupan el segundo y tercer lugar en este ranking.
Otra parte es que los poseedores privados de bonos están vendiendo los de 10 años para comprar los de 2 años en vista del despelote reinante. A partir del “día de la liberación” (2 de abril) los bonos de 2 años subieron de precio suponiendo que se venía un aumento de la tasa de interés pero los de más largo plazo bajaron de precio. No es que le teman que el gobierno norteamericano le haga pito catalán a la deuda. A nadie le interesa cobrar el capital, les interesa el rendimiento seguro, y de hecho el gobierno norteamericano puede pagar lo papeles que vencen emitiendo nuevos bonos, que es lo que hacen. Papel con papel comida de chicos listos.
Si esta situación inducirá al gobierno de Estados Unidos a emitir más deuda de corto plazo abaratada, está por verse, pero es lo que piensan los gatos más gordos de estos mercados, según lo hacen saber a los medios especializados. Lo que también está por verse es cómo de darse un escenario así le iría a la periferia endeudada. Lo corriente es que resfrío en el norte deviene en neumonía en el sur. Cuando la situación se complica aumentan los costos del endeudamiento.
Lo que los privados temen es a la gata parida estanflacionaria que sobrevenga a este despelote en marcha. ¿Pero quién compra esta kriptonita hecha bonos? Robin Wigglesworth, Kate Duguid, Ian Smith y Costas Mourselas explican (FT 25/04/2025) que “la calidad de la deuda pública estadounidense permite utilizar los bonos adquiridos como garantía para préstamos en el mercado monetario de repos a corto plazo, obteniendo un apalancamiento de hasta 100 veces; es decir, invirtiendo solo 10 millones de dólares de capital para respaldar una operación de 1000 millones de dólares. Esto puede convertir unos míseros puntos básicos de rentabilidad en beneficios estables y sólidos”.
Un acuerdo de recompra (repo) es una clase de préstamo a corto plazo para intermediarios de valores gubernamentales, generalmente bonos del Tesoro. Por eso es una inversión segura. En un repo, un intermediario vende bonos del gobierno a un inversor, generalmente a un día, y los recompra al día siguiente a un precio ligeramente superior. La diferencia de precio –que es muy chica- constituye un tipo de interés implícito a un día. Los repos se utilizan habitualmente para captar capital a corto plazo y es un mercado clave para observar la marcha de la economía.
Un swap de tasas de interés permite a dos contrapartes intercambiar tasas de interés durante un período específico, generalmente con una tasa fija y la otra con una tasa flotante acordada. Los diferenciales de swaps de tasas de interés son la diferencia entre la tasa fija de un swap y el rendimiento de un título del Tesoro con el mismo vencimiento. Las empresas utilizan estos swaps para transformar sus obligaciones de tasas de interés entre tasas fijas y flotantes sin tener que modificar la combinación de bonos que emiten. El uso de swaps permite a los emisores cubrir el riesgo de tasas de interés que podría afectar las decisiones de inversión.
La galleta se arma a partir de que los que prestaron la plata exigen más garantías cuando el mercado de bonos del Tesoro presenta una turbulencia inusual. El “día de la liberación”, por caso. Si un fondo de cobertura no puede desembolsar esta ampliación de la garantía cuando se la demandan (“margin calls” en la jerga), debe deshacer la operación por sí mismo u obligarlo a deshacerla mientras los prestamistas embargan las garantías subyacentes. Esto es lo que sucedió en marzo de 2020. “Solo la compra de bonos del Tesoro por valor de cientos de miles de millones de dólares por parte de la Reserva Federal evitó un cataclismo”, consignan Wigglesworth y compañía.
El “cataclismo” se desencadenó ese mes por la venta acelerada de bonos del Tesoro por los bancos centrales extranjeros que los colocaron para recaudar dólares y apoyar a sus economías nacionales, y luego exacerbada por los fondos mutuos de bonos que se deshicieron de Treasuries por ser los únicos valores por los que aún podían obtener un precio decente. Los analistas dicen que ahora en abril pasó lo mismo, al encadenarse licitaciones de bonos del tesoro que estuvieron bajas con la danza de los aranceles aduaneros.
Wigglesworth y compañía contabilizan que “las tenencias brutas de bonos del gobierno estadounidense de todos los fondos de cobertura que reportan a la SEC (Securities and Exchange Commission) ascendían a casi 3,4 billones de dólares a finales de 2024, y prácticamente se han duplicado desde principios de 2023 (…) Esto significaría que estas estrategias ahora poseen casi tanta deuda del gobierno estadounidense como el banco central de Japón, el mayor tenedor extranjero, y más que las tenencias oficiales de China. Con los inversores extranjeros ya nerviosos por la administración Trump, la salud del mercado del Tesoro podría verse afectada por las mismas operaciones que ocasionalmente lo sobresaltan”.
Esas operaciones las impulsaron el dato que el gobierno de Trump desregularía este mercado muy sujetado desde el 2008 por los desmanes de las subprimes. Y no ocurrió al tiempo de las operaciones pactadas y vino el “día de la liberación”. Aunque las autoridades reguladoras (la Fed y la Sec) trabajan para evitar el choque contra la pared a gran velocidad tienen sus límites fácticos. Wigglesworth y compañía citan que “un alto ejecutivo de una de las empresas de trading más grandes del mundo admite que la creciente presencia de fondos de cobertura y empresas de trading en el mercado de bonos del Tesoro inevitablemente incrementaría su volatilidad. Esto, a su vez, podría llevar a los inversores a exigir mayores rendimientos como compensación. Sin embargo, dada la magnitud de la emisión de deuda pública estadounidense, su participación es necesaria (…) ‘En un mundo donde la gente no puede realizar esas operaciones, los rendimientos de los bonos del Tesoro serían mucho más altos y los contribuyentes estadounidenses pagarían mucho más por los préstamos, afirma’”. De la periferia endeudada ni hablemos.
Los librecambistas
Estos importantes vaivenes financieros alimentan la fe de los librecambistas detractores del POTUS 47, dentro y fuera de lo Estados Unidos. Extramuros, una excepción notable entre los partidarios decididos de la globalización es la del gobierno libertario argentino. Es tan pro Trump como profundamente librecambista. Para sobrevivir al imposible intríngulis, el oficialismo libertario opta por hacerse bien el boludo y profesa el más recóndito silencio respecto de las tariff del Tariff Man.
Más allá de estos sonidos del silencio libertario argentino, se entiende poco el ataque librecambista a Trump, entre otras cosas, porque no están defendiendo el librecambio sino el movimiento internacional de capitales, que es algo así como la negación del comercio mundial. Verdad, las exportaciones crecieron de manera galopante pero por la relocalización de las multinacionales en la periferia y el uso de los acuerdos comerciales para pasar de largo de la cláusula de nación mas favorecida. Ese criterio clave dice que la ventaja que un país le da a otro se la debe dar a todos los participantes del comercio mundial. Justamente, los acuerdos comerciales permiten congelar esta cláusula. Los países y las multinacionales hacen los acuerdos comerciales para poder no aplicar la cláusula de nación más favorecida.
¿Qué están defendiendo los librecambistas? ¿Que las multinacionales norteamericanas se sigan yendo a China, dejado desempleados a los norteamericanos, los que enfrentan la alternativa de emigrar -si eso fuera posible- para seguirles el tren, servir de mucamos a los gatos gordos o hacer cola en la olla popular con ingredientes chinos porque son más baratos? ¿O están defendiendo el mercantilismo organizado de la Organización Mundial de Comercio (OMC) que rige un comercio muy injusto para la periferia?
Últimamente los librecambistas se han enroscado alertando contra el peligro que en la jerga académica se denomina “la espiral de Kindleberger”, por Charles Kindleberger (1910-2003) el historiador económico y especialista en economía mundial de larga carrera en el MIT (Massachusetts Institute of Technology). Kindleberger analizó el comercio exterior de 75 países en el escenario de la crisis de 1929. Estimó que las importaciones de ese conjunto de naciones bajaron alrededor del 67 por ciento entre 1929 y 1932.
La depresión hizo un desastre con la demanda agregada. Ahora decir –como dicen ahora los librecambistas- que el gran golpe lo dieron los aranceles impuestos por la Ley Hawley-Smoot en 1930 –es la que comparan con los aranceles recíprocos del “día de la liberación”- al impedir que los socios comerciales aumenten su nivel de actividad interno y así importar más de los Estados Unidos, no solo es discutible en grado sumo si no que no tiene nada que ver con la situación actual.
Uno, porque el POTUS 47 no busca deliberadamente empobrecer al vecino: encajarle el desempleo vía saldo comercial positivo. En todo caso, es una consecuencia que –ciertamente- lo tiene sin cuidado, de las maniobras para revertir la relocalización en la periferia de las multinacionales norteamericanas, las que empobrecen a los norteamericanos.
Dos, porque en los ’30 del siglo pasado no había una moneda mundial definida distinta al oro, como ahora es el dólar. La libra esterlina estaba experimentando la nostalgia de haber sido y el dolor de ya no ser a manos del dólar, pero era una transición que recién comenzó a concluir con el acuerdo de Bretton Woods en 1944.
Desprecio al precio
Que el POTUS 47 sea un elefante en un bazar no sugiere –al contrario de lo que dicen sus críticos- que está rompiendo con sus torpes e improvisados movimientos el menaje en un bazar equivocado. El problema con sus críticos es que quieren conservar –intactos- un estado de cosas que condujo a la situación actual. El torpe está en el bazar que tiene que estar. Sus críticos añoran un bazar que se llueve por todos lados.
Como buen conservador, el POTUS 47 olfatea, siente y actúa en función de impedir que se disuelvan los Estados Unidos o lo que su sector conceptúa como Estados Unidos. Esa virtud habla del pecado conservador. El gran aglutinante en un mundo regido por la tendencia a la igualación de la tasa de ganancia es el salario, cuya determinación de su nivel es interna, de cada país. El plan de Trump tendría pleno sentido si fuera por el camino del alza de los salarios.
Biden, siguiendo algo exacerbado el comportamiento proteccionista del primer Trump, intentó ir por el alza de los salarios. Su apuesta a los sindicatos, sus gestos simbólicos, así lo confirman. Incluso, hay que contabilizar en ese comportamiento la intentona de restaurar la influencia de los Estados Unidos en el Asia y el Pacífico con el «Marco Económico Indo-Pacífico para la prosperidad» (Indo-Pacific Economic Framework for Prosperity) para que los países signatarios adopten los estándares laborales de los Estados Unidos y normativas financieras estrictas, sin ofrecer mercados de exportación a cambio o, mejor dicho: para evitar ofrecerlos. No caminó.
Falló Biden en lo que hace más de medio siglo acertó Don Juan. El intentó de Biden fue en aras de que el mercado y no el Estado alzara los salarios. Se ve que tenía una firme creencia en los Reyes Magos. Cosa que Don Juan no. Uso el poder del Estado para subir los salarios y defender ese nivel. Los gorilas nunca se lo perdonaron y no se lo van a perdonar.
Los grandes miedosos actuales que se cuentan entre los descendientes de Don Juan, han olvidado es pequeño detalle y todo se reduce dicho de forma estiliza a buscar un “mejor” lugar en la división internacional del trabajo. Ese proceder no es inocente. Encubre que la razón de ser de la tradición que inició Don Juan, es la de meter las manos en el barro de la lucha de clases a favor de los trabajadores, con sentido de integración nacional en el marco del desarrollo capitalista. Parece que el barro les hace pupa.
Y tienen su discurso justificador. Considerando que la proporción de productos industriales, en el conjunto de bienes consumidos, aumenta más que proporcionalmente al desarrollo y la riqueza, la industrialización, en efecto, se puede considerar deseable y ventajosa en sí misma. Por contra, el aumento de la proporción de productos industriales en lo que se intercambia con el exterior es ventajosa o desventajosa en función de los términos de este intercambio.
La división internacional del trabajo y el arbitraje de las especializaciones se reduce entonces, en última instancia, a un problema de precios. Saber, pues, si el precio mundial se forma previamente a los parámetros del desarrollo socio-económico de los países productores y de sus condiciones nacionales de distribución o que depende en sí de estas condiciones adquiere una importancia enorme.
Hasta ahora, el hecho de tomar el precio como un dato primario llevó continuamente a las estrategias de desarrollo hacia la ilusión de la rentabilidad intrínseca de cada especialidad y cada etapa de desarrollo de un material. Quedaron aprisionados con las “cadenas de valor”. La realidad es que si no se sube previamente el valor de los salarios, el precio que se forma en la periferia en cualquier sector, incluso el tecnológicamente más avanzado, es débil como bien lo demuestra la experiencia China o del Sudeste Asiático.
Mientras los conservadores argentinos esperan que fracasen el “Jefe” y su hermano teniendo –en el mejor de los casos- ideas muy presumidas y mal fundadas sobre la división internacional del trabajo, el mundo sigue ahí, ese mundo que fue y será.
Hasta ahora de ese mundo las encuestas dicen que el colectivo norteamericano que apoya a Trump va disminuyendo su membresía. Incluso, en el exterior decir Trump pinta ser un “quemo” –como mentaba el idioma de los argentinos en los ’70 a las personas incómodas por no estar al tono de lo que estaba de moda entre la gente bien- y se comienza a pagar caro. Eso al menos les sucedió a los conservadores canadienses, liderados por Marcel Poilievre. No pudieron despegarse de su olor a alcahuetes irredentos del POTUS 47 y perdieron una elección que tenían ganada.
Parece que lo mismo va a suceder mañana en Australia donde los laboristas en el poder son desafiados por los conservadores, heridos por su olor a POTUS 47. La excepción asoma con el populismo de derecha en Gran Bretaña. Si por acá también se ilusionan con este sentimiento predominante global, mejor que comiencen a apreciar al precio. De lo contrario, otra vez se estará con la manija en la mano y sin saber para qué lado girarla para que arranque el motor del crecimiento. Para colmo con las finanzas globales bailando la cueca, lo que deja a mal traer al siempre nada feliz endeudamiento externo.
