El discurso ante la ONU mostró al norteamericano viviendo en una nube, que completó cuando dijo que el Tylenol no debía ser usado nunca por embarazadas. El brasileño fue un modelo de orgullo nacional y se ganó una invitación a la Casa Blanca. El bolsonarismo, de luto.
No es cosa de ser guarango en espacios públicos, pero Donald Trump parece estar viviendo en aquella comarca de fantasía que en el barrio llaman la nube de pedos. Este martes, ante la ONU, dejó a medio mundo con la boca abierta con las cosas que dijo, falsas de toda falsedad, o falsas a medias y presentadas de la manera más falluta posible. Por ejemplo, que se merece el Nobel de la Paz por haber terminado siete guerras, tres de las cuales terminaron por él o por otras razones, tres siguen y una nunca existió.
También mandó que los ecologistas “quieren matar todas las vacas del mundo” y que “el calentamiento global es la mayor mentira en la historia de la humanidad”. Y las Naciones Unidas no sirven para nada, ni para ponerle un teleprompter “que funcione”. De hecho, “la ONU no está resolviendo los problemas como debería y está creando problemas que nosotros (los EE.UU.) tenemos que solucionar. El mejor ejemplo de eso es el problema político número uno, la crisis de la inmigración descontrolada. Está totalmente descontrolada. Los países están siendo destruidos porque no hacen lo que hacemos nosotros”.
Trump estaba en llamas y siguió después de su interminable discurso de 57 minutos. Se vio un rato con Volodimir Zelensky y salió diciendo que Rusia es un tigre de papel y que Ucrania debería recuperar el territorio perdido antes de hacer la paz, usando armas norteamericanas que le vendería Washington a la Unión Europea. Con sorna, en Moscú dijeron que Rusia no es un tigre, es un oso, y que no existen los osos de papel.
Lo único que dijo el Presidente Naranja con algún asidero en la realidad es que si los rusos vuelven a sobrevolar con aviones de combate el espacio aéreo de Estonia, deberían derribarlos. Tiene su antecedente en Turquía, que hace diez años derribó un caza ruso que se metió en su territorio. Nunca más hubo un incidente como ese. Claro que es fácil decirle eso a los estonios, miembros de la OTAN pero tan cerca de Rusia y tan lejos de los Estados Unidos. Un caso de lo que el gran Jauretche llamaba “animémonos y vayan”.
Como se ve, todo el tono sobre la guerra en Ucrania es cansino y cada vez más indiferente, como si Trump se hubiera aburrido del tema. Vladimir Putin es paciente como una araña y piensa a largo plazo, Trump se aburre de lo que no puede solucionar rapidito. Los europeos tomaron nota de que esta deriva los deja solos, excepto en eso de comprarle armas a Washington: eso es negocio, eso lo entiende Trump.
La oscuridad
La bocota presidencial siguió emitiendo tinieblas toda la semana. En un arrebato sin precedentes, Trump dio un mensaje desde la Oficina Oval diciendo que el Tylenol puede provocar autismo en los bebés si las madres lo usan en el embarazo. El Tylenol es el antifebril más usado en el país, por mucho, y entre nosotros se llama simplemente paracetamol. Nunca nadie pudo siquiera arrimar alguna evidencia de lo que el presidente afirmó como un hecho. Es una perfecta continuidad con las suspensiones de calendarios de vacunas anunciadas por el medievalista Robert Kennedy Jr con la misma excusa y con la misma flojísima base científica.
Una para Brasil
El Presidente Naranja y el antaño Sapo Barbudo se cruzaron en el pasillo de la Asamblea General de las Naciones Unidas y se saludaron, y bien. Donald Trump hasta dijo que “en esos treinta segundos tuvimos buena química, me cayó bien y vamos a volver a vernos”. Lula da Silva salió sonriendo del edificio en Nueva York, con un porotazo a su favor: más allá de la infantil imprevisibilidad del norteamericano, le acababa de dar un bife de los fuertes al bolsonarismo. Todos esos manifestantes que llevaban la bandera norteamericana en sus marchas contra el gobierno, se quedaron mirando, sin saber qué decir. Trump en persona los descolocó y Brasil pasó la semana viendo a derechistas relativizar el cambio trumpiano. Parece que la actitud honorable, majestuosa de Lula de no dejarse correr por los norteamericanos despertó cierto respeto por el Norte. O tal vez Trump se aburrió también de eso.
Fue una semana de muy malas noticias para la derecha brasileña, que se está quedando sin iniciativas para trabar al gobierno de Lula y para zafar a su líder Jair Bolsonaro de los 27 años de cárcel a los que fue condenado. La discusión ahora es dónde va a pasar todos esos años el ex presidente condenado por complotar un golpe y dos asesinatos, si en casa o en un penal. Su tercer hijo y operador en Estados Unidos, Eduardo “Dudú”, pensó que se anotaba un poroto cuando esta semana sus socios en Washington anunciaron nuevas sanciones contra el detestado juez Alexandre de Moraes. Como ya no queda con qué atacar el ministro del supremo tribunal, se la tomaron contra su mujer, la también abogada Viviane Barci.
Resulta que Barci tiene una prestigiosa academia de entrenamiento legal y judicial, el Lex Instituto de Estudios Jurídicos, un negocio familiar que acaba de ser punido bajo la Ley Magnitsky como si fuera un cartel narco. Es un absurdo, ya que la ley literalmente fue creada para atacar el lado económico del crimen internacional, del lavado de divisas y la corrupción de dictadores diversos. La abogada Barci es… una abogada. Y su marido es quien decidirá dónde pasa Bolsonaro los próximos años.
No es el único bodrio que anda creando Dudú, que parece ser todavía peor político que su papá. El muchacho prácticamente se mudó a EE.UU. y hace rato que no aparece por su banca de diputado, tanto que ya le iniciaron un proceso disciplinario para echarlo. La derecha intentó blindarlo nombrándolo líder de la minoría, lo que le da otro poder, pero no hubo caso porque la mismísima presidencia de la Cámara, derechosa ella, se negó a oír hablar del tema. Es muy posible que haya un Bolsonaro menos en el Congreso.
Y este Congreso arde, después que la semana pasada los diputados aprobaran ampliamente la Propuesta de Enmienda a la Constitución que les daría impunidad en los casos de corrupción. La enmienda y su aprobación fueron una idea producida y dirigida por la derecha legislativa, en todo el arco de la moderación conservadora al bolsonarismo precámbrico, con algunos pocos vergonzosos votos petistas. Es un tema conceptualmente simple: los legisladores no podrían más ser acusados ni penal ni civilmente por casos de corrupción. Aunque todo indicara que se llevaron un diego -o el tres por ciento mileísta- sería imposible que siquiera devolvieron la mordida.
Fue un escándalo que no paró de crecer, una bronca que sorprendió a propios y ajenos, y que está cambiando todo. Los medios están llenos de diputados diciendo que se arrepienten del voto, que no sabían, que se la contaron mal, y de senadores jurando que ni beodos van a votarla. El diario O Globo, pilar del sistema político brasileño, llamó a cada uno de los 81 senadores y logró que 46 le dijeran que no van a votar, seis que todavía no saben, seis que sí van a votar, y el resto se escondió. Si cumplen, la iniciativa ya está muerta porque necesita como mínimo 49 votos.
Y es posible que ni siquiera llegue a la votación, ya que la Comisión de Constitución y Justicia del Senado la va a rechazar. Son 17 de 27 integrantes que ya aseguraron que no pasa de la comisión, incluyendo su presidente, Alessandro Vieira, del centrista-derechista MDB.
Lo notable del asunto es la percepción general de que ahora es el Congreso el nido de corrupción. En los últimos años y gracias a la payasada del Lava Jato que llevó a Lula a prisión, se pasaron tantas leyes de control presupuestario que el Ejecutivo ya no sabría cómo desviar dinero sin que el Congreso se entere. El que sí puede desviar presupuestos es el Legislativo.
¿Y la amnistía a Bolsonaro y sus minions? Bien, gracias: un tema que parece haber muerto antes de nacer.
Justicia Universal
Hubo un presidente machirulo y violento, Rodrigo Duterte, que se dedicó a alentar y organizar asesinatos de “criminales”, así entre comillas porque nunca los acusaron o juzgaron por nada. En marzo, Duterte fue detenido en el aeropuerto de Manila y fue enviado a El Haya, Holanda, sede del Tribunarl Penal Internacional. El 4 de julio pasado, la corte presentó los cargos y esta semana abrió el caso formalmente.
El ex presidente está acusado de ser coautor de 19 asesinatos cuando era intendente de la capital, más otros catorce entre 2016 y 2017, cuando ya era presidente. El tercer cargo es por estar involucrado en “operaciones de limpieza” realizadas entre 2016 y 2018 que causaron al menos 43 muertos en las que Duterte estuvo directamente involucrado. El tribunal aclaró que esas operaciones causaron miles de asesinatos, realizados sistemáticamente”.
Y Nicolás Sarkozy fue condenado el jueves a cinco años de prisión y cien mil euros de multa por haberle pedido fondos en 2007 al dictador libio Muammar Khaddafy para financiar su campaña presidencial. La plata nunca llegó, pero el sólo hecho de haberla pedido es un delito bajo la ley francesa. Sarkozy salió del tribunal hecho una furia y se negó a disculparse “por algo que nunca hice y nunca haría”. No extraña su enojo, porque el tribunal le dio unos días para ordenar sus asuntos y luego lo va a encarcelar en prisión común. Nada de arresto domiciliario y nada de seguir libre mientras apela el fallo. Los franceses se quedaron con la boca abierta ante la dureza de la corte.