Trump y Milei: un amor no correspondido


El encuentro con el presidente de los Estados Unidos, en momentos de gran tensión política y económica, resultó poco feliz para Milei. Su imagen pareció animar la Rima LIII de Gustavo Adolfo Becquer, tan famosa, porque Trump condicionó su apoyo y el líder libertario pareció murmurar, mirándolo a los ojos, que “como se adora a Dios ante su altar, como yo te he querido… desengáñate, así… ¡no te querrán!” Pero Trump fue claro: sus encantos hay que merecerlos, y para ello Milei, el suplicante, debe ganar sí o sí las elecciones del 26 de octubre de 2025.

El jueves 9 de octubre un Estado extranjero, los Estados Unidos de Norteamérica, intervino sobre la política cambiaria de la Argentina. Inmediatamente después se conocieron los probables resultados del largo peregrinaje de la delegación del Ministerio de Economía y del BCRA en el país del Norte, pero no los comunicó el Toto Caputo sino el Secretario del Tesoro Norteamericano, quien hizo explícita la intervención sobre el mercado cambiario y anunció la concesión de un SWAP de 20.000 millones de dólares para la Argentina: “Hoy compramos directamente pesos argentinos. Además, hemos finalizado un acuerdo marco de intercambio de monedas (swap) por US$ 20.000 millones con el Banco Central de la Argentina. El Tesoro de los Estados Unidos está preparado para adoptar de inmediato todas las medidas excepcionales que sean necesarias para brindar estabilidad a los mercados.”

A la par de este presunto salvataje del cual se conoce, de acuerdo con las declaraciones de Scott Bessent, que la contrapartida del Gobierno libertario en principio consistiría en la salida de China del país y la aceptación de que los Estados Unidos eviten la conversión de Argentina en un Estado fallido –al estilo Venezuela, desde su punto de vista–, inmediatamente las expectativas se trasladaron a la nueva reunión de Milei con Trump, esta vez en Washington, el martes 14 de octubre. Dicho con mayor claridad: los publicistas del Gobierno libertario inflaron el evento hasta el paroxismo, hicieron lo imposible para promocionarlo, y para que fuera interpretado como un premio de veras, una suerte de consagración definitiva del “fenómeno barrial”, el pase mágico realizado por un demiurgo (Trump) proyectando a Milei hacia un futuro venturoso.

Así que había que presentar la entrevista como una encrucijada histórica, apta por el peso específico del anfitrión para poner entre paréntesis que Milei concurría precedido por el derrumbe de las condiciones de vida de la mayoría de los argentinos, la destrucción del aparato productivo y un tumultuoso historial de denuncias, desde la estafa con la cripto moneda $Libra, por ejemplo, hasta la corrupción en la ANDIS, todas ellas ahora coronadas por el así llamado “narco escándalo Espert”. Pero si Trump los bendecía sin atenuantes, Milei y sus acólitos regresarían con promesas firmes de financiamiento para llegar al menos hasta las elecciones del 26 de octubre sin sobresaltos. No fue así.

Recién venido de su periplo por Israel y Egipto a raíz de los acuerdos de paz en Gaza, el presidente Trump luego del saludo protocolar en la puerta lo invitó a un almuerzo junto con la delegación argentina –la secretaria general de la Presidencia, Karina Milei, el ministro de Economía, Luis Toto Caputo, el presidente del BCRA, Santiago Bausili, la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich y el embajador argentino en los Estados Unidos, Alec Oxenford– y parte de su gobierno.

Instalados en un salón y sentados a la mesa, antes de comer, sin embargo, Trump habilitó el ingreso de los periodistas acreditados en la Casa Blanca y de los medios argentinos, improvisando una rueda de prensa que duró casi una hora. Habló Trump, por supuesto, dando prioridad al tema que lo mantenía eufórico en ese momento (la paz en Gaza) y ofició de maestro de ceremonias para ceder la palabra ocasionalmente a miembros de su equipo. Por el lado argentino se produjo el estruendoso silencio de la sumisión política, económica y emocional, apenas alterado cuando el Presidente Milei entregó a Trump una carta de los familiares de los rehenes argentinos liberados por Hamas (enmarcada con maderas doradas) y repitió lo dicho en un comunicado oficial respecto de “la labor del Presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, artífice de este hito en el camino de la paz, en Medio Oriente”. En ese momento se animó a pronunciar algunas palabras el canciller argentino, y así continuó el encuentro hasta que finalmente el POTUS 47 condujo a Milei al Salón Oval para cumplir con el protocolo de la foto conjunta.

Hay que decirlo: conforme la conferencia de prensa profundizaba temas referidos a la paz en Gaza, el POTUS 47 estuvo exultante, mientras Milei parecía hundirse en una suerte de creciente angustia sin orillas por animar un protagonismo con el eje desplazado. En los días previos habían circulado versiones que daban cuenta de un torrente de millones y millones de dólares ansiosos por desembarcar en Argentina, estimulados por la decisión del Tesoro de los Estados Unidos que ya comenzaría con los desembolsos en el marco de un swap trascendental para las cuentas públicas (y los intereses privados, por qué no) locales. “Habrá una avalancha de dólares. Nos van a salir los dólares hasta por las orejas”, había profetizado Milei con un pie en el avión que lo conduciría a Washington. Y en la Casa Blanca algo se habló del estado actual de las relaciones argentino-estadounidenses, pero no como hubieran deseado Milei y sus acólitos sino como lo impusieron las circunstancias, de modo que se aclararan los tantos y Milei quedara en los umbrales del infierno tan temido.

Para Trump los elogios pueden ser gratis, y por eso dijo varias veces que Milei es un gran economista, incluso “un economista tremendamente talentoso”. Milei seguía sus palabras con un traductor simultáneo, y se lo notó algo más ansioso cuando Trump dijo que “estamos acá para darte un apoyo para las próximas elecciones”, porque “si a la Argentina le va bien, otros países lo seguirán, pero si no gana, no contará con nosotros”. No eran palabras amables para la delegación encabezada por Milei, que no aguardaba semejante desborde de realismo sino un apoyo igual a su entrega, un apoyo incondicional y de rápido acceso a “las efectividades conducentes”.

Pero Trump es locuaz y casi nunca sostiene un discurso lineal. Abierto a las preguntas de la prensa argentina, dijo: “El plan puede fallar, sí, pero también le puede ir bien. Le vamos a dar la chance.” Razonamiento inobjetable, aunque el POTUS47, para desesperación de sus interlocutores, también suele superarse a sí mismo. Lo hizo esta vez y mirando fijamente a cada miembro de la delegación argentina, desbordante de sabiduría sentenció: “Todo puede fallar.”

Elogios, consignas y recomendaciones abundaron. Parafraseando su famosa consigna derramó sobre el mantel un pegajoso make Argentina great again, y en otro momento advirtió que desea ver a la Argentina coronada por el éxito y que “el liderazgo de Milei lo puede lograr: va en la dirección correcta”. Todo asumía un raro aspecto de paso de sainete, con Milei tomando la palabra y agradeciendo un apoyo (resistente a comparecer de modo explícito), y también derrapando en la primera curva para esquivar precisiones. Dijo: “Gracias al gran liderazgo suyo, Trump, ha logrado conseguir la paz en Medio Oriente.” Pero se hablaba de dinero, y entonces Milei no pudo menos que agradecer también “al secretario Bessent por la ayuda para resolver el problema de liquidez, provocado por los ataques de nuestros opositores: nos permite transitar una ruta para ir tranquilos”.

Trump mostró una hipersensibilidad exquisita y sutil. Dijo, por ejemplo: “Nuestras decisiones están sujetas a quién gana las elecciones, porque si un socialista gana, uno se siente muy diferente sobre si hacer la inversión”. También calificó “de izquierda” a la oposición que soporta Milei, y estableció un paralelismo con lo que tolera él con la ciudad de Nueva York, donde para las próximas elecciones primerea el candidato opositor Zohran Mandami: “No voy a mandar un montón de dinero a Nueva York. No voy a ser generoso con un comunista que toma el dinero y lo arroja por la ventana. Son billones de dólares.” Y no conforme, cuando los rostros de Milei y sus acólitos lucían un tono pálido ligeramente terroso, amenazó: “También es así con la Argentina. Si Milei no gana… creo que sé con quién va a competir. Es de extrema izquierda, una filosofía que metió en este problema a la Argentina. Si Milei pierde, no seremos generosos con Argentina.”

También la prensa preguntó respecto del swap redentor que el Toto Caputo y sus amigos (que también lo son en parte de Bessent) venían gastando a cuenta, y Trump cedió precisamente la palabra a Bessent. El secretario del Tesoro Norteamericano dijo, frío como un cubito de hielo y bastante enigmático por cierto, que la ayuda financiera no estaba condicionada a la interrupción de las relaciones de Argentina con China, y que no le preocupa el swap de China con el BCRA sino las “bases militares” y otras infraestructuras. O sea que se alineó prolijamente con su jefe Donald Trump y planteó que, de haber un condicionante, se materializará según el resultado electoral del 26 de octubre.

Todavía los libertarios, con las manos vacías y de capa caída, después de la reunión trataron de interpretar a Trump y argumentaron que no se refería a los comicios del 26 de octubre del 2025 sino a los del 2027. Fueron desmentidos por un comunicado de Trump, y también por “los mercados”, que eligieron confiar en el POTUS47 o en la parquedad comunicacional de Bessent, y actuaron en consecuencia, aunque por detrás de toda esta mascarada continúen redactándose los pormenores del salvataje norteamericano. Y también se arranque con el proceso de privatización total o parcial de empresas como Nucleoeléctrica, AYSA, Corredores Viales, Belgrano Cargas o Enarsa, entre otras. Pero las palabras de Trump han sido claras y el 26 de octubre Milei, aunque siga de rodillas como se adora a Dios ante su altar, en las urnas juga su futuro.

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