Estados Unidos, a las trumpadas contra la periferia

Es un duelo sobre qué ocurre entre los Estados Unidos y el resto del mundo. Discuten dos teóricos. Uno, norteamericano, Joseph Nye, creador de la teoría del “poder blando”. Otro, inglés, Adam Stooze, que enseña actualmente en la neoyorkina Universidad de Columbia. Y un tercer estudioso, Enrique Aschieri, cuenta desde la Argentina qué puede pasar con la Presidencia de Donald Trump.

Joseph Nye es un afamado académico norteamericano de las relaciones internacionales. Quizás en la materia de relación entre países este profesor de Harvard sea el que concentra más prestigio y reconocimiento. El sábado 8 de marzo publicó en el Financial Times un ensayo titulado “Trump y la extinción del poder blando estadounidense”. El propio Nye creó la categoría “poder blando” (soft power) hace ya tres décadas y media para referirse a la influencia que ejercen los países a través de la atracción de su impronta cultural.

Así le dio una vuelta de tuerca a las razones por las que los Estados Unidos habían salido airosos de la Guerra Fría. Si el empate nuclear volvía inútiles las bombas atómicas, entonces lo que torció el fiel de la balanza a favor de la tierra de los valientes fue el american way of life. Aquí y ahora armado de su propio discurso dice –con extrema diplomacia- en una columna publicada en el Financial Times que “el poder blando estadounidense tendrá dificultades durante los próximos cuatro años”.

A partir de afirmar que “el presidente Donald Trump no comprende el poder blando”, Nye entiende que el “nacionalismo excluyente” del President of the United States, POTUS 47, probablemente resulte una estrategia perdedora aun teniendo en cuenta que “esta seducción -el poder blando- rara vez basta por sí solo, los líderes pueden encontrar el poder duro más tentador. Pero a largo plazo, el poder blando suele prevalecer. El Imperio romano se basaba no solo en sus legiones, sino también en el atractivo de la cultura romana. El Muro de Berlín no cayó por una descarga de artillería, sino por martillos y excavadoras blandidas por personas que habían perdido la fe en el comunismo y se sintieron atraídas por los valores occidentales”.

La crítica de Tooze

Esta estrategia para hacer amigos en la arena internacional, donde lo que talla en materia de racionalidad es la persecución del interés nacional en términos de poder, recibió un examen crítico del historiador inglés –actualmente dando clases en la universidad de Columbia- Adam Tooze. “Al comparar el artículo de Nye con mi propio artículo de opinión sobre la historia del liderazgo global de Estados Unidos, que apareció el viernes (‘El liderazgo mundial de Estados Unidos nunca ha sido un camino de rosas’), me doy cuenta de que, si bien Nye y yo estamos de acuerdo en muchos puntos, hay una diferencia fundamental”, señala Tooze. 

Esa “diferencia fundamental” se podría expresar diciendo que para Nye el daño es por lo que dure el mandato de Trump y para Tooze esto va para largo. Hay entre ambos una lectura muy diferente del presente como historia. Para Tooze la suya propia es “evolutiva”. En cambio, caracteriza a narración histórica Nye como episódica o estacional, o “En términos más fuertes, se podría decir que es cíclica en lugar de evolutiva”. Esta partición tiene consecuencias prácticas.

Puente sobre el río de aguas profundas

Nye observa que “mientras Trump, con la ayuda del multimillonario Elon Musk, debilita las normas democráticas, destruye las instituciones y afirma el poder de lo que sus partidarios llaman la presidencia de un «ejecutivo unitario», algunos críticos temen que enero de 2021 haya sido un presagio de decadencia democrática (…) Afortunadamente, hay razones para no descartar aún la democracia estadounidense (…) Esto no significa que la democracia estadounidense esté en orden (…) El poder blando es solo una parte del poder de un país. Debe combinarse con el poder duro de maneras que se refuercen mutuamente, no que se contradigan. Y los valores democráticos no son la única fuente de poder blando. La reputación de ser benévolo y competente también genera atractivo. Pero la legitimidad importa, y para gran parte del mundo donde la democracia y los derechos son importantes, la alineación de un país con esos valores es una fuente vital de poder blando. El verdadero realismo no descuida los valores liberales ni el poder blando. Pero los narcisistas extremos como Trump no son verdaderos realistas, y el poder blando estadounidense lo pasará mal durante los próximos cuatro años”.

Reducir el problema para los próximos cuatro años y su solución en la democracia estadounidense, según Tooze implica que “este tipo de visión episódica de la historia libera a sus exponentes de la necesidad de considerar realmente las tendencias históricas actuales y lo que significan. Uno puede simplemente encogerse de hombros y señalar que el poder blando estadounidense tiene altibajos y que actualmente está pasando por una fase sombría”. Es lo que hace Nye.

Para Tooze el POTUS 47 no nació –como quien dice- de un repollo. En lugar de un milagro en Milán, una corriente nacional-populista -enraizada hasta el tuétano en la política estadounidense- ha parido un heredero. Este “heredero legítimo de una corriente reaccionaria y nacional-populista arraigada en la democracia estadounidense”, consigna Tooze, “es el presidente más brutal, autoengañado e indigno que jamás haya llegado a la Casa Blanca”. “¿Qué ha fallado?”, se pregunta el historiador inglés. La respuesta: “Lo crucial es que los controles y contrapesos de la élite han fallado dentro del Partido Republicano. Y sin un movimiento popular de izquierdas fuerte, la debilidad de la élite en Estados Unidos resulta en que la democracia se desliza hacia un populismo descarado. Una gran parte del electorado estadounidense votará por cualquiera que no pertenezca a la élite social demócrata (“liberal” en el argot político norteamericano)”. 

De ser como dice Tooze, o sea de tener que enfrentar el hecho de que “ambos lados están atrapados en sus propias mitologías” y no, como sostiene Nye, que éste es un dolor de muelas de cuatro años nada más, la acumulación a escala mundial lo va a sentir fulero, y la periferia va a comerse más trompadas que las acostumbradas. Incluso en el esperanzador cuatro años y adiós, está implícito que las macanas que se hagan hoy, tendrán espacio para ser subsanadas no para que no ocurran.

Ochenta y dos junios que no volverán

Hay un dato político que no aparece –al menos explícito- en los radares de Tooze y Nye. Y tiene consecuencias de fuste. Cuando Trump deje el poder en 2028 tendrá 82 años. En la historia de la democracia norteamericana, fue el adulto mayor con más edad que asumió la primera magistratura. Lo superó a Joe Biden por unos meses. Pero lo importante es que está alcanzado por la enmienda 22 de 1951 de la Constitución de los Estados Unidos, por la que se establece un máximo de dos períodos consecutivos o no consecutivos (ocho años sumados) como límite de mandatos de un presidente. 

Trump fue presidente entre 2017 y 2021, entonces en 2028 no puede ser reelegido. En estas circunstancias, lo esperable es que trabaje para lo que considera su legado y su estatua y le importe bien poco o nada todo el resto, incluida la suerte de los republicanos.

Obvio que el legado es MAGA. Dentro de ese genérico lo más jerarquizado y que explicaría los escarceos con los aranceles y sus interminables idas y vueltas es la batalla por quitarle debilidad al dólar como divisa mundial y asegurar a largo plazo su trayectoria como moneda mundial. Eso está detrás de los rumores que corren fuerte por los mercados.

En esos cenáculos entre bambalinas dicen que vuelven los bonos Consols. El nombre de tales bonos es una contracción de las palabras inglesas: consolidated annuities (anualidades consolidadas). La idea sería que todos los tipos de bonos del Tesoro de los Estados Unidos (en los que por ejemplo tienen asentadas sus reservas los bancos centrales de los países del resto del mundo casi sin excepción) se canjeen por un único tipo de bono a 100 años, con un rendimiento fijo a determinar y posiblemente con una quita.

Esos rumores serían los que verdaderamente están detrás de la ola de ventas en el mercado bursátil estadounidense que desde su pico en febrero ha eliminado 4 billones de dólares del S&P 500. 

La atribución de la crisis al posible impacto inflacionario de las amenazas arancelarias del presidente Donald Trump, se desmintió a mediados de semana. El Índice de Precios al Consumidor mostró que la inflación se enfrió ligeramente en febrero al 2,8 por ciento anual. 

Trump elogió los datos como «muy buenas noticias» y las acciones subieron al inicio del jueves. Luego de unas horas, las acciones parecen encaminadas a abrir a la baja a medida que se desvanece el alivio por el informe de inflación, mejor de lo esperado, y crece la preocupación de que una guerra comercial pueda minar el gasto de los consumidores y las ganancias corporativas. 

De hecho, el S&P 500 frenó sus ganancias cuando el POTUS 47 reiteró su intención de imponer más aranceles, y potencialmente más altos, a los socios comerciales. Según los analistas, pese a la buena noticia de la inflación los mercados no esperan que la FED baje las tasas este año.

100 años de soledad

Los Consols fueron un invento del Primer Ministro británico Sir Henry Pelham que en 1752 consolido en un solo bono a perpetuidad toda la deuda pública del Reino. Pagaba 3,5 por ciento anual pero nunca rescataría el capital. En realidad esos bonos recién se terminaron de rescatar entre 2014 y 2015. Entre 1877 y 1930 el gobierno de los Estados Unidos también emitió Consols, pero ya los rescato hace tiempo. Mauricio Macri hizo su negocito emitiendo bonos a 100 años, que no son lo mismo que los Consols pero se parecen.

Lo que le estaría pasando ahora a los mercados es con lo que ironizaba Walter Bagehot, banquero y editor inicial a mediados del siglo XIX de la revista inglesa The Economist. John Bull es la encarnación del espíritu inglés, para lo mejor y para lo peor. Bagehot observó que “John Bull puede soportar muchas cosas, pero no puede soportar el dos por ciento” y se va a buscar rendimientos más altos a donde fuere. 

Los Consols eran el eje del mercado financiero inglés y si su rendimiento caía al 2 por ciento anual los inversores para subir esa ganancia caían en comportamientos temerarios. Eran tan importantes los Consols que –por ejemplo-, el historiador Niall Ferguson sostiene que fueron el basamento del triunfo inglés sobre Napoleón.

Ferguson dice que Napoleón se financiaba con impuestos de los territorios capturados, estando acotadas -por esa razón- la cuantía de recursos financieros de los que disponía. En cambio, los ingleses ganaban plata con la guerra prestándole al gobierno a 3,5 por ciento anual vía Consols y así los fondos para la guerra eran cuantiosos. 

El aprete

El prolegómeno histórico da pie para especular en torno a la idea de que el POTUS 47 -con los aranceles- está preparando el terreno para una proposición que no puede ser rechazada. O se acepta el canje por los Consols o los aranceles te trituran. Del poder blando ni hablemos. Pero ¿por qué necesitarían hacer esta maniobra, la que a la postre sería el gran legado del POTUS 47? 

Hoy, cada dólar del déficit en la cuenta corriente de los Estados Unidos es automática e inmediatamente un dólar adicional de la deuda externa de ese país. Incluso, las reservas de los bancos centrales están actualmente «invertidas» en títulos de deuda, en gran parte en las diversas emisiones de títulos del Tesoro de los Estados Unidos que, por cierto, a pesar de su calidad, ofrecen a sus titulares un cuasi liquidez en lugar de la liquidez absoluta requerida siempre para los instrumentos de reserva.

A todo esto, ningún dólar adicional no se puede colocar en los Estados Unidos, proviniendo del extranjero, más allá del contravalor del excedente de las ventas sobre las compras de bienes y servicios, que el extranjero realiza en el comercio con los Estados Unidos. El ingreso neto es estrictamente, matemáticamente, igual al déficit de la cuenta corriente del país.

De ello se desprende que el «privilegio» de los Estados Unidos para pagar sus importaciones en su propia moneda fiduciaria con ser significativo, tiene sus bemoles. Que sea Suecia o los Estados Unidos, el que compra en moneda nacional o en moneda extranjera, el resultado final de un déficit externo es fundamentalmente el mismo: el endeudamiento. Para financiar su déficit, Suecia toma prestado; los Estados Unidos dejan que le presten. Incluso, si se trata de países cuyo crédito en los mercados financieros es impecable, la diferencia es formal. No hace falta decir que esto no es cierto para los demás, especialmente para los países subdesarrollados. Pero entonces ya no es un problema de instrumento monetario, es un problema de solvencia.

Entonces, si el déficit de la cuenta corriente de los Estados Unidos (deuda de corto y largo plazo sumadas) no excediera el crecimiento secular del volumen de intercambios internacionales, la “salida” de dólares sería absorbida sin problemas por el aumento de los flujos de circulación, y el dólar no se depreciaría.

Dentro de estos límites, los Estados Unidos no deberían inquietarse. El resto del mundo continuará financiando el déficit fiscal norteamericano comprando bonos del Tesoro u otros títulos, sin que tenga que mediar un alza de la tasa de interés. Desde que el resto del mundo ha recibió un dólar a cambio de una mercadería o de un título emitido en los Estados Unidos vendido bajo la par, existe ipso facto (e independientemente de lo que haga su beneficiario) un dólar “prestado” a los Estados Unidos. Si su titular se abstiene explícitamente de invertir ese dólar en un título que genere renta y lo conserva como tal, lo habrá invertido implícitamente por nada, y esto será beneficioso para los norteamericanos.

Cabe deslindar el mecanismo del financiamiento del déficit de la cuenta corriente y del de financiamiento del presupuesto. Lo que genera problemas no es el primero sino el segundo. El primero se financia automáticamente desde el mismo momento en que los extranjeros aceptan vender a los Estados Unidos sus mercancías o sus patrimonios a cambio de moneda inconvertible. No hay que olvidar que el dólar carece de convertibilidad al oro desde 1971. 

En cambio, existe efectivamente una función que relaciona el nivel del déficit exterior con el financiamiento del déficit presupuestario, pero es una función creciente y no decreciente. Mientras más grande es el déficit externo, más grande será la cantidad de dólares de la que disponen los extranjeros para comprar bonos del Tesoro (o para comprar otros títulos y liberar así capitales norteamericanos que se agregaran a la compra de bonos federales).

La participación de los actores de los otros mercados financieros del G7 en la las licitaciones de bonos del Tesoro depende de los fondos que les fueron provistos por el déficit externo de los Estados Unidos. Una reducción más rápida del déficit externo por medio del garrote arancelario lleva a una disminución de la demanda del mercado de títulos federales lo que acarrea que la cotización de esas obligaciones bajen y como consecuencia que las tasas de interés subirán peligrosamente. 

El negociador

Con los garrotes arancelarios, entonces, el POTUS 47 estaría tratando de matar varios pájaros de un tiro. Por un lado, evitar que las multinacionales norteamericanas y de otros países, vayan a la periferia, especialmente a China, e impulsando a las que se fueron en buena medida que vuelvan.

Por el otro, como hay una tendencia a que el déficit de la cuenta corriente de los Estados Unidos (deudas de corto y largo plazo sumadas) exceda el crecimiento secular del volumen de intercambios internacionales, cortar ese alimento bajando el déficit comercial.

Pero eso le baja los fondos al mercado de bonos del Tesoro, con lo cual además de achicar el gasto no se pueden bajar alegremente los impuestos, como reza la recurrente prédica republicana.

Ese cúmulo de metas contradictorias se iría resolviendo bajando el pasivo que el resto del mundo tiene a favor con los Estados Unidos a través de los Consols, canjeado con descuento. En un escenario hipotético así, el país que no querría entrar en la variante, el POTUS 47 amenazaría con boxearlo a aranceles limpios. Los Estados Unidos estarían tratando de alcanzar el equilibrio interno a costa del resto del mundo. 

Nye afirma que al POTUS 47 “Su experiencia en el sector inmobiliario neoyorquino le dio una visión limitada del poder, limitada a la coerción y las transacciones (…) Todo ello socava el poder blando estadounidense (…) En opinión de Trump, el orden mundial de reglas, instituciones y alianzas posterior a 1945 ha engañado a Estados Unidos para que acepte prácticas comerciales desleales y pague por la defensa extranjera. Se describe a sí mismo como un negociador («Mi vida entera son acuerdos») y considera que el orden mundial liderado por Estados Unidos es un mal negocio. Pero está tan obsesionado con el problema de los oportunistas que olvida que a Estados Unidos le ha convenido conducir el autobús”. 

Lo que no dice Nye es como haría el poder blando para arreglar el gran problema que quieren resolver Trump y su cáfila. Tampoco Tooze va más allá de señalar que republicanos y demócratas están en su propio mambo, sin darle pelota a la realidad. Estamos viviendo tiempos interesantes.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *