Un abrazo fraterno se dieron Milei, Abascal, Meloni, Le Pen y compañía en el Palacio Vistalegre de Madrid. Despotricaron de lo lindo contra «el socialismo cancerígeno», «el comunismo», «la ideología de género», «la inmigración ilegal», «la burocracia de la Unión Europea», «la injusta justicia social», sin olvidar «las amenazas» que representan para Occidente «el islamismo radical», «Rusia» y «los aborteros». Una fiesta autocelebratoria de líderes y fuerzas políticas que crecen embanderadas en una épica rebelde. Fabrican enemigos y amenazas incluso donde no los hay.
Si alguna destreza se le puede reconocer a Javier Milei es la de provocar escándalos y hacer hablar a medio mundo de lo que dice o hace. En cierta medida, es un argento de pura cepa. No sabe ni quiere pasar desapercibido.
Se había ejercitado en el arte de los alborotos durante su paso por programas de TV a puro barullo. Aquellos que se basan en conciertos de griteríos, rumores y peleas. No sonó extraño, entonces, que acusara de «corrupta» a Begoña Gómez, la esposa del presidente español, Pedro Sánchez. Pero esta vez lo hizo en medio de un gran encuentro internacional de las ultraderechas en Madrid, titulado VIVA24. Lo dijo en presencia de casi 10.000 militantes y dirigentes en el Palacio Vistalegre. Millones lo escucharon en plataformas y redes sociales.
A mitad de semana, se desinflaba la acusación contra la señora Gómez de cometer «tráfico de influencias» en presunto beneficio de una línea aérea y un empresario. Pero el dardo ya estaba lanzado.
¿Había medido el impacto que podría causar? ¿Se fue de boca, como decían en el barrio? ¿O sólo fue otro de sus misiles verbales? Como el de tildar de «nido de ratas» al Congreso Nacional, «zurdo salvaje» al presidente brasileño Lula da Silva o «comunista asesino» al presidente colombiano Gustavo Petro.
Lengua karateka
Nadie duda de que es un experto en la provocación escatológica. Es capaz de causarle envidia a Moria Casán que se consideraba reina de la «lengua karateka» argenta.
El insulto tuvo una repercusión inaudita. Dañó los fuertes lazos diplomáticos históricos de Buenos Aires con la alguna vez llamada ‘madre patria’. Sánchez retiró la embajadora y se plantó justo al filo de la ruptura de las relaciones. No parece haber más lugar para que la tensión avance, aunque con Milei nunca se sabe.
¿Qué ocurrió aquel día en el centro de convenciones, deportes y conciertos construido donde funcionó una plaza de toros en el barrio de Carabanchel? Antes de subir al escenario y pararse frente al atril fue presentado con bombos y platillos. El líder de la ultraderechista agrupación española Vox, Santiago Abascal, lo presentó como «la estrella rutilante» del encuentro. Activistas españoles, unos cuantos argentinos y los líderes de la derecha extrema lo recibieron como si fuera un Messi de la política. Ovación y cánticos que atronaron en el recinto. Le hicieron coro a voz en cuello a sus «vivas», «libertades» y «carajos». Lo hicieron sentir como si estuviera en casa.
Su discurso no defraudó. Estuvo en sintonía con las duras expresiones contra «el socialismo» y «el comunismo» que habían expresado, algunos en tono más elegante, oradores que lo antecedieron.
En un punto desafinó Milei. Como lo hizo días después. Fue cuando cantó a grito pelado ‘Panic Show’, el tema de La Renga que la banda de Mataderos detesta que Milei la use. Ante sus partidarios, en el Luna Park, se dio el gustazo de jugar al ‘rockstar’ y presentar otro libro, otro más con denuncias de plagio. Pero eso es lo de menos para La Libertad que Avanza, de uno u otro modo, a los tropezones.
¡Qué viva España!
La del Palacio Vistalegre fue un festín del extremismo derechista internacional. Flamearon banderas españolas. Surcaron el espacio interior efectos lumínicos de recital pop. El sonido fue impecable. Los altavoces animaban a la concurrencia con pasodobles de ardor nacional, como el tradicional ‘¡Que viva España!’. O con música sinfónica que le puso un toque de emoción y misterio a la presentación de los oradores.
¿Por qué desafinó? Porque las ultraderechas caminan por otros andariveles en esta era. Los líderes mentaron en el acto el deseo de fortalecer «las soberanías nacionales», términos excluidos ex profeso por Milei de su vocabulario.
Hasta Abascal empleó lenguajes que el presidente argentino ignora olímpicamente. Pero, con sus barbas de caballero español, no se privó en el acto de Vistalegre de señalar a «los enemigos de la patria» que son «sumisos al gobierno globalista europeo». Y a los que «les meten la mano en el bolsillo a los trabajadores». Abascal llamó al combate «contra los «burócratas de la Unión Europea». «Ellos le han declarado la guerra a nuestra industria y a nuestras pequeñas y medianas empresas, a nuestros agricultores», subrayó Abascal.
El dirigente de origen vasco está acusado en la justicia por el gobernante socialismo del PSOE de «incitar al odio» por decir que se debía «colgar de los pies» a Sánchez.
Puede entenderse que haya intereses diversos y matices entre los líderes, al margen de los abrazos y besos fraternos que se prodigaron.
Trump, el primer trabajador
La entrada de los jefes al espacio palaciego fue a la manera de los boxeadores en el Madison Square Garden. Desde el fondo de las tribunas y saludando a su paso. Por el corredor, entre los clicks modernos de los celulares, pasó José Antonio Ortega Lara, fundador de Vox. Fue anunciado por ‘la voz del estadio’ como «el mejor de todos nosotros». El pionero embistió contra «los fascinerosos, los terroristas, los separatistas (no precisó cuáles) y todos lo que llevan a la descomposición institucional y moral».
En su caso, y en el de todos los discursantes, a cada párrafo, le seguían sonoros aplausos. La platea se ponía de pie, en los momentos de mayor emotividad.
Don Ortega Lara fue el primero en dar en la tecla de la proyección a corto plazo de la ceremonia: los comicios para el parlamento europeo del 9 de junio. «A poner alma y corazón en las elecciones», proclamó.
Otro que subió al ring fue el estadounidense Roger Severino, vicepresidente de la Heritage Foundation. Con un castellano aprendido en su casa natal de padre y madre colombianos, también tomó por otro carril cuando defendió la política del candidato Donald Trump. Dijo que cuando ejerció la presidencia «defendía a los trabajadores olvidados e impulsó altos niveles de empleo». Milei estaba en esos momentos en los camarines.
Severino dijo que «lo que le está pasando ahora al candidato Trump es que los izquierdistas corrompen la ley y quieren silenciar la voz del pueblo». Se le sigue un juicio por ocultar documentos de supuestos pagos a una actriz porno y conejita de Play Boy que le prestó sus servicios.
De los «apetitos sexuales» hizo una curiosa referencia al mencionar que «los izquierdistas bombardean al sistema médico para que los explore en niños de 10 años». «Nos hemos olvidado de Dios», pontificó.
¡Afuera la OMS y la CNN!
Otros dos expositores de Estados Unidos fueron Matt y Mercedes Schlapp, organizadores de la Conservative Political Action Conference. En criollo, ultraconservadores.
Un momento apasionado del discurso de mister Schlapp fue cuando convocó a «dejar de ver la CNN y dejar de leer periódicos estadounidenses». Cómo enterarse de las noticias, no aclaró. «Echemos la basura», dijo de entidades como la Organización Mundial de la Salud, la OMS.
En concordancia, Mrs. Schlapp, llamó a proteger a «nuestras familias» de «los izquierdistas y comunistas que amenazan las libertades». Milei pudo, tal vez, asomarse desde los camarines con sonrisa de satisfacción.
Le tocó el turno a José Antonio Kast, líder del Partido Republicano de Chile, con su proverbial hablar pausado y sin elevar la voz. Pero no suele esquivarle a las metáforas con gracia: «Decían hace años que los partidarios de Abascal cabían en un FIAT 600. Ahora son millones».
Incluso Kast, admirador confeso del fallecido dictador Augusto Pinochet, le rindió tributo a Milei que «tampoco era conocido» hasta no hace mucho con «su libertad carajo». La ovación bajó de las tribunas y se extendió a la platea. Se burló después de «las promesas» no cumplidas de su exrival y presidente chileno, Gabriel Boric. Y sostuvo que «aún no están derrotados ni el kirchnerismo en Argentina ni el correísmo de Rafael Correa en Ecuador».
Un hombre y una mujer
Una aparición en el horizonte ultraderechista es André Ventura, diputado nacional en Portugal y presidente de Chega, que quiere decir Basta. Milei también se habrá sentido complacido con su discurso. El portugués, en español, dijo: «No somos la derecha radical, somos los únicos que defienden la libertad del mundo entero para enfrentar al socialismo y al comunismo».
En coincidencia con otros oradores, arremetió contra «la inmigración ilegal» y por «fronteras fuertes que también protejan a nuestros hijos, envenenados con la ideología de género». «Un hombre es un hombre y una mujer es una mujer», dijo en un intento por refutar a quienes se autoperciben de una u otra manera.
Tomó el micrófono y el centro de la escena Jorge Buxadé, candidato de Vox a la presidencia del Parlamento Europeo. Y usó una palabra que debe haber resonado en los oídos de Milei. «En las elecciones europeas del 9 de junio se juega si se mantiene o no la sumisión a los caprichos de la casta de Bruselas».
Contra la inmigración, se explayó: «Las calles y las plazas, ayer pacíficas, hoy son campos de batalla por la inmigración ilegal y el islamismo radical».
A esa altura, crecía en Vistalegre la euforia y el clima de épica rebeldía que envuelve a las derechas mundiales.
Apareció Amichai Chikli, ministro israelí de la Diáspora y lucha contra el antisemitismo.
En inglés, con traducción simultánea, dijo que su país está «bajo ataque de Irán, Líbano y Hamas». Deploró el «fanatismo religioso» palestino que lleva a «torturar a una mujer frente a sus hijos» y «al deseo de matar a los judíos como infieles». «No tenemos otra opción que pelear», justificó.
De Rusia sin amor
Un enfoque original lo dio Mateusz Morawiecki, ex primer ministro de Polonia, mediante un video que se proyectó en una gran pantalla. Con traducción simultánea, el polaco fue el único en nombrar a otro enemigo y que no casualmente es uno ancestral para muchos de su país: «La amenaza es Rusia, la némesis de Europa».
De su asiento, al lado de Abascal, se levantó la francesa Marie Le Pen, diputada y presidenta de Agrupación Nacional. Al encarar la oratoria en su idioma maternal y con el tono más moderado del encuentro, dijo que contaba con Abascal para «reactivar Europa». En el momento de mayor frialdad del acto (¿tal vez antiguas rencillas nacionales?), acusó a los «burócratas de la UE» de «no hacer nada contra la inmigración ilegal, alejados como están de la vida cotidiana».
«En resultados económicos estamos rezagados respecto de los estadounidenses», sostuvo la hija del fundador del movimiento, Jean-Marie Le Pen.
La potencial candidata a presidente de Francia, instó a que «Europa defienda su identidad, su cultura milenaria, su soberanía, a sus pueblos y naciones, sin buscar clones sino aliados para la libertad y la fraternidad».
En un video subtitulado, desde Budapest, Viktor Orban, primer ministro de Hungría, también fustigó que la UE haya desatado una inmigración ilegal», mientras «se está envenenando con la ideología de género a nuestros hijos». El gobernante ha sido sindicado por la oposición centrista de su país de organizar «un Estado mafioso».
Ruge el león
En conexión en vivo desde la pantalla y en un perfecto español. la presidenta de Italia, Giorgia Meloni, saludó con un amistoso: «Buenos días, patriotas españoles». Otra vez la mención a la patria. Enseguida retomó la temática migratoria. «No más fronteras abiertas», proclamó la acusada por trabajadores de la RAI de actos de censura.
Convocó a «las empresas a competir con el resto del mundo y tener una economía menos dependiente». «El mercado libre debe ser justo, con sistemas de protección para los más frágiles», ensayó como modelo europeo.
Como otros líderes de tendencias nacionalistas, expresó: «Defenderemos nuestras pequeñas y medianas industrias de cualquier ataque». Milei se preparaba para salir al ruedo.
Fue Abascal quien subió al tablado para anunciar a Milei como «el rugido del león». El argentino llegó aclamado, saludando como una estrella musical. A miles de kilómetros de donde ensaya y toca La Renga, volvió a pronunciar la introducción del ‘Panic Show’: «Hola, yo soy el león, lloran los zurdos sin entender». Carajeó por la libertad, contó el viejo chiste de que ha estado «sólo como Adán en el Día de la Madre» y fue el único que leyó su alocución.
LLamó a defenderse de dos clases de «malditos: los cancerígenos socialistas y los aborteros».
Encendió luego su reiterado casete que acusa al socialismo como «lo peor del ser humano, con envidia y odio». Y volvió a atribuirle la extravagante estadística de haber sido «los asesinos de 150 millones de seres humanos».
Reiteró su defensa de las políticas liberales argentinas del siglo XIX que generaron «el mayor producto bruto per capita del mundo», cálculo que aún se investiga de qué fuente pudo haber surgido.
En el medio de sus ataques «al gasto público delirante», «lo injusto de la justicia social» y a «los organismos supranacionales», fue cuando dijo que Sánchez tiene «una mujer corrupta». La piedra del escándalo.
Abascal cerró la autocelebración de las ultraderechas con una acusación a los socialistas de «estar metidos con los regímenes narcocomunistas latinoamericanos».
Pero giró a una preocupación social: «Tenemos el menor poder adquisitivo, batimos récords de desempleo y los autónomos, los trabajadores y las clases medias no llegan a fin de mes». No parecía estar hablando de España.