Un elogio de la orfandad peronista

El Presidente juega a distraer, a polarizar al extremo, a lanzar frases hirientes, con la esperanza de que el peronismo, principal fuerza de la oposición, reemplace la disputa genuina por una ciénaga sorda donde nada se discuta de verdad. El ejemplo del voto en el Congreso y su peso real.

Verano caliente en todo sentido. Alertas de color amarillo, naranja y (perdón, Presidente) rojo. El mes empezó con marchas en todo el país que Su Excelencia insistió, como es su costumbre, en minimizar y apeló, también como es su costumbre, a diluir mediante distracciones usadas como señuelo de cándidos. Como si valiera más una frase sobre la supuesta pedofilia de millones de personas que la protesta de millones de personas en toda la Argentina.

Dos notas de esta edición de Y ahora qué? analizan qué hubo de fondo en la Marcha Antifascista y Antirracista: la de Enrique Aschieri y la entrevista de Guillermo Lipis al historiador Pablo Vommaro. Tanto Vommaro como Ezequiel Adamovsky, historiador entrevistado también en este número por Natalia Aruguete, se internan en otro tema: el proyecto opositor. La cuestión del liderazgo, o la falta de él, en la oposición que se nuclea en torno del peronismo. El asunto del cambio generacional o, de nuevo, la falta de él.

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Entre militantes y dirigentes peronistas es posible detectar, al menos como primera impresión, una inquietud que a veces se resume en una frase: “Estamos huérfanos”. Huérfanos de conducción, se entiende.

Quienes hablan de la orfandad como un problema y no como una ventaja, así sea transitoria, suelen mencionar lo que pasa en el Congreso y lo que sucede con algunos gobernadores peronistas que negocian directamente con Su Excelencia o con su círculo íntimo, ya sea con alguno de los tantos Menem que rodean a Karina Milei, con Santiago Caputo o con el ex funcionario de Alberto Fernández Guillermo Francos.

En esa línea, los enrolados en la orfandad como preocupación lucen alarmados por la votación más dispersa del bloque de Unión por la Patria desde que asumió Javier Milei el 10 de diciembre de 2023.

El jueves 6 de febrero votaron en contra de la propuesta oficial de suspender las PASO por este año 43 diputados de UxP. A favor, 25, que se sumaron a la mayoría de 162 votos, sobre todo de La Libertad Avanza, el PRO, el radicalismo, y legisladores relacionados directamente con los gobernadores, como los diputados de Catamarca y Santiago del Estero. Del otro lado, 55 negativos y 28 abstenciones.

Se abstuvieron 24 legisladores de UxP, o sea la mayoría de los abstemios. Y hubo seis ausencias. Para poner un paraguas cuando ya estaba claro que habría una nítida fragmentación, el bloque decidió que habría libertad de conciencia, un eufemismo que en los parlamentos suele utilizarse para llamar a la anarquía o la falta de consenso. ¿O acaso hay creencias religiosas de fondo o principios morales para aprobar o desaprobar que este año no haya PASO?

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Una primera lectura apuntaría al desorden por falta de liderazgo. Y no se trata de polemizar sobre Germán Martínez, presidente del bloque, sino del liderazgo peronista en general.

Alguien podría decir, también, que después de todo PASO Sí Versus PASO No es una opción que no cambia la vida de nadie.

Y podría aparecer alguno con una réplica: ok, pero cada votación es un reflejo del estado del bloque y del peronismo. ¿Será? Se verá.

Sin hacer futurología ni diseccionar un voto como si fuera de vida o muerte, aquí se propone una lectura general del peronismo en este momento: el elogio de la orfandad.

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No se trata de un principio ético ni político. En términos prácticos, tiene más poder e influye más una oposición ordenada que una caótica. Eso, claro, si efectivamente acumula poder y si logra cada día que pasa una influencia mayor. Pero si eso no ocurre, no hay nada de práctico. Al revés. El tema deviene abstracto, diría un abogado.

La realidad parece mostrar que, en estas circunstancias, el peronismo carece de un liderazgo único y consolidado. Cristina Fernández de Kirchner alcanzó, como buscaba, la presidencia del Partido Justicialista, pero es evidente que ese lugar no significa una representatividad indiscutida. Tampoco implica capacidad de mando, en el sentido completo de la palabra: ordenar y que el resto obedezca, por convicción o por confianza en quien conduce.

Tampoco puede ejercer ese liderazgo Máximo Kirchner, sobre todo después del Yategate de Martín Insaurralde, su socio político en la provincia de Buenos Aires. Desde ese momento el ex presidente del bloque de diputados peronistas (renunció en tiempos de Alberto Fernández) y actual presidente del PJ bonaerense vio menguado su poder de convocatoria. Esa mengua, de paso, hizo que CFK bajara automáticamente al barro del Gran Buenos Aires. Ya no tenía delegación posible.

En cuanto a Axel Kicillof, el principal blanco político de Su Excelencia porque fue reelecto gobernador cuando Milei ganó el balotaje, en ningún momento pretendió la presidencia del PJ ni explicitó que aspira a ser candidato en 2027, es decir dentro de casi tres siglos argentinos. Sí dijo que cargaría con la responsabilidad de construir un frente político y social con los dañados por Su Excelencia. ¿Desdoblará las elecciones si efectivamente el Senado también suspende las PASO por este año y le allana el camino provincial? Si se lanza a consolidar una fuerza interna dentro del peronismo, ¿lo hará este año? Y en todo caso, si lo hace, ¿sería un gesto que fortalecería al peronismo en general o que lo debilitaría? Esas preguntas y muchas otras pueden recogerse en cualquier conversación cotidiana. Es probable que las respuestas vayan asomándose, porque el tiempo pasa y nos vamos quedando viejos.

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Los que ven la orfandad como problema se sienten desamparados.

Los que, por el contrario, enfocan la orfandad desde el realismo tienen la chance de eludir los sentimientos, que son una parte de la política pero no toda la política, y pueden acercarse a la realidad del peronismo tal cual es: desordenada, sin liderazgo, sin ideas-fuerza, sin apelaciones atractivas sobre el futuro.

El sinceramiento no es malo. Al contrario. Les otorga responsabilidades a distintos sectores y dirigentes (el famoso bastón de mariscal del que hablaba Juan Perón y citó Cristina) y deja en claro que no pueden esperar nada del cielo. Serían unos irresponsables sin compromiso con los más humildes, con los que más sufren, con los que hasta ahora no despertaron la conciencia movilizada de millones en marcha como los universitarios y las diversidades de género.

Hay campo libre para discutir. Hay espacio para el debate. Ya terminó el tiempo en que poner nombres y apellidos era, como dice la frase hecha, “hacerle el juego a la derecha”. Disputar es arriesgar, tensar, distender, acordar, dirimir candidaturas, proyectos, estilos. Incluso formas de escucha, como acaba de definirlo el arzobispo de La Plata Gustavo Carrara cuando dijo a Buenos Aires/12: «La parroquia es la Iglesia entre las casas». Y dejó otra frase: «La historia no empieza con uno».

Si no hay disputa, y obviamente queda descartado como deseable el clima de la interna bonaerense de 2015, ¿quién representará en el futuro a una franja de entre 16 y 25 años, sobre todo varones, que en 2023 votó a Milei en casas de los conurbanos de Buenos Aires, Córdoba, Rosario y Mendoza donde padres y abuelas veneran a Evita y a Perón?

Un comentario sobre «Un elogio de la orfandad peronista»

  1. Vamos, Martin. Es por ahi. Es el debate lo que nos enriquecerá y nos dará explicaciones consistentes a dos duras derrotas en elecciones presidenciales.

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