Venezuela: la guerra de las actas

Quedan todavía las batallas en la contienda del afianzamiento de la narrativa. Es decir, una lucha en la cabeza de la gente y que cada quien crea lo que quiera creer. Que finalmente es el efecto que busca toda posverdad.

Como en una novela de suspenso donde el villano en realidad es el héroe y el que escribe el texto es el asesino, así se desarrolla el proceso postelectoral en Venezuela: la oposición de ultraderecha pedía la publicación de las actas negándose a su vez a presentar las suyas a la justicia.

De colofón los países del orbe se dividen entre lo que, sin siquiera tener pruebas, directamente desconocen el triunfo de Nicolás Maduro, los aliados al chavismo que reconocieron el resultado convalidado por el Poder Electoral y los más cautos que esperan el desenlace que lógicamente podría venir en las próximas horas cuando se compruebe que las actas de 9 de los 10 candidatos a las elecciones coinciden con el veredicto hecho público que ya declaró ganador.

De todas maneras, cuando menos, es difícil de entender cómo un país con un sistema electoral tan avanzado tenga que sufrir tanto para mostrar al mundo que no hubo fraude en las elecciones del pasado 28 de julio.

A la oposición, el pedido de que las actas desagregadas sean publicadas le resultó perfecto como método para echar sombras sobre los comicios, aunque fracasó en las movilizaciones que no lograron paralizar al país. Sin embargo, mostró gran planificación y capacidad de hacer daño, al punto de que han ardido varios puestos policiales, se ha cometido atentados contra sedes electorales, colegios, universidades y hasta hospitales. Incluso se ha asesinado a varios uniformados y civiles con disparos a quemarropa.

En resumen, nada de movimientos espontáneos de descontentos sino operaciones bien planificadas para crear caos. 

Y el gobierno ha mostrado que aprendió la lección (o por lo menos una parte de ella) y supo contener a los núcleos de protesta y mostrarlos como lumpen mercenario que por 150 dólares día eran capaces de cometer todo tipo de hechos vandálicos.

Al momento de publicar esta nota todo está tranquilo en la patria de Simón Bolívar.

Balance

A la hora de ver los más y los menos el chavismo mostró una gran ingenuidad para neutralizar la campaña de las encuestadoras que se encargaron de construir las encuestas destinadas a mostrar a la oposición como ganadora de las elecciones.

Es decir, la contrarevolución ganó en posesionar la idea hegemónica de que hubo fraude. No en Venezuela, sino en el resto del mundo. El reconocimiento de Estados Unidos es muy importante para ellos pues podría, como ocurrió con el autoproclamado Juan Guaidó, recibir mucho dinero.

Sin embargo, la invitación de las BRICS a Venezuela a asistir a sus reuniones y el reconocimiento de Rusia y China muestran la multipolaridad en la que hoy vive en planeta.

Una vieja receta

La puesta en escena de acusar de fraude al progresismo si este gana las elecciones comenzó en Bolivia, donde logró posesionar a un gobierno no constitucional, el de Janine Añez. Claro que un año después se ratificó la voluntad ciudadana. Es interesante que en aquellos lugares donde la comisión de la OEA había encontrado “irregularidades” por la alta votación a favor de Evo Morales en 2019 el masismo triunfara   el 2020 con aún mayor votación. En resumen, el voto logró posesionar la democracia.

Pero esa narrativa fracasó en Estados Unidos, toma del Capitolio incluida y en Brasil.

Ahora es el turno de Venezuela.

A las calles compañeros, a las calles

Durante la primera semana que siguió a la votación, cada vez que la oposición convoca a las calles el oficialismo hace lo propio para medir musculatura. Cierto es que de momento las marchas contrapuestas no se encontraron y eso evitó mayores enfrentamientos.

Pero fue la calle el escenario donde se dirimió a lucha por lo menos nacional. Porque el gobierno tuvo mayor presencia y porque la oposición parace haberse llamado a la tregua, por lo menos por el momento. 

Más difícil es el campo internacional. Estados Unidos se ha precipitado en reconocer a sus aliados y los ha nombrado ganadores seguramente pensando en repetir la aventura de Juan Guaydó, con un anodino gobierno en el exilio cuyo único éxito consistió en llenar los bolsillos del expresidente de la Asamblea venezolana y sus seguidores.

Argentina hizo lo propio y a esta tendencia se sumaron varios países dirigidos por la derecha más rancia.

Ahora queda claro que el trabajo de falsificar encuestas sirvió para preparar a la opinión pública, particularmente en el mundo. El resto lo hicieron gobiernos como Perú que cuenta con la aprobación ciudadana del 3 %.

La guerra de las actas está a punto de concluir. Ni el más imbécil podría pretender que nueve candidatos opuestos en las elecciones hayan complotado para presentar resultados similares. Quedan todavía las batallas  en la contienda del afianzamiento de la narrativa. Es decir, una lucha en la cabeza de la gente y que cada quien crea lo que quiera creer. Que finalmente es el efecto que busca toda posverdad.

3 comentarios sobre «Venezuela: la guerra de las actas»

  1. Muy mala la nota. Insulta la inteligencia de quien como mínimo sigue las cuestiones de Venezuela. Cómo simpatizante del chavismo casi desde un primer momento, no tengo ningun reparo en reconocer que hubo un fraude gigantesco, x empezar difundir un resultado sin mostrar los datos desagregados, y luego judicializar la cuestión sin haber concluido el proceso en el CNE.

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