“Una teoría política elitista cerrada” impide a intelectuales y líderes políticos entender por qué la Argentina de Javier Milei “mantiene” consensos, o al menos expectativas, en sectores sociales, “a pesar del ajuste”, sostiene el sociólogo y antropólogo Pablo Semán. En un diálogo con Y Ahora Qué?, el investigador desplegó un original y desafiante arsenal de argumentos para explicar qué le pasa a millones de personas que reaccionan frente al fenómeno mileísta de manera diferente a la que esperan “las élites”, que ignoran “la disconformidad de las masas” y la manera en que “la inflación modeló” a la población más que las redes sociales.
Si hay algo que nadie le podrá discutir al antropólogo Pablo Semán es que ha logrado que se voltee la mirada sobre su análisis, sostenido por trabajos de campo. Lo distingue una reflexión nada común sobre lo que pasa en la sociedad, bajo un prisma diferente al que reina en las filas del peronismo, el kirchnerismo, los progresismos e incluso en neoliberales aliados no automáticos del gobierno. El sociólogo y antropólogo coordinó el ensayo ‘El ascenso de Milei’ y participó con un capítulo del libro ‘Desquiciados’ de su colega Alejandro Grimson, en el que numerosos autores intentan echar luz, cada uno desde su campo profesional de acción, sobre la expansión de las ultraderechas en Argentina y los desencantos con los traspiés de la democracia, a la par de las fisuras en el pacto democrático de no violencia y el Nunca Más al terrorismo de Estado que le dieron su esencia a 40 años de postdictadura.
–¿Cómo entender a la gente o al pueblo en el planeta Milei?
–La voluntad popular es heterogénea y se forma en diálogos asimétricos.
–¿De qué manera?
–Me parece que es importantísimo tratar de comprender esa subjetividad antes que hacer hipótesis. Sobre todo lo que la forma.
–¿No se entiende la nueva subjetividad?
–Es como si fuese extrañísimo e imposible de concebir que la gente vote en contra de gobiernos como los que estuvieron durante los últimos 12 años en Argentina.
–Entonces ¿se mira a la gente desde una torre de marfil?
–Las élites están encerradas en una teoría elitista de la política. De la misma manera que la política excluye a la sociedad de su campo de acción, las teorías elitistas ocultan la disconformidad de masas.
–¿No las entienden?
–No. Por eso todas las preguntas en general enfocan o bien a las cúspides de la acción política o bien los errores de la gente y sus limitaciones para entender algo.
–Un círculo vicioso de análisis.
–Para entender lo que está pasando hay que entenderlo todo de nuevo. Y en esa limpieza epistemológica que debemos hacer, hay que poner en su debido lugar a las teorías elitistas de la política.
–¿Qué te asombra de lo que se teoriza?
–Me asombra que a más de nueve meses de la asunción del presidente Milei, y a casi un año de que se vio claramente que la Libertad Avanza podía ganar la elección, predominen explicaciones que ponen en el centro los jueguitos de la superestructuras políticas.
–¿Cómo cuáles?
–Por ejemplo, los medios de comunicación, las redes sociales, los financiamientos y las maniobritas de los políticos. Y no se ponga en el centro lo que es realmente central en la vida de un país democrático.
–¿Qué es lo central?
–La voluntad popular con todas sus heterogeneidades y ambages.
–¿Por qué causa tanto desconcierto a sectores políticos e intelectuales el comportamiento de grandes mayorías ante los experimentos tipo Milei?
–Digamos que a esta altura se trata de un doble desconcierto: el primero fue cuando Milei ganó la elección.
–¿Y el segundo?
–Ocurre ahora que mantiene su popularidad “a pesar del ajuste que está aplicando”. Este segundo desconcierto es todavía más sintomático que el anterior.
–¿Por qué?
–Porque a nueve meses de la asunción de Milei es evidente que los desconcertados no aprendieron nada. Y siguen teniendo las mismas expectativas que tenían hace un año cuando fueron las elecciones primarias.
–¿Por qué se insiste en aquella expectativa?
–Una razón de esa obstinación es que es muy difícil abandonar una carta de navegación. Y un repertorio de acciones e ideas que sostenían la actuación de esas élites políticas sociales económicas y culturales.
–¿Un empecinamiento erróneo a tu juicio?
–Para esas élites, cada vez que la realidad producía un desmentido era necesario profundizar en conceptos y prácticas que eran resistentes a esa realidad. Y es por esa misma dinámica que hoy se manifiestan tan o más perplejos que en agosto o en diciembre del año pasado.
–¿Cuál es la clave de ese análisis?
–El secreto de todo esto es la voluntad de permanecer en lo propio y la dificultad de aceptar una alteridad. Esta última cuestión ya es difícil en general. Pero mucho más difícil resulta cuando, como en este caso, esa alteridad cuestiona valores y supuestos cognitivos del bando desconcertado.
–¿Por qué no se acepta la ‘alteridad’?
–Esta gente ha vivido preguntándose algo durante los últimos meses: “Hasta dónde aguanta la gente”. En lugar de preguntarse por qué apoyarían una vez más a los que repudiaron hace un año.
–Es raro que no se lo pregunten.
–Hasta que no se hagan esa pregunta, y no saquen conclusiones analíticas y políticas respecto de ella van a seguir desconcertados.
–¿En quiénes pensás al ver esta incomprensión?
–Esto vale tanto para el kirchnerismo como para la oposición dialoguista.
–¿Qué influye en el estado de conciencia mayoritario? ¿Los medios, las redes?
–En esta pregunta hay dos cuestiones muy sintomáticas que hay que interpretar. Porque de alguna manera son la puesta en acto de las causas del desconcierto que planteabas.
–Me caben entonces las generales de la ley.
—La primera observación es que la hipótesis que explicaría para muchos el estado de conciencia mayoritario remite siempre a instancias de élite. A la cúspide de la sociedad y a una supuesta influencia vertical casi sin obstáculos: las redes sociales han pasado a tener en el imaginario opositor actual el mismo papel que tuvieron los medios de comunicación en otros momentos de sus análisis sociopolíticos.
–¿En qué radicaría el error de análisis?
–Esa hipótesis carece de una variable central. En el análisis de qué es lo que causa el estado de conciencia mayoritaria tiene muchísimo que ver con más de 10 años de estancamiento y probablemente algunos más de pretensión de hegemonía. Hegemonía en un estilo que es, entre comillas, a patadas en el culo.
–Nada menos…
–Lo que está sucediendo hoy se viene incubando desde 2007 en que se aunaron poderosos restos de la experiencia menemista con nuevas resistencias que el kirchnerismo subestimó. A ese sujeto que en ese momento estaba naciendo se le ofreció un menú que no hizo más que potenciarlo: estancamiento, inflación y explicaciones sociológicas.
–Ahora situás un origen político en lo que sucede.
–Ese menú es mucho más responsable del estado de conciencia mayoritario que todas las otras instancias. Por más cómodo, paramétrico y bienpensante que resulte plantear el peso de esas instancias.
–Imagino muchos ceños fruncidos ante estas frases. Sin ironía.
–Su exclusivización habla mas de la cultura política de la casta que de la realidad en que un discurso como el de Milei, contra la casta inflacionista, prende.
–El mileísmo diría que ‘no la ven’.
–Esta hipótesis elitista de interpretación de la política prescinde absolutamente de lo que pasa con la sociedad y sus sujetos. Y de cualquier hipótesis sobre lo que pasa por la cabeza de esas personas y sobre cuáles podrían ser sus reacciones frente a ese menú tóxico que se le ofreció de una forma que se parece mucho a la de Margaret Thatcher: no hay alternativa.
–¿Descartás todo en esa manera de interpretar?
–No desconozco ni desestimo para nada el valor de esas instancias verticales. Pero no puedo dejar de entender que no se entienda que la inflación modela mucho más la conducta política que lo que diga Twitter-X. Uno de los problemas de las élites que hacen esta hipótesis elitista es que viven en Twitter-X.
–Nadie de la política se quiere quedar afuera.
–Como ya se sabe, el kirchnerismo ganó elecciones con los medios absolutamente en contra. La posición de los medios contra Milei no le hace la más mínima mella. Para hablar del estado de conciencia de la sociedad hay que entender que no es una audiencia de medios masivos ni un conjunto de usuarios de Twitter-X. La sociedad es muchísimo más que eso.
–¿El crecimiento de la antipolítica es una tendencia dura de revertir?
–Sí. Porque es una tendencia enraizada en un proceso largo, intenso y decepcionante. Creo que los actuales opositores no terminan de entender el rechazo que generaron. Su intensidad, sus motivos y su duración.
–¿Es verdad que el mileísmo sin organización de bases carecería de sustento si hubiera una crisis?
–No creo que el mileismo carezca de organizaciones en la sociedad porque las tenía antes de la elección. Pero sobre todo después de la elección, densificó su capacidad de respuesta ideológica y organizativa. Y como esas dos capacidades anidan en una capacidad de sintonía con una parte importante de la sociedad creo que esas capacidades solidifican a las ideas y medidas libertarias más allá de la ausencia de Milei.
–¿Si Milei no estuviera, por lo que fuere, habría mileísmo?
–En el caso de darse su ausencia tendría efectos importantes. Pero no el de disolver lo que se generó desde 2007 en adelante.
–¿Es verdad que la mayoría de la gente no defiende como antes la educación y la salud públicas, los subsidios a las tarifas, el INCAA o el Conicet, etc.?
–La gente no defiende esos puntos en una agenda política porque buena parte de la sociedad, y no solo los que votaron a Milei, tienen una prioridad que es la de la inflación a la que los gobiernos anteriores no solo no dieron una respuesta sino que la magnificaron como problema.
–Milei parece buscar la baja inflacionaria a toda costa.
–No hay que entender el peso de la inflación en la formación de una agenda de la sociedad de forma meramente economicista. La naturalización de la inflación y del cepo por parte de sucesivos gobiernos es interpretada como un desapego respecto de los problemas de la sociedad. Y eso cuesta mucho más caro que no solucionar la inflación.
–¿Otros flagelos pesan menos en el inconciente colectivo?
–Todas las otras cuestiones en el horizonte de las mayorías aparecen como menores. No se trata de incapacidad intelectual de entender sino también de situaciones concretas en las que lo que a mí me pueda parecer prioritario no lo es para otro. El porcentaje de argentinos que vive la informalidad y la débil respuesta del Estado tiene enfrente un paisaje muy diferente del que puede ver quien sostiene la agenda implicada en la pregunta.
–¿La crisis de representatividad alcanza a toda la oposición y amigos?
–Totalmente. Están todos desconcertados. No entienden lo que ven ni tienen herramientas para intervenir que no sean gestos de aquiescencia o esperanzas en que la crisis haga el trabajo que debería hacer la política.
–¿Esperan un colapso del modelo?
–Los opositores quieren que algo, una guerra, un shock resuelva su trabajo.
–¿Te parece que la represión logra disuadir las movilizaciones callejeras?
–Este es un gobierno que ha puesto en primer plano la actividad represiva. Y ha logrado muchísimos efectos con eso. La disuasión contra la pretensión de manifestarse afecta a muchísimos sectores. También influye en la desmovilización el hecho de que las distintas organizaciones que las podían convocar están tan deslegitimadas como los dirigentes políticos actualmente opositores.
–¿Sólo la represión explica el retroceso?
–Además de la represión, la hostilidad simbólica contra esas organizaciones ha hecho un trabajo muy efectivo a partir de la realidad que ofrecían.
–¿Cómo entender al individualismo agresivo del tipo ‘no me gusta el otro, el diferente, quiero que no exista’?
–Algo de ese individualismo agresivo que describís existe pero también hay que dejar de leer las conductas de los “otros” como si fuesen la antítesis de los que suponemos que son las nuestras. Muchas de las actitudes de festejo de lo que nosotros percibimos como daño son codificadas por ellos como reparaciones.
–Suelen ser dolorosas.
–No niego que sus acciones sean dolorosas para muchísimos argentinos. Pero no me parece que tenga precisión la descripción de ese bando político en términos de identificación con la crueldad.
–Se ve crueldad sin límites.
–Vuelvo a insistir que hay identificación con la beligerancia y eso ya trae bastantes problemas. Pero la demonización, la animalización de los adversarios políticos y compatriotas y la negación de entidad moral a esos mismos sujetos es un procedimiento que tiene consecuencias políticas negativas.
–Que el gobierno practica.
–Este gobierno hace un uso intenso de esos procedimientos. Pero no es el primer grupo político de la Argentina que lo hace en los últimos 20 años. Interpretar la actividad del gobierno como exclusivamente basada en esa tendencia es un problema para la oposición que obtiene de esa descripción algo de satisfacción moral pero ninguna eficacia política.
–¿Están en peligro conquistas laborales, en derechos humanos y en la cultura en sentido amplio?
–Muchas de esas conquistas fueron menos amplias de lo que se suponía. Y más inestables de lo que hubiéramos querido. Así que en parte fueron superadas desde antes o por lo menos erosionadas desde antes. En parte hoy son nuevamente erosionadas en una dinámica de “llovido sobre mojado” que las debilita aún más haciendo aparecer incluso antagonistas capaces de proponer alternativas de signo contrario y superadoras: esto es Milei.
–¿Estamos viviendo una distopía?
–Las distopías son una forma de darle un horizonte de certeza a la incertidumbre. Mucha gente prefiere imaginar un futuro negro antes que aceptar que el futuro no está escrito. Las distopías televisivas son parte de una alimentación tóxica del alma.
–¿Las formas nacionales y populares o progresistas se deben reciclar? ¿Habrá un renacimiento?
–Realmente no tengo en claro qué va a pasar con las formas nacionales populares y progresistas. Pero se me ocurre que no habrá un Renacimiento si se entiende por eso un retorno de lo mismo de siempre. Ahora bien, cada vez que se intente ese tipo de retorno el renacimiento será cada vez menos posible.
–¿Están perimidas?
–El bando de los nacionales populares y progresistas debe afrontar un cambio de repertorios de ideas y de figuras que empieza por dejar de esperar que una crisis económica le devuelva flotabilidad a las naves opositoras. Las fuerzas políticas opositoras tienen que poder entender que tienen que hacer política y que esta no se reduce a hacer control de daños sobre las organizaciones políticas y preservar sus intereses de corto plazo. Es necesario ofrecer un camino y para eso hay que estar limpio y despojado.
–¿Saltar molinetes o firmar petitorios son puros fenómenos aislados y sin cohesión política?
–Por ahora son fenómenos aislados. A veces son captados bajo una forma ilusoria por parte de los actuales opositores. Creen que el desenlace de 2001 ocurrió de la manera en que se lo empezó a narrar desde 2003. Esa narración encuentra más coherencia y más sujeto político que el que había en aquel momento y hay que entender que la salida de 2001 fue la que fue porque hubo una confiscación de depósitos, no porque había hambre, que igualmente lo había.
–¿Y las formas de protesta en la música trap?
–Muy específicamente diría que lo que ocurre con el trap está interpretado por algunos observadores desde una lógica que no corresponde a la relación que se establece entre jóvenes y música. Ignora los matices y clivajes que atraviesan el campo de las prácticas musicales. El desenfado o el grito de algún que otro cantante no indica el estado general de los jóvenes. No al menos por ahora. Nunca hubo un partido político basado en música.
–¿Sigue la rotación en las barriadas populares de un peronismo sin líderes ni proyectos hacia un mileísmo o cuasimacrismo sin doctrina autoconciente y estable?
–¿Cuando no hubo eso? Creo que el peronismo con doctrina autoconciente definida, estable, sólo existió en algunas interpretaciones de la elección de 2011. Elevada a la categoría de parámetro de la conciencia popular. No describiría tan negativamente esa conciencia en términos de cuasimacrismo o proyecto sin líderes. Eso puede verse de otra manera: es una configuración contemporánea de la experiencia de las clases populares. Ahí hay una ideología que debe ser decodificada antes que imputada y resuelta en términos que solo las elites intelectuales y políticas utilizan. Que esa ideología no esté escrita en un manifiesto no debería ser la causa de que se diga “ahí no hay nada”. Hay que darse los medios para percibir qué hay ahí.
La rebeldía se volvió de mercado.
Semán ha publicado numerosas obras, especializado en religiosidad popular y experiencias musicales contemporáneas, entre otras. Uno de sus últimos trabajos en el que actúa de coordinador se denomina ‘Está entre nosotros ¿De dónde sale y hasta donde puede llegar la extrema derecha que no vimos venir?’.
–Y de nuevo ¿la esperanza opositora es que se venga el estallido?
–Esa no es tanto la esperanza de los sectores populares como la de una parte de la dirigencia que se arroga su representación. Y, justamente, por aferrarse a esas hipótesis representa cada vez menos.
–¿Cómo influyen las ultraderechas desde Europa, Estados Unidos, e incluso Brasil?
–La relación de la experiencia de la Libertad Avanza con la de otras derechas es compleja y tiene varios niveles. Por un lado, es cierto que hay una escala internacional en que esas derechas se encuentran comunes denominadores y agenciamientos económicos y políticos que comparten y les permiten mayor influencia y prestigio.
–¿Y por otro?
–Por otro lado, hay que señalar que el énfasis de los opositores en subrayar esa influencia se asemeja al que tenían las derechas cuando le adjudicaban al Foro de San Pablo un peso político que ni en la más afiebrada de las imaginaciones geopolíticas de izquierda era tan importante. Las experiencias de las izquierdas latinoamericanas tenían mucha fuerza endógena de la misma manera que la tienen las experiencias de las derechas que no dejan de tener, claro, articulación a escala global.
–¿Cuánto pesa lo global?
–También es necesario mirar críticamente la comodidad intelectual que ofrece la idea de “lo global” como un comodín que permite escamotear las responsabilidades propias con la ganancia de status que presupone hablar de “cosas importantes”. Porque como todos sabemos “lo global es lo más importante de todo”. Mucho de lo que se sobreenfatiza sobre lo global tiene que ver con el cultivo de la posición de omnisciencia y superioridad intelectual que se otorgan a sí mismos los intelectuales que plantean esas cuestiones.
–¿Nada influyen en lo local?
–Hay análisis de la escala global que son indispensables. Pero también hay mucha globología que es consumida entusiastamente porque le permite a los consumidores de estas explicaciones escaparse de su realidad. Lo más importante de lo que sucede a nivel global es generalmente ignorado por los que llamo globólogos: que hay una especie de articulación internacional popular en Occidente.
–¿Cuál?
–Las masas están contra el Estado. Parafraseando a Pablo Stefanoni diría que La Rebeldía se volvió de mercado. Y la causa de eso es un proceso en el que se combinan lo global y lo local de una manera muy específica. Que el funcionamiento del capital a nivel global tiende a la erosión del compromiso entre el capitalismo y democracia que había en Occidente, en cada Estado nacional, por un lado. Y por otro, a la erosión del Estado mismo como institución central del desarrollo de los países occidentales.
–¿Cómo interpretar que nada pase cuando el Presidente habla de niños envaselinados o que vino a llenarles los bolsillos a los industriales?
–Que nadie diga nada no quiere decir que mucha gente no piense en contra de eso que dice el Presidente. Quiere decir que hay inhibición, falta de liderazgos que puedan cubrir esas expresiones de disidencia sin deslegitimarlas. Me parece que igual no son pronunciamientos análogos y cada uno de ellos trae reacciones negativas diferentes en diferentes sectores.
–¿No están aglutinadas las reacciones?
–Debo subrayar que las esperanzas de respuesta que tenemos quienes habitamos expectativas opositoras, en general, no tienen en cuenta que las prioridades de la sociedad son otras y fueron manifestadas el año pasado y hoy por hoy se mantienen.
En síntesis: otro abordaje para entender que Milei es producto del fracaso de gobiernos populares. Para aproximarse a una lectura diferente de la falta de alternativas. Pero que se haya fracasado, y dilapidado el poder para sostener derechos en formas estructurales, que se hayan perdido batallas y que ya no sirve la efervescencia del «vamos a volver» no significa que los pueblos no reaccionen. El «qué hacer» de Lenin toma las derrotas de la comuna y la rebelión del 1905. Valga el desafío del qué hacer, por dónde empezar