La imagen del Presidente Javier Milei creció de 40 a 44 puntos, según el sociólogo Hugo Haime. Lo atribuye a que «se han estabilizado» el tipo de cambio y la inflación. Pero advierte que puede tambalear si no mejora «la distribución del ingreso» y no logra «que no haya más trabajadores pobres». Entrevistado por Y Ahora Qué?, dice que «el peronismo todavía no se pregunta por qué perdió las elecciones». Afirma que Cristina Kirchner sabe ver los cambios en la sociedad, pero no se hace cargo de que «fue partícipe de la crisis del Gobierno de Alberto Fernández».
Milei conserva apoyos entre «los hombres, los jóvenes, los sectores medios y altos», pese al «ajuste brutal» que ha instrumentado, según estudios de la consultora Hugo Haime y Asociados. El rechazo a su Gobierno se concentra entre «las mujeres y las familias pobres, sobre todo del Conurbano». El licenciado en Sociología por la Universidad de Buenos Aires afirma que la gente ya no le echa «la culpa» de las crisis al Fondo Monetario Internacional sino a «una dirigencia política inoperante». Sostiene que la sociedad «no votó contra el Estado» pero le exige «que funcione». Considera que en este marco, Axel Kicillof «aparece como lo nuevo» y «una figura de futuro».
–¿Cómo se explica el respaldo a Milei que reflejan las encuestas?
–Veo el siguiente proceso: creo que la sociedad argentina viene de grandes frustraciones. Aparentemente, son fruto del Gobierno de Mauricio Macri, más el Gobierno de Alberto Fernández.
–¿Hay una mayoría de gente que admite que ahora tampoco le va bien?
–La gente, finalmente, dice: “Bueno, si lo conocido y lo tradicional no funcionó, me voy con alguien que me está planteando que hay otro camino”.
–Mencionaste que la frustración tiene un origen aparente. ¿Por qué?
–El problema es que hay que verlo desde un punto de vista más profundo. Voy a plantearte una hipótesis de trabajo. Porque podríamos hacerlo más profundo todavía. La sociedad argentina entra en la crisis de 2000 y 2001, y aparece el famoso “que se vayan todos”. Generalmente, no se fue nadie.
–Aquellos años se sintieron como un fin de ciclo, como un agotamiento. ¿Cuáles eran las culpas que señalaba la sociedad argentina como causantes de la crisis?
–En ese momento, la sociedad argentina le echaba la culpa a tres factores. Te los menciono: le echaba la culpa al Fondo Monetario Internacional, por las políticas de ajuste y porque, además, no le dio a la Argentina el crédito que la obligó a “defaultear”. También culpaba a las políticas liberales. Al apoyo de las empresas extranjeras y todo lo que es el mundo empresario. Y también, culpaba a los políticos. O sea, la Argentina se ve a sí misma como un país rico, devastado por los extranjeros, por el imperio, frente a la inoperancia de los políticos. Aún más: por los políticos corruptos. Acordémonos de la existencia de los sobornos de la BANELCO en el Gobierno de Fernando de la Rúa.
–¿Cómo se expresa el rechazo hoy en día?
–Ahora, cuando a la sociedad argentina le preguntás quién tiene la culpa de todo esto no dice el Fondo Monetario, ni los extranjeros, ni los grandes empresarios. Ahora la culpa la tiene la dirigencia política inoperante, la que se llevó todo. Entonces ahí aparece el concepto de “la casta”.
–¿Solo a los políticos se los considera “casta”?
–También en la casta tenés a los empresarios. Entonces, ya entraste en otra lógica. Entraste en una lógica en la cual a todo lo que le hubieran echado la culpa Néstor y Cristina Kirchner, lo dejan de lado, dejan de pensar así.
–¿Qué ideas dejó de tener la gente?
–La idea de que el Gobierno está obligado a restituir la riqueza. Y, por lo tanto, a generar un proceso de crecimiento económico, luego del ajuste que está viviendo. Entonces, todo aquello a lo cual le habían echado la culpa los Kirchner deja de ser sujeto. Y, además, tuviste el momento de quiebre de un liberalismo livianito, como fue el de Mauricio Macri. Me parece que una de las principales preguntas que hay que hacerse, para entender, es si la sociedad argentina sigue pensando que vive en un país rico en recursos naturales y humanos y que el que gobierna está obligado a restituir la riqueza. Y, por lo tanto, encarar un proceso de crecimiento económico. Porque si la Argentina dejó de pensar que es un país rico, eso justifica cualquier tipo de medida de ajuste. Eso justifica que no haya plata, ni de dónde sacarla.
–¿Entonces Milei está evaluado por la sociedad con una vara distinta a la del pasado?
–Si se viera a la Argentina como un país rico y se ordenan las cuentas, obviamente, la obligación del gobernante va a ser que crezca la economía. Pero esta nueva situación es la que se está jugando para evaluar el gobierno de Milei.
–¿A quién percibe la sociedad como alternativa u oposición?
–Ése es otro factor que está presente. Tiene que ver con la crisis del progresismo a nivel internacional. No solo a nivel de la Argentina. Lo vimos clarito en la elección de los Estados Unidos. Vimos a Kamala Harris planteando la reivindicación de los pobres, de los inmigrantes, de la cultura “woke”, pero hablando casi nada de economía. En cambio, tenías un Donald Trump hablando de economía, hablando de producción, de trabajo. Entonces tenés un quiebre en el discurso progresista. Tenés un ascenso del gobierno de la nueva derecha en el mundo. En el mundo, en grandes sectores sociales, lo que empezás a tener es la pérdida del concepto de sociedad como comunidad.
–¿Qué se observa en lugar del sentido comunitario?
–Te aparece la idea del individuo. Milei aparece justamente como un quiebre. Es como decir: “Basta ya, probamos todo y nada funcionó”. Vamos con algo nuevo. Algo distinto, diferente.
–¿Pero se verifica adhesión a planteos excéntricos como el anarcocapitalismo?
–Lo nuevo no significa que la población votó el no Estado. Nadie votó el no Estado. Ahora bien, el que votó a Milei te dice: “Yo quiero un Estado pero que funcione, que cumpla sus obligaciones”. Eso tiene que ser un Estado chico, un Estado eficiente, donde no haya “ñoquis”. Donde no haya favoritismo político. Y que se den los servicios que se tienen que dar. Buena salud, buena educación, buena seguridad.
–¿Quien votó en el balotaje a Unión por la Patria no coincide con esta visión?
–Al que votó a Sergio Massa tampoco le funciona más el discurso del Estado presente. El Estado que va a resolver todo. Porque ahí también ese electorado se dio cuenta de que la idea de un Estado que resuelve todo al final no termina de resolver las situaciones.
–¿Por qué piensa el electorado que no se pueden solucionar problemas del país?
–Porque hubo favoritismos. Porque hubo “planeros”. Porque hubo gente que no fue a trabajar. Y por las miles de cosas que sucedían. Entrabas a una repartición pública y los tipos no estaban. El Estado no daba buena salud, ni daba buena educación, ni daba buena seguridad. Eso más allá de que uno puede decir que en la pandemia el Gobierno hizo lo todo lo que pudo. Sí, estamos de acuerdo. Pero yo estoy hablando de lo que le pasó al electorado que no votó a Milei.
–¿Tan fuertes son los cambios sociales?
–Quiero decir que estamos empezando a tener cambios. Pero no de una sociedad que niegue al Estado. No de una sociedad que va a pasar al anarquismo.
–¿Cómo fueron variando los apoyos al Presidente?
–En este marco, veo que Milei empieza con el 52 por ciento de aprobación de gestión en diciembre. Te digo que es el primer Presidente que conozco que tiene menos nivel de aprobación que la cantidad de votos que obtuvo, aquel 56 por ciento. Macri, también en una segunda vuelta, saca el 51 por ciento, pero empieza con 60 puntos de aprobación de gestión y 70 puntos de imagen positiva. En cambio, Milei en diciembre tenía 60 puntos de imagen positiva. Recordemos que Néstor Kirchner obtiene el 22-23 por ciento de votos en primera vuelta y termina con 70 puntos de aprobación de gestión. Con Alberto pasó algo parecido al principio.
–¿Cuál es la base de apoyo a Milei?
–Milei tiene un electorado propio. Es un núcleo duro de 30 puntos. Eso, más los 25-26 puntos que le aporta lo que era Juntos por el Cambio. Pero de aquellos 52 puntos iniciales, sistemáticamente cae, cae y cae. Porque el ajuste es brutal.
–Hubo un momento en que se debilitó bastante la imagen del mileísmo.
–Además del ajuste, se produce el conflicto universitario. Más el tema de los jubilados. Pero en el medio de todo eso empieza a haber un proceso de estabilización económica. El dólar baja y prácticamente está quieto. La inflación se estabiliza. Se genera una situación en la cual la gente ve que está mal pero que deja de caer. Eso fue hasta agosto-septiembre.
–¿Qué cambió desde septiembre?
–A partir de ahí, mejora un poquito la percepción de que el país está mejor. Milei empieza a subir. Yo lo tenía medido en agosto con 40 puntos de aprobación de gestión. Cerré noviembre en 44 puntos de aprobación. Estamos hablando de que hay un 35 por ciento que te está diciendo que el país está mejor desde que asumió y un 45 por ciento que cree que las cosas en el país van a estar mejor de acá a un año.
–¿Cuántos dicen que ahora están mejor?
— Hay una parte de la población que dice que le está yendo un poco mejor ¿Cuánto es un poco mejor? No pasa el 30 por ciento. Un 25-27 por ciento. Quiere decir que sigo teniendo una población que está golpeada, con un sector que tiene expectativas en el Presidente.
–El mileísmo carece de estructuras partidarias fieles. ¿Quiénes son los optimistas?
–Si al cuadro de opinión pública lo querés ver por segmentos, lo miro desde el punto de vista sociodemográfico. A favor, son hombres y jóvenes, más el interior del país. Son el apoyo básico de Milei.
–¿En qué sectores se detecta el descontento?
–En las mujeres, en el Área Metropolitana de Buenos, sobre todo el Conurbano, en el 42-43 por ciento de familias pobres. Todos ellos tienen una baja valoración del Presidente. En ese segmento, el nivel de aprobación es de 34-35 puntos. Mientras tanto, en los sectores de segmentos medios y altos, la valoración está en los 50 puntos.
–¿Qué observás en el peronismo?
–El problema del peronismo es que todavía no se contestó la pregunta de por qué perdió las elecciones. No se contesta nada. Es como que decidieron que el que está enfrente es muy malo. Está ajustando a la gente y hay que salir a defender a la gente. Pero la gente no quedó contenta con el Gobierno de Alberto. Es una foto que no habla de esperanzas, no habla de expectativas y no habla de lo que pasó antes. No está hablando de lo que puede pasar mañana.
–¿La población registra algún interés en la interna kirchnerista-peronista?
–Obviamente, Axel Kicillof puede ser una figura de futuro. Cristina, objetivamente, decidió tomar el mando del Partido Justicialista. Una institución a la que Cristina nunca le dio ningún tipo de importancia aunque Néstor, sí. Néstor fue presidente del PJ de su provincia y también, durante el primer gobierno de Cristina, presidente del PJ nacional. Cristina no sé ni siquiera si estaba afiliada. O si hubiera estado afiliada, nunca tuvo ningún cargo. Lo despreciaba. Acordémonos de que Cristina siempre fue “evitista”. Ahora está empezando a hablar de Juan Perón.
–¿Qué es ser peronista en la tercera década del siglo XXI?
–A mí me parece que el peronismo mantiene total vigencia desde el punto de vista de sus banderas. Pero pasa que necesita un proceso de actualización a la etapa moderna. Creo que, en ese sentido, Cristina se da cuenta. Entonces dice: “Bueno, muchachos, dejemos de hablar del Estado presente y empecemos a hablar del Estado eficiente”.
–¿Puede decirse que “la ve”?
–Se da cuenta de los cambios y las demandas. La pregunta es si Cristina, con toda su historia, es la que puede encarnar el nuevo discurso. De alguna forma, Axel aparece como lo nuevo. Es el que encarna un discurso que, sin embargo, no está demasiado actualizado. Más allá de que él dice que hay que tener una nueva melodía.
–¿El peronismo está en un laberinto?
— Creo que el peronismo no entiende por qué perdió. No entiende el kirchnerismo que fue partícipe de la crisis del Gobierno de Alberto. Porque Cristina lo puso a Alberto. Nadie lo iba a votar a Alberto Fernández si Cristina no lo ponía en la fórmula. Así que ella fue la principal partícipe. Después pasó que ponés un candidato y no arreglás el Gobierno. Entonces algo pasó ahí. Es una situación complicada.
–¿No es un problema que no haya otra alternativa opositora probable?
–Es cierto. Hoy está el antagonismo con Milei, que tiene que ver con el futuro. Cristina puede ser, de alguna forma, el modo de decir “paremos la crisis social”. Por eso, todo esto se juega en lo estructural. Si Milei logra que la Argentina empiece a crecer, a tener mayor distribución del ingreso y que no haya más trabajadores pobres, va a dar un salto hacia adelante. Ahora, si no logra esa situación, las cosas se le van a complicar.