China y el fantasma de Carlos Marx

Gracias al muy embrutecido Donald Trump los chinos, una vez más, han develado algo que el siglo XIX ya enunció Carlos Marx: la plusvalía, la ganancia del patrón. Y lo están comunicando por Tik Tok a todo el orbe.

Con la voz cavernosa, el espectro susurra: “se lo que hiciste el verano pasado”. Se encienden las luces. No es un fantasma, es un obrero chino que para la ocasión viste traje de Halloween y se acerca al empresario norteamericano y le dice: “en realidad se lo que hicimos juntos el verano pasado”. “Sí”, insiste el laburante. “Porque no podías hacerlo sin mi trabajo. Juntos fabricamos esas zapatillas deportivas por las que pagaste por la materia prima, el uso de las máquinas y mi trabajo, 10 dólares y luego vendiste el producto bien empacado en el mercado norteamericano en 300 dólares. ¡Vaya¡ 290 dólares de ganancia en cada par. Claro hubo otros gastos (no soy tonto): transporte, manipuleo, venta, pero siguió quedando una buena parte del león para ti”.

Gracias al muy embrutecido Donald Trump los chinos, una vez más, han develado algo que el siglo XIX ya enunció Carlos Marx: la plusvalía, la ganancia del patrón. Y lo están comunicando por tik tok a todo el orbe.

 Y ya lo decía el Manifiesto: “la baratura de las mercancías derriban todas las murallas chinas”. Pero, tal vez, Carlitos y su amigo Federico, nunca imaginaron es que el mundo se daría la vuelta en 180 grados, de manera que no serían los productos occidentales los baratos que ingresaban al celeste imperio, sino que estos alían de ahí.

 El 2013 en ocasión de la puesta en órbita del satélite boliviano Tupak Katari el arriba firmante que asistió al acontecimiento en calidad de periodista decía: “Basta recorrer el mercado de la seda en Beijing para darse cuenta de cómo funciona el comercio negro. Centenares de pequeños puestos de venta cohabitan el lugar. En ellos se encuentran sobre todo mujeres que cultivan el muy viejo arte del regateo. Primero ofrecen el producto a un precio exorbitante, digamos, para ponerlo en boliviano, a Bs 1.800, para después de minutos de regateo llegar a vendértelo en Bs 100. Si regateas bien, incluso te agradecen, porque para ellos no negociar es insultarlos.

“En el tira y afloje se lleva a cabo un complejo baile de símbolos. Desde el fingido asombro por un precio pretendidamente bajo, hasta la palabra “tacaño” empleada para bajonear al cliente. Y todo concluye con la persecución de éste para venderle el producto a precio rebajado. Persecución que incluye adjetivos como sexi.

“Claro que todos los productos ahí ofrecidos son de marca falsificada, es decir, de marcas famosas pero hechas en casa; algo de lo que los bolivianos y los argentinos de La Salada, saben, y mucho. En ese tipo de mercados en China reina la piratería y lo único realmente real son los yuans (la moneda local) que no importa el corte que tengan, todos llevan la cara de Mao. Sospecho que incluso algunas fábricas que hacen estos artículos para firmas norteamericanas trabajan de noche sobre produciendo los textiles que luego irán al mercado negro y estos se venden en mercados más sofisticados que el de la seda.

“Claro, esos productos están destinados a los turistas y no al mercado chino, pero también a países como el nuestro, cuyas aduanas son eficaces hasta por ahí no más. No ingresan a Estados Unidos o a la vieja Europa, pero tienen un mercado gigantesco en otras partes del mundo. Nada que hacer, de verdad la baratura de las mercancías está derribando las murallas.”

Pero ¿y si no se trata de marcas “falsificadas”, menos aún burdamente falsificadas, sino clones de las marcas fabricadas “legalmente”? ¿Si las fábricas que hoy dejarían de producir ropa, celulares o cualquier producto, por los carísimos aranceles usaran la infraestructura (que ya tienen), el knowhow (que ya tienen) y la mano de obra capacitada (que ya tienen) para producir artículos no falsificados pero que no paguen royaltis? 

Podría ser un episodio muy doloroso en el ajedrez de la economía capitalista. Algo así como perder a la reina 

Sí, es verdad que el mercado más grande del mundo es Estados Unidos pero viendo los datos de la economía mundial Norteamérica depende más de China que Chiza de Norteamérica.

Y no estamos contando los bonos federales en manos de China que ya de por sí pueden hacer temblar la economía estadounidense.

Los chinos llamaron a sus tierras el celeste imperio por el color del cielo, porque era el lugar donde residen los dioses y donde los emperadores chinos se consideraban mandatados, precisamente por ellos, para gobernar. 

Pero quienes saben de cielos conocen que hay lugares donde al atardecer las nubes recorren el horizonte y cuando cruzan el sol adquieren un rojo intenso con llamaradas anaranjadas como si ardieran.

Y eso está comenzando a suceder en la economía mundial.

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