El Mercosur y la Unión Europea llegaron al fin de las negociaciones en torno al Acuerdo de Asociación y de Libre Comercio el 6 de diciembre último. La firma se dio después de 25 años de negociaciones, aunque el tratado aún debe ser aprobado por cada uno de los bloques. Los intereses de cada nación entran en juego. El principal opositor europeo, la Francia de Macron, enfrenta movilizaciones de productores agropecuarios en medio de una crisis política.
El 5 y 6 de diciembre tuvo lugar la XLV Cumbre del Mercosur en la ciudad de Montevideo con la presencia de los presidentes Javier Milei de Argentina, Luiz Inácio Lula da Silva de Brasil, Santiago Peña de Paraguay y Luis Alberto Lacalle Pou del país anfitrión (también estuvo presente el recientemente electo presidente uruguayo, Yamandú Orsi). El tema central fue la firma del Acuerdo de Asociación para el Libre Comercio con la Unión Europea luego de ser postergado por 25 años. Del lado europeo fue Úrsula Von der Leyen, la presidenta reelecta de la Comisión de la UE, quien arribó a Montevideo para cerrar un acuerdo que involucra a 700 millones de consumidores y que representa el 20% del PBI global.
En la Cumbre de Montevideo se debatió también acerca de una posible flexibilización normativa del Mercosur para que sus miembros puedan realizar acuerdos unilaterales con terceros países sin la anuencia de los restantes miembros del bloque. Fueron Milei y su ministro Luis Caputo quienes llevaron la posta e instaron a que los países sudamericanos pudieran realizar acuerdos vis a vis,. Permite también agilizar la etapa de negociaciones y “aprovechar las ventajas comparativas (…) y el potencial exportador” de cada país sudamericano, argumentaron. En clara oposición a la postura que promueve el líder brasilero de afianzar la integración regional para el comercio conjunto con otros bloques, Milei tiene en mente un tratado de libre comercio con los Estados Unidos de Donald Trump.
Más allá de la firma, el Acuerdo no está aún en marcha ya que resta un nuevo proceso de negociación y ratificación en cada uno de los bloques, donde entran en juego los intereses económicos y comerciales de cada uno de sus respectivos miembros. Del otro lado del Atlántico, el panorama no es menos complicado. Hace unas semanas, el Parlamento de la Unión Europea fue el escenario de fuertes cruces entre sus miembros en relación con la elección del Colegio de Comisarios que acompañará a Von der Leyen durante los próximos cinco años. La votación finalmente se llevó a cabo el pasado 27 de noviembre con resultado positivo pero amenazó con postergar hasta un mes el inicio de sesiones de la Comisión. Se suma la ya conocida situación internacional con la escalada de tensión entre Ucrania y Rusia, en medio de una crisis productiva, energética y estratégica de la Unión Europea. La cercana asunción de Trump en la Casa Blanca anticipa una fuerte sacudida comercial por el aumento de los aranceles a los productos europeos en el mercado americano.
La situación económica y política de los países europeos hace también tambalear la poca estabilidad del bloque. Ahora, fue el turno de Francia. El 5 de diciembre el Primer Ministro Michele Barnier presentó su renuncia ante el presidente Emmanuel Macron, luego de que el Nuevo Frente Popular, la coalición de izquierda, y Reagrupación Nacional, el partido de Marine Le Pen, votaran a favor de la moción de censura en contra del Gobierno, a raíz de la aprobación del presupuesto 2025 sin la requerida mayoría en la Asamblea Nacional. El 13 de diciembre por la noche, Macron anunció finalmente a François Bayrou como el nuevo Primer Ministro francés. Es fundador del Partido Movimiento Democrático (MoDem), hombre de 73 años y décadas de carrera en la política del país.
En las últimas semanas Francia fue nuevamente el escenario de múltiples manifestaciones por parte de los productores agropecuarios, que se oponen al mencionado Acuerdo de Asociación con el Mercosur. Un ya debilitado Macron no tiene sin intención de ir al choque con los trabajadores del agro de su país. Tampoco quiere lidiar con situaciones como cortes de rutas que, con tractores y cubriéndolas de heno, bloquearon las entradas a las ciudades. Macron expresó públicamente que Francia no aceptaría un acuerdo “bajo las actuales condiciones”.
El 6 de diciembre Von der Leyen se mostró satisfecha con el resultado obtenido. Habló de la firma del Acuerdo como un “hito verdaderamente histórico”. Desde Bruselas se hicieron eco de la alegría y aseguraron “que es el mejor resultado posible”. Mientras que Alemania también saludaba el fin de las negociaciones con el Mercosur, en Francia trinaron de furia.
La revuelta del agro francés
Como ha ya sucedido en el marco de anteriores negociaciones del acuerdo de libre comercio con el Mercosur, los productores franceses salieron el mes pasado a las calles a presionar al gobierno. Temen que sus mercados sean inundados por productos sudamericanos que no cumplen con las mismas normas medioambientales y fitosanitarias los productos europeos. El sector agropecuario francés es ineficiente a la hora de competir con los productos primarios de la Argentina y de Brasil.
El agro francés es uno de los más subsidiados del mundo. Encabeza el ranking de subsidios de los países de la Unión Europea. Según los indicadores del presupuesto del bloque en 2022, Francia recibió subvenciones agrícolas por un total de 9.500 millones de euros en el marco de la Política Agraria Común de la Unión Europea. La siguen en la lista España, Alemania e Italia. Cada uno de estos países recibe entre 5 y casi 7 millones de euros. Gráfico: ¿Quién recibe más subsidios agrícolas de la Unión Europea? | Statista El 56 % de la ayuda que recibe Francia de la Unión Europea lo recibe el sector agro-ganadero.
A comienzos de este año, en el marco de los bloqueos a ciudades y el corte de autopistas de entrada a París, el gobierno francés anunció el desembolso de una ayuda adicional por un total de 230 millones de euros. La flexibilización de requisitos medioambientales, en el marco del Green Deal europeo, que afectan su competitividad, la ayuda extra ante la situación de sequías y el estricto control y respeto al precio mínimo para que los agricultores puedan cubrir costos y que pagan los distribuidores, fueron también demandas de los agricultores en la calle. Según los indicadores del Banco Mundial, el porcentaje del sector de la agricultura en el Producto Bruto Interno francés, que incluye la silvicultura, la caza y la pesca, además del cultivo de cereales y oleaginosas, entre otros, y la cría de ganado, fue de 1,9% en el 2023. Agricultura, silvicultura y pesca, valor agregado (% del PIB) – France | Data Si se analiza el porcentaje de empleos en agricultura en relación con el total de empleo en Francia, solo tres de cada cien franceses, incluidos hombres y mujeres, trabajan en ese sector. Empleos en agricultura (% del total de empleos) – France | Data
Problemas familiares
El Acuerdo de Asociación entre el Mercosur y la Unión Europea estuvo sobre la mesa de negociaciones desde 1999. Es el mayor acuerdo de libre comercio a nivel global y sus partidarios lo explican a partir de la “complementariedad” entre uno y otro bloque. Argumentan que el Mercosur tiene la posibilidad de colocar sus productos de los sectores agrícola y ganadero en Europa. Los europeos podrían vender productos manufactureros y servicios a Sudamérica. Los impulsores dicen que hay buenos antecedentes en materia de convenios comerciales entre la Argentina y el Brasil por un lado, y España y Portugal, por el otro. Las históricas relaciones y cercanías culturales entre los países de ambos bloques constituirían, para los acuerdistas, un factor importante. El ahora saliente Comisario de Asuntos Exteriores de la Comisión de la Unión Europea, el español Josep Borrel, dijo que comerciar con el Mercosur es complicado “debido a la cercanía” e incluso a las “similitudes” cultural, idiomáticas, religiosas, entre los sudamericanos y los europeos. “Son como problemas de familia.” ¿Qué se espera que ocurra en los próximos meses en la Unión Europea? Para que el acuerdo sea definitivamente vetado se necesita el voto negativo de los cuatro países que representan el 35 % de la población del bloque. Hasta ahora el “no” viene de Francia, Austria, Polonia y Holanda. Ellos constituyen el 30% de la población. Italia sería la que desempate. Es un país con un fuerte sector manufacturero, que produce en gran medida para la exportación. El sector agropecuario tiene posibilidades de hacer lobby agrícola y presionan por el “no”, aunque no de manera homogénea como el francés. Temen a la apertura de sus mercados a productos con menores costos de producción. Las esperanzas de los gobiernos que esperan el acuerdo están puestas en el sector industrial italiano. La reducción de hasta el 91 por ciento de los aranceles de las manufacturas europeas que ingresen en el mercado sudamericano (alrededor de 4.000 millones de euros al año) son un fuerte aliciente. Automóviles, maquinaria y equipamiento eléctrico, química y farmacéutica, son los sectores que verdaderamente ganen con el ingreso a un mercado de 273 millones de consumidores El Acuerdo de Asociación con el Mercosur sería una bocanada de aire para la industria alemana en particular, abatida por la crisis de su sector automovilístico. Von der Leyen, en el inicio de su segunda presidencia en la Comisión, habló de la necesidad de reactivar la industria automovilística del bloque. No es casual. Para Alemania en particular, y para Europa en general, es muy necesario. China está hace años en Sudamérica, y se espera la embestida de las medidas proteccionistas de Trump. Los europeos buscan nuevos mercados.