El RIGI tiene su prontuario histórico

El Régimen de Incentivo para Grandes Inversiones (RIGI) confirma que no fue una creación del poco imaginativo -siempre que no se trate de embromar el nivel de vida de los trabajadores- gobierno argentino. Se lo escribieron las corporaciones y debe haber más de un cuerpo diplomático metiendo las manos en el barro. La tarea del gobierno argentino es convencer a la sociedad civil de que el RIGI es para beneficio de todos. 

Hay disidencias y coincidencias en las flores que crecen en los jardines de Bomarzo. Los monstruos atavían esa tenebrosa umbría. Nuestro secretario de Culto Francisco Sánchez, alias el sobrenombre de la rosa, en el ámbito del encuentro derechista ultramontano global que llevó al Reino de España al presidente de la Nación Javier Milei, (entre otros alias: el innombrable de la begonia), dio una conferencia en la que esos de la Santa Inquisición quedaron como unos tibiecitos. Sánchez deploró que se permite el divorcio, que las personas se puedan casar legalmente con independencia del sexo de la pareja, que no sea penada la interrupción voluntaria del embarazo. Denunció el espanto de la educación sexual integral, pero con la prudencia de uno que sabe que está para grandes cosas, por el momento no sugirió hacer obligatorio el relato de las cigüeñas parisinas como parteras de la historia. Con todo, su gran lamento fue por haber perdido los valores que nos trajo la Conquista en 1492. Instó a recuperarlos. ¡Tiembla la Asamblea del año XIII!

La sinceridad medieval de Sánchez no hace pie en otras latitudes. En los jardines en que crece la American Beauty, el candidato Sam Brown (un veterano de guerra), que busca la nominación republicana para desbancar a la senadora Jacky Rosen (demócrata por Nevada), es el más reciente republicano que intenta ocultar sus opiniones antiaborto antes de las elecciones de 2024. Ocurre que en las elecciones intermedias y estatales, el Partido Republicano ha sido castigado por orquestar la caída de Roe contra Wade. A fines de abril de 2022 la Corte Suprema de Estados Unidos anuló la histórica sentencia conocida como ‘Roe contra Wade’, que desde 1973 garantizaba el derecho al aborto en el país. En aquel fallo -de medio siglo atrás- por una votación de 7-2, los jueces de la Corte dictaminaron que los gobiernos estatales no estaban facultados para prohibir los abortos. La anulación recibió 5 votos a favor y 4 en contra y le devuelve la facultad a los Estados de declarar ilegal al aborto.

Rosa Tudor, sociedad anónima

El sueño del celta Roger Casement –de un mundo más justo y más libre- volcado en un poema del mismo nombre, llevó al peruano Mario Vargas Llosa a titular así la biografía novelada de este irlandés, funcionario del imperio de la rosa Tudor, empeñado –ilusamente- en que la aventura colonialista se convierta en el acto civilizatorio que emparde la vida cotidiana del dominio con la de la metrópoli. Las corporaciones, en el Congo o en el Amazonas tenían otros objetivos -como lo comprobó Casement- los que excluían específicamente cualquier atisbo de igualdad. Eso es independiente del grado de progreso que significaron. No es que antes de su arribo los lugareños vivieran en un paraíso, precisamente. Las cosas son más complicadas que lo sugerido por la vulgaridad de juicios morales sin referencias a las leyes del movimiento de la historia.

Philip J. Stern, un historiador especializado en el Imperio Británico y profesor asociado de Historia en la Universidad de Duke, a través de lo que informa la crónica histórica rigurosa de su más reciente ensayo Empire, Incorporated. The Corporations That Built British Colonialism (Traducido, algo así como: Imperio, sociedad anónima. Las corporaciones que construyeron el colonialismo británico), da cuenta de la cruda realidad –sin literatura- de las pesadillas que el celta soñaba revertir.

Las recensiones del ensayo indican que la fundamentada tesis de Stern dice que los que impulsaron y organizaron los imperios no fueron los gobernantes ávidos que enviaban a sus exploradores a la conquista sino las empresas o corporaciones constituidas como sociedades por acciones. Así lo testimonia el prontuario del Imperio Británico a lo largo de cuatro siglos. Desde Irlanda hasta la India, desde América hasta África y Australia, el colonialismo británico fue sobre todo asunto de corporaciones. En el análisis Stern la reconquista en 1982 de las usurpadas Malvinas se inscribe en esa lógica. Las corporaciones eran una ficción jurídica con un poder muy real. Concibieron, promovieron, financiaron y gobernaron la expansión en el extranjero, reclamando territorios y pueblos y al mismo tiempo garantizando que la sociedad británica y colonial participara, literalmente, en sus empresas. Las empresas coloniales también fueron implacablemente controvertidas, frecuentemente endeudadas y propensas al fracaso. 

En la introducción de su ensayo Stern señala que <<concebir a las corporaciones como “concesiones” del Estado constituyó otra ironía formidable. Como es bien sabido, someter a las personas físicas a la ley con el tiempo les permitió reclamar algunos de los derechos civiles, internacionales e incluso humanos normalmente reservados para personas reales por esa ley, otorgando a las corporaciones un poder enorme que los Estados no siempre podían controlar y que frecuentemente podría emplearse para controlar Estados (…) El absolutista del siglo XVII Thomas Hobbes comparó las corporaciones urbanas con “gusanos en las entrañas” del cuerpo político, de la misma manera que los críticos de la prerrogativa real ridiculizaban a los monopolios autorizados calificándolos de “chupasangres de la comunidad”. El padrino del liberalismo moderno, Adam Smith, insistió en que las sociedades anónimas estaban, por su propia naturaleza, plagadas de “negligencia y profusión”, mientras que Karl Marx pensaba que el mercado de valores estaba repleto de una “nueva variedad de parásitos”. Algunos los veían más como la criatura de Frankenstein que como alimañas o vampiros. Eran una violación de la naturaleza misma, configurada de tal manera por varias partes no tanto para “crear vida” sino para “engañar a la muerte”. Como observó Harold Laski, a principios del siglo XX uno de los principales mentores del pluralismo, las corporaciones también se parecían al monstruo en otro sentido, a saber, en su “curiosa costumbre de intentar perpetuamente escapar de los rígidos vínculos en los que han estado encerradas” y “mostrar ingratitud hacia sus creadores”, incluso hasta el punto de “rebelarse contra el Estado que, en teoría jurídica, al menos, le dio origen”>>.

Le lis

¿Lo pasado pisado? Ni tanto, ni tan poco, sugiere el tacto. A mediados de semana el presidente francés, Emmanuel Macron, se tomó dos días para caer de sorpresa a las bellas playas de Nueva Caledonia. No fue a meter las patitas en el agua cálida. Al zucundum de las olas y el viento del territorio francés del Pacífico lo atisban también los fuertes disturbios mortales entre los jóvenes de la comunidad indígena canaca que rechaza el aroma de la flor del lirio. Nueva Caledonia (Nouvelle-Calédonie, en francés) la conforma un grupo de islas en el medio del Pacífico habitadas por unas 300.000 almas, siendo la principal Grande Terre de 400 km de largo y 64 km de ancho. El estatus legal soberano de Nueva Caledonia, -para hacerla corta- es una colonia pero que no es una colonia, o algo así, muy estilo afrancesado. 

El despelote se armó con posterioridad a que el parlamento francés aprobó cambios constitucionales (que deben ser refrendados a fines de mayo) que le dan derecho a votar a los ciudadanos franceses que hayan vivido en el archipiélago al menos 10 años. Esto diluye el peso electoral de la población indígena, que ha votado tres veces por la independencia de Francia en los últimos años llegando muy cerca del 50%. 

La explicación natural estándar es que Macron no le quiere dar más ventaja a Marine Le Pen, en las elecciones por los escaños en el parlamento europeo el próximo domingo 9 de junio. En los sondeos de estos días la ultraderechista encabeza la preferencia de los electores. Votan a sus candidatos un tercio del padrón. La candidata de Renacimiento –el partido de Macron –siempre de acuerdo a las encuestas- va entre 14 y 19 puntos debajo de los candidatos de Reagrupamiento Nacional, el partido de Le Pen. 

En abril de 2022 Macron fue elegido en la segunda vuelta. En la primera sacó 28% y perdió la mayoría absoluta en el parlamente al que llaman Asamblea Nacional. Por eso el diablo metió la cola en Nueva caledonia, justo ahora. El caldo de gobernar se puso espeso. Si Le Pen gana el 9 de junio, lo dejaría muy débil hasta el final del mandato en 2027. Constitucionalmente, Macron con dos periodos consecutivos no puede ser candidato a la reelección.

¿Y en todo esto cómo se come un archipiélago en el medio del Pacífico, muy lindo pero insignificante, que merece un viaje relámpago presidencial? Verdad que el despliegue de tropas y la represión en Nueva Caledonia es televisivamente poco electoral, pero no para la ultraderecha y la opinión estúpidamente conservadora que coyunturalmente la sigue, muy propensas al napalm cuando de morochos se trata. El archipiélago produce níquel, ingresos por turismo y por guarida fiscal – antro financiero. Si se aplica la hipótesis de Stern, el presidente Macron se hizo un tiempito para arreglar unos asuntos de las corporaciones. Luego se puede seguir especulando que después de las olimpiadas parisinas disuelva la Asamblea Nacional en septiembre y llame a elecciones. ¿Para qué Le Pen lo termite de cocinar? Cada loco con su tema.

Flor de ceibo

El Régimen de Incentivo para Grandes Inversiones (RIGI), siguiendo la hipótesis de Stern, confirma que no fue una creación del poco imaginativo -siempre que no se trate de embromar el nivel de vida de los trabajadores- gobierno argentino. Se lo escribieron las corporaciones y debe haber –sotto voce– más de un cuerpo diplomático metiendo las manos en el barro. La tarea del gobierno argentino es convencer a la sociedad civil de que el RIGI es para beneficio de todos. 

Para lograr que la flor de ceibo emane aroma de patraña de lo más infame, un comentario de Carlos Pagni en su programa televisivo, dispara un par de intuiciones. Cuenta Pagni que el ensayista suizo italiano Giuliano Da Empoli, que estuvo por un par de días hasta hace una semana en Buenos Aires, “viene estudiando el problema de las nuevas estrategias de comunicación, ligadas a las redes sociales, al uso de la tecnología, para expresar a los líderes y, en alguna medida, para -si fuera posible- manipular a las audiencias”. Volcadas en el ensayo de Da Empoli titulado “Ingenieros del caos”, por el comportamiento de los asesores electorales, Pagni describe esas investigaciones del suizo italiano haciendo hincapié en que “la materia prima de la política hoy son las emociones. Mucho más que las ideas. Él afirma, siguiendo a algunos filósofos que estudian este tema, que la clave para manejar la lucha política es la ira, la bronca, el enojo. Si uno quiere llevarlo un poco más allá, el odio”.

Pagni subraya que “Según estos autores y estrategas políticos, el odio es mucho más eficaz que los programas, los planes o los sueños para agrupar gente, para movilizarse detrás de un proyecto de poder, para conseguir la adhesión. Entonces, la tarea de un líder hoy sería todos los días instalar en la escena un nuevo motivo de odio. Elegir un enemigo y agredirlo, denostarlo y movilizar así detrás de él una oposición permanente entre nosotros y ellos. Una oposición regida por la furia”. 

Centrados en la observación de Pagni, se puede decir que se necesitan traficantes de fatalidades cuando la idea es estropear la distribución del ingreso, o no hacer nada para mejorarla. Como esa meta es electoralmente inconfesable, entonces el único camino es la mentira descarada que para que resulte lo más granado de la realidad hay que transmutarla exacerbando la ficción del odio. Pero el pelotazo es de una vez y a gran costo. Hace unos días, Mauricio Macri asumió la presidencia del Pro usando un zoom con 10 personas. 

El presidente de la Nación Javier Milei, que ignora que el sistema para funcionar, reproducirse y acumular debe gastar si o si y –por el contrario-encarna la sublimación de la anti economía, no tiene otra salida que navegar en el mar cuya cartografía traza Da Empoli. Posiblemente al final del camino, lo que hoy convoca Macri le de mucha envidia. 

Esto también implica que ganar una elección con una campaña centrada en la integración nacional para que “reine en el pueblo, el amor y la igualdad” es perfectamente posible, a condición de que se sepa cómo hacer crecer los ingresos populares sin que los desbanquen la inflación, que es usada por la reacción –junto con la conducta corrupta- para desacreditar estas políticas. 

La rosa de Damasco

Milei y su monetarismo vulgar y ramplón va a demostrar, otra vez y van…, que no pueden controlar la tasa de inflación. Curar la enfermedad matando al paciente no cuenta. De manera que encarar campañas electorales que hagan pie en la integración social y económica del país tiene el espacio que se abre por el fracaso endémico de la derecha y la ultraderecha, el que dispone al orden establecido a negociar –resignado- con la expresión política de las mayorías nacionales. Esta solución programática debe existir y los personaje que la encarnen también. Y, así mismo, es perentorio porque esto de incentivar la política facciosa del odio para obtener buenos réditos electorales puede enraizarse en la cultura y ahí sí que sus consecuencias deletéreas son muy graves. 

Es lo que se infiere del reciente ensayo de Eugene Rogan, un profesor de la Universidad de Oxford, referencia en lo que concierne al mundo árabe, titulado The Damascus Events: The 1860 Massacre and the Destruction of the Old Ottoman World (Los acontecimientos de Damasco: la masacre de 1860 y la destrucción del antiguo mundo otomano). En la época que se sitúa el ensayo Damasco -la capital de Siria- era un importante centro político del Imperio Otomano con capital en Estambul.

Relata Rogan que por su influencia en los negocios la minoría cristiana liderada por Mikhayil Mishaqa, un prominente árabe cristiano y cónsul estadounidense en la ciudad, había logrado que el sultán le diera los mismos derechos que a la mayoría musulmana. Por temor a que los negocios extranjeros que estaban tras la minoría cristina, le proporcionaran la base material para ser la elite política que manejara la ciudad, cosa bastante improbable según Rogan, los musulmanes en julio de 1860 desataron la violencia en Damasco, con incendios y muerte en las barriadas cristianas. El Imperio Otomano envió un funcionario que frenó en seco la masacre reprimiendo a los musulmanes e impidiendo que la crisis escalara y le abriera las puertas a las potencias europeas. Esta otra comprobación de la tesis de Stern en el relato de Rogan, sugiere hasta dónde puede llegar una política basada en el odio, la exclusión y el reemplazo y también como la sensatez política del enviado del Imperio Otomano puede poner los frenes necesarios para volver la situación a su cauce normal. 

Con tu blanca palidez

“Las flores del mal” es un libro de poemas cuyo autor es Charles Baudelaire. Originalmente publicado 1857, hubo que esperar hasta 1949 para que esos poemas se editaran tal como los escribió el autor, sin ningún tipo de censura gubernamental. Uno de esos poemas es “La giganta”, sus primeros versos dicen: “Cuando Natura en su inspiración pujante/ Concebía cada día hijos monstruosos, / Me hubiera placido vivir cerca de una joven giganta, / Como a los pies de una reina un gato voluptuoso”.

Ismael, seguramente también. Pero de Moby Dick, el hijo monstruoso de la naturaleza que perseguía con la esperanza de cazarla, a la postre vana, confiesa que era “la blancura de la ballena lo que me aterraba (…) si bien en el Apocalipsis de San Juan las túnicas blancas son atributo de los redimidos y los veinticuatro ancianos están vestidos de blanco ante el gran trono blanco y el Único que allí se sienta, blanco como la lana; a pesar de todas estas acumuladas asociaciones con todo lo que es dulce, venerable y sublime, siempre se esconde algo elusivo en la íntima idea de este color, algo que infunde más pánico al alma que el rojo que nos aterroriza en la sangre (…) Esta cualidad elusiva hace que el pensamiento de la blancura, cuando se aparta de asociaciones más gratas y se vincula con algún objeto terrible en sí mismo, exacerbe el terror hasta su máximo grado”. 

El caballo de raza lipizzana nace negro y se vuelve blanco. El gobierno libertario o cualquiera de derecha dura o ultraderecha cuyo éxito eleccionario se alcanza mediante los caminos del odio que describe Da Empoli, son paridos al revés. Por Ismael sabemos que “la blancura es el símbolo más significativo de lo espiritual -más aún, el velo mismo de la Divinidad Cristiana- y al mismo tiempo el factor que intensifica las cosas más terribles para el hombre”. En qué flor de macana estamos metidos.

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