El eufemismo y la violencia, inseparables en la lengua oficial

La utilización de eufemismos de los que hace gala gobierno como “corrección de precios” en vez de “aumento”, o “sinceramiento” por “incremento de tarifas” “distorsionan la realidad, intentan alterar su percepción y se apoyan en una falta de comprensión de un gran sector de la población” afirmaron lingüistas consultadas por Y ahora qué?

Como un modo de ablandar una dura realidad política o económica a la hora de comunicar, los gobiernos suelen usar eufemismos que “suavicen” el impacto de los efectos provocados por una gestión del Ejecutivo de turno.

La Real Academia Española define al eufemismo como una “manifestación suave o decorosa de ideas cuya recta y franca expresión sería dura o malsonante”. Y si de eufemismos políticos hablamos, no son otra cosa que recursos utilizados para disfrazar escándalos, disimular verdades catastróficas y reorientar a la opinión pública con un lenguaje disimulado al que habrá que analizar -o sufrir sus consecuencias- desmenuzando esas crudas y elípticas verdades como las capas de una cebolla.

El uso de eufemismos no es nuevo en los gobiernos argentos, pero el de Javier Milei ha acelerado vertiginosamente su aplicación. Navega en ese tipo de alusiones de una forma casi natural.

Las viejas formas ya mencionaban al “ajuste” como “sintonía fina”, a los despidos baratos como “flexibilización laboral” o a la imprevisión como “daños colaterales”.

Según un documento de la Universidad Di Tella, Carlos Corach consideró que «la finalidad del eufemismo -en el campo del discurso político- es hacer más comprensibles y atendibles argumentos que serían rechazados o confundidos si para transmitirlos se utilizaran palabras o giros idiomáticos inadecuados o que agredieran la sensibilidad. Ello no implica que el eufemismo disfrace las intenciones o sea un camuflaje de segundas intenciones, casos en los que -a mi juicio- su utilización es sumamente reprobable y, por añadidura, en la mayoría de los casos inútil». Argumentos resonantes de un político avezado que integró un gobierno que declaró sus «relaciones carnales» con Estados Unidos.

El gobierno de La Libertad Avanza (LLA) le agregó, al decir de un posteo en X de Ezequiel Adamovsky, varios capítulos a esta vieja y ya extensa lista de eufemismos: no hay devaluación, hay flotación; no hay default, se reperfila la deuda; no hay inflación, disminuye la velocidad en la que baja; no aumentan los precios, se corrigen; no suben las tarifas, se sinceran o se toman préstamos que no endeudan. 

Un discurso confuso

Para Fernanda Pampín, directora de Publicaciones de CLACSO, doctora en Letras e investigadora del Instituto de Literatura Hispanoamericana de la Universidad de Buenos Aires el poder “utiliza eufemismos para generar confusión y distorsionar la realidad. Vivimos en la época de la postverdad. Cuando nombran la realidad con otros términos, cambia también la percepción que se tiene de ella y se construye el relato de una realidad diferente”.

Silvia Ramírez Gelbes, lingüista y directora de la Maestría en Periodismo de la Universidad de San Andrés, en diálogo con Y ahora qué? agrega que “los eufemismos de este tipo (flotación por devaluación, corrección de precios por aumento) no son una novedad. En los 90 no se hablaba de coimas, si no de retornos, por dar un solo ejemplo”.

–¿Utilizan figuras literarias o un discurso chicanero?

Pampín: El gobierno de Milei refiere a nociones básicas de la economía para redefinirlos. No se trata, sin embargo, de ambigüedades ni de errores. Eluden nombrar directamente lo que ocurre, utilizan eufemismos para generar confusión y distorsionar la realidad. Cuando nombran la realidad con otros términos, cambia también la percepción que se tiene de ella y se construye el relato de una realidad diferente. No obstante, en esa estrategia se apoyan en una enorme falta de comprensión de lo que sucede para una gran parte de la población y subestiman sus capacidades. Llegará el momento, y esperamos que sea más temprano que tarde, en que la mayor parte de la sociedad descubra el velo de una realidad con la que ya chocó desde los inicios. En muchas oportunidades el lenguaje oculta fake news. Y para ello, importan las frases cortas, contundentes, efectistas, y no importa si no son ciertas. Lo que le interesa al gobierno es que lleguen al público y se repitan de manera incansable hasta convencernos de que ese mensaje es cierto. Los eufemismos resultan entonces socialmente más aceptados y menos agresivos que otras formas que adquiere el lenguaje político vinculado a la descalificación del oponente.

Ramírez Gelbes: Los eufemismos de este tipo (flotación por devaluación o corrección de precios por aumento) no son una novedad. En los 90 no se hablaba de coimas, se hablaba de retornos, por dar un ejemplo.

–¿Cómo cambió el uso del lenguaje en la política desde la asunción de La Libertad Avanza?

Ramírez Gelbes: La gran diferencia que marcaría en el discurso presidencial de la actualidad es el empleo del lenguaje soez, con cierta reminiscencia del lenguaje de cancha. Desde luego que ha habido cambios estilísticos en cada presidente o presidenta: Alfonsín hablaba en primera persona del plural, Menem hablaba de sí mismo en tercera persona, los Kirchner trataban al interlocutor de «vos», Macri recibía con comodidad el tratamiento de «vos». El actual presidente se permite el empleo de términos soeces con entonación enfática y hasta, a veces, furiosa. Este es un rasgo de estilo que lo caracteriza.

Pampín: El uso del lenguaje se degradó desde la asunción de La Libertad Avanza, pero también lo había hecho en el período previo. Es un lenguaje grosero, que usa agravios y chicanas para dirigirse al otro. Incluso, durante los últimos meses, cambiaron las palabras que más utilizaban: hoy el presidente ya no se refiere constantemente a la casta.  Sí durante la campaña en la que las palabras más utilizadas fueron: “casta”, “ensobrados” en referencia a sus opositores (ya sean periodistas, políticos, empresarios), “libertad”, “inflación” o “liliputienses”. En la apertura de sesiones del congreso, 15 meses después, se reemplazaron por otras. ¿A quién le habla Milei? El presidente parece haber creado una especie de diccionario propio dirigido más a su núcleo duro de electores que a todos los argentinos porque es una estrategia que les sigue funcionando.

Los que no están alineados con las ideas libertarias o cuestionan la figura de Milei o sus decisiones políticas, son descalificados con términos que utiliza de modo despectivo. “Idiota”, “inútil”, “débil mental” o “mogólico” son algunos de los términos vinculados a la discapacidad física o a las neurodivergencias que recupera del viejo arcón de la lengua. Animaliza al otro, por ejemplo, cuando señala los a “mandriles”. Y también define y generaliza al contrario por su status ideológico: los “kukas” o “zurditos” son un lugar común en los discursos presidenciales, entrevistas, y especialmente en las cuentas oficiales de las redes sociales. 

–¿Es insultante?

–Sin lugar a dudas, es un lenguaje políticamente incorrecto. Es excluyente e insultante con el objetivo de confrontar con sus opositores. Desde el discurso presidencial se excluyen grupos, como la comunidad LGBTIQ+. Si bien en los últimos años hubo consensos importantes sobre cómo mencionar a determinadas minorías, no fue sino después de fuertes y largas luchas colectivas (como fueron el logro de la ley de matrimonio igualitario o la adopción homoparental) que colaboraron a naturalizar ciertos términos. Pese a ello, el discurso oficial parece desconocerlas y atrasa continuamente. Por supuesto, el problema excede a la lengua y se vincula con el racismo y con la homofobia. También insulta reiteradamente a grupos minoritarios y a individuos mediante un cambio agresivo en sus nombres, de los cuales se burla entre sus seguidores como, por ejemplo, Lali Depósito por Lali Espósito, María BCRA por María Becerra. Y, como no podía ser de otro modo, en su mayoría, esos individuos señalados con el dedo para la burla social son mujeres. Con sus declaraciones, no solo polemiza sobre temas sensibles, sino que estigmatiza a la sociedad toda desde la investidura presidencial y legitima prácticas discursivas desde su espacio de poder. 

–Este gobierno parece utilizar la violencia discursiva, el lenguaje soez y sexualizado, y los eufemismos. ¿Es novedad en el mundo de la política?

Ramírez Guelbes: Sin dudas que la novedad es el grado de violencia ponderable en el discurso de nuestro actual presidente. Entiendo, con todo, que no es creación ex nihilo (proveniente de la nada). Se trata de un tipo de violencia que ya estaba presente en el discurso de la ciudadanía. Lo que sí ocurre es que el hecho de que el presidente emplee este tipo de discurso, lo legitima en tanto él, quiera o no, resulta una figura modélica para el país.

Pampín: Coincido en que no es una novedad en el mundo de la política y que se ha extendido su uso, no solo por parte de la clase política, sino que las redes sociales (principalmente X o Twitter) permitieron un desplazamiento hacia otras partes de la sociedad, empezando por supuesto por el ejército de trolls y luego ampliándose hacia la sociedad en general. Es un lenguaje radicalizado, machista, que reproduce la lógica patriarcal y que es utilizado mayormente por hombres jóvenes. El lenguaje presidencial es misógino. Mediante esa estrategia persuasiva pretende magnificar su figura de líder y que sus seguidores se sumen a su discurso, y esto no solo lo hace con el lenguaje verbal, sino también con imágenes generadas con inteligencia artificial desde las que se muestra como un león, Napoleón Bonaparte o como San Martín. 

Esta misoginia del gobierno condice con determinadas acciones como el cierre del Ministerio de las Mujeres, Género y Diversidad; la puesta en debate nuevamente de leyes ya ganadas y aprobadas como la Ley de Educación Sexual Integral (ESI) y la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE); el cambio en el nombre del Salón de las Mujeres en la Casa Rosada en el #8M de 2024, por el de Próceres, por decisión del “Jefe”, Karina Milei. A esto se añade, además, que en febrero de 2024 se prohibió el uso del lenguaje inclusivo (la x, la e y el @) en documentos oficiales y dependencias del Estado. Otro proyecto presidencial apuntó a eliminar la figura del “feminicidio” del Código Penal y derogar otras leyes como la Ley Micaela, la Ley de DNI no binario y la Ley de identidad de género. Las palabras importan, sí, y mucho porque toda lengua es política. El lenguaje construye subjetividades y arma comunidad. Lo que queda bastante claro a esta altura es que este gobierno descree de la perspectiva de género y pretende marcar autoridad también desde el control de la lengua e intenta volver -por medio de la violencia- a un estadio anterior no solo de la lengua sino del Estado. 

Es así como generan un discurso de odio que se reproduce rápidamente en las redes sociales y las convierte en un ring abierto para quien quiera subirse y dar batalla. Y desde allí se abre a otros espacios: a los trabajos, a las calles, a los hogares. Es un lenguaje dirigido a su electorado, que le permite que escuchen lo que quieren escuchar y celebren esos raptos de violencia discursiva, porque -además- todo está dicho en términos de opuestos que no pueden encontrarse, blanco y negro, amigos y enemigos, libertarios y peronistas. No hay un punto intermedio, no hay grises. Estás conmigo o sos mi enemigo. La comunicación política masiva de la actualidad no profundiza en conceptos ni intenta resolver problemas. Es siempre polémica, se apoya en un lenguaje coloquial y soez que, a diferencia de lo que pueda indicar cualquier manual de comunicación, no intenta satisfacer a todos: su propósito es hablar “contra”, magnificar la figura presidencial y herir susceptibilidades.

–Hay recomendaciones de cómo combatir los discursos de odio en medios y redes sociales, pero no cómo resistir a este tipo de embates desde lo social y lo político. Si un político le pidiera algún tipo de recomendación para combatir y revertir este tipo de avances violentos del lenguaje, ¿qué sugerirían?

Pampín: Te respondo con otra pregunta y continúo. ¿Pueden los medios masivos de comunicación y las redes sociales contribuir a una cultura de paz? Frente a los discursos de odio en medios y redes sociales, que pretenden manipular y aumentar la grieta, sugeriría que el discurso opositor se base en una perspectiva que tenga en cuenta el género, la diversidad, la equidad y la inclusión para comunicarse con toda la sociedad y no con grupos de ella. Existe una responsabilidad frente al lenguaje del poder de la que tenemos que hacernos cargo. Si las palabras son acciones, es importante cuidar cuándo, qué, cómo y a quién comunicar. Vivimos en un momento en que la palabra política se desvaloriza cada día más y donde parece ser que vivimos en una campaña electoral continua. Una cosa es polemizar, debatir cuestiones relevantes para la sociedad contemporánea y para el mundo de la política, pero otra muy distinta es confrontar como si del otro lado hubiera solo enemigos.

Ramírez Guelbes: Es que estamos en un problema. Para empezar, porque este tipo de lenguaje, al menos en este momento y desde hace un tiempo -entendiendo que todo es muy dinámico- es redituable. Vale decir, un discurso atemperado y conciliador no convoca la atención de las audiencias. Y tal vez tampoco convoca a los votos. Solo sugeriría dos actitudes que en la política no suelen abundar:  calma y paciencia. No cabe escalar en la violencia dialogal. Recomendaría responder con altura moral, con dignidad y con templanza, pero sin soberbia.

–¿Qué modelo de sociedad creen que estamos construyendo cuando se usa el lenguaje de este modo?
Pampín: La sociedad que se busca construir desde el poder es un modelo alejado de la igualdad y la inclusión, basada en el individualismo. Una sociedad conservadora, ligada a las ultras, nuevas o viejas derechas que resurgieron en el mundo en los últimos años. Es nuestro deber reflexionar desde nuestros espacios y roles sobre los discursos del odio, las fake news y la desinformación y su contracara -la sobreinformación- para generar intercambios y diálogos. Nos toca trabajar para transformar ese destino -al que nos quieren llevar- en una sociedad más justa.

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