Atribuyen al magnate Aristóteles Onassis la idea de que la buena vida es cara, y que si bien hay otra más barata, ésa no es vida. Abundan las noticias al respecto que lo ratificarían, y hay hasta una prensa especializada que haría del desequilibrio social un merecimiento por naturaleza, una pedagogía y un modelo virtuoso.
Bahía Bustamante es un ex pueblo alguero que sus dueños actuales convirtieron en un exquisito espacio de turismo con conciencia ecológica enclavado sobre la costa atlántica, en la provincia de Chubut, a 280 kilómetros del aeropuerto de Trelew. En su momento de esplendor, cuando en la zona se extraían hasta 20 variantes de algas, Bahía Bustamante tuvo alrededor de 400 pobladores. Después los cambios en las condiciones climáticas y la temperatura del agua, y la consiguiente disminución de la cantidad y variedad de los sargazos, motivaron el abandono del villorrio. Y entonces quedaron atrás, como una estela de edificaciones en ruinas o un recordatorio fantasmal, la vieja pulpería y el almacén de ramos generales, una escuelita y la comisaría, el cementerio, una capilla.
El destino de Bahía Bustamante parecía definitivamente sellado, pero uno de los nietos de quien fuera el fundador, apoyado por su compañera y varios enamorados del proyecto, encaró la puesta en valor del sitio (lo cual requirió años de trabajo) hasta convertirlo en un lugar bellísimo, Bahía Bustamante Lodge, que fuera calificado por The New York Times como “el Galápagos austral”. Y allí estuvo Mauricio Macri con su familia durante la primera semana de marzo, completando su perenne periodo de vacaciones y cumpliendo con la suerte de mandato autoimpuesto que consiste en irse de viaje cada vez que pretende consolidar o recuperar la centralidad en la fuerza propia o en el escenario político general. Irse, para después volver, por supuesto.
En Bahía Bustamante la marea tiene la suficiente amplitud como para diseñar grandes piscinas naturales cuando el mar baja y retrocede, y retazos de playas con la visita de pingüinos de Magallanes, zorros, maras o lobos marinos. Posteó Juliana Awada, la esposa de Mauricio Macri: “El mar Argentino también tiene estas sorpresas. Las mareas patagónicas te hacen descubrir estos piletones naturales en las rocas!!!! Otro día mágico en Bahía Bustamante!!!”
Los Macri subieron a las redes profusión de fotos donde se los ve relajados, a considerable distancia de la dictadura del wi-fi, por ejemplo, tomando sol en hamacas paraguayas sujetas a las rocas o a bordo de una embarcación, casi con seguridad dirigiéndose a realizar el avistaje de focas, delfines o ballenas. Y dan marco a las imágenes algunas reflexiones que sirven para entender una mentalidad que no descansa, aunque se permita matear en una playa exclusivísima, comer picadas al atardecer con buñuelos de algas marinas y pickles de salicornia (o “espárrago de mar”), y recuperar el tiempo perdido con algún cordero patagónico a las brasas o clavándose langostinos a mansalva.
En un nuevo posteo la ex primera dama insistió: “Día mágico en Bahía Bustamante! La naturaleza, los colores, la fauna, la playa. La paz y tranquilidad y belleza infinita!…” Con esas y muchas otras palabras por el estilo Juliana Awada manifestó acabadamente lo que se aguarda de la mujer en el seno del matrimonio burgués tradicional a comienzos del siglo XXI, o en aquello que todavía queda de la vieja institución. La cónyuge será responsable del hallazgo y los aportes de glamour, de animar el buen gusto en sintonía con la belleza del mundo y de proponer mecanismos que adelgacen (pero preserven) ese fino tejido con hilo de rutina que envuelve pero también fragiliza a la segunda naturaleza. Así la señora se convertirá casi en poeta (en el sentido general del término griego, que alude a los creadores a quienes Platón en República propuso expulsar de su Estado ideal por engañosos, por intentar convencer a los demás de que sus ficciones son realidades), pero siempre juiciosamente y sin cruzar la línea que marca la diferencia entre ser y ser-casi, entre practicar la poiesis o proponerla como sugerencia sin ánimo de cruzar la línea trazada, y de hecho administrada simbólicamente, por el esposo.
En el caso de las palabras referidas a Bahía Bustamante, correspondió a Mauricio Macri, el señor burgués por excelencia, poner los puntos sobre las íes, fijar claramente hasta dónde la exaltación podía escalar sin convertirse en un exceso, cuando no en una creación lisa y llana, y desestabilizadora. Por eso frente a las mismas ofertas para disfrutar la estadía, frente a idéntico paisaje y con la sensibilidad propia de un papel de lija, posteó: “Qué lindo es nuestro país. Con cuidarlo, poner reglas claras para que haya inversiones y se genere empleo, el turismo va a ser un motor único.” Algo extraña la idea porque nadie garantiza que “nuestro país”, muy lindo por cierto, aunque reciba cuidados y reglas claras habrá de ser destino de inversiones generadoras de empleo, en cuyo caso el turismo sería “un motor único”. Planteado de otra manera: ¿el turismo podría convertirse en la clave virtuosa (o un motor único) para resolver la crisis argentina? Demasiado sencillo para ser posible.
De vuelta en Buenos Aires, luego de ese fin de semana largo y reparador en Bahía Bustamante, el miércoles por la noche Mauricio Macri compartió un asado con la dirigencia de PRO en la quinta del ex ministro de Trabajo Jorge Triaca, en San Isidro. Para contextualizar el encuentro, basta mantener presente que no había forma de ocultar el escándalo por la estafa con la cripto $LIBRA, al punto que ya sobrevolaban –coronando la parva de denuncias judiciales en tribunales argentinos y del exterior– adjetivaciones de grueso calibre como las que lanzara Lilita Carrió cuando aseguró que los hermanos Milei son “marginales”, y “la cajera es Karina”.
No obstante ese clima enrarecido allí se dieron cita las autoridades nacionales de PRO, cada responsable se refirió a la situación partidaria y de las alianzas en su distrito, y luego escucharon atentamente al líder del espacio, quien aseguró que Karina Milei (El Jefe), y el asesor estrella del Presidente, el esotérico parravicinista Santiago Caputo, serían el principal obstáculo para lograr un acuerdo de cara a las próximas elecciones legislativas. Respeto del trío que componen los hermanos Milei y el parravicinista Santiago Caputo, según trascendidos la apreciación de Mauricio Macri sonó lapidaria: “No hay un triángulo de hierro, es un ancla de plomo”.
Según fuentes inobjetables, dos son las cuestiones relacionadas con el gobierno libertario que disgustan especialmente a Mauricio Macri. La primera se refiere a la falta de retribución de quienes accedieron al poder, según sus cálculos, con votos macristas, y habiendo constituido un minúsculo oficialismo en el Congreso recibieron hasta la desvergüenza el apoyo de PRO, devolviendo sin embargo más ingratitud que cualquier otra cosa. Pero quien tiende al monopolio de su inquina siciliana es el joven asesor Santiago Caputo, a raíz de la fallida licitación de la Hidrovía Paraguay-Paraná. El episodio fue sencillo: a fines de febrero el ex director de la Agencia Nacional de Puertos, viendo que había recibido un solo oferente, anuló el llamado a concurso y acusó a Macri (junto con su exministro de Transporte Guillermo Dietrich) de haberlo saboteado. El acusado planteó que los funcionarios que trataron el tema, incluido el acusador, respondían a Santiago Caputo, que habían fracasado en la realización del único llamado a licitación en un año y medio de gestión porque, entre otras cosas, eran tan ineptos como “impresentables”, y se quejó por el destrato y la falta de respeto que padecen, según él, algunos dirigentes de su partido.
También el asado en la quinta de Triaca sirvió para dejar claro que el futuro inmediato de Macri de cara a las contiendas electorales continúa siendo una incógnita, y que PRO, luego de la irrupción de La Libertad Avanza y su vocación hegemónica, enfrenta su merecida crisis de representatividad. Queda una parte de la dirigencia “histórica” que plantea conveniente que el partido transite un largo camino en soledad hasta volver a ocupar el sitio que le corresponde en el abanico de alternativas, sin resignar sus principios programáticos, pero también abundan quienes insisten en mantener los lazos con Milei contra viento y marea, e incluso hasta pegar el salto y sumarse a La Libertad Avanza. La gama de los “acuerdistas” es amplia, sin embargo, y son destacables quienes desean continuar en las filas de PRO pero convergiendo con LLA, e incluso con parte del radicalismo, en algunos distritos clave como la Provincia de Buenos Aires. Pero la propuesta aliancista, sea distrito por distrito, sea a nivel nacional, o cualquier otra salida para la crisis partidaria, tropieza con dos dificultades: las tensiones de Macri con las principales figuras del gobierno y, sobre todo, su convicción de que tanto él como sus adherentes deben dar gobernabilidad a Milei, y dar respaldo a su política económica, especialmente en lo que hace al equilibrio fiscal.
La tragedia
Las siguientes líneas son tanto un homenaje como una expresión de solidaridad. Mientras se debatía el escándalo $LIBRA, o las autoridades y la casi totalidad de los partidos políticos evitaba referirse al estado de salud del Papa Francisco (la personalidad más trascendente de la historia argentina), o digería en silencio la tramitación plagada de irregularidades para “lograr” más endeudamiento con el FMI, a las 4 de la madrugada del 7 de marzo el Servicio Meteorológico Nacional informaba el comienzo de las lluvias en Bahía Blanca, las cuales volvieron intransitables gran parte de las calles tres horas después. Hasta ese momento habían caído más de 200 milímetros y la Dirección de Información y Monitoreo de Alertas y Emergencias de la Provincia de Buenos Aires comunicaba la continuación de las tormentas por lo menos durante 2 horas más, estimando un acumulado adicional de 50 a 100 milímetros. La jornada arrojaría un acumulado superior a los 290 milímetros en menos de 12 horas.
Para las 7:30 de la mañana habían comenzado las evacuaciones y se solicitó a la Empresa Distribuidora de Energía Sur S.A. (EDES) un corte preventivo de electricidad. Pero las lluvias se intensificaron y alcanzaron su pico máximo al promediar la mañana, cuando el intendente de Bahía Blanca Federico Susbielles manifestó: “Aproximadamente sobre las 10 de la mañana se produjo el desborde del Canal Maldonado y el Arroyo Naposta que prácticamente anegó toda la ciudad y nos hizo perder prácticamente el 70% de nuestra capacidad operativa.”
La lluvia intensa continuó hasta las cuatro de la tarde. Bahía Blanca quedó sumergida y, por la rotura de la mayoría de los accesos, aislada. Las corrientes arrastraban automóviles, ambulancias, patrulleros, camionetas municipales, grúas y tractores, hasta que al atardecer llegaron la Armada y el Ejército con lanchones, camiones y otros medios aptos para el salvataje. Entonces fue posible evacuar el Hogar del Anciano, y en el Hospital Penna se evacuaron la unidad de cuidados intensivos y neonatología.
Las pérdidas materiales son enormes, pero también hay que lamentar un saldo trágico de al menos dieciséis personas fallecidas, cifra provisoria porque todavía quedan centenares de bahienses de los cuales se ignora el paradero. Eso es de veras irreparable. Por lo demás, el gobernador de la Provincia de Buenos Aires colaboró con la Intendencia desde el primer momento, mientras que a nivel nacional hubo inicialmente una indiferencia notable, tanto en el oficialismo (las palabras del ministro Francos ante la tragedia serán recordadas) como en la mayoría de los partidos políticos. Hasta que la reacción popular y el reservorio de solidaridad propio de las mayorías nacionales articuló una respuesta, y allí los clubes grandes y de barrio, las estaciones ferroviarias, las fundaciones, las iglesias y los centros culturales se convirtieron en puntos de recepción de ayuda solidaria para estirar una mano fraterna a los compatriotas castigados por la adversidad. Tan intensa fue la iniciativa que además de juntar toneladas de ropa, frazadas, colchones y alimentos no perecederos, forzó a que los hermanos Milei se trasladaran a Bahía Blanca con los ministros Petri y Bullrich, y el jefe de Gabinete Guillermo Francos, prácticamente de incógnito (“para que la visita presidencial no fuera politizada”), el miércoles 12. Y fue una visita entonces tan tardía como relámpago, ya que al mediodía estaban de vuelta en Buenos Aires, monitoreando una marcha de jubilados con hinchas de fútbol para la cual tenían listo un dispositivo represivo perfeccionado y aumentado. Estaba listo, y lo querían estrenar.