La interna del PJ fue una distracción

Una respuesta (decepcionante) a la pregunta de por qué Cristina Kirchner buscó en este momento la presidencia del PJ es la necesidad de disponer de la lapicera. No sabemos si es toda la razón pero al menos suena más realista que la del respaldo partidario para enfrentar sus causas judiciales, que a paso lento siguen complicándose para ella.

Las elecciones norteamericanas se viven aquí como influyentes en la política doméstica y sólo lo son en segunda instancia, como marco internacional, el que debemos tener muy en cuenta sin esperar que de allí venga a salvarnos ningún rayo misterioso

Esta semana está marcada por ese impacto que es por cierto importante a escala mundial, por los temas más álgidos en juego (la sanguinaria intervención israelí en Gaza y otros países y la guerra en Ucrania, a punto de entrar en la parálisis invernal). 

No somos en absoluto prioridad para el señor Trump y es poco probable que en adelante haya un Mauricio que juegue al golf con él. Tampoco hay que descartar que se permita algún gesto con Milei, en la línea de la política-espectáculo de franela entre presuntos semejantes. Si ello llega a desembocar en otro crédito gigantesco del FMI sería asombroso, en la limitada opinión de este cronista.

Par conséquent, estamos crudamente a cargo de los problemas que supimos agravar. 

El gobierno festeja índices económicos escogidos que le resultan favorables (pese a su carácter coyuntural) y fuerza la manipulación comunicativa para hacer creer, con poco éxito, que estamos mejor o saliendo del pantano.

Cabe a propósito de esto último señalar que el principal efecto que importa de la política económica es el que se registra sobre el conjunto social sobre todo en lo mediato. 

El sufrimiento de los segmentos desposeídos no ha disminuido, sino en muchos casos agravado, y los padecimientos de la clase media presentan una amplísima variedad de descalabros traduciéndose en caída de consumos y angustias de todo tipo.

Valgan estos párrafos introductorios como marco para un presunto análisis coyuntural del campo político y sus representaciones ideológicas.

La oposición fragmentada y distraída

La inoportuna y mal llevada interna del PJ (que constituye sólo un aspecto, aunque ilustrativo, de la crisis del peronismo) ha funcionado también como distracción del eje que es necesario plantear para contribuir a un proceso superador de los retrocesos y estancamientos actuales.

Con algo de voluntarismo para alcanzar  una mirada positiva, puede que se haya atenuado el encierro ideológico en que estábamos cuando se intentaba desmenuzar las razones del triunfo electoral del Milei donde, por un lado, se lo veía (y aún se lo ve) como superador de los desastres anteriores y, por otro, como consecuencia de la mala praxis del gobierno inmediato anterior de Fernández/Fernández, que no logró/no quiso/no pudo funcionar con un mínimo siquiera de entendimiento, muchísimo menos de armonía.

En ese sentido, Cristina Fernández de Kirchner produce hechos políticos que no son confrontados abiertamente por el resto de la fuerza a la que pertenece – probablemente a pesar suyo – pero que sí son resistidos o, aún más grave, ignorados por sus presuntos contendientes. 

No basta con decir que nadie se le anima. Es peor: nadie que se vea con alguna relevancia construye una alternativa integradora del peronismo (sus divisiones entre el AMBA y las provincias son sólo un aspecto) y de este con el conjunto de la comunidad nacional. 

Su dirigencia sigue en general funcionando como casta, confirmando la presunción popular de desatención sistemática a sus mandatos representativos, atendiendo en primer término la continuidad y perpetuación de sus canonjías. 

¿Qué puede otorgar sentido a la irrupción a último momento de la ex presidente disputando – y quedándose con el cargo – la presidencia del partido? Su influencia y liderazgo, aunque menguante, claramente no necesitaba de ese puesto.

Una respuesta (decepcionante) es la necesidad de disponer de la lapicera. No sabemos si es toda la razón pero al menos suena más realista que la del respaldo partidario para enfrentar sus causas judiciales, que a paso lento siguen complicándose para ella. 

Quienes tienen fueros son los legisladores, no las autoridades partidarias. Por lo tanto si la hipótesis es admisible el paso siguiente es ser candidata. Recordemos que Menem, siendo presidente del PJ terminó condenado y preso poco tiempo después de dejar la primera magistratura e intentar su tercera reelección.

Todo ello vinculado a los privilegios con que cuenta la dirigencia política, pero tiene muy poco que ver con la construcción de una alternativa que, tomando distancia del pasado, supere este presente recargado de odio y revanchismo. 

Dividir es rentable y destructivo

Dar vuelta esta página sombría de la historia argentina es sin dudas una magna tarea. Tan difícil como necesaria.

Ya se han descripto largamente los procedimientos a los que recurre Milei y sus ingenieros del caos, para seguir dividiendo y confundiendo a la sociedad argentina, (aunque no se haya podido constatar la cooperación de las fuerzas del cielo) pero hay que señalar también que frente a este grupo peligroso no hay nada orgánico para superar esta situación; por ejemplo y sin ir más lejos: derrotando al oficialismo en las próximas elecciones legislativas.

No está claro, al menos para el autor de estas líneas, que la instancia electoral del  año próximo sea percibida por la ciudadanía como una oportunidad para enmendar el rumbo, abriendo una perspectiva que implique trascender, no seguir chapaleando entre opciones probadamente malas. Probadamente, sí, que no se lea como probablemente.

Esa salida deseable supondría una construcción política del que hay muchos indicios por todos lados, en cuanto a su necesidad, pero muy pocos gestos concretos que puedan considerarse auspiciosos en una dirección integradora.

Por lo pronto, el aislamiento del peronismo, confiando en arrastrar tras sí a los desencantados, es rutinario y hasta muestra menosprecio a sus seguidores por parte de esa dirigencia, a poco que se analice con algún detalle. Supone no haber hecho ninguna autocrítica y, entonces, implica proponer a la ciudadanía volver al esquema – con otro maquillaje – que se vivió hasta el año pasado. Más de lo mismo. 

Tal enfoque presume, forzando las cosas sin ponerlas a la luz, que el 44% que sacó Massa (un candidato impresentable) son votos peronistas. No lo son en sentido absoluto y es plausible la hipótesis de que a Milei lo votaran no pocos peronistas desilusionados y/o hartos de sus propios dirigentes.

A Massa lo votó una porción del electorado que en modo alguno acompañaría las opciones liberales o de centro derecha, como gustan definir algunos analistas, pero también otra parte de la sociedad que advertía claramente los riesgos a correr con Milei. Esto existió y conviene recordarlo porque nos hemos estado enfocando tal vez demasiado en la desesperación o el repudio que había generado la rotación sin cambios sustanciales entre populismo y liberalismo, (ambas categorías bastante imprecisas, por cierto), que dieron lugar al notable triunfo de Milei.

La recreación de la grieta con otros protagonistas es un negocio de la casta política, no de las dirigencias que se esfuerzan por expresar las urgencias más angustiantes de los argentinos

¿Por qué insisten entonces en polemizar con el gobierno sobre asuntos que no son los centrales, siguiéndole el juego en el ocultamiento de las causas de una crisis que no sólo está al rojo vivo, sino que es profunda, histórica, estructural?

Esas causas no son obvias ni fácilmente visibles porque son complejas y abarcan desde las ideas hasta las prácticas institucionales pasando por los modos de trabajar, producir y comerciar y otras dimensiones de la vida social. El rastro para discernirlas pasa por preguntarse qué impide, en un país dotado de recursos y una geografía magnánima, desenvolver el conjunto de las fuerzas creativas que tenemos como potencial en nuestros diversos grupos sociales. Allí habría que definir prioridades y aquellas tareas socialmente útiles para integrar el conjunto. 

Y en ese recorrido, van apareciendo los culpables, que no son en primer término, aunque muchas veces sean cómplices, los empresarios o sus contrapartes en las dirigencias sindicales sino los intereses que se han ido gestando a lo largo de por lo menos medio siglo buscando salvarse sólo ellos, aunque el conjunto se degrade. 

Claro que hay una casta, a la que Milei denuncia bien, pero no combate eficazmente sino que muchas veces hasta beneficia con deliberación impúdica. Y a ella pertenecen nombres y apellidos concretos, que de un modo y otro sacan partido de nuestro atraso. Una minoría intensa muy poco identificada por el público y con los riñones forrados en grasa.

Se insiste en la confrontación antes que en la integración porque no se está poniendo el eje en salir del subdesarrollo. Prometerle a un pueblo muy castigado que en cuarenta años estaremos mejor es tomarle el pelo abiertamente. Y que esa burla no genere indignación indica que hay también mucho desgaste en las fuerzas populares en cuanto a la fe en sus propias posibilidades y en la capacidad de salir adelante y generar prosperidad

Pero el pueblo no habla al unísono salvo en muy contadas ocasiones históricas, por lo que es preciso afinar el oído y, sobre todo, que quienes mejor lo perciben y representan encuentren la voz para expresarlo. 

Eludir esta necesidad de legitimar las representaciones implica, por omisión casi indisimulada, pretender meter a la gente en un brete donde no puedan elegir sino sólo optar por soluciones bastardas preformateadas. Tal vez ni siquiera les importe ganar el año próximo, porque tontos no son, y sólo busquen aferrarse a los puestos que el sistema democrático preserva siempre y necesariamente para las minorías, fingiendo una oposición cuya acciones anodinas serán como cosquillas que harán sonreír torvamente al poder real.

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