Santiago Levín: “La oposición política a Milei no existe”

La crueldad del Gobierno del Presidente Javier Milei «es una estrategia bien diseñada para que la reacción de las masas sea lenta en función de un efecto inicial de atontamiento» en la sociedad, sostiene el médico psiquiatra Santiago Levín, en una entrevista con Y Ahora Qué?. Docente en la Universidad Nacional Arturo Jauretche y presidente electo de la Asociación de Psiquiatras de América Latina, Levín integró el proyecto colectivo «El goce de la crueldad. Argentina en tiempos de Milei», publicado por Ediciones Continente y Peña Lillo con Francis Rosemberg de compiladora. En el capítulo de su autoría, titulado «El desquicio», subraya que el campo popular sufre «la crisis de los personalismos y los liderazgos mesiánicos».

Las aberraciones ocurren en la historia cuando un sistema no termina de morir y el nuevo no termina de nacer, dijo una vez el teórico italiano Antonio Gramsci, en una cita que Levín rescata para ilustrar el momento que se vive en la Argentina de Milei. El profesional de la salud mental asegura que el Presidente usa en las redes sociales un tipo de mensaje «muy cortito, con mucho punch y llegada» que se monta en «las frustraciones» de los jóvenes. Mientras tanto, «el progresismo» no termina de entender el cambio en la subjetividad que se operó en las nuevas generaciones. No sabe hablarles ni escucharlas. Dice Levín que los menores de 30 a 35 años no conocen «la justicia social como un horizonte utópico», creen en el «éxito individual» y en que son sus propios jefes por tener un celular, con la esperanza de «hacerse millonarios» con los bitcoins. Aquí el diálogo que transitó de William Shakespeare a Enrique Cadícamo y de Rosa Luxemburgo a la psicoanalista argentina Silvia Bleichmar.

–¿De qué modo opera lo que usted llama crueldad planificada?

–Hay una cuestión generacional de la que me parece que nos tenemos que hacer cargo quienes tenemos más de 50 años. Se conecta con esa necesidad de generar nuevas consignas. Por supuesto, imbuidas del mismo espíritu de caminar hacia un mundo justo y equitativo. Lo que pasa es que con el espíritu solo no alcanza. Las nuevas generaciones no conocen las experiencias pasadas.

–¿Por qué a los jóvenes no los espanta el discurso violento?

–Tenemos que reconocer que los más espantados somos los más grandes, los más veteranos. Este discurso que nos resulta intolerable, inaceptable, intragable, a las generaciones más jóvenes, sobre todo varones según las estadísticas, les resulta un poco más comprensible, más cercano. Necesitamos preguntarnos ¿qué es esto? ¿en dónde está esa brecha generacional? ¿qué efectos tiene sobre esa brecha el nuevo mundo digital que en lugar de unir, desune, separa y da una falsa sensación de cardumen?

–¿Qué efectos produce la desunión social?

–La de enfrascarnos y convertirnos en individuos pero dividuos (divisibles). Cada uno con su celular caminando por su rincón. ¿Qué efecto tuvo la pandemia como cristalización de fenómenos que se venían dando anteriormente? Porque si frente a estos fenómenos, que no terminamos de entender, solamente tenemos para aportar, como generación, las 20 Verdades Peronistas y nuestra ofuscación, no le estaríamos haciendo un buen servicio a la causa.

–¿Entender la nueva subjetividad social puede llevar a una nueva cultura política?

–Una persona que estudió mucho la subjetividad fue la psicoanalista Silvia Bleichmar. La subjetividad es el modo en que cada persona, en un determinado momento histórico y formando parte de una sociedad, se percibe a sí misma. ¿Qué tipo de valores son los más deseables y cuáles son los más indeseables? Esto va cambiando en cada época. Por eso Bleichmar distinguía subjetividad de psiquismo. Al psiquismo como un modo de funcionamiento universal estable, a través de las épocas históricas, y a la subjetividad como aquello que va cambiando en función de los paradigmas históricos cambiantes, de las novedades, de las catástrofes, de los avances de los movimientos histórico-políticos.

–¿Esta es una época de subjetividad individualista?

–Claramente. Y ya se advertía desde hace décadas. Pero hoy necesitamos tomarla más en serio que nunca. Sin una comprensión real y profunda de ese cambio subjetivo es imposible construir una alternativa política que sea escuchable y por lo tanto metabolizable. Es imposible construir una narrativa que permita persuadir e incorporar si nosotros salimos con las consignas de “todos juntos podemos, la solidaridad, el amor, el cardumen, la manada”.

–¿Los jóvenes no las asimilan ni incorporan?

–Le estamos hablando a una generación que creció con el paradigma del éxito individual. De que con mi propio celular soy mi propio jefe. Soy mi propio contratador. Hago mi propio negocio. Y pronto me voy a hacer millonario con las bitcoins. No hay quien escuche del otro lado. Entonces, ¿quién está equivocado, el que no sabe construir un discurso acorde a las nuevas subjetividades o quien no sabe escucharlo?

–Así no parece haber forma de entenderse.

–Hay una interrupción del diálogo intergeneracional. De eso tenemos que hacernos cargo los más grandes. Creo no equivocarme mucho al afirmar que éste es uno de los puntos centrales más delicados, más estratégicos y más importantes para sentarnos a analizar todos quienes nos consideramos formando parte del sector progresista de la política.

–¿Cómo enfrentar entonces las crueldades casi distópicas?

–Desde luego que la crueldad es una de las posibilidades del ser humano. Gran parte de las instituciones de la cultura están destinadas a la conducción de esas nociones libidinales. Es para hacerlas transitar por caminos que son más adecuados para el bien común. Y menos inclinadas a la violencia y al daño. Toda la construcción de la civilización y de la cultura apuntan en ese sentido.

–El presente se vislumbra desalentador.

–Sin embargo, tenemos acciones maravillosas de solidaridad, de cooperación, de creación artística, de investigación científica, de educación de los más chicos, de cuidado de los demás. Pero junto con la guerra, la bomba nuclear, la destrucción planetaria. Es importante ubicar la crueldad como un rasgo posible del ser humano y pensar cuáles son los modos para estimular institucional, política y culturalmente otro tipo de posibilidades. Como, por ejemplo, la ternura, la solidaridad, la cooperación. En las que creemos los que queremos un mundo justo y solidario. La expresión «crueldad planificada» es una paráfrasis de Rodolfo Walsh, cuando hablaba de la miseria planificada en esa famosa carta al Gobierno militar en 1977.

–En el libro hay una mención a Bleichmar por haber resaltado que no hubo venganza ni violencia en los que pedían justicia por el terrorismo de Estado.

–Esa observación que hace Bleichmar de que no existió nunca jamás un solo caso de justicia por mano propia contra genocidas, es una de las más agudas y de las más inteligentes que yo he leído en toda mi vida en relación a un cierto diagnóstico subjetivo de la sociedad argentina. A diferencia de otras sociedades con historias distintas, se ha generado un pacto moral, cultural, civilizatorio, en el subsuelo de la sociedad. Renunciamos a la venganza, a la retaliación, al ejercicio de la venganza y de la justicia por mano propia. Renunciamos con una cuota de pérdida, con un esfuerzo muy grande individual y social para tener una ganancia civilizatoria mayor: la justicia como institución social, cultural y del Estado.

–¿Cree que el Gobierno encuentra allí un obstáculo para instalar el negacionismo?

–Los juicios por crímenes de lesa humanidad se iniciaron con todo el apoyo popular. Aparecieron las Abuelas y las Madres de Plaza de Mayo que nunca jamás llamaron a la violencia. Es un proceso de una enorme riqueza. De un enorme valor cultural y político. Sigue formando parte de nuestro acervo subjetivo. Los denomino “anticuerpos sociales”. Tenemos que recurrir a ellos para la reconstrucción de un discurso en donde la solidaridad, el amor por el otro y por la diferencia, tengan el lugar central en lugar de estar padeciendo los discursos y políticas crueles de miseria planificada.

–¿Por qué lo que se autopercibe como “progresismo” ignora el problema comunicacional?

–En estos momentos podemos decir que la oposición política a Milei, prácticamente, no existe. Pido disculpas a los políticos profesionales que están haciendo un gran trabajo individual. Pero en todo 2024 no ha habido una reacción aceptable. Esto genera un interrogante muy grande en relación con el futuro inmediato. Pero por otro lado y volviendo a aclarar que yo soy solamente un médico psiquiatra y no un historiador ni filósofo ni politólogo, creo que están en crisis los liderazgos personalistas, los unipersonales del gran líder. El que se para en el balcón y le habla a la masa. Me parece indispensable tener en cuenta muchas cosas que vinieron pasando en los últimos años.

–¿Qué cosas sucedieron que valen la pena?

–Una de ellas es el feminismo. Nos enseña a todos y a todas una manera de construcción política colectiva que es horizontal, solidaria y por consenso. No por mayorías y minorías. Sus formas deberían ser uno de nuestros objetos, no solamente de admiración, sino de inspiración. Otra cosa que está sucediendo es que las juventudes están preocupadas por otras cuestiones distintas a aquéllas que preocupaban a quienes redactaron las 20 Verdades Peronistas o el Manifiesto Comunista en el siglo XIX.

–¿Qué asuntos detecta en el interés juvenil?

–No podemos no hablar de ecología, de medio ambiente, de la destrucción o de la protección del mundo. O el gran avance político que han hecho las mujeres alrededor del mundo en la lucha por sus derechos, por la igualdad con respecto al varón. O por la denuncia de lo que significa el patriarcado como sistema de dominación milenaria muy anterior al sistema capitalista. Los nuevos discursos ecologistas tienen que ser  enhebrados con un análisis de cómo construir un discurso de futuro.

–Volviendo a los personalismos y el gran líder, ¿qué fenómeno observa?

–El de la crisis de los liderazgos mesiánicos. Tal vez no sea una mala noticia. Pero todavía no nació lo nuevo, que serían modos capilares y horizontales entre pares de conducción donde los liderazgos y los roles sean intercambiables. Donde el protagonista sea el conjunto y no una sola persona. No nos podemos sentar a esperar que baje el Mesías y nos salve. Es necesario empoderarnos individual y colectivamente en base a una idea horizontal.

–¿Las redes sociales y la crisis en la educación apuntalan la nueva subjetividad?

–Efectivamente. Es necesario volver a comprender, teniendo en cuenta la brecha generacional generada en las últimas décadas, que apareció por distintos factores. No sería correcto reducirlos a dos o tres. Pero, entre ellos, está el fenómeno de las redes sociales y del mundo digital. El fenómeno de la crisis en la educación primaria y secundaria. La crisis subjetiva que no nos permite terminar de diseñar un modo de educar a nuestros hijos e hijas en función de tres o cuatro ideas para el futuro del mundo. La crisis denunciada por los feminismos en el sistema patriarcal como sistema inaceptable. Las crisis ecológica y ambiental, la demográfica, la alimentaria, la convivencia en la crisis migratoria.

–¿Cómo enfrentar una etapa tan crítica?

–Hasta que no terminemos de hilvanar y tratar de incluir en una misma ecuación esta crisis múltiple y su efecto en el cambio subjetivo, vamos a seguir hablándole a la pared. Con consignas que fueron poderosas e importantes y que en este momento, probablemente, sirvan para muy poco. Y en ocasiones para nada.

–¿No es bizarro y ridículo que un jefe de Estado diga que él y su Gobierno son los mejores de la historia o del mundo, o que se vanaglorie del mayor ajuste de todos los tiempos?

–Insisto con mi posición de psiquiatra. Elijo no hablar sobre la persona de Milei. El discurso del psiquiatra está autorizado en términos de locura y de trastornos mentales. Y no es por ahí. Pero no es un Gobierno novedoso ¿Qué tienen de novedoso Luis Caputo, Federico Sturzenegger, Patricia Bullrich, Paolo Rocca y Eduardo Eurnekian? Es el capital cada vez más concentrado. Cada vez más empoderado. Cada vez más impune.

–¿Se prepararon para un asalto al poder?

–Tenían preparados el DNU 70 y la Ley Bases. Son  cientos miles de páginas. Estaban todas preparadas antes de la elección, ganaran Bullrich, Milei o quien ganara, para imponerlas. Transformar a un país con una matriz productiva, científica, educativa, en total crisis, pero que apuntaba hacia ese camino, en un país sin industria, sin educación, sin garantías, sin derechos y con negocios para muy pocos. Todo acompañado de un discurso muy bien diseñado en redes, en el que entra Milei. Muy cortito, con mucho punch, con mucha llegada. Que se monta sobre las frustraciones de las generaciones más jóvenes. Hablar de la salud mental presidencial sería escupir hacia el cielo.

–¿En qué sentido escupir al cielo?

–Todas las personas, con y sin trastornos mentales, merecen el ejercicio pleno de sus derechos civiles. Queremos la inclusión en la sociedad de las personas llamadas “locas”. Tenemos que aprender a amar, no a tolerar. Amar en un mundo mejor en donde todos querríamos vivir. Los abogados, los periodistas, los sociólogos tienen otras limitaciones éticas y otras posibilidades para hablar de saludes mentales. En mi caso, es un límite que me pongo. No solamente ético sino también político, estratégico. Los más veteranos tenemos una deuda histórica que es la incorporación de los nuevos y potentes discursos de las últimas décadas. Principalmente el discurso de los feminismos, y en segundo lugar el discurso de los ambientalistas. Tratar de entender también a los menores de 30 a 35 años que han nacido en un mundo diferente, a los que, si no terminamos de comprender, no vamos a poder colaborar a transformar.

–¿El progresismo es una expresión caduca?

–Aprovecho para manifestarme partidario del término “progresismo” en épocas en que se lo denosta mucho. Otro ejemplo es el secuestro de la palabra “libertad” que utiliza la ultraderecha con una eficacia realmente notable, lo que también muestra el efecto performativo de las palabras. Nos tenemos que despertar de esta larga arrogancia y de la ceguera en la que ha caído el sector progresista. Con la urgencia de rehabitar las palabras y las metáforas porque es con palabras y con metáforas que se construye la utopía. Y la utopía es el motor que tracciona la historia hacia adelante.

–¿Por qué usa términos como “fuera de quicio” de Hamlet, o “Al mundo le falta un tornillo” en el tango de Enrique Cadícamo, para explicar la Argentina de Milei?

–La expresión “fuera de quicio” se utiliza habitualmente cuando algo no encaja. La referencia shakespeariana es muy utilizada. Sobre todo en el lenguaje escrito más que en el lenguaje oral. Hago referencia a una sensación generalizada de que las cosas no encajan como lo hacen habitualmente. La llegada de Milei al Gobierno nos tomó a todos de sorpresa. Cuando digo todos, seguramente, represento a una cantidad importante de gente.

–¿Quiénes fueron los más sorprendidos con Milei?

–Los que jamás se imaginaban que un Gobierno de este tipo iba a llegar, con tanto margen, a ganar las elecciones generales. Es un poco la sensación de que la realidad está cambiada.

–¿Un sentimiento de estupor?

–Es lo que los psiquiatras llamamos “desrealización”. Uno mira y las cosas no son parecidas. No son las mismas de antes. Pero esto fue dicho en los inicios del 2024. Creo que esa sensación, en parte, ya ha sido superada. En los inicios fue muy nítida. Una sensación compartida social de atontamiento. De dificultad para dar crédito a lo que estaba sucediendo y a lo que había sucedido muy recientemente.

–Usted señala la necesidad de rechazar la estigmatización de la locura. ¿Se basa en la idea de no caer en simplismos o demagogias cuando se habla del Presidente?

–Todos los trabajadores de la salud mental dedicamos gran parte de nuestro tiempo a una lucha social y comunicacional. Se trata de luchar en contra del hábito de marginar a las personas que padecen algún tipo de padecimiento o de trastorno mental. Esa situación se ha dado en denominar en los últimos años “estigma”. Se toma la palabra, por supuesto, del discurso religioso. Es aquello que ve desde afuera al loco. Se lo reconoce desde afuera. Entonces se lo aparta y se lo margina. ¿Por qué tomamos esta posición pública? Porque las personas que padecen algún tipo de trastorno o de padecimiento mental tienen exactamente los mismos derechos que tienen todos los demás.

–¿Es una forma de combatir prejuicios?

–Una parte muy importante del sufrimiento de estar loco en este mundo es precisamente el ser marginado y ser apartado. La locura es una de las diferencias que nos caracterizan a los seres humanos que somos socialmente iguales pero humanamente diferentes. Así lo decía Rosa Luxemburgo (NdR: revolucionaria alemana). A los efectos de contribuir a la incorporación total, definitiva, amorosa, receptiva y no discriminatoria de cualquier tipo de diferencia, es que los trabajadores de la salud mental nos manifestamos firmemente en contra de toda forma de discriminación y de estigma contra las personas que padecen trastornos mentales.

–A no pocos tiranos se los ha tildado de locos.

–En ese sentido, y por esos mismos motivos, personalmente me he negado siempre que me lo han requerido a referirme a la salud mental del Presidente. O a su supuesto trastorno mental. Porque me parece que es un error. Tanto como médico psiquiatra o como comunicador de salud, también me parece que es un error político. No es por ahí.

–¿La idea entonces es evaluar hechos políticos y no diagnósticos psíquicos?

–El problema que tenemos con Milei no tiene que ver con su salud mental sino, en todo caso, con su poca salud democrática. Y con su poca vocación para la construcción de una sociedad justa y equitativa. No es por el lado de la salud mental por el que hay que entrar.

–En cambio, usted plantea que es un irresponsable que perjudica exprofeso a un pueblo y que Milei actúa como «la comparsa» que entretiene la atención del público.

–Cuando digo que Milei no es un loco sino un irresponsable, me parece que para cualquier lector atento la palabra “responsable” está colocada a modo de eufemismo. Es para no poner otra palabra un poco más fuerte. Creo que no es únicamente un problema de responsabilidad política o histórica.

–¿Cuál es la mayor responsabilidad histórica del Presidente?

–Milei viene a representar, muy claramente, los intereses del capital concentrado. Un fenómeno que ha aumentado en cantidades inimaginables en las últimas décadas en todo el mundo. Las corporaciones, en muy pocas manos, tienen más poder económico y más poder político, incluso más poder militar, que los estados nacionales. Por lo tanto algunas presidencias vienen a ser más bien mascaradas que ocultan a quienes mueven verdaderamente los hilos del poder.

–¿Por lo tanto Milei es más una cortina de humo?

–Más que irresponsable, yo diría que hoy es el epifenómeno que oculta a quienes son los que verdaderamente vinieron a hacerse cargo del país. En el caso de la Argentina no hay demasiada novedad en eso. Desde Martínez de Hoz en adelante, desde Domingo Cavallo con Carlos Menem, desde López Murphy con De la Rúa, desde Luis Caputo con Mauricio Macri, venimos teniendo varios intentos. Son intentos de convertir a un país productivo y en vías de democratización en esto que está sucediendo ahora. Un país con la riqueza cada vez más concentrada y la pobreza cada vez más generalizada. Quienes militamos en la salud pública, que es el brazo sanitario de la equidad social, no podemos menos que preocuparnos mucho. Vemos cómo conquistas sociales que considerábamos consolidadas se van deshaciendo, a medida que este nuevo «sentido común», se va imponiendo.

–Usted marca el valor de la palabra y la crítica que se les hace a los intelectuales de insistir con presuntas «zonceras académicas» de poca utilidad política, mientras se agudiza «la violencia discursiva» desde el poder.

–Es un tema en el que muchos profesionales de la palabra, entre los que nos contamos los de la salud mental, además de escritores y artistas, venimos insistiendo desde hace mucho tiempo. Por supuesto también lo hacen especializados en comunicación social y científicos sociales. Hay una necesidad urgente de hacer un análisis minucioso de las palabras y las metáforas que utilizamos para analizar la realidad y para comunicar en salud y en política, lo que denominamos “la derecha”. Es decir, ese sector político que pretende un mundo con la riqueza cada vez más concentrada y con la democracia cada vez más diluida. Ese sector ha comprendido mucho mejor que nosotros, quienes nos consideramos formando parte del sector progresista, la importancia del manejo inteligente de las palabras.

–¿Considera que el discurso de odio, de violencia y de muerte pasa al acto sin hacerse esperar?

–Durante la pandemia fuimos consultados como psiquiatras en la parte más dura de la cuarentena. Se había armado un grupo de profesionales de la salud y de otras disciplinas para asesorar al Poder Ejecutivo. Insistimos mucho, pero mucho, en el hecho de la elección correcta de las palabras y de las metáforas. Dijimos que era una parte sustancial de la estrategia para luchar contra la propagación del coronavirus. No fuimos muy escuchados. Pero propusimos, en su momento, no hablar de distanciamiento social. Es un constructo que genera miedo, genera persecución y discriminación. Temor por el otro.

–¿Qué terminología recomendaban como alternativa?

–Que habláramos de distanciamiento sanitario. Que quedara claro que lo que había que aislar era el virus y no al vecino de enfrente. Y no a las subjetividades. Este es un pequeño ejemplo de a qué me refiero cuando hago insistencia y énfasis en volver a analizar con cuidado las palabras. No solamente para armar una nueva narrativa progresista, esperanzadora, inclusiva.

–¿Qué otros aspectos de las palabras se deberían analizar?

–Para entender por cuál ventana está entrando este discurso simple, pero muy eficaz, que encabeza el Presidente Milei. Que genera un nuevo sentido común. Ha sucedido en el pasado varias veces. Es un sentido común que permite la aplicación de políticas completamente antipopulares, con poca o nula, todavía, reacción por parte de las mayorías. Tenemos una diferencia con los críticos de este tipo de pensamiento cuando insisten en que dedicarse a las palabras es dedicarse a la parte “soft”, a la parte poco importante del problema. Nosotros pensamos lo contrario.

–¿Y cuál es la parte “no soft” en la que sí hay que poner el acento?

–Muchos de nosotros sostenemos que esta es una época en la que, particularmente, atender a las palabras, atender a las metáforas, tratar de comprenderlas, utilizarlas a nuestro favor para diseñar una nueva narrativa esperanzadora, es absolutamente crucial en política.

–¿A qué se refiere cuando dice que el campo popular y el antimileísmo tienen el motor en “punto muerto”?

–Punto muerto es una metáfora por supuesto. Una metáfora automovilística que intenta describir, sobre todo, a la parálisis en el pensamiento. La parálisis en el cuerpo social. En las fuerzas sindicales. En los partidos de la oposición. Es un punto muerto en relación a esta arremetida feroz que significó la llegada de este Gobierno ultraneoliberal. La idea,  por supuesto, es prender un despertador. Volver a llamar al pensamiento junto con las palabras y las metáforas. El pensamiento como acción es otro de los insumos urgentes que estamos necesitando.

–La parálisis social se nota ahora acentuada.

–Es la parálisis del pensamiento, no solo individual sino, sobre todo, colectiva. Es uno de los efectos de los eventos traumáticos. Y traumático no son solamente las bombas de Nagasaki y de Hiroshima. No es solamente un terremoto. A veces, este tipo de vuelta de campana que da la política genera un efecto de atontamiento del que es necesario salir.

–¿Cómo se sale del atontamiento social?

–Con pensamiento. Volviendo a activarlo. Se nutre de palabras y de metáforas. Conduce a acciones que destraben el atascamiento. Sería la reacción inicial.

–¿Por qué plantea que sectores del campo popular se expresan con “consignismos” del siglo XIX?

–Primero quiero aclarar que soy médico psiquiatra. Hay algunas de las preguntas que son más para historiadores o politólogos. Voy a responder igual como ciudadano muy comprometido con la idea de un mundo mejor. Cuando digo consignas del siglo XIX como un error, lo que quiero decir es que tiene que nacer algo nuevo. Eso es absolutamente claro. La insistencia con caminos, estrategias, reflejos, consignas y palabras antiguas ha sido uno de los errores del campo progresista que explican en parte la situación actual en Argentina y en otros países.

–¿Cómo define a lo que debería nacer?

–Esto de las nuevas melodías que dijo algún político bonaerense. Se conecta con lo que han dicho muchos pensadores. Está la famosa frase de Antonio Gramsci: si lo viejo no termina de morir y lo nuevo no termina de nacer es cuando ocurren las aberraciones. En esa categoría podríamos incluir al Gobierno actual. Lo nuevo en algún momento nacerá. Pero quienes tenemos alguna responsabilidad pública tendríamos que contribuir y hacer el mejor de nuestros esfuerzos para que nazca. Nada de lo nuevo es enteramente nuevo. Lo sabemos quienes conocemos un poquito de historia. Siempre hay algo que viene desde atrás. La experiencia de las generaciones pasadas pesa en la mente de las personas del presente. Lo decía Karl Marx en su obra El 18 Brumario de Luis Bonaparte.

–¿Dónde dice que la historia ocurre primero como gran tragedia y después como miserable farsa?

–Claramente, no podrá ser ciento por ciento enteramente nuevo. Sin embargo, hay algo nuevo que tiene que ver con las nuevas generaciones. Con los chicos y chicas menores de 30 a 35 años. Han sido dejados de lado en la comunicación política en los últimos años. Son los que más han padecido la pandemia que no es la causa pero que sí ha acelerado el proceso. Es importante concentrarse en tratar de pescar por dónde está apareciendo lo nuevo. Con lo viejo no arreglamos el problema actual.

–Para apuntalar la esperanza, ¿entienden las nuevas generaciones el Estado de Bienestar? ¿Entienden el significado profundo del verbo “cuidar” en lo social?

–Hago una extrapolación desde un concepto del psicoanalista inglés Donald Winnicott. Hay un texto muy importante que se llama “La capacidad de estar solo”. Lo que dice es que un sujeto adulto puede tolerar momentos de soledad sin angustiarse. La condición es la de haber tenido en su primera infancia suficientes momentos de sostén y de bienestar proveídos por quienes cumpliesen las funciones materna y paterna. Y luego tener ese rincón interno al que poder recurrir en momentos de soledad. En algún momento se llenó ese tanquecito interno que permite tener confianza en el futuro. Haciendo una extrapolación intuitiva, digo que hablar a una juventud que nunca vivió a la justicia social como un horizonte utópico o como una construcción colectiva de justicia, de equidad, de esperanza puede llegar a ser poco eficaz.

–¿Por qué no sería eficaz hablarle a esos jóvenes de una sociedad que proteja?

–Porque le estamos hablando a una generación que nunca tuvo ese tanquecito lleno. Esto obliga a pensar aún con más detalle y profundidad la comunicación en política a quienes estamos interpelando ¿Cuál es la idea que queremos comunicar? ¿Cuál es el mundo que queremos construir y qué podemos aprender antes de salir a la calle a propalarlo? Los menores de 30 a 35  han sido sistemáticamente dejados de lado por la política tradicional progresista en las últimas décadas sobre todo durante y después de la pandemia.

–Yendo a fondo con el sentido del libro, ¿cómo transita esta sociedad “lo cruel” ejercido desde el poder?

–Aparentemente fue el crítico cultural Martín Kohan el primero en utilizar el término. Fue cuando dijo “la crueldad está de moda”. Es el disfrute con el sufrimiento ajeno. Los autores del libro y muchísimos personas que pensamos un poquito el mundo, hemos recurrido a esta palabra. No es concebible la aplicación de políticas públicas y de recorte brutal que generan hambre, sufrimiento, escasez de medicamentos y vacunas, disminución del presupuesto universitario y educativo, combate feroz y frontal contra el Conicet, el intento de cierre de la Universidad de las Madres de Plaza de Mayo, etc. No es concebible sin una cuota muy grande de crueldad.

–Al contrario, parecería inconcebible.

–No es la crueldad la característica que uno elegiría en un gobernante que tenga en sus manos una parte del poder. Porque no se tiene todo el poder de transformar las cosas en el país. Es lo que hace un gobernante, para bien o para mal. Cuando quienes tienen a su cargo la conducción de una nación exhiben estas cuotas de crueldad es muy poco lo que se puede esperar de bueno. Y mucho lo que se puede esperar de malo. Desde luego esto se traduce también en un discurso violento que genera violencia. Es el poder performativo generador de realidad de las palabras.

–¿Qué es el proceso de mutación subjetiva que usted menciona como operando hoy en la sociedad?

–No se trata de las palabras en su aspecto estético. Ni en su sonoridad o en su belleza. Se trata de las palabras en su capacidad de generar realidades. No solamente estados de ánimo, sino como generador de conductas solidarias o conductas violentas. Hay un discurso violento y antiderechos, homofóbico, antiuniversidad y anticiencia, terraplanista. No solamente es el tono agresivo sino también el contenido. Genera en la sociedad resonancias de esa misma especie.

–¿Qué efectos producen esas resonancias?

–Son totalmente funcionales a la aplicación de este tipo de políticas. Por eso muchos decimos que esta violencia y esta crueldad no son el “resultado de”, sino que son una estrategia, una bien diseñada para que la reacción de las masas sea lenta en función del efecto inicial de atontamiento.


NdR: El ensayo ‘El goce de la crueldad. Argentina en tiempos de Milei’ tiene a Francis Rosemberg como compiladora. Sus coautores son Juan Luis González, Carlos Rozanski, Francisco ‘Paco’ Olveira, Hugo Presman, Dora Barrancos, Santiago Levín, Nora Merlín, Alfredo Grande, Julián Varsavsky, Julieta Calmels, Sergio Zabalza, Enrique Carpintero y Rocco Carbone. Editorial Peña Lillo. Ediciones Continente.

Un comentario sobre «Santiago Levín: “La oposición política a Milei no existe”»

  1. Lucida y templada elaboracion de esta lectura de realidad. Varios aspectos valiosos a considerar y activar el pensamiento. Muchas gracias.

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