Usar legalmente la fuerza propia no es golpismo. Pero el Senado votó el mismo día a mano alzada a favor de aumentarse la dieta, y por unanimidad la designación de embajadores políticos a propuesta del Presidente Milei. Qué significa “desesperados”.
La palabra es “desesperados”. La frase es “están desesperados”. Y Su Excelencia la repite, la repite y la repite con ese sujeto tácito que es el sello de la propaganda conspiranoica. ¿Se acuerdan del sujeto tácito? El que no es expreso. El que no está escrito. Dicen los gramáticos de la Real Academia que el sujeto tácito es un elemento sobreentendido que se suele obtener por correferencia o identidad. Su Excelencia el Presidente Javier Milei utilizó “están desesperados” por última vez frente a un portafolios que alguien dejó en la puerta de las oficinas de Sandra Pettovello, ministra de Capital Humano. Por suerte existe X, antes Twitter, que además de registrar la conversación política es una riquísima fuente de archivo. Esta vez, Su Excelencia puso “ESTÁN DESESPERADOS”, con mayúscula, citando a una cuenta llamada “TV Pública Libertaria”. Así se presenta: “Nos financiamos con las multas a los grupos piqueteros que cortan la calle”. Ácidos los chicos. El tuit mostraba a Pettovello con bandera y escote y decía, también con sujeto tácito, que “dejaron un maletín sospechoso”. ¿Quiénes dejaron? Hasta el cierre de esta nota nadie lo había informado. ¿Quiénes están desesperados, Su Excelencia? Cero data. Pero resulta que otra vez, en octubre, posteó: “Están tan desesperados porque se les acaba el curro, que cualquier día de estos me culparán del asesinato de Kennedy”. Era una respuesta a la acusación de Unión por la Patria y de Juntos por el Cambio de que el entonces candidato Milei fomentaba una corrida cambiaria. Pero no los nombraba. El sujeto tácito es un comodín que queda atado a un sujeto expreso: la casta. Que a su vez se entiende siempre de una sola manera: los otros. Y los otros hasta pueden ser algunos de los propios salvo uno, Su Excelencia, que en Olivos come pizza sin champagne con Juan Carlos de Pablo y apaga la luz cuando va de un lugar a otro para exhibir austeridad.
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La escisión que provoca Su Excelencia entre los demás y él es impecable. Hasta ahora, al menos. En parte porque Alberto Fernández sigue apareciendo en las mediciones como el principal culpable originario de la inflación y la malaria, y en parte porque la oposición política parece decidida a ir contra el sentido común imperante sólo en temas menores y muy propios. Ése es el fondo del escándalo que produjo el aumento de las dietas en el Senado para llegar a unos cuatro millones en la mano. Por el momento el sentido común coincide con Su Excelencia en que existe una casta privilegiada. Para muchos, lamentablemente, también la integran los empleados públicos que trabajan, y no sólo los vagos, sólo por el hecho de serlo. Porque cuentan con un nivel de protección laboral y de seguridad social del que no disponen ni los trabajadores informales ni los monotributistas de las escalas inferiores.
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El Congreso se transformó en el símbolo mayor del Mal. Habitualmente esa imagen se basa en frases hechas que en algunos casos no se corresponden con la realidad y en otros casos sí: “Ganan fortunas”. El punto es que la miseria generalizada hace ver como fortuna cualquier cifra que supere los 700 mil pesos, o sea por encima de donde se posaba la línea de la pobreza de una familia tipo en las mediciones de febrero. Puede no ser una percepción completa, pero no es irreal. Y la política se mueve con percepciones que cuanto más cercanas son a la realidad palpable fuera de Palacio, más eficaces resultan.
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Una de las ventajas de Su Excelencia es que a la oposición parlamentaria no se la entiende. No es nítida. Protagonizó la gran derrota de La Libertad Avanza (Carajo) cuando rechazó el Decreto de Necesidad y Urgencia número 70 de 2023, un DNU que todavía es la base con la que gobierna el señor Presidente. El equipo de Su Excelencia se enojó con la vice Victoria Villarruel pero, práctico, se dedicó de entrada a impedir que la Cámara de Diputados confirmara el rechazo, porque el doble veto haría caer ese instrumento. Por ahora lo está consiguiendo. Los diputados no tumbaron el DNU. Pero al mismo tiempo el Senado perdió legitimidad, y quizás transmitió esa pérdida al Congreso entero, cuando votó a mano alzada para aumentarse los salarios y llegar a una dieta rica en pesos. Ajenos a la moda de las doce horas de ayuno, los senadores llegaron a una salida notoria: la unanimidad. La votación de las cuestiones importantes es electrónica. Cada senador aprieta un botón y su voto queda registrado con nombre y apellido. También pueda ocurrir que un senador pida que queden asentados los votos. Pero en el affaire del jueves 18 de abril no se produjo ninguna de las dos variantes. Los senadores votaron a mano alzada como en una asamblea universitaria y mostraron una candidez de Sala Manzanita: desde hace un tiempo existe una caja con un vidrio redondo de un lado que se llama cámara fotográfica. Más todavía: desde hace ya por lo menos 20 años llevan cámara unos artefactos pequeños, cada vez más inteligentes, que son como teléfonos móviles. No precisan cable y se llaman “celulares”. Esa parafernalia que quizás el Senado desconozca está disponible y registra imágenes en tiempo real. Manos en alto. Manos vergonzantes que no llegan hasta arriba pero tampoco quedan junto al cuerpo. Manos que votan. El problema es interesante, porque los senadores escenificaron nada menos que una Votación Culo Sucio en público. Ésa es una dimensión del tema: la de casta, que Milei utiliza con sus sujetos tácitos. Pero hay otra dimensión política más profunda: la unanimidad de la votación a mano alzada de los presentes deja el mensaje de que son todos iguales. Aunque no lo sean. Senadores que se opusieron al DNU, como los de Unión por la Patria o el presidente del radicalismo Martín Lousteau, quedaron diluidos en el mismo magma, como si fueran un sindicato que pelea por sus intereses comunes. ¿No hay proyectos distintos? ¿No hay estrategia? ¿No hay táctica? ¿Ni siquiera picardía? Oi oi oi, diría mi babe Ana.
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Lo sugestivo es que el mismo 18 de abril, Día de la Dieta, antes de votar su aumento los senadores aprobaron por unanimidad los pliegos de los embajadores políticos propuestos por Su Excelencia. Son Gerardo Werthein para los Estados Unidos, Guillermo Nielsen a Paraguay, Mariano Caucino a la India, Ian Sielecki a Francia, Sonia Cavallo a la OEA y el rabino Axel Wahnish a Israel. Werthein es cercano a Jabad Lubavitch, la organización ultraortodoxa que equivale al Opus Dei, y Wahnish pertenece a esa entidad que Su Excelencia eligió venerar. Y el verbo no es antojadizo: hay tantos judaísmos como judíos pero el señor Presidente eligió estar cerca del Jabad Eduardo Elsztain, de Irsa, que fue uno de los financistas de su campaña. Sielecki, de 33 años, se hizo el simpático cuando pasó por la Comisión de Acuerdos al hablar de Mbappé y recordar que José de San Martín llegó una vez a Normandía al comienzo de su exilio francés. Es máster en Administración Pública del Instituto de Estudios Políticos de París, el famoso Sciences Po donde una vez, en 2011, Lula despreció a los esclavócratas brasileños que lo cuestionaban porque carecía de un título universitario. Sonia Cavallo es hija de Domingo Felipe, el presidente del Banco Central de la dictadura y ministro de Economía de Carlos Menem y de Fernando de la Rúa. No deberá mudarse de país para ir hasta la sede de la OEA en Washington. Vive desde hace 20 años en los Estados Unidos. Nielsen es el mismo que secundó a Roberto Lavagna en el Ministerio de Economía de Néstor Kirchner y fue embajador de Alberto Fernández en Arabia Saudita. Una política de Estado como Daniel Scioli. Senadores y senadoras de Unión por la Patria se comportaron ante los pliegos como si en el país no hubiera ningún tipo de conflicto político. Y el (casi cero) debate lo refleja muy bien. Por el peronismo habló la senadora Nora Giménez. Dijo que había que respetar la postura pacifista tradicional de la Argentina. “El alineamiento automático con los Estados Unidos e Israel, ambos países que enfrentan conflictos bélicos serios, significa una verdadera ruptura en la tradición de la política exterior”, señaló. Añadió que “la política de Milei se avizora a todas luces como de alto riesgo y expone la integridad de ciudadanos argentinos”. Recordó que cualquier tipo de ocupación es contraria al Derecho internacional y que la Argentina tiene parte de su territorio ocupado por una potencia extranjera, las Malvinas. También apuntó: “Resulta inadmisible que nuestro Presidente afirme que la Argentina ya está en el radar del terrorismo. Seguramente para justificar estas políticas altamente riesgosas, como mover la embajada argentina en Israel a Jerusalén”. Sin embargo, sin embargo, sin embargo, puso un pero a favor de Su Excelencia. Dijo que el bloque entiende “la competencia del Presidente sobre la representación del país en el exterior”. Su postura podría traducirse así: “No estamos en nada de acuerdo con el Presidente, y su posición no sólo va contra la tradición argentina en materia de paz y arreglo pacífico de las controversias sino que encima pone en riesgo nuestros reclamos en la Cuestión Malvinas, pero como es el Presidente quien pide los embajadores igual le damos herramientas para que destruya nuestra soberanía”.
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Está claro que cualquier Presidente, incluido Su Excelencia, tiene las atribuciones que le da el artículo 7 de la Constitución Nacional: “Nombra y remueve a los embajadores, ministros plenipotenciarios y encargados de negocios con acuerdo del Senado”. Pero hay que reparar en que el artículo tiene dos partes, y que al final hay cuatro palabras, no cinco. Dice “con acuerdo del Senado” y no “con acuerdo automático del Senado”. Del mismo modo, el artículo 4 dice que el Presidente “nombra los magistrados de la Corte Suprema con acuerdo del Senado por los dos tercios de sus miembros presentes”, y lo mismo para los jueces de los tribunales inferiores a propuesta del Consejo de la Magistratura. Pero tampoco ese artículo 4 estipula que es obligatorio el voto a favor. Ni fuerza a que alguien en el Senado acabe explicando que aprobará el pliego de un esperpento para la Corte con este argumento: “No coincido con la política que está llevando a cabo el Poder Ejecutivo, porque hará de la Argentina el país más injusto y pobre del mundo, pero entiendo su conveniencia de contar con una Corte adicta para desarrollar esa política, y por eso mi voto será positivo”. Usar legalmente la fuerza propia, en política, no es golpista. Cumplir estrictamente la Constitución tampoco. Donald Trump afronta acusaciones por su presunta vinculación con la toma del Capitolio el 6 de enero de 2021, pero ningún partido violó la ley cuando en el Senado no le refrendó a un presidente embajadores, funcionarios o incluso proyectos de presupuesto. Eso se llama disputa de poder y suele ser lo indicado cuando hay un presidente fuerte, justamente para que no lo sea aún más. Puede servir como un remedio más efectivo que cualquier dieta para los partidos de oposición. Si es que de verdad entienden a quién se enfrentan y quieren actuar como tales.