Se puede cuidar el medio ambiente sin destruir la industria

Desde ¿Y Ahora Qué? venimos aportando información y análisis sobre la cuestión medioambiental, que, a pesar de la concluyente evidencia empírica sobre la crisis que afecta a todo el planeta, convive paradójicamente con la afirmación de posturas negacionistas del cambio climático, cuyo efecto es acentuar la inacción ante una tendencia que se presenta, cada vez más, como irreversible. En ese marco en la Argentina no son pocos los que, preocupados por la cuestión ambiental, asumen posturas anti-industrialistas bajo el argumento que el desarrollo industrial contribuiría a agravar la crisis ambiental. Una posición que, confrontada con los datos, carece de fundamento.

Como es sabido, uno de los temas centrales en cuanto al equilibrio medioambiental a escala global está relacionado con la suba de las temperaturas medias que se están registrando tanto sobre la superficie terrestre como en los mares. En ese sentido, la atención se focaliza en los llamados Gases de Efecto Invernadero (GEI) entre los cuales se encuentra el dióxido de carbono, CO2 . 

Tal como se puede apreciar en el Gráfico I, su crecimiento se ha demostrado como imparable hasta el momento y con una participación geográfica muy concentrada.

Gráfico I

Evolución de las emisiones de CO2 por región (1960-2023)

Fuente: Mario Viciosa, Newtral.es / Global Carbon Budget, 2023 (Creado con Datawrapper)

La crisis de 2009 y la pandemia COVID-19 (marcadas en rojo) significaron cierta contracción también en las emisiones de CO2, pero lo realista sería considerar que la tendencia alcista continuará en el futuro. Donald Trump, por ejemplo, reniega del cambio climático, de las energías renovables y saca al segundo contaminante del planeta del Acuerdo de París o “Acuerdo basura” como lo definiera.  

En lo que respecta a Argentina, su participación es ínfima en las emisiones globales anuales (en torno al 0,5 por ciento), pero nuestra tendencia particular es claramente ascendente en GEI y CO2.  En la Tabla I, podemos observar, en el caso de nuestro país, cual ha sido la responsabilidad de cada subsector económico en la emisión de los Gases de Efecto Invernadero, y la participación de los principales gases contaminantes en el total.

Tabla I

Argentina: Emisiones Totales Gases Efecto Invernadero (GEI) por subsectores económicos: 366 millones de Toneladas (2018) CO2e

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Fuente: Inventario Nacional de Gases de Efecto Invernadero 2021, pág. 15

En estas emisiones GEI, también se puede rastrear nuestra estructura económica basada en las ventajas comparativas. En lo que respecta a los procesos industriales, este subsector ocupa el octavo lugar en cuanto a emisiones. Los primeros seis subsectores son responsables, ellos solos, de casi el 75% del total.

Dado este cuadro de emisiones, y la necesidad de construir un nuevo sistema nacional de producción asentado sobre las ventajas dinámicas, cuyo núcleo son las industrias manufactureras, el impulso de estas sería un objetivo política y socialmente estratégico. 

Pero, como casi todas las actividades económicas, ésta también afecta al medio ambiente, pues presenta externalidades negativas directas e indirectas sobre la tierra, el aire, los recursos hídricos y los seres humanos. Relativizar esta realidad no ayuda al afianzamiento social y político del impulso industrial ni a resolver en la práctica los problemas que del mismo se derivan.

La estrategia a desarrollar, por lo tanto, debería prestar especial atención a la reducción de emisiones de todos los subsectores incluyendo el industrial.  Y Esté, a su vez, puede contribuir a  la reducción general, pues a la par de su papel en el crecimiento económico y la creación de empleo productivo, “es también el principal centro de innovación y el principal motor de creación de tecnologías verdes” (Informe ONUDI 2024, pág. 42. La negrilla es nuestra). 

La experiencia comparada señalaría que, la energía renovable para la cual extensas áreas de nuestro país son muy aptas (eólica, fotovoltaica, hidroeléctrica, mareomotriz, geotérmica para mencionar tan sólo a las actualmente aplicables), o una política que fomente otra matriz de transporte, pueden recibir un impulso importantísimo desde la industria.   

La innovación social, organizacional y tecnológica, posibilitan desconectar, en mayor grado la evolución el crecimiento económico del consumo de energía (“la energía más económica y limpia es aquella que no se consume”) o el incremento del Valor Manufacturero Agregado de las emisiones de CO2.  Pero estos fenómenos de “desconexión”, no devienen de manera espontánea, sino que requieren de políticas específicas de calado y de largo plazo.

Gráfico II

VAM global y emisiones de CO2 procedentes de la industria manufacturera

Gráfico, Gráfico de líneas

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Fuente: International Yearbook of Industrial Statistics 2024, pág. 75  

La creciente importancia relativa de las industrias de mayor contenido tecnológico suele reducir las emisiones de GEI. Pero siendo uno de los objetivos del nuevo perfil industrial la producción de estos bienes (como son nuestros productos INVAP o ALSAT entre otros) no podemos obviar que, las desdeñadas industrias de base hoy son objeto de una revalorización desde el punto de vista económico como político (Ver Informe Draghi y el veto a la compra de la estadounidense US Steel por parte de la japonesa Nippon Steel).

Estos sectores, que abarcan  la producción de hierro y acero (esenciales para las infraestructuras, la construcción e industrias como la automovilística, ferroviaria o naviera), los minerales no metálicos (cemento, cerámicas, vidrio) y los sectores químico y petroquímico, tradicionalmente presentan altas cotas de emisiones.

Quizás no podamos alcanzar en la actualidad “la frontera verde” industrial, que otras economías están logrando en estos sectores (Suecia y su primera planta comercial de acero de estas características), pero sí iniciar el proceso tendiente a lograrlo.


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