Milei en la ONU: ruptura y aislamiento

Una afirmación falaz de Milei es la que caracteriza a la política exterior argentina como históricamente neutral. El país fue neutral en las dos guerras mundiales pero no lo es en el caso de la invasión rusa a Ucrania ni en Medio Oriente, donde tuvo tradicionalmente una posición de defensa del Estado de Israel y también reivindicó siempre el derecho del pueblo palestino a constituirse en un Estado. El Presidente Milei no menciona nunca esta última realidad.

Las palabras del Presidente Milei en la Asamblea General de las Naciones Unidas ponen en evidencia que la Argentina se ha situado al margen de la mayoría de la comunidad internacional y que este presidente se aparta también de la política exterior cooperativa, pacífica y multilateralista de la Argentina que impulsaron sus predecesores en el cargo desde 1983.

Ausentándose de una votación en la que los países de Occidente y la mayoría de la naciones latinoamericanas, asiáticas y africanas se pronunciaron favorablemente sobre el Pacto del Futuro, y denunciando luego a las Naciones Unidas por pretender imponer una agenda “socialista”, la Argentina de Milei quedó del lado de países a los que el presidente dice detestar, por totalitarios o comunistas, en una voltereta que pone de relieve flagrantes contradicciones ideológicas. Es evidente que más allá de la retórica liberal ha prevalecido en su gobierno la tendencia antiglobalista que caracteriza a figuras como Jair Bolsonaro, Donald Trump o Viktor Orban, que reivindican un nacionalismo cerrado y hostil contrario a la apertura a la cooperación con otras naciones en el sistema multilateral en pos de objetivos comunes de paz, seguridad, derechos humanos y desarrollo sostenible.

La Argentina ha reivindicado históricamente el sistema multilateral como espacio en el que pueden hacer escuchar su voz los países en desarrollo como el nuestro. Fue allí donde en 1965 la diplomacia argentina logró la resolución 2065 de la Asamblea General de Naciones Unidas en la que se reconoció la existencia de una cuestión de soberanía entre nuestro país y el Reino Unido sobre las Islas Malvinas y se hizo un llamado a una negociación entre las partes. Sin embargo, el presidente criticó a la ONU por no defender nuestra soberanía en Malvinas en una actitud que revela un desconocimiento lamentable de un hito trascendente de nuestra historia diplomática.

Atacar a la ONU ha sido siempre el objetivo de los extremismos que imaginan en ella a un inexistente gobierno mundial que pretende imponer una agenda opresiva. Es sólo una instancia internacional de coordinación y cooperación. Depende de la voluntad de la mayoría de los Estados y sólo efectúa recomendaciones no vinculantes, salvo en el Consejo de Seguridad cuando se ha producido un quebrantamiento de la paz y la seguridad internacionales, situación en la que sus resoluciones son obligatorias. 

Naciones Unidas es una organización intergubernamental y no puede ser otra cosa que lo que la mayoría de los gobiernos quieren que sea. Esa cooperación entre estados que la ONU personifica no ha sido eficiente para resolver todos los graves problemas que afectan a la humanidad, y no hace falta ejemplificar con las guerras que no ha podido evitar. Pero no se puede subestimar su rol en el impulso al proceso de descolonización iniciado en los años ‘60, ni dejar de lado el impresionante edificio jurídico desarrollado con el paso de los años, desde la creación del derecho internacional de los derechos humanos a las normas sobre no proliferación de armas de destrucción masiva a los tratados sobre protección del medio ambiente. Toda esa normativa generada en las Naciones Unidas conforma parte esencial del derecho internacional contemporáneo que todos los países de la tierra reivindican en su política exterior, más allá de los incumplimientos en que muchos incurren. 

La Corte Internacional de Justicia, órgano principal de las Naciones Unidos, ha resuelto numerosos casos contenciosos superándose así controversias entre distintas naciones 

Las agencias especializadas del sistema de Naciones Unidas como la Organización Internacional de Energía Atómica aseguran el desarrollo pacífico de la energía nuclear haciendo una invalorable contribución a la seguridad global y así podríamos continuar enumerando con el aporte hecho por la Organización Mundial de la Salud, la Organización Internacional del Trabajo, la Organización para la Educación, la Ciencia y la Cultura y otras organizaciones internacionales.

Negar la importancia del multilateralismo para resolver los problemas comunes de la humanidad es condenarnos a un mundo fragmentado y violento sin esperanzas de solución. Por débiles e imperfectas que sean las iniciativas multilaterales, éstas establecen un marco general y corresponde luego a los Estados obrar de conformidad con las normas que ellos mismos crearon y aceptaron.

Una última afirmación falaz del presidente argentino en la ONU es la que caracteriza a la política exterior argentina como históricamente neutral. Si la Argentina fue neutral en algunos momentos históricos, la primera y la segunda guerra mundial, por ejemplo, no lo ha sido en el caso de la invasión de la Federación de Rusia a Ucrania en 2022 sobre la que se pronunció de manera condenatoria desde el primer momento llegando incluso a votar por la expulsión de Rusia del Consejo de Derechos Humanos. En el caso de Medio Oriente la Argentina no fue nunca un mero observador neutral, sino que tuvo tradicionalmente una posición de defensa del Estado de Israel y de su derecho a vivir dentro de fronteras seguras y a ejercer su legítima defensa, así como mantuvo siempre un rechazo total del terrorismo en todas sus formas.  Sin embargo, también reivindicó siempre el derecho del pueblo palestino a constituirse en un Estado. El Presidente Milei no menciona nunca esta última realidad sin cuya solución, como sostiene la mayoría abrumadora de la comunidad internacional, no podrá concluir el conflicto actual que ha costado ya miles de vidas israelíes y palestinas. 

La lógica binaria de amigos y enemigos o fuerzas del bien y del mal no es generalmente la receta que lleva a la paz entre las naciones. Por el contrario, es la negociación diplomática la herramienta primordial que debe agotarse evitando el recurso a la guerra en un mundo nuclearizado que exige ante todo prudencia y apertura para preservar la paz y la seguridad de la humanidad.

Es tiempo de que la sociedad argentina y sus dirigentes reaccionen para rechazar el aislamiento internacional al que nos conduce la política exterior actual y para que se retome el camino de la cooperación internacional democrática y pacífica que caracterizó a la democracia argentina desde 1983.

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