Milei se aprovecha porque el campo nacional tiene un problemita con el crecimiento

O no se discute a fondo el problema del crecimiento, o se discute tarde, o ambas cosas a la vez. La distribución del ingreso es clave, pero crecer también. El segundo gobierno de Cristina. El retroceso con Macri. La experiencia del Frente de Todos. Por qué y cómo Milei aprovecha un hueco muy visible.

El discurso político de Javier Milei tiene un rasgo particular: es muy insistente en que sus acciones conducen a impulsar el crecimiento de la economía argentina que hasta ahora habría sido obturado por la obra abyecta de la dirigencia política que lo precedió. Esa dirigencia medra gracias a los factores que mantienen sumido al país en el atraso. Es, a grandes rasgos, la fábula sobre “la casta”.

Lo curioso es que no se le suele responder desde el punto de vista de los resultados sobre el crecimiento. Incluso, podría observarse que los efectos de las políticas económicas adoptadas por su gobierno son criticados por el empobrecimiento inmediato que significan para la población, sin que se le dé tanto espacio a la repercusión que adquirirían de mantenerse en el largo plazo. 

No significa que esas críticas no existan. Se hacen presentes en problemas puntuales, e incluso a veces las enuncian dirigentes de importancia. Pero no alcanzan la cohesión necesaria para conformar una idea alternativa para el país, ni una crítica global. O bien son observaciones acertadas, pero demasiado generales, o son descripciones detalladas de problemas particulares.

Es una debilidad atribuible a las fuerzas políticas como conjunto, más que a figuras específicas. Y Milei lo advirtió. Por eso, la economía y en particular el crecimiento, ocupan tanto espacio en sus comunicaciones.

Es útil revisar algunas de las controversias recientes sobre el crecimiento en la Argentina. En el acto de asunción de la presidencia del Partido Justicialista, Cristina Kirchner recordó su advertencia de que ante el “gran crecimiento” posterior a la pandemia era necesario alinear precios e ingresos para evitar que se lo quedaran “cuatro vivos”.

Dejando de lado aspectos discutibles sobre el valor de la advertencia por sí misma cuando se trataba de poner en práctica lo pregonado, o de recordarla una vez que concluyó el ejercicio de gobierno, la verdad es que gran crecimiento en términos de la tendencia histórica no hubo.

Concluir que porque la tasa de crecimiento del PIB haya sido del 10,4 por ciento en 2021 indica por sí misma un “gran crecimiento” suena a razonamiento insuficiente. El año anterior hubo una caída del 9,9 por ciento, que sucedió a otra de dos años (2018 y 2019) del 4,7. 

Frente a ese período, en 2021 el PIB argentino era más alto que el de 2020, pero medio punto inferior al de 2019, dos puntos y medio inferior al de 2018, y 5 puntos menor que el de 2017, que fue el último año de crecimiento hasta entonces. Recién en 2022 se alcanzó un PIB semejante al de 2017. 

Pero para ese entonces, el proceso de crecimiento estaba obturado por la suma de dificultades acumuladas, y otras contingentes. El incremento de los precios de la energía por la guerra de Ucrania y la sequía de 2023 mermaron y revirtieron, respectivamente, un saldo comercial que desde 2019 había sido positivo y considerable.

Pero además, el gobierno del Frente de Todos no se ocupó de conservar las reservas de divisas obtenidas por el saldo comercial. Las dilapidó al permitir la compra de divisas para el pago de deuda externa del sector privado. Tampoco el Gobierno aceleró la concreción de proyectos que fortalecieran la estructura productiva. Ni siquiera los relacionados con Vaca Muerta, que se mencionaban como “obvios”

Es decir que no se quedaron con la guita del crecimiento cuatro vivos, porque la guita del gran crecimiento nunca existió. Y, de producirse un crecimiento que superase los límites de 2022, posiblemente se hubiese encontrado rápidamente en tensión. 

Aún bajo la hipótesis de que las reservas internacionales no se hubiesen mal gastado, nada autoriza a dar por sentado que el saldo comercial era suficiente para sostener el crecimiento durante un tiempo prolongado. Era más alto que el de los últimos años del kirchnerismo, en los que se activaron las restricciones. Pero también la economía era más grande, y en algún punto hubiese requerido un mayor caudal de importaciones.

Si, como se ve, la polémica es rica y necesaria, ¿por qué el resto de la dirigencia política no le discute a Miei en profundidad sobre el crecimiento económico? ¿Por qué discute todavía menos sobre crecimiento a largo plazo? Es paradójico, porque gran parte de los problemas que afectaron al desenvolvimiento de la política en los últimos años se originaron en las dificultades para sostener el crecimiento, y sus efectos se manifestaron en las condiciones de vida.

Estructura económica y social

¿Por qué es importante el crecimiento? ¿Por qué tendría que ser una prioridad del movimiento nacional-popular en la Argentina?

Existe un mal entendido, consistente en presumir que existe una dicotomía entre crecimiento y distribución del ingreso. La atención se suele concentrar en lo segundo, y lo primero rara vez es expresado como una preocupación. 

Incluso, cuando se presentan problemas políticos a veces se da el crecimiento por garantizado, gratuitamente, y se simplifica la solución atribuyéndola a un problema político de distribución. 

Cuando esa ilusión se convierte en acciones de gobierno, la política económica dura hasta que emergen las dificultades. Y como se trata de la limitación que hasta entonces pasó inadvertida, queda sin resolverse. 

Hay dos casos en la historia argentina en los que sucedió esto: el de las dos presidencias de Juan Domingo Perón, y durante el último mandato de Cristina Fernández de Kirchner. En ambos casos, el subdesarrollo de la base industrial provocó una presión sobre la economía que condujo al estancamiento.

Una estructura económica trae aparejada implicancias políticas profundas. Determina cuáles son las posibilidades materiales de la población en torno de las que se organiza su estructura social. Conforma una gama de trabajos que se practican y conocimientos que se adquieren. Explica las jerarquías, la organización y los hábitos de las clases sociales, y sus espesores relativos.

En resumen, a una estructura económica nacional corresponde un nivel de desarrollo. Distintos niveles de desarrollo implican distintas estructuras económicas, que se reflejan en las estructuras sociales.

Eso no quiere decir que la transformación social se origina en un cambio de estructura. Por el contrario, la estructura económica es algo sumamente estable, como se comprueba por la desigualdad del desarrollo entre naciones. 

La necesidad de alterarla llega por la conciencia política, y bien puede producirse este fenómeno a partir de un cambio en la estructura social que exija a la estructura económica hasta sus límites. Así suele ocurrir: los problemas se resuelven cuando se presentan.

Entonces el cambio cualitativo en el grado de desarrollo ya no es una mera idea abstracta, sino que se convierte en una necesidad política apremiante. Para mantener el avance del nivel de vida que legitima a un proyecto político transformador, es necesario alterar la estructura económica para poder sostener la producción de los nuevos bienes que se consumen, en mayor cantidad y de mejor calidad.

En tales condiciones, con el proceso de crecimiento activo, es posible concebir una mayor necesidad de fuerza de trabajo calificada. Y quienes ingresan en ella tienen razones objetivas para calificarse.

El planteo inverso, de que el problema central se encuentra en la distribución del ingreso, adolece de la falencia de no concentrar la atención en la base material de la generación del ingreso. 

Es admisible mientras existen evidencias de que la estructura económica permite una mejora del nivel de vida sostenible hasta cierto punto sin que se realicen grandes cambios.  Pero cuando se busca sostener esa mejora de manera persistente, se hace necesario dar un paso más.

Controversias recientes

Peor que el período del Frente de Todos queda posicionada la administración Cambiemos. Como se mencionó, de cuatro años de gobierno solamente 2017 fue de crecimiento. El PIB de 2019, año de conclusión de ese gobierno fue inferior al de 2015 en un 3,9 por ciento. Y eso a pesar del enorme caudal de deuda externa tomada. De hecho, en lugar de apuntalar un programa de crecimiento con la deuda necesaria y bien administrada, el exceso desenfrenado fue el que desencadenó la debacle en 2018. Se podría aseverar que su política económica fue tan perjudicial como inútil

Gran estancamiento

Es notable que los referentes del sector de Cambiemos, particularmente del PRO, jamás expongan ninguna idea sobre la economía. Sólo hablan de la necesidad de mantener una gestión razonable del gasto público y del resguardo de la confianza institucional para atraer inversiones. Ideas vagas, que en lo concreto no tienen nada de propositivo y sirven para buscar un posicionamiento en base a la descalificación de las otras fuerzas.

Lo que antes fue el Frente de Todos y hoy es Unión por la Patria tampoco lo hace mejor. Denuncian el daño provocado por los gobiernos de derecha, sin tener un debate propio sobre cómo llevar el crecimiento adelante. Y su última experiencia al frente del Estado dejó a la vista que su análisis no está nada claro.

Producto de esa aporía de la dirigencia política es que se llegó a un gran estancamiento. Hoy Milei lo aprovecha para decir que busca elevar la calidad de vida de la población, cuando en los hechos obra en sentido contrario: estabiliza la economía en base al empobrecimiento y debilita las estructuras que en el largo plazo son necesarias para impulsar el desarrollo.

El desentendimiento de la política con respecto al crecimiento económico, y de la trama de intereses y lazos necesarios para preservar el nivel de vida alcanzado, explica en gran forma el retroceso vivido en los últimos nueve años. Hay una dificultad del campo nacional y popular para ofrecerle a la población una respuesta atractiva a sus necesidades.

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